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Desvelo

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Irene Vallejo

“Hora de dormir”, dices, aunque tu lucha contra el insomnio es un largo historial de derrotas. El niño de seis años te sigue a regañadientes. Nunca quiere acostarse, se siente expulsado de la noche de los adultos, de la vida secreta que empieza cuando lo arropas y apagas la luz, ese país prohibido a la infancia. Tiernamente, os envidiáis la una al otro. Él no sabe, no podría creer, que al escuchar la cadencia regular de su respiración entrarás de puntillas a observarlo en la penumbra alumbrada por una lamparita quitamiedos. Cada noche lo contemplas mientras duerme, con el deseo de ocupar su lugar, de que su cuerpo y su paz vuelvan a integrarse en ti, de ser otra vez su cuna de carne, tranquila compañera de sus sueños. A eso dedicas –a espiarle– la formidable libertad nocturna que el niño tanto codicia. ¿Siempre será así la envidia –te preguntas– un malentendido, un error por desconocimiento, un juego de celos mutuos?

Más tarde, también los mayores os acostáis. Buenas noches, susurra K, te besa, te abraza y se ovilla en la misma quietud del niño. Los dos han superado la alambrada, te quedas sola a este lado de la frontera. Bebes el aire con sorbos hondos. Bocarriba, inmóvil, empiezas a contar hasta mil para vaciar la mente. No pienses en el artículo que debes escribir por la mañana, olvida el miedo a no estar a la altura. Te concentras en la letanía de números, aunque sabes que no engañarás al insomnio a fuerza de ignorarlo. Escuchas pasos, ladridos lejanos, el susurro del tráfico o del viento. Una lenta procesión de horas va pasando, la ansiedad crece: qué será de ti mañana sin apenas dormir.

En algún momento decides levantarte, recorrer el pasillo en sombras para visitar el frigorífico, encender la radio, cocinar con sigilo. Te recuestas en el sofá. Y entonces la ves: una ventana iluminada a las tres de la mañana, un rectángulo de luz amarilla en los cubos negros de la calle. ¿Quién estará ahí dentro? ¿Un enfermo, un hacker, un opositor, alguien a quien despertó el látigo del dolor de muelas, un político insomne, un suicida? Te preguntas cuántos sois, cuántos lectores del artículo que escribirás mañana –si consigues escribirlo, si lo aceptan– serán habitantes asiduos de estas noches enemigas.

Recuerdas haber leído que una de las funciones principales del cerebro es decidir cuándo estar alerta y cuándo descansar. Cada vez dormimos menos –piensas, en la noche agujereada por la ventana amarilla–, quizá porque nos sentimos todos demasiado amenazados. Nos desvela esta jungla donde las redes están siempre incendiadas, donde se esgrimen frentes y afrentas, donde los móviles acechan en nuestras mesillas como armas de exaltación masiva. Los gritos atrincherados nos están arrebatando la reflexión serena y susurrada. Tranquilízate, respira. Recuerdas un viejo poema romano: la plegaria al sueño. Con esos versos, hace casi dos mil años, Estacio inventó su propia oración desasosegada para pedir calma: “Calla el ganado, los pájaros y las fieras, y los árboles, reclinados, simulan un agotado reposo. Mengua el bullicio de los ríos bravos, se alisan los rizos del agua, y los mares descansan, arrellanados sobre la tierra. La luna contempla mis dolientes ojos en vela.” ¿Cómo podré resistir?, se pregunta Estacio, sintiéndose excluido del alivio y el olvido. Sabe que en algún lugar, bajo el manto de la misma oscuridad, se abrazan una mujer y un hombre, así que ruega al dios que le conceda el sueño que los amantes renuncian a dormir. Acechado por la angustia, suplica que al menos le roce el descanso: “Tócame con la punta de tu vara o pasa junto a mí de puntillas”. Bajo el brillo estrellado de esa calma a la que rezaba Estacio, desearías que a tu ventana, a todas las casas encendidas, llegase el sosiego: que sea suave la noche.

