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Por qué conviene estar en los BRICS (y cómo llegamos)

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Cuando asumió Lula, el 1° de enero último, el Presidente Alberto Fernández subrayó que Brasil es, para la Argentina, el primer socio estratégico, el mayor aliado y el más amigo de los países amigos. Y entonces entre académicos, políticos y diplomáticos surgió una pregunta: a la recíproca, ¿para Brasil también?

Martín Granovsky

Por Martín Granovsky

Si contestaban los empresarios brasileños más ligados a la internacionalización financiera decían que no, que de ninguna manera, que la Argentina no importaba.

Si respondían los empresarios del complejo automotriz la respuesta era más matizada. El complejo automotriz argentino no es su único socio pero la complementación sigue siendo crucial.

En cambio si se elevaba la pregunta al Planalto, la Casa Rosada brasileña, o a Itamaraty, la Cancillería, la respuesta era inequívoca: sí, sin ninguna duda. Por lo pronto, Lula designó consejero personal para asuntos internacionales a su ex canciller Celso Amorim, un mercosurista fanático. El canciller es Mauro Vieira, que fue siete años embajador en la Argentina con Néstor y Cristina Kirchner. Y el nuevo embajador es Julio Bitelli, que acompañó aquí primero a Vieira y después a otro embajador clave, Enio Cordeiro. Sin ninguna duda el Brasil de Lula quiera seguir teniendo cerca y en sintonía a su principal vecino, aun con los graves problemas de la Argentina, agravados por la principal medida de política exterior de Mauricio Macri que fue la reconexión con el Fondo.

Por algo los dos países venían construyendo un proceso de integración, con todas sus idas y vueltas, desde el comienzo de ambas democracias, en 1983 en la Argentina y en 1985 en Brasil. ¿O alguien piensa que la principal clave geopolítica es el aluvión de argentinos a Florianópolis y el de brasileños a los outlets de Villa Crespo? Y no es casual que la declaración de Foz de Iguazú, comienzo institucional de la integración, la firmaran Raúl Alfonsín y José Sarney en noviembre de 1985. Ahí nomás de la salida de los militares.

Es imposible entender la incorporación argentina a los BRICS (el grupo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) sin la vuelta de Lula y sin el acercamiento estrecho e inmediato por parte del gobierno argentino. La visita de Fernández a Lula en la cárcel no fue solo un gesto humanitario. Ahora cobra también, en perspectiva histórica, un valor geopolítico.

Fueron intensos los movimientos de la Argentina hacia todos los miembros. Por ejemplo, en 2022, la reunión de alto nivel de Fernández con Xi Jinping, el secretario general del Partido Comunista chino, que se mostró proclive a la entrada argentina a los BRICS. O los encuentros públicos, mediocremente subestimados en los análisis corrientes, del canciller Santiago Cafiero con las autoridades indias.

En la crítica ideologizada de Patricia Bullrich, por tomar un ejemplo, faltan elementos concretos. Con la incorporación de la Argentina a los BRICS no solo empieza un proceso de mayor institucionalización. Porque esto no arranca desde cero. Al contrario. Comienza a concretarse un nivel de institucionalización de vínculos reales que lleva años y ya tiene raíces en toda la Argentina.

Para cuatro provincias, el principal socio comercial y el primer destino de las ventas al exterior es Brasil.

Para ocho provincias es China.

San Juan y Santa Fe tienen un socio comercial clave en la India.

El 30 por ciento de las exportaciones argentinas se dirige a los BRICS.

Salvo que la propuesta sea el suicidio colectivo de un país, ¿cuál sería la razón práctica para no elevar el nivel de relaciones con el 42 por ciento de la población mundial y la cuarta parte del PBI global?

Y si las relaciones internacionales son tan castas y puras, ¿por qué los Estados Unidos y China libran una batalla feroz por la supremacía tecnológica, militar y financiera pero ninguno destruye la economía del otro? Quienes hablan superficialmente de una nueva Guerra Fría desdeñan un dato: Estados Unidos y la Unión Soviética carecían de interdependencia económica, pero Washington y Beijing sí la tienen. Pueden dañarse, y lo hacen. Pueden escalar en una guerra de posiciones, y lo hacen. Sin embargo, no pueden destruirse mutuamente. Sencillamente, porque no les conviene. Sería su hecatombe económica.

Los pronorteamericanos argentinos (y argentinas) avergüenzan al propio gobierno de los Estados Unidos, que no consume adentro lo que vende afuera. ¿O acaso la incorporación a los BRICS impidió el desembolso del FMI, donde dicho sea de paso China forma parte del board?

Y al mismo tiempo, ¿es un misterio que la Argentina precisa diversificar sus fuentes de financiamiento, incorporar cada vez más el yuan y otras monedas y desdolarizar en parte su comercio con Brasil? El nuevo Banco de Desarrollo, brazo financiero de los BRICS, hoy presidido por la ex mandataria Dilma Rousseff sin duda será cada vez más importante en lo que la jerga técnica llama gobernanza mundial. El capital ya aprobado y firmado llega a los 50 mil millones de dólares. En un mundo cada vez más fragmentado, y teniendo en cuenta que la situación crítica de la balanza de pagos en el país no será eterna, ¿le conviene a la Argentina aislarse o apuntar a una sola canasta?

Otra versión simplota que empezó a circular menciona la relación con Rusia, la erre de los BRICS, como si sumarse al bloque fuera equivalente a bendecir toda movida exterior de Moscú. Pero olvida que tanto Brasil como la Argentina no dejaron de condenar la invasión de Ucrania, a la vez que exigieron la paz y el fin de la escalada entre esos dos países y las demás naciones involucradas, léase OTAN.

Una dosis de espíritu práctico nunca viene mal. Sobre todo en diplomacia.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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