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Martes 22 de Abril del 2025

INFO. GENERAL

Una suma de tensión, apatía y miedo

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Eduardo Aliverti

La brutal represión contra un puñado de jubilados, solos de casi toda soledad en su manifestación de los miércoles frente al Congreso, aviva el interrogante de cuánto falta para que reaccionen la dirigencia opositora y los sectores más contestatarios de nuestra sociedad.

Con base en la experiencia histórica, se supone -y aun corresponde creerlo- que los jubilados, la educación pública en general y la Universidad en particular son una frontera infranqueable, más tarde o más temprano, para los apetitos neoliberales.

Es cierto, igualmente, que ante la brutalidad de los dispositivos de Javier Milei y sus mandantes semeja haber una tolerancia, aceptación o resignación social difíciles de asimilar. Esto no va en perjuicio de reiterar que el lapso gubernamental es todavía muy corto, como para que los desencantados o expectantes asuman su frustración de modo contundente. Pero sí crece el interrogante de si la clave no estará pasando por la ausencia de alternativas.

Quizás, esto último antecede a si lo que hay es tensión acompañada de miedo y apatía.

De Milei y su residencia en un universo paralelo no hay mucho más que apuntar. Lo reafirmó su lisérgica perorata en el CCK, en otra falsa “cumbre” de la ultraderecha mundial que se remitió a la española, con una cantidad de insultos a diestra y siniestra empapados por su auto-consideración como líder planetario.

Lo repitió en Mendoza, ante ejecutivos de finanzas, a través de un festival de oraciones inconexas que ilustró con una gestualidad de chabacanería suprema. Y ya lo había remarcado en la parodia de entrevista que concedió a La Nación +cuando se animó a revalidar que los haberes de los jubilados están volando en dólares sin apenas un tic de asombro o repregunta de su, digamos, entrevistador.

Los datos de la economía real persisten implacables, tanto como las perspectivas de una “macro” donde sigue de largo que voceros del Fondo Monetario volvieron a advertir que con cepo y sin devaluación no hay tutía. 

La consultora empresarial Abeceb publicó un trabajo que indica ejemplos antagónicos entre la vitalidad de las franjas exportadoras y el derrumbe de la industria orientada al mercado interno. Como bien tituló este diario: economía primarizada y for export. Se caen sin remedio la producción electrónica de consumo, la de aparatos de uso doméstico, la automotriz, la construcción, la siderurgia, la venta de maquinaria agrícola y la fabricación industrial.

La calle habla por sí sola, sin que haga demasiada falta esa cirugía de las grandes cifras.

Es la misma calle que asiste absorta o indiferente al poroteo en el Congreso. ¿Radicales, dialoguistas y pechos frío subsecuentes se animarán a sumarse para voltearle a Milei su salvajismo contra jubilados y financiamiento universitario, más los fondos reservados de la SIDE?   

Para esta semana pinta venir fuerte que las centrales sindicales y movimientos sociales se dispongan a poner el cuerpo, mientras en el recinto parlamentario se discuta y rosquee ¿cuanto venga? El bloque de Unión por la Patria se muestra sólido. Pero no alcanza. Es condición necesaria, no suficiente.

Para echar los fideos empiojantes, reapareció el fantasma de Mario Firmenich. Reaccionó a la pretensión de Victoria Villarruel, quien quiere juzgar montoneros residuales. Crímenes que, ya dictaminó la Justicia junto con las condenas pertinentes, están prescriptos porque el rango  de lesa humanidad sólo involucra al terrorismo de Estado.  La vice se hizo una fiesta, rotulándolo como un buchón cobarde que está vivo gracias a los compañeros que entregó.

Véase lo que son las casualidades permanentes. Firmenich surgió de la nada en simultáneo al paquete con explosivos enviado a la Rural, cuyo despachante ya habría sido identificado: un agente inmobiliario con causas numerosas por amenazas antisemitas, luego de que la inefable Comandante Pato trazara hipótesis de terroristas veganos y/o anarquistas. A su vez, fue en paralelo a que el Gobierno dice haber encontrado cuentas sospechosas ligadas a extremistas sirios.

Cualquier conspiranoico aseguraría que todo confluye para diseminar un clima de violencia, rumbo a la justificación represiva.

Tampoco es que Villarruel las tiene todas consigo. Como si fuera poco con el estallido de los bloques libertaristas, gracias al culebrón de Lourdes Arrieta, Marcela Pagano, Lilia Lemoine, elfos y sucedáneos, aconteció el sincericidio institucional más espectacular de que se tenga memoria.

