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Las diferencias entre Milei y Caputo sobre qué hacer con el dólar y los precios

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El Presidente pide desdoblar para que la exportación libere divisas, pero el ministro se niega. Por esto, la agroindustria no liquida y las alimentarias creen que devaluará y aumentan.
Leandro Renou

Por Leandro Renou

Históricamente, el hoy presidente Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, han tenido más diferencias que coincidencias sobre conceptos de la política económica. Ya con ambos en el ejercicio del poder, esa dinámica de conflicto se recalentó y buscan mantenerla en reserva. Ambos tienen hoy percepciones opuestas en dos temas centrales: qué hacer con el dólar y cómo controlar los precios, que ya son los más altos del mundo. El Presidente pide desdoblar el tipo de cambio cuanto antes para que entren 10 mil millones dólares de exportadores y poder abrir el cepo o dolarizar; pero el ministro se niega porque aduce que «seguirá el veranito» cambiario y habrá inversiones. 

Mientras tanto, esas señales de confusión e internas en la conducción económica frenan las ventas de los exportadores, que esperan un mejor tipo de cambio y, a la vez, hacen que las alimentarias no crean la promesa de Caputo de que no devaluará y sigan aumentando los precios para cubrirse. En pocas palabras, el atraso del tipo de cambio que quiere sostener el ministro está alterando no sólo el ingreso de dólares, sino también la meta de desinflación. Un combo peligroso

Todo esto deja un dato muy fuerte, que muestra por qué hoy los alimentos en Argentina son aún más caros que en ciudades top del mundo: desde que asumió Milei a los primeros días de marzo, los precios de Alimentos y Bebidas subieron 71 por ciento, casi lo mismo que el indicador general de inflación. Y en el caso de las bebidas, las remarcaciones más que duplicaron los niveles del IPC general. 

Hace unos días, preocupado por las remarcaciones de las empresas de alimentos nucleadas en la cámara Copal, Caputo las convocó para que den explicaciones, porque en marzo la suba semanal de los precios superó los 3 puntos. En ese encuentro, el ministro les insistió en que no va a devaluar, pero las empresas no le creyeron y, para esquivar el compromiso, le inocularon la teoría de las promociones. Tres de las multinacionales que lo visitaron, según supo Página I12, fueron las que le dijeron al funcionario que los grandes supermercados nucleados en la cámara ASU son los que evitan, con promociones 2×1, que el Indec mida una baja en los precios. Esto abrió una grieta entre los dos bandos. 

Caputo, que conoce poco del mercado interno y mucho del sector financiero, cayó en la trampa. Llamó a los supermercados y les dijo que bajen las promos. Solo una gran cadena, por pedido del propio ministro, armó un folleto donde se reemplazaban las promociones por descuentos porcentuales. Caputo se quedó conforme, lo expuso en su cuenta de X y le trasladó la increíble teoría al Presidente, que a su vez la repitió como mantra en medios. Pero el ministro ya había perdido por duplicado al comprar la idea: los fabricantes que le vendieron el mito de las promos lo hicieron para evitar bajar su precio unitario, que es el que mide el Indec, y el resto de los supermercados siguen hasta hoy ofreciendo promos o disfrazándolas de descuentos porcentuales. 

Las remarcaciones golean a la inflación

«Esto es sencillo, si Milei dice que quiere levantar el cepo o dolarizar, cómo hacemos para creerle a Caputo que no se va a hacer», contó a este diario el ceo de una alimentaria extranjera. Eso, sumado a la inflación alta, al atraso cambiario y a las internas políticas, hace que los alimentos sigan subiendo a niveles exorbitantes, por encima de 3 puntos en las dos primeras semanas de marzo, según la consultora LCG. Además, hay un plus: si bien la inflación con Sergio Massa ya corría a ritmo muy fuerte, con Milei se suma una liberación total de precios de otros rubros. Desde la semana 1 de diciembre a la semana 1 de marzo el rubro Alimentos y Bebidas subió 71 por ciento, en línea con el índice general, un récord. Y, en paralelo, los precios regulados medidos por el Indec (Tarifas, prepagas y colegios, entre otros), corrieron al 85 por ciento. Los datos son parte de un relevamiento semanal de la Consultora Vectorial, a cargo del exviceministro de Economía, Haroldo Montagu. 

