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El detrás de escena de los cruces entre Agustín Rossi y Victoria Villarruel

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La estrategia de los candidatos de Unión por la Patria y La Libertad Avanza. Los invitados de cada espacio y el clima en las gradas. El balance positivo de ambos equipos de campaña.

Karina Micheletto

Por Karina Micheletto

Una candidata que se mostró virulenta y se manifestó «indignada» y «enojada», preocupada por tapar en todo momento a su adversario, elevando el tono si hacía falta. Un candidato que pidió una y otra vez escucha, y que intentó plantear propuestas, sin lograrlo por momentos, al quedar tapado constantemente por su contrincante. El debate entre los candidatos a vicepresidente, anoche en el estudio de TN (ver nota aparte) enfrentó no solo a Agustín Rossi y Victoria Villarruel: también, implícitamente, a una gran cantidad de invitados que siguieron el evento desde las gradas montadas en el estudio, y que festejaron o rechazaron (sin grandes estridencias, de acuerdo a las reglas del evento, pero haciéndose notar) distintos momentos a lo largo de la hora y media que duró el encuentro. 

Tanto los representantes de Unión por la Patria como los de La Libertad Avanza salieron manifestando que habían «ganado» el debate, o al menos conformes con el rendimiento de sus candidatos. Ambos, con distintos desafíos planteados previamente que para cada uno resultaron, según aseguraron a Página/12 cuando se apagaron las cámaras, cumplidos.

«No fueron 30.000» fue la frase de Villarruel, en rigor repetida por la candidata negacionista, que levantó más murmullos desde las gradas de UP. Y el momento en que Rossi le preguntó por la foto que publicó Página/12, que la muestra en las marchas pro genocidas junto a Cecilia Pando. «Tenemos que acostumbrarnos a que esta agenda de Villarruel y compañía y la nuestra en materia de derechos humanos, son paralelas que no se tocan ni se van a tocar nunca, porque su rol es justamente el de plantear esta ruptura», sintetizó tras el debate la legisladora Victoria Montenegro en diálogo con este diario. Algo que se escenificó particularmente en ese bloque de derechos humanos del debate.

El final con las fotos de grupo, cuando terminó el programa, fue con sonrisas y aplausos para unos y otros. En Unión por la Patria, también con el pañuelo blanco con la frase inscripta «Nunca Más», que trajo Victoria Donda. 

«¡Victoria ganó y ganó por paliza!», celebraban alrededor de Ramiro Marra. Aseguraban que hubo «una notoria falta de reacción» del contrincante «en todos los bloques y en todos los temas».  

Cerca de Rossi, evaluaban un buen desempeño del candidato: «Ella buscó sacarlo todo el tiempo y no lo logró. Él se mantuvo firme y sereno y marcó la diferencia planteando propuestas», aseguraron. Deslizaron una desventaja a priori, de género: «con cualquier mal paso mínimo, Agustín hubiera estado al borde de quedar machirulo. Ella intentó que cayera ahí, en todo momento», evaluaron, acaso recordando el «mosquita muerta» que fue usado en su contra en el debate anterior.

Formal tensión

El comienzo tuvo todo lo tenso y formal aparejado a un debate que no es el reglado por ley, pero se presenta como todo un evento institucional. Antes de que se encendieran las cámaras pudo acercarse a cada candidato únicamente un asesor (el vocero de Rossi, Ezequiel María, y Enrique Bergalli en el caso de Villarruel). Los invitados siguieron la escena divididos en las gradas, en el mismo orden que tendrán en el debate del domingo en la Facultad de Derecho: a la izquierda, los de La Libertad Avanza, por la derecha los de Unión por la Patria.

La lista de invitados de cada fuerza fue amplia y diversa. Del lado de Rossi estaban su esposa Raquel Pezzelato, sus hijas Delfina y Sabina Rossi (que llegaron con él), la ministra de Salud, Carla Vizzotti, la de Trabajo, Kelly Olmos, el ministro de Ciencia, Daniel Filmus, la ministra de las Mujeres, Ayelén Mazzina, el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, la secretaria Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra, los diputados Hugo Yasky, Germán Martínez, Carolina Gaillard, Eduardo Valdés y Juan Manuel Pedrini. También Héctor Daer, Mercedes Marcó del Pont, Gabriel Fuks, Ricardo Foster, Eduardo Jozami, entre otros asesores y equipo de audiovisuales de la campaña.

Por Villarruel se vio a Carolina Píparo, Ramiro Marra, Diana Mondino, Alberto Benegas Lynch, Martín Etchegoyen Lynch, Marcela Pagano –que demostró especialmente su asentimiento cuando la candidata pedía «que la educación no adoctrine»–. Guillermo Montenegro (también diputado electo por la provincia de Buenos Aires e integrante de Oíd Mortales, la fundación que preside Villarruel, y una suerte de ladero constante de la candidata), y otros asesores, como Juan Martín Donato y el coronel retirado Jorge Vives. Vives es especialista en Inteligencia y director de Investigaciones de la Aduana del macrismo.

Más integrantes de Oíd Mortales en la lista de invitados: Horacio Pávito, Eduardo Llorente e Ida Tejeda. Además de ser amiga de Villarruel, Tejeda es una tenaz defensora de militares que, como reveló Luciana Bertoia en este diario, llegó a desear por las redes «feliz cumpleaños Padre Christian» al genocida Von Wernich.

También se vio a la legisladora Lucía Montenegro, el abogado de Milei, Diego Spagnuolo, la concejala de Pilar Solana Marchesan, el tucumano ex bussista y ex PRO Pablo Walter, Rodolfo Eiben, Carlos De Re, Martín Bidegaray. Otros invitados al debate: el presidente de la Cámara Nacional Electoral, Alberto Dalla Via, el director nacional electoral, Marcos Schiavi. Y del lado de las gradas de Victoria Villarruel, el jefe de prensa de Patricia Bullrich, Carlos Cortes.

Villarruel y compañía se quedaron más rato en el estudio, charlando hasta que llegaron las escaleras para el desarme. A ella se la vio salir radiante. «¿Cómo te sentiste?», le preguntó un productor. «¡En mi salsa!», le respondió con una amplia sonrisa. «Me asiste la verdad», completó. La candidata pudo enunciar, por cierto, el discurso negacionista que vino a instalar. 


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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