El Cura Molina y la fe en la política: entre el discurso moral y la falta de proyecto real

El candidato a diputado nacional Juan Carlos “Cura” Molina busca capitalizar su imagen de hombre comprometido con lo social, pero su propuesta política carece de estructura, claridad y resultados concretos. Detrás del discurso de empatía y defensa de los vulnerables, muchos santacruceños ven más simbolismo que capacidad real de gestión.

Destacadas12 de octubre de 2025Patagonia NexoPatagonia Nexo
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La candidatura del cura Juan Carlos Molina irrumpió en el escenario político santacruceño como una apuesta distinta, un rostro que se distancia —al menos en apariencia— de los políticos tradicionales. Su historia como sacerdote, su trabajo social y su lenguaje cercano lo presentan como un referente moral en tiempos de desencanto. Pero la pregunta que muchos santacruceños se hacen es inevitable: ¿basta la fe para hacer política?

En sus recorridas, Molina repite conceptos nobles —hambre, desigualdad, justicia social, defensa del trabajador—, pero su discurso carece de profundidad técnica y de una hoja de ruta concreta sobre cómo abordar esos problemas desde el Congreso. Su perfil solidario no logra traducirse en un proyecto legislativo sólido. Lo simbólico y lo emocional pesan más que la propuesta, y eso genera dudas incluso entre sus simpatizantes.

Otro punto que divide opiniones es su vínculo con sectores del peronismo que dominaron Santa Cruz durante décadas. Aunque intenta mostrarse como una voz independiente, su candidatura tiene el sello de un espacio que muchos identifican con la vieja política. “Es más de lo mismo, pero disfrazado de fe y compromiso social”, se escucha entre algunos votantes que esperaban renovación real.

Además, las polémicas en torno a la Fundación Valdocco —más allá de su estado judicial— ensombrecen la imagen del “cura del pueblo”. En un contexto donde la transparencia es una demanda urgente, esos antecedentes pesan, sobre todo cuando se postula desde un discurso de ética y moral.

El propio electorado de Santa Cruz, golpeado por años de promesas incumplidas, mira con cautela a los nuevos referentes. Si algo queda claro, es que la gente no quiere más consignas sin resultados. Molina puede conmover con sus palabras, pero la política no se transforma con sermones: se transforma con gestión, con leyes, con decisiones que mejoren la vida cotidiana.

En definitiva, la figura del cura Molina despierta simpatía por su historia personal, pero no convence como alternativa política. La empatía no reemplaza la planificación. La fe no sustituye al trabajo institucional. Y en una provincia que pide hechos, no símbolos, su candidatura corre el riesgo de quedarse en eso: un gesto piadoso, pero vacío de eficacia.

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