Entre el techo y la deuda: el dilema argentino de la vivienda

El regreso de los créditos hipotecarios ajustados por UVA reavivó un viejo interrogante que atraviesa generaciones: ¿conviene alquilar o endeudarse por 20 o 30 años para tener casa propia? La pregunta parece simple, pero encierra una complejidad que va más allá de los números. En la Argentina de la inflación crónica, ninguna decisión financiera es estable, y mucho menos cuando se trata del derecho a un techo.

Info. General12/11/2025Patagonia NexoPatagonia Nexo
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Hoy, un departamento promedio de tres ambientes en Buenos Aires ronda los USD 130.000, y su alquiler supera los $650.000 mensuales. Frente a esos valores, los nuevos créditos UVA aparecen como una ilusión posible: una cuota inicial cercana a $500.000 puede ser, en algunos casos, más baja que el alquiler. Pero esa aparente ventaja se diluye cuando recordamos que la cuota se ajusta según la inflación. En un país donde los precios suben más rápido que los salarios, el sueño del hogar propio puede transformarse en una pesadilla de endeudamiento progresivo.

Las entidades financieras prometen mecanismos de “protección” —como topes al ajuste o extensiones automáticas del plazo—, pero esos parches no modifican el fondo del problema: la vivienda sigue siendo un bien inaccesible para la mayoría. Con ingresos mínimos requeridos de más de $1,5 millones mensuales, los créditos hipotecarios UVA son hoy una herramienta reservada para sectores de altos ingresos formales. La clase media trabajadora, esa que sostiene la economía real, vuelve a quedar afuera del sistema.

Al mismo tiempo, el mercado de alquileres sigue tensionado. La flexibilización de la Ley de Alquileres no trajo alivio real. Los precios continúan escalando, la oferta es escasa y las actualizaciones trimestrales se convirtieron en un nuevo factor de inestabilidad. En otras palabras, ni alquilar ni comprar resultan hoy una opción previsible.

El verdadero dilema, entonces, no es financiero sino político. La discusión sobre UVA, topes o tasas es apenas la superficie de un debate más profundo: la falta de una política integral de vivienda en la Argentina. Desde hace décadas, los gobiernos —nacionales y provinciales— han delegado en el mercado una tarea que debería ser del Estado: garantizar el acceso a un hábitat digno, sostenible y asequible.

Mientras los bancos vuelven a ofrecer créditos ajustados por inflación, y los inquilinos ajustan sus cuentas para llegar a fin de mes, lo que falta no son números sino una estrategia de desarrollo urbano y social. El país necesita políticas que democraticen el acceso a la vivienda, incentiven la construcción con financiamiento público y privado equilibrado, y prioricen a quienes producen y trabajan, no a quienes especulan con ladrillos.

En definitiva, el dilema entre alquilar o hipotecarse no se resolverá con simuladores bancarios ni con parches legislativos. Se resolverá el día que el techo deje de ser un privilegio financiero y vuelva a ser un derecho ciudadano.

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