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Hipótesis de traición a la patria  

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Mempo Giardinelli

Por Mempo Giardinelli

En los últimos días del año recién terminado, y a la luz de artículos y declaraciones en redes de destacados analistas, puede afirmarse que la vida política fue enriquecida a partir de textos firmados por respetados comunicadores como Jorge Elbaum, Néstor Piccone o Alfredo Zaiat.

Para esta columna, no obstante, fue imposible no cuestionarse lo que parece más absolutamente trascendental: el probable delito de Traición a la Patria, normado por la Constitución Nacional en los artículos 29 y 119.

El primero de ellos establece que la traición contra la Nación consistirá únicamente en «tomar las armas contra ella, o en unirse a sus enemigos prestándoles ayuda y socorro». Texto que es completado taxativamente en el Artículo 29: «El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria». Y lo cual se completa con el Artículo 119: «La traición contra la Nación consistirá únicamente en tomar las armas contra ella, o en unirse a sus enemigos prestándoles ayuda y socorro. El Congreso fijará por una ley especial la pena de este delito; pero ella no pasará de la persona del delincuente, ni la infamia del reo se transmitirá a sus parientes de cualquier grado».

Esta limitación, que curiosamente no está siendo considerada como fundamental en las graves horas que vive esta república, no deja ningún tipo de dudas. No se permiten facultades extraordinarias ni se admite otorgar la suma del poder público a nadie y bajo ninguna justificación. Tampoco autoriza a otorgar poderes mediante los cuales la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a disposición del gobierno o de personas, por lo que todos los actos en tal sentido son absolutamente nulos.

Ya en los últimos dos días del hoy lejano 2022, diversos legisladores y referentes partidarios expresaron rotundas negativas a conceder “superpoderes” al entonces presidente Alberto Fernández, quien había enviado al Congreso un proyecto de «Ley de Solidaridad y Reactivación Productiva» que fue ampliamente rechazado. al punto que ni siquiera hubo acuerdos para debatir esa iniciativa porque, se argumentó, «pedir poderes extraordinarios va contra la Constitución Nacional».

Y es que, en efecto, el Congreso no está habilitado para entregar “facultades extraordinarias” ni al Presidente ni a sus ministros. La Carta Magna establece inapelablemente que no son admisibles “ni la suma del poder público”, ni cualesquiera “sumisiones o supremacías”. Y más aún, se establece que “actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”.

Por cierto, el texto de esta importantísima norma constitucional jamás fue modificado y rige textualmente desde la primera Constitución, en 1853, quedando subrayado que «quienes se atrevan» a modificarla serán declarados “traidores a la patria”. Y a mayor abundamiento, la última reforma –de 1994–, con todas las fallas que tiene en este punto es contundente: “El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias , ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna”.

Aquel proyecto enumeraba medidas destinadas a enfrentar la crisis económica y pretendía otorgar amplias facultades al Poder Ejecutivo para dar ciertos pasos sin consultar antes con el Poder Legislativo. A eso se opusieron medios importantes como el diario La Nación, que militó firmemente en contra y que ahora es de esperar que también lo haga y con igual firmeza porque, jurídica y mediáticamente, sin dudas se trata de un asunto teórico y doctrinario pero sobre todo tiene que ver –y especialmente en el caso actual– con que el presidente Milei ahora pretende, de hecho, la suma del poder público, asunto que compromete la existencia misma de la república.

Hay que decir, también, que precisamente lo más importante de la pretensión presidencial no son sólo sus posiciones políticas –discutibles democráticamente– sino sus pretensiones absolutistas respecto de la suma del poder público, como él mismo dejó en claro con su ristra de pretensiones ejecutivas y legislativas. Lo que puede ser gravísimo porque quebraría peligrosamente fuertes tradiciones centenarias. Por eso bueno sería, a este respecto, que así como el pueblo ha sabido adaptarse innumerables veces, también él tendrá que morigerar sus pretensiones absolutistas y muy en especial cuando la sola enumeración de sus «ideas» propone la disolución misma de la República Argentina.

En este punto, esta columna toma muy en cuenta las concepciones intelectuales de colegas como los arriba mencionados, en cuyas conductas y conocimientos se sintetizan, por ejemplo, las tradiciones de la Patria con visiones universalistas e integradoras, de manera de explicar y armonizar concepciones clásicas de la política, la economía y la convivencia social en un país ya abusado y sometido innumerables veces y cuyo pueblo, exhausto y harto, ha sido perversamente confundido en los últimos procesos electorales, por lo menos de 2015 para acá.

Descalificar toda suma del poder público, entonces, es un imperativo categórico. Y el presidente debería aceptarlo, incluso para dar señales positivas de convivencia. Porque la avalancha de DNUs con que debutó días atrás expresó, en cambio, una línea de pensamiento entre burda y torpe que, en realidad, parece inconducente e impracticable más allá de la alarma que ha generado.

La república está, entonces, en un punto de inflexión en el que es urgente y necesario que –si pretende demostrar verdaderas cualidades de estadista– Milei tendrá que serenarse y dialogar, sintiéndose a sí mismo más cercano a un amigable gato de living que a un irritable perro de cualquiera de las razas feroces que él parece preferir. Y además, y retornando del mundo animal, bueno sería que se maneje en correspondencia con el Congreso y sobre todo respetando la Constitución Nacional, terminando así con su autoritaria, amenazante y vulgar estrategia de pretender imponer centenares de medidas amontonadas y al boleo, cosa que ningún pueblo democrático del planeta aceptaría.

Por todo lo antes dicho, bueno será que en el campo popular, donde tantas torpezas se cometieron, y hubo tantos seguidismos acríticos como necedades autoritarias, ahora se cambie todo y, por lo menos y por una vez, resulte imperativo trabajar para garantizar un gran acto con pacífica movilización el próximo día 24, y desde ya descalificando todo intento de cambio de fecha así como disputas respecto de oradores quemados –hay que decirlo– y de pobre representatividad. A ver si alguna vez el campo popular presenta y respeta una lista de oradores que sean pocos, de unánime aceptación y además muy respetados y bien concretos. Que eso también es hoy fundamental para esta república, y especialmente para el hipersufrido y abusado pueblo argentino. 


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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