Consultas la hora en el móvil. ¿Cómo conseguirás resistir? Tu hijo, que nunca quiere irse a la cama, ronca. No sabe, no podría creer, que al otro lado de la membrana de sus párpados, en la honda noche, su madre despierta sueña con dormir. 


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La realidad paralela de Milei

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Hay dos realidades que chocan de frente, técnicamente irreconciliables. Pero el problema no es tanto ése como el desconcierto social alrededor de ambas, que incluye a especialistas en economía y analistas de todo tipo. Conviene repasarlas, aunque sean obvias.

En la realidad paralela de Javier Milei, los salarios ya le ganan a la inflación. Los jubilados incrementaron sus ingresos en dólares, en un 150 por ciento. El superávit fiscal es una fiesta jamás conseguida por nadie en tan poco tiempo, gracias a lo que él define como “el ajuste más grande en la historia de la humanidad”. Los tarifazos brutales, que todavía no terminaron de desplegarse, son un simple reacomodamiento. El costo continúa pagándolo la casta política. Y el mundo, pese a que lo único logrado hasta ahora por el Presidente son selfies y discursos de la guerra fría en ámbitos de buitres, empieza a desesperarse por invertir en Argentina.

Apenas con el abordaje de algunos de esos aspectos, Ione Wells, periodista de la BBC, le pegó a Milei un baile que, puesto en parangones futbolísticos, sería equiparable al de Holanda sobre la selección nacional en el Mundial de 1974. O al primer tiempo contra Francia en la última final. Fue la primera entrevista que concedió el Presidente. En su entorno hubo furia y reproches, por no haber previsto que la colega británica, con el solo recurso de preguntas incisivas, sin agresiones, pondría a Milei en los aprietos que nunca atraviesa cuando tiene enfrente a uno o varios de sus coreutas.

Se vio entonces a un mandatario nervioso, al borde de buscar la puerta de salida, quien no pudo hacer más que incurrir en respuestas ridículas y dignas de su aislamiento.

A propósito de esa reclusión: abundan los juicios psicologistas acerca de que es un proceder natural en alguien carente de familia, amigos y gente de confianza, que además y casi exclusivamente vive en las redes adictas. No caeremos en subrayar esos señalamientos. Tampoco se dice que sean descartables. Nuestras atribuciones y aportes, con aciertos y errores, son evaluar causas, actos y consecuencias políticas. Y no el influjo que puedan tener en ellas las características personales, la cantidad de perros o si Milei habla con alguno que está muerto hace rato.

En aquello de la realidad realmente existente, sin siquiera atender lo que se observa a simple vista, los índices industriales se desplomaron a valores de la pandemia. Como reseñó David Cufré en su columna de este sábado, después de Martínez de Hoz, menemismo y macrismo, Argentina asiste al cuarto proceso histórico de desindustrialización. Las cuatro M.

Los sueldos entre diciembre y marzo quedaron bien por debajo de la inflación. Son cifras oficiales del Indec y de la Remuneración Imponible de Trabajadores Estables (RIPTE), que elabora la secretaría de Seguridad Social en base a los 10 millones de trabajadores formales del sector público y privado.

Los jubilados que cobran la mínima, en los primeros cuatro meses del año, perdieron el 24 por ciento real de sus haberes. Y el resto, un 37 por ciento.

La presunta marcha atrás de las empresas financieras que ofrecen medicina prepaga está (muy) en veremos. Y eso, como si pudiera descartarse el saqueo sin retorno que perpetraron hasta el intervencionismo estatalista del ministro de Economía. Según todos los datos obrantes en on y off, tiene muchas más ganas de irse que de quedarse. Producto de su realidad paralela, Milei no le perdona que no haya conseguido un solo dólar de los millones que le prometió por parte del FMI, otros organismos internacionales, China, países árabes, etcétera.

Federico Sturzenegger y José Luis Espert siguen en las gateras para reemplazar al fusible, del mismo modo en que se sumó una interna al parecer despiadada entre Caputo Santiago y la Hermana en Jefe contra Caputo Toto y el mudo Nicolás Posse. Asuntos de negocios, por supuesto, a los que se adosaría el malestar de los bancos por ciertas preferencias oficiales a favor de Mercado Pago.