En el trabajo se discrimina, además, por rubros. Allí se ve que Alimentos -sin Bebidas- subió 69 por ciento desde que Milei es gobierno, pero Leche, Productos lácteos y Huevos aumentó un 81 por ciento. Mientras que, también por encima de la media, se posicionaron Frutas, con el 76 por ciento y Verduras, con 71. Según los números de Vectorial, las remarcaciones en Bebidas sin alcohol fue aún peores: Café, té, yerba y cacao subieron un 67 por ciento, pero Gaseosas, aguas y jugos lo hicieron un 89 por ciento, muy por encima, inclusive, de Bebidas alcohólicas, que aumentaron 68 por ciento. 

El caso Coca Cola

El caso de las gaseosas es elocuente. Esta semana, este diario develó el remate de mercadería que tuvo que hacer Coca Cola porque quedaba a punto de vencerse mercadería que no se vendió en las fiestas y el verano. ¿Por qué no se vendió? porque además de que el ajuste de Milei desplomó los ingresos, los precios de la multinacional subieron de forma descomunal. Vectorial midió que desde enero del 2023 hasta la última semana de febrero de este año, Coca Cola aumentó sus precios un 603,5 por ciento. En ese mismo período, la inflación fue de 360,6 por ciento. Un dato extra: desde que Milei asumió y liberó precios de alimentos, esa empresa subió sus precios un 76,6 por ciento, contra 71 por ciento de inflación. 

Para ser justos, lo que hizo Coca Cola también lo hicieron sus competidores: desde 2023 a hoy Seven Up (de Pepsico) aumentó 607, 3 por ciento contra 360 de inflación; Cepita subió un 629 por ciento, y Pepsi un 511. El informe de la consultora de Montagu refleja, en esta línea, que el mayor salto de aumentos se dio en octubre, cuando el mercado paladeaba un triunfo de Milei y la liberación de los precios. En pocas palabras, el libre mercado no equilibró precios, los aumentó exponencialmente. Hoy, un pan lactal de primera marca en Argentina ya se vende, según datos del sector comercial, a 4,5 dólares o unos 5000 pesos, y el 80 por ciento del producto lo fabrica la mexicana Bimbo, también dueña de Fargo. La pasta de dientes en el exterior se paga 1,5 dólares y en Argentina puede llegar a costar hasta 7 dólares. Son solo dos casos que inquietan al Gobierno. 

Todo esto ayuda a ahondar el pozo en el que cae el consumo masivo: datos preliminares de la consultora Scentia a los que accedió este diario muestran que las ventas en hipermercados cayeron 8 por ciento en febrero, y que entre el 4 y el 10 de marzo la baja llegó a los 9 puntos

Ruidos en el mensaje político

Hace unas horas, en una reunión de la Copal, los exportadores de carne comentaron que quieren un dólar de 980 pesos, que descontadas retenciones les quedaría en algo más de 880 pesos. «No podemos vender a este dólar«, argumentaron altísimos dirigentes del consorcio exportador ABC. 

En este contexto, Milei le insistió a Caputo para desdoblar o devaluar, pero el ministro sabe que esa es su carta de salida. Quizás Milei lo haga adrede, dicen los más pícaros en La Rosada. Lo cierto es que las desavenencias no sólo traban los dólares de la carne, sino también los de la soja. Los exportadores estiman que habrá una corrección cambiaria, y guardan la liquidación. No venden o venderán lo que precisen para cubrir costos. 

Según cifras del sector a las que accedió este diario, se están liquidando granos a razón de entre 200 mil y 150 mil toneladas semanales, más que poco. «Si llegamos a abril con 4 mil millones de dólares vendidos, descorchamos champagne«, se escuchó en el sector. Milei le pide a su ministro que haga el esfuerzo por esos dólares, dándoles un diferencial. Ese plus, según los laderos de Milei, habilitaría una liquidación de 10 mil millones de dólares de la gruesa entre abril y mayo. 


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En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

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La oposición tiene los números para hacer cambios en particular. La Rosada ya dice que ningún capítulo es de vida o muerte.

