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Renunció el secretario de Energía Darío Martínez

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El funcionario, que respondía a Cristina Kirchner, se había enfrentado a Martín Guzmán por la segmentación de las tarifas.

El secretario de Energía, Darío Martínez, renunció hoy a su cargo
Martínez, que responde políticamente a Cristina Kirchner, fue crítico de la segmentación de tarifas por ingresos que había impulsado el ex ministro de Economía, Martín Guzmán, y defendió al subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, cuando aquel intentó desplazarlo.

El nuevo jefe del Palacio de Hacienda, Sergio Massa, anunció ayer un cambio en el mecanismo para implementar el recorte de subsidios y, luego de un día de rumores, finalmente se confirmó la salida de Martínez.

Se especula que en breve también se conocerá también la renuncia de Basualdo, dejándole a Massa la posibilidad de nombrar a sus propios colaboradores.

Martínez era impulsor de una segmentación tarifaria por geolocalización concentrando los aumentos en las zonas de mayor valor inmobiliario de las locaciones.

Guzmán avanzó por un esquema por ingresos que luego fue ratificado por la fugaz ministra de Economía, Silvina Batakis. Incluso puso operativo el formulario que debían completar los usuarios para solicitar mantener el subsidio.

Sin embargo entre las primeras medidas concretas que anunció Massa, se incluyó un cambio sustantivo en la forma de encarar la segmentación ya que será por nivel de consumo.

En el caso de la energía se estableció que se mantendrá la ayuda hasta un consumo de 400 kwh, aunque aún resta definir detalles como en qué período se tomará ese consumo.

Massa señaló que con este corte queda incluido el 80% de los usuarios y se abarca el 50% del consumo. Igual criterio se usará para el gas pero también resta la comunicación de los detalles.

En el caso del agua, la segmentación se inicia en septiembre.

Cerca de 9 millones de hogares solicitaron que se les mantenga el subsidio tanto para las tarifas energéticas y de gas y 4 millones dejarán de percibirlo, según señaló el ministro en la conferencia de prensa tras asumir el cargo.


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En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

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La oposición tiene los números para hacer cambios en particular. La Rosada ya dice que ningún capítulo es de vida o muerte.

En la Cámara de Diputados creen que la ley ómnibus se terminará aprobando la semana que viene pero que luego caerá sin atenuantes en el Senado.

La Cámara alta nunca trató la ley ni en comisión porque no pasó el filtro de Diputados. Allí el terreno es mucho más complejo para el gobierno, como quedó demostrado con el DNU que cayó por amplia mayoría.

Los senadores se quieren cobrar los insultos incesantes de Milei, que la semana pasada los graficó como ratas luego de que se aumentaran el sueldo. «Están decididos a destruir la ley».

En Diputados tampoco el Gobierno tiene un camino recto. Si bien ya asoman los números de la mayoría para la votación en general, que ya se habían conseguido el 2 de febrero en la primera versión de la ley, la votación en particular puede sufrir cambios.

Así como sucedió con la privatización del Banco Nación, que fue sacada de la ley en las últimas horas, capítulos como el de lavado pueden sufrir cambios en el recinto, más allá de los acuerdos con los que llega el oficialismo al día de la votación.

En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

Cuando entra un negativo, como se dice en la jerga parlamentaria al momento en que se voltea un artículo de la ley en tratamiento, la votación se «espiraliza». Esto quiere decir que los diputados se envalentonan contra el Gobierno y buscan más cambios, tal como sucedió en la votación en particular de la primera ley ómnibus, lo que la llevó al naufragio.

En ese momento quien debe tener la muñeca para negociar es el presidente de la Cámara, ayudado por sus operadores de recinto. Cuando Emilio Monzó era titular de Diputados, su operador era Nicolás Massot. Sergio Massa tenía a Cecilia Moreau y Paula Penacca. Los operadores de recinto son los que recorren las bancas durante la sesión para evitar sorpresas.

El Gobierno tiene un problema grande con eso. No tiene operadores de recinto, con un bloque balcanizado tras la salida de Oscar Zago. Y en especial, Martín Menem no demostró la experiencia para manejar la sesión cuando se la complican.

En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

Y los números que tiene el gobierno en Diputados anticipan que la votación en particular se va a complicar. La oposición podría juntar 126 diputados, que no alcanzan para dar quórum pero sí para voltear artículos o la ley entera una vez que comienza la sesión. Es que cuando ya se consiguió el quórum, la mayoría se calcula respecto de los diputados presentes. Como siempre faltan diputados que se enferman o viajan, con 126 diputados la oposición puede tener mayoría.

A ese número llegan con los 99 diputados de Unión por la Patria, más 5 de izquierda, 2 santacruceños, 11 radicales de Facundo Manes y Emiliano Yacobitti, y hasta 11 del bloque de Miguel Pichetto.

‘La ley es un monstruo sin cabeza que va caminando por el Congreso’, dicen los diputados que la quieren votar para sacársela de encima. El clima es de hastío por el proceso de cuatro meses que se tornó insoportable.

La bancada de Pichetto puede ir mutando en cantidad de votos negativos de acuerdo a cada artículo en particular. Los dos socialistas, Esteban Paulón y Mónica Fein, están muy enfrentados al Gobierno. Juan Brugge y Natalia de la Sota responden a Massa. Los seis lilitos no quieren votar las facultades delegadas y Margarita Stolbizer firmó un dictamen aparte con los socialistas.

Además se suman 8 diputados de Innovación Federal que buscarán introducir el capítulo del tabaco que el Gobierno quitó de la ley. «Si no lo logran quizás hagan una maldad», explicaron a LPO fuentes parlamentarias.

Como si no bastara con lo fino del cálculo, el Gobierno, que dejó como interlocutor al vicejefe de gabinete, José Rolandi, no reclama ningún punto como indispensable.

«La ley es un monstruo sin cabeza que va caminando por el Congreso», dicen los diputados que la quieren votar para sacársela de encima. El clima es de hastío por el proceso de cuatro meses que se tornó insoportable.

La bronca de los diputados no es sólo con la Rosada sino también con los gobernadores: creen que se borraron y no dieron la cara en las últimas semanas previas al tratamiento de la ley. El bloque libertario, en tanto, ni participa de las reuniones en las que se negocian los pedazos de la ley. 


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