Ya sin empleo de potenciales, son los propios economistas de la ortodoxia quienes agregan que el invento del superávit fiscal no resiste el más mínimo examen.

Dejamos para entendidos los detalles puntuales de ese delirio, que según Milei lo convierte en el líder más admirado del planeta. Pero hay dos, por lo menos, que no requieren mayor escudriño.

La deuda que tomó el Banco Central con los importadores, mediante el BOPREAL, Bono para la Reconstrucción de una Argentina Libre (???), supera los 11 mil millones de dólares. Es parte de la plata que el Gobierno hace que no existe para inventar superávit, y equivale a las compras de divisas que hizo el Central entre diciembre y marzo. Segundo, y ergo, no hay ninguna acumulación de reservas que no esté apoyada en un trazado de arena.

Otro bono es, asimismo, lo que el Gobierno quiere encajarle a las compañías energéticaspara patear la deuda con ellas.

Milei había dicho, a poco de asumir, que ese “temita” se resolvería casi de inmediato. En estos días, trasladó la solución hacia mediados de año. Junio, pronosticó. Y es probable que cuando llegue junio calcule otra fecha gracias a su calendario también paralelo, según el cual era posible que la recuperación económica se viera ipso pucho. O cuando en unos 45 años lográramos ser Alemania. O Irlanda. O Estados Unidos. Nombró a los tres. Se’ igual.

Va variando según el día en que declara ante sus publicistas que ofician de entrevistadores. Se supone, con ingenuidad, que después del papelón con la corresponsal de la BBC en Sudamérica tendrán que esforzarse en disimular bastante mejor.

Es en medio de estas realidades contrastantes, o directamente distintas, donde se inscribe lo que parece ser una sociedad absorta, desanimada, que en una parte afirma confiar porque en verdad lo cree o porque siente que otra no le queda. Y, complementario, la parte restante se opone al Gobierno de manera tenaz, cada vez que le surge la oportunidad, pero sin encontrar de qué agarrarse porque la oposición es una lágrima. Es mitad y mitad, puntos más o puntos menos, de acuerdo con cualquier encuesta que se consulte a un lado y otro y, también, con lo que refleja el termómetro de “la calle”.

El paro de la CGT, ambas CTA y variados sectores fue contundente, como lo fueron los comercios abiertos. La polémica es eterna sobre cómo medir la influencia del transporte público que no hubo, junto al peso de los sindicatos fabriles. Pero, en cualquier caso, lo verdaderamente vigente es la renovada pregunta de cómo sigue.

¿Es el comienzo de una escalada conflictiva o fue una “escaramuza” del gremialismo “profesional”?

¿Es veraz que los dirigentes cegetistas dan a cosa vieja, nada confiable, bien que a esta altura no hay ningún lugar donde centrales obreras obtengan la foto de un país parado que recorrió el mundo? Sí. ¿Y es veraz que no toda “la gente” está dormida, que hay resistencia, que hay músculos para enfrentarse al Gobierno porque no es necesario esperar más para saber y sufrir de qué se trata su orientación? Sí.

¿La ley Bases entró a otro capítulo de renegociación porque el oficialismo no consigue llevarse a todos por delante y tiene que continuar transando, al límite de que ni tan sólo alcanzó dictamen de comisión favorable? Sí. ¿Y no se advierte que eso signifique más que una oposición que puntea las cartas, que especula tribu por tribu, que carece de toda conducción dirigencial? Sí.

En otras palabras, ya cansadoras, la realidad paralela en que viven y ejecutan Milei y sus mandantes -sin perjuicio de que semejan ir derecho al iceberg- es posible mucho antes por la ausencia de opciones que por sus méritos.

Después se puede y debe discutir cómo se llegó a esto.

Pero la urgencia y lo importante es que el enfrentamiento tenga alguna dirección capaz de agrupar lo que une y disociar lo que separa.

De lo contrario, y aunque fuere en el corto plazo mientras sufre la gente, y no los números, Milei podrá seguir imponiendo o persuadiendo con su realidad paralela.


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