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Cantar canciones  

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Por Fabián Restivo

El domingo la ciudad estaba vacía, como si predijera una nueva pandemia. Apenas algunos caranchos sobrevolaban las terrazas buscando qué rapiñar. Todo anunciaba lo ya sabido: hemos sido derrotados. Esto es así. Y ya.

Dejaremos para dentro de un rato si ellos ganaron o nosotros perdimos, pero el domingo comprobamos en los hechos que nos derrotaron. Y hay un montón de frases para escupir. Por ejemplo que nadie volvió mejor, por ejemplo que si la tocan a ella no se armó nada. Por ejemplo el ya porfiadamente místico elamorvencealodio dicho así, de un tirón como las antiguas rezadoras del avemaría en los velorios, habiendo aún comprobado que no funcionó.

Quizá, el leguaje que emana del nuevo gobierno, haya que hacer en su mismo idioma un recuento del teatro de operaciones y saber dónde quedaron los vivos, donde los sobrevivientes, donde los muertos y donde los desertores. Y por sobre todo, dejar de minimizar al enemigo y valorar todas sus capacidades, ponerlas en los platillos junto con las propias y ver qué pasa con el fiel de esta balanza. Y tomar nota seriamente.

Venimos escuchando voces tan tardías como que salen recién hoy a decir que ahora sí, hay que resistir, hay que hablar, hay que luchar. Me recuerdan a “cerrá el portón que se escapó el caballo”. Incluso creyendo tozudamente que siempre es tiempo.

La semana pasada tuvo de todo: se cumplieron 75 años de la declaración universal de los derechos humanos, la democracia argentina cumplió cuarenta años, y hasta fue la fecha en que El Mariscal Antonio José de Sucre ganaba la batalla de Ayacucho con un ejercito compuesto por colombianos, peruanos, chilenos y argentinos, sellando así para siempre jamás las guerras de independencia libradas por Bolívar, San Martín y Belgrano. Y sin Whats App.

En reglas generales pareciera que todo pasó desapercibido. Dejaron esas cosas el descuido en algún lugar y se lo llevó la tormenta de vientos cruzados de esta nueva catástrofe, mientras los encargados de cuidar estos asuntos se distraían en peleítas de cositeros.

Hace muchos años nosotros hicimos lo que había que hacer: pensamos, discutimos, movilizamos, militamos, escribíamos paredes de noche. Y hasta cantamos cuando no se podía. En algún momento cantábamos a escondidas temas de Jara, de Silvio, de Paxi Andión, y no podría precisar cuántas veces vociferamos Volver a los 17 agarrados a la guitarra, de la tan amada Violeta Parra. Mucho la cantamos y con alegría, pero parece que no se entendió la parte de “mi paso ha retrocedido/cuando el de ustedes avanza». Y acá estamos. Inaugurando una expresión de pretendido asombro ante la nada sorprendente noticia.

Hay muchos enojados con el nuevo presidente, cuando en realidad él avanzó porque lo dejaron los nuestros, que abandonaron las posiciones mientras se daban cabezazos en reuniones estériles. A ver, él soltó un montón de palabras carentes de ideas, mientras los nuestros rumiaban ideas en reuniones interminables y privadísimas. Y no hablaban. La gente no va atrás del silencio, va atrás del que habla. Antes fue, hoy es, y siempre será.

En el pueblito perdido entre las polvaredas del camino, donde el frio quema y el calor aplasta y no pasa nada más que esa letanía repetida en siestas, el circo de la malabarista barbuda, los trapecistas esqueléticos y los leones mustios e insomnes, convocan a los aburridos, o sea, a todos. Y los divierte, porque es lo que hay.

En cuanto a los votantes apenas se dividen en dos: los odiadores y los que ignoran todo lo que estaba en juego. Ambos azuzados por una economía de un desorden descomunal. Ambos victimas colaterales de los comunicadores de intereses tan fabulosos como ignorados.

El panorama desde el espacio de enfrente es algo más complejo y variado. Por un lado los que siguen batiendo el parche hoy con la separación de poderes, y se asombran de que los jueces hagan barrabasada y media. Parece que todavía no notan que el trabajo de estos no es impartir justicia, sino garantizar el funcionamiento del modelo que ellos representan y cuidan, acorde a sus intereses. Por otro lado nuestros tiernos y sectarios izquierdistas, señalan con el dedo admonitorio el clasismo del nuevo gobierno desde una soledad tan poblada que es de no creer, vea. A esto hay que sumar los que ni acá ni allá, especulando a ver dónde qué. Luego los que realmente creen que hay que luchar ya, mas lo que avisaron que a la hora de salir a defender ya no saldrán. Lo dicen enojados con todos, pero sobre todo enojados con ellos mismos porque saben que van a salir. Y al fondo de todo, nosotros, los etiquetados como “ciudadanos de a pie” viendo en qué momento volverá a tener trabajo la “mano de obra desocupada”.

Todos finalmente, haciendo berrinchitos por la pérdida. Somos el nene que reniega porque la madre igual lo llevará de un brazo a la ducha del fin del día como algo inevitable. Y aquí estamos, bajo esta lluvia con los ojos anegados tratando de mirar.

Esta derrota durará lo que los nuevos lideres tarden en asumirla seriamente y a partir de ahí marquen un rumbo estratégico, claro y sin urgencias desesperadas, porque hasta para eso ya es tarde.

Ahora bien, tenemos un país federal y hay provincias que deberán resistir nuevamente las decisiones de Buenos Ayres, hoy CABA, porque todo indica que los van a joder. Para esto resulta importante dejar de mirar a nuestros lideres provinciales como extraterrestres que a veces dicen cosas simpáticas y sumar con ventaja sus políticas y discursos. Tanto el gobernador de Formosa, como el de La Rioja, como el de Santiago del Estero, entre otros, y por supuesto Axel Kicillof, tienen logros importantes porque hicieron, no solo lo que había que hacer, sino lo que sus votantes esperaban de ellos

Ayer, Axel Kiciloff hablaba y sonreía. No por ignorar lo que viene, sino por saber cómo enfrentarlo. Dijo que su compromiso es gobernar con un gabinete que gestiona y milita, que gobierna mirando a sus gobernados, que sin igualdad la palabra libertad es una estafa y que seguirá promoviendo la cooperación entre las provincias. Lo que se conoce cómo geopolítica.

Quizá sea hora de amalgamar el federalismo en términos políticos, y no ya solamente como cifras de bienestar. Alguien dijo que cuando todo había salido mal, lo ideal era comenzar de nuevo. Tal vez sea hora de recrear la unión de las provincias como una cadena fabulosa de resistencia efectiva y potente contra los caranchos que nos sobrevuelan mirando que rapiñar, y reconstruir de una puta vez esta nación desde el abrazo de los pueblos. Y hay por dónde.

La épica no se declama, se la construye y ella se nombra sola, en las plazas, las escuelas, los hospitales y las canciones. Aún en aquellas que cantábamos, y tenemos derecho de volver a cantar con alegría.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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