Bartolomé Abdala, presidente provisional de la Cámara Alta y hombre del riñón de la vice, fue a TN y contó que dispone de una pléyade de asesores con el único objetivo de trabajar para su candidatura en San Luis.

El hecho continúa siendo viral y hay mucha gente mal pensada susceptible de creer que fue una cama tendida por Milei contra la vice. En esa conjetura seguramente afiebrada, los servicios del Ejecutivo mandaron a Abdala a la boca del lobo para que le pregunten cuántos asesores tiene dedicados a qué. Y Abdala, según esos confabuladores de radio pasillo, entró por un tubo para solaz y esparcimiento del mileísmo en su interna contra Villarruel. A la par, continúan subrayando que llegaron para combatir a la casta.

Como si asimismo fuese poco, esto aconteció en la misma semana en que el Gobierno decretó que el acceso a la información pública queda restringido porque… será el propio Gobierno quien determine si la información no perjudica acciones de sus funcionarios.  Por las dudas, Manuel Adorno ratificó que no hay marcha atrás con esa decisión.

¿Dónde estás, Soriano?

En medio de este escenario de incertidumbres prácticamente absolutas y operetas del superagente 86, Cristina reapareció con otro documento que, a nuestro juicio, es impecable. Después cruzó chicanas con Milei, sugiriéndole que deje de “boludear en las redes”, de escribir plagiando libros y de hablar de economía como si todavía estuviese en un set televisivo. Pero lo que cuenta -o debería contar- es lo que posteó antes de eso (aunque lo de dejarse de boludear en las redes esté para inscripción de remera).

Su médula es reiterativa de las intervenciones estructurales que sostiene hace rato, y vuelve a ser necesario leer el texto completo porque su perfecta ilación no admite fragmentaciones. En esta oportunidad le agregó títulos bien provocativos. El central, señalando a que “es la economía bimonetaria, estúpido”, y los referidos a que el peronismo se torció y desordenó.

Nuevamente, también, convoca a un campo nacional y popular capaz de afrontar debates que, hasta ahora, parecen serle tabú.

Uno de ellos atiende a los cambios en las relaciones laborales de la población económicamente activa, donde los trabajadores registrados en la actividad privada no sólo son minoría sino que, además, están sindicalizados en apenas un 40 por ciento. “La consecuencia objetiva es que las representaciones sindicales características del siglo XX, y fundantes del peronismo, ya no son la expresión mayoritaria de los trabajadores”.

Le adosa que el peronismo no avanzó sobre el viejo modelo de Estado omnipresente, derivado en ineficiencia e ineficacia. Que no construyó una nueva estatalidad, más vinculada a lo comunitario y a la organización participativa.

El otro componente insistido por CFK, junto con las carencias en materia de planes de “seguridad” de carácter integral que aborden el problema cada vez más creciente del avance narco en las barriadas populares, es la falta de una revisión y reforma profunda de la educación pública.

Aunque no lo haya personalizado, sino que dirigió esos dardos al conjunto del peronismo, por elementalidad transitiva sería obvio que ella se incluye en este ejercicio de autocrítica.

Cristina sella sus argumentos señalando que deben enderezarse las experiencias y el ordenamiento de las nuevas demandas. Es la manera, afirma, para poder alinear pensamiento, política y acción, como trilogía indispensable a fines de organizar una fuerza  que vuelva a representar mayoritariamente. Y que pase de ser oposición a alternativa de gobierno.

Se diría que el pensamiento está. La política, en cambio, brilla por su ausencia. Y la acción, como efecto de lo segundo, no es más que un conjunto de reclamos desperdigados en permanente actitud defensiva. Enfrentan a un modelo y ejecutores que podrán tener serios o graves tropiezos, que no consiguen dólares ni inversiones por ninguna parte, que sumen al país en una recesión incomparable. Pero que política y comunicacionalmente son o parecen ser una aplanadora convencida.

Ante ese cuadro y tomando el brillante diagnóstico de Cristina, cabe preguntarse sin embargo si acaso, desde el palo propio y abarcando a ella misma, están haciéndose los esfuerzos imprescindibles para concentrar en lugar de dividir. Para unificarse en torno a propuestas básicas y concretas. Para descartar el chiquitaje de internas inservibles, como no sea por disputas de candidaturas distritales, en las que ideológicamente no hay o no debiera haber diferencia alguna. Para asumir que debe haber la aceptación de un liderazgo claro, cuyo nombre saltaría a la vista.


INFO. GENERAL

Francisco, el papa latinoamericano para el mundo

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Murió a los 88 años. Se proyectó