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Empresas estatales en la vidriera

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El traspaso de Aerolíneas Argentinas a sus empleados está planteado expresamente, pero con previa desregulación del mercado aerocomercial.
Raúl Dellatorre

Por Raúl Dellatorre

El intento privatizador que lanzó el presidente Javier Milei abarca a una multiplicidad de empresas del Estado y, además, busca generar un procedimiento que acelere el pretendido traspaso a manos privadas salteando toda una serie de requisitos legales. Si existiera responsabilidad y compromiso con la ley, el método así como está planteado debería abrir un profundo debate tanto en el Congreso como en Tribunales antes de llevarse a la práctica. 

El DNU dispone la derogación del régimen de sociedades del Estado, así como toda «normativa que impida la privatización de las empresas públicas», según expresó Milei en su discurso.

A través de la transformación de todas las empresas del Estado en sociedades anónimas, «lo que se pretende es habilitar la venta de los paquetes accionarios en poder del Estado a través del mercado de capitales o un operador. Elimina la necesidad de aprobar una ley de privatización para cada empresa pública», explicó un especialista con fuerte experiencia legislativa pero también en funciones ejecutivas.

«Es una manera de hacer más volátil la propiedad de la empresa, ya no tenés que enajenar toda la empresa a un solo comprador», señaló otro especialista consultado, doctor en Derecho y Economía, y en Administración y Relaciones Internacionales. «La propiedad se hace volátil en acciones que representan parte de la empresa, y pueden ser adquiridas por cualquiera en la bolsa si se dispone que hagan oferta pública, o por un contrato de compraventa de acciones entre dos partes si no hacen oferta pública. Al constituirse en sociedades por acciones, las empresas públicas quedan a tiro de fondos de inversión extranjeros, como por ejemplo Black Rock».

Por otro lado, con la completa desregulación de los mercados, las obliga a competir como una empresa privada más, desnaturalizando el rol que cumple una empresa pública en un sector considerado estratégico o de interés social.

El DNU, en sus fundamentos, expresa que «es necesario modificar el status jurídico de las empresas públicas, reconvirtiéndolas en Sociedades Anónimas, acordes al régimen de la Ley General de Sociedades. Que este cambio tendrá el extraordinario beneficio de mejorar la transparencia y el gobierno corporativo de esas empresas, al tiempo que tendrá la virtud de facilitar la transferencia de las acciones a sus empleados, en los casos en que se quiera avanzar en este sentido».

En su mensaje, Milei enunció como una de las reformas destacadas de las llamadas Bases para la reconstrucción de la Economía Argentina», la autorización para «la cesión del paquete accionario total o parcial de Aerolíneas Argentinas». 

«Se introducen modificaciones a las Leyes 26.412 y 26.466 a los fines de permitir la transferencia de las acciones de Aerolíneas Argentinas Sociedad Anónima a sus empleados», dice el DNU en sus fundamentos. 

La aerolínea de bandera ya es una sociedad anónima, y sobre ella ya había adelantado el ahora presidente su idea de transferírsela a los empleados. Con una condición que entonces no mencionó pero que anoche quedó explicitada en los anuncios. Aerolíneas no pasaría a manos de sus empleados respetando su situación actual como línea de bandera, sino sometida a un nuevo contexto: entre sus anuncios, Milei incluyó la «Implementación de la política de cielos abiertos». 

Vale recordar que se trató del intento del gobierno de Mauricio Macri de imponer un régimen aerocomercial totalmente favorable al capital privado (el surgimiento de las compañías low cost), en donde los mayores riesgos de inversión y costo de infraestructura corrían por cuenta de Aerolíneas. Algunos creen que fracasó. Otros analistas, en cambio, señalan que desde el punto de vista de los negocios de empresarios allegados a Macri, por sus resultados se trató de un negocio redondo. 

Adicionalmente, los fundamentos del decreto señalan que «desaparecerán las figuras jurídicas de las Sociedades del Estado  y las Sociedades de Economía Mixta. Y de inmediato, refiere que «se modifica el capítulo del Programa de Propiedad Participada de la Ley N° 23.696, a los fines de facilitar el traspaso de las acciones de las empresas actualmente estatales a sus empleados». 

Otra mención explícita a una sociedad del Estado es al Banco de la Nación Argentina. «Deben incluirse cambios en la Ley N° 21.799 para adecuar al BNA a su nueva configuración societaria», dicen los fundamentos del decreto. 

En otro pasaje de su mensaje, el presidente de la Nación mencionó, expresamente, la «desregulación de servicios de Internet satelital, para permitir el ingreso de empresas como Starlink». Se trata de la empresa de servicios en dicho rubro de Elon Musk, firma que ya hace un mes adelantó sus planes de empezar a prestar servicios en Argentina a mediados de 2024. Es decir, que su llegada no sería un mérito de la desregulación que se acaba de anunciar, sino que ya estaba decidida cuando aún no había sido elegido el nuevo presidente. 

Starlink cuenta con una constelación formada por unos cinco mil satélites, brindando conexión a unos dos millones de usuarios. Los intereses comerciales de Elon Musk en el país tienen, en su radar, no sólo su buena relación personal con Javier Milei sino a la empresa estatal Arsat como objetivo. Quizás el multimillonario de nacionalidad estadounidense, nacido en Sudáfrica, sea parte de «las fuerzas del cielo» en las que Milei suele buscar inspiración y apoyo.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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