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¿Qué empieza a jugarse el domingo que viene?

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Nunca, desde el recupero democrático, se sintió con tanta intensidad que en “la calle” no pasa nada frente a un proceso de elecciones presidenciales.

Por: Eduardo Aliverti

Periodista, locutor y docente. 

Massa candidato más votado y una diferencia de tres puntos entre espacios políticosTecka: la historia del pueblo patagónico donde ganó el voto en blanco y la abstención

El paisaje sí cada vez más habitual, hace unos años, es aquel que ya no presenta grandes actos, ni muestras de trabajo incansable por parte de la militancia, ni convocatorias a desplegarse por los territorios.

Todo, prácticamente, se reduce al escenario mediático y de las redes. Se acabó el contacto físico, a tono con lo líquido de una realidad a distancia en la que el humor general resulta marcado por las intensísimas minorías y sectas digitales.

No es cuestión de envoltorio, sino de contenido en tanto expresa el profundo alejamiento entre “la gente” y “la política”. Entre el pueblo y la única herramienta conocida para producir cambios o ratificaciones de actualidad y rumbo sociales.

Como siempre se encargaba de recordar David Viñas en su cita aristotélica, el hombre es un animal político. Y si se le quita lo político…

Ninguna de las coaliciones y figuras participantes escapa al clima gélido del decurso electoral. Quizá justamente debido a eso, la intención de sacudir el tablero los lleva a incurrir en declaraciones, contradicciones, arrebatos y gestos capusottianos, a veces dirigidos a sus propios socios.

En la liga oficialista hay una convivencia sin agresiones destacadas. Van tentando en base a conjeturas, porque nadie tiene mayor idea precisa de lo que ocurrirá en las urnas. Las encuestas están descartadas como termómetro fiel, incluso por quienes continúan pagándolas sólo por inercia (o por algún otro factor que suscita gente mal pensada).

Se escapan chicanas, sí. Pudo escucharse que votar a Juan Grabois es “tirar el voto”¿Por qué habría de serlo si se trata de Primarias?

O se juega con el consignismo de Sergio Massa cual agente de La Embajada y otras delicias, dicho a modo resumen, como si sus idas y venidas —por cierto que a la altura de ingerir batracios— no alcanzaran también al recorrido de Grabois, quien en 2017, para no abundar, decía que “el kirchnerismo tuvo una práctica alejada de los excluidos” y que “Cristina ya no es el liderazgo del futuro” (entrevista de Luis Novaresio en Infobae, 29 de octubre de aquél año).

En otras palabras y sin perjuicio de que Unión por la Patria lleva bastante bien sus disidencias desde que CFK admitió o promovió la precandidatura de Massa, le sería mejor no andar topeteándose en competencias de purismo. Y, a la par, tener un compromiso enormemente más activo.

No es eso lo que se nota.

Tal como escribió Luis Bruschtein en este diario, el sábadoUxP sale en desventaja y “está obligada (…) a volcarse las calles, con mesas, timbreando, puerta por puerta, con charlas en los barrios, porque tiene que convencer a escépticos y enojados, que son muchos y son los que pueden hacerle ganar”.

¿Se advierte ese trabajo?

El macrismo, entendido como la derecha explícita en condiciones de vencer excepto que Javier Milei produzca la sorpresa más estrambótica de nuestra historia electoral, no tiene ese problema. Sufre otros, en superficie conectados a choques de egos y resentimientos personales. Si se va más abajo, hablaríamos de lucha por negocios. Y en cualquier caso, nunca de enfrentamientos ideológicos severos.

Los cruces entre el ¿palomismo? de Larreta y las brutalidades de Bullrich (sobre todo esto último, porque la pauta publicitaria del gobierno de la Ciudad juega sus cartas) son aptos para el entretenimiento mediático. En los programas oficialistas se divierten. Son un loop en torno al pato criollo o la Comandante Pato, que habrá de verse si sirve para algo.

Y en el flanco opositor se enfrentan, de acuerdo a por quién apuesten sus presentadores de noticias. Unos a Larreta, otros a Bullrich. Nada que le mueva el amperímetro a “la gente”, salvo en el microcosmos politizados o a fines de la chismografía.

Hay quienes dicen ver más allá. Pronostican a) que un buen número de los votos de uno no irán a la otra y viceversa, luego de las Primarias (¿y a dónde irían, en porcentaje determinante?). Y b), que en un gobierno cambiemita terminarán muy mal, a poco de andar, la facción colombófila y el sector “halcón”.

En esa hipótesis: la puja por negocios y la inexistencia de grandes cuadros políticos (eso que jamás pudo ser Macri, para transformar a la clase dominante en clase dirigente) acabarían para los cambiemitas en un símil de lo que fue el fracaso de la Alianza entre radicales y viudos peronistas, cuando cayó el menemismo.

Puede ser. O no. Pero, en principio, ¿alguien tiene noticias argentinas de que la derecha se haya fracturado?

Precisamente y mientras tanto, en lugar de prestarle tanta atención a las pullas individuales, sería más conveniente dedicarse a en qué esa derecha está de acuerdo. Parece obvio que deba ser así, pero no es lo que indica la superficialidad de distraerse sin parar con las barrabasadas de Bullrich. O con el bizarro intento de Larreta para ensayar un baile de chacarera. O con las proyecciones del apoyo de Heidi al alcalde porteño. O con el despecho de Cristian Ritondo.

Están avisando con todas las letras, pelos y señales que intentarán liquidar paritarias, indemnizaciones, adicionales de salario. Para pasar a mejor vida a “los planeros” no tienen mejor idea que camiones hidrantes. La vieja oligarquía, desde la Rural, propuso volver a antes del ’45. Y de yapa, ¿alguien conoce qué proponen los cambiemitas respecto de cómo proceder con la monstruosidad de endeudamiento que dejaron con el FMI (quitados, claro, los delirios —o no— de un nuevo blindajeentrar con cámaras a las bóvedas del Banco Central o cargarlo de explosivos). Es neurálgico que no impresione la ausencia de alguna pregunta sobre esta cuestión.

Unión por la Patria tiene el dilema de cómo se resuelve ser opo-oficialismo.

Uno de sus precandidatos es ministro de Economía cuando no cesan ni la inflación ni la cotización del dólar que genera las expectativas. Y el otro intenta músculos de resistencia.

Los dos tienen el mismo problema. ¿Cómo se proyecta futuro si está gobernándose hace rato y la percepción masiva, en consecuencia, es que se tuvo la probabilidad de arreglar las cosas, y de hacerlo ya mismo?

¿Es atractivo y ganador acentuar lo que se evitó?

Primero, con un Estado presente, se impidieron efectos de la pandemia más devastadores aún. Después, hubo un polémico acuerdo con el Fondo. Sirvió para regular la catástrofe dejada por Macri para, ahora, no ceder así como así a las exigencias de toda la vida (y haber encontrado, aunque sean parches, vías alternativas de financiamiento que eran impensables. Usar yuanes, sin ir más lejos. ¿Eso es alineamiento con Washington? Se atravesó la guerra y la sequía con ajustes que en manos de la oposición habrían sido cataclismos.

No. No es atractivo. Es muy difícil que alcance, porque lo evitado carece de impacto percibido en el bolsillo. ¿De qué me va a mí que se use moneda china o conseguir un préstamo qatarí?, podría ser una síntesis de cuánto “penetran” ciertos logros en la sensibilidad popular.

Y también es atendible que lo demás tiene mucho del Teorema de Baglini: las propuestas de un partido o dirigente (y comentaristas diversos) son directamente proporcionales a sus posibilidades de acceder al Poder. Cuanto más lejos, más duro.

Se lo acusa de posibilista y es válido.

Pero también puede vérselo, según las circunstancias históricas, como la responsabilidad de encontrar un punto medio entre la resignación y el panfletarismo.

Se diría que hay que saber administrar(se) entre los sapos y la poética, porque está en danza una elección crucial que comienza el próximo fin de semana.

Eso es lo que se juegasobre todo, en y desde Unión por la Patria.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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