En la Cámara de Diputados creen que la ley ómnibus se terminará aprobando la semana que viene pero que luego caerá sin atenuantes en el Senado.

La Cámara alta nunca trató la ley ni en comisión porque no pasó el filtro de Diputados. Allí el terreno es mucho más complejo para el gobierno, como quedó demostrado con el DNU que cayó por amplia mayoría.

Los senadores se quieren cobrar los insultos incesantes de Milei, que la semana pasada los graficó como ratas luego de que se aumentaran el sueldo. «Están decididos a destruir la ley».

En Diputados tampoco el Gobierno tiene un camino recto. Si bien ya asoman los números de la mayoría para la votación en general, que ya se habían conseguido el 2 de febrero en la primera versión de la ley, la votación en particular puede sufrir cambios.

Así como sucedió con la privatización del Banco Nación, que fue sacada de la ley en las últimas horas, capítulos como el de lavado pueden sufrir cambios en el recinto, más allá de los acuerdos con los que llega el oficialismo al día de la votación.

En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

Cuando entra un negativo, como se dice en la jerga parlamentaria al momento en que se voltea un artículo de la ley en tratamiento, la votación se «espiraliza». Esto quiere decir que los diputados se envalentonan contra el Gobierno y buscan más cambios, tal como sucedió en la votación en particular de la primera ley ómnibus, lo que la llevó al naufragio.

En ese momento quien debe tener la muñeca para negociar es el presidente de la Cámara, ayudado por sus operadores de recinto. Cuando Emilio Monzó era titular de Diputados, su operador era Nicolás Massot. Sergio Massa tenía a Cecilia Moreau y Paula Penacca. Los operadores de recinto son los que recorren las bancas durante la sesión para evitar sorpresas.

El Gobierno tiene un problema grande con eso. No tiene operadores de recinto, con un bloque balcanizado tras la salida de Oscar Zago. Y en especial, Martín Menem no demostró la experiencia para manejar la sesión cuando se la complican.

En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

Y los números que tiene el gobierno en Diputados anticipan que la votación en particular se va a complicar. La oposición podría juntar 126 diputados, que no alcanzan para dar quórum pero sí para voltear artículos o la ley entera una vez que comienza la sesión. Es que cuando ya se consiguió el quórum, la mayoría se calcula respecto de los diputados presentes. Como siempre faltan diputados que se enferman o viajan, con 126 diputados la oposición puede tener mayoría.

A ese número llegan con los 99 diputados de Unión por la Patria, más 5 de izquierda, 2 santacruceños, 11 radicales de Facundo Manes y Emiliano Yacobitti, y hasta 11 del bloque de Miguel Pichetto.

‘La ley es un monstruo sin cabeza que va caminando por el Congreso’, dicen los diputados que la quieren votar para sacársela de encima. El clima es de hastío por el proceso de cuatro meses que se tornó insoportable.

La bancada de Pichetto puede ir mutando en cantidad de votos negativos de acuerdo a cada artículo en particular. Los dos socialistas, Esteban Paulón y Mónica Fein, están muy enfrentados al Gobierno. Juan Brugge y Natalia de la Sota responden a Massa. Los seis lilitos no quieren votar las facultades delegadas y Margarita Stolbizer firmó un dictamen aparte con los socialistas.

Además se suman 8 diputados de Innovación Federal que buscarán introducir el capítulo del tabaco que el Gobierno quitó de la ley. «Si no lo logran quizás hagan una maldad», explicaron a LPO fuentes parlamentarias.

Como si no bastara con lo fino del cálculo, el Gobierno, que dejó como interlocutor al vicejefe de gabinete, José Rolandi, no reclama ningún punto como indispensable.

«La ley es un monstruo sin cabeza que va caminando por el Congreso», dicen los diputados que la quieren votar para sacársela de encima. El clima es de hastío por el proceso de cuatro meses que se tornó insoportable.

La bronca de los diputados no es sólo con la Rosada sino también con los gobernadores: creen que se borraron y no dieron la cara en las últimas semanas previas al tratamiento de la ley. El bloque libertario, en tanto, ni participa de las reuniones en las que se negocian los pedazos de la ley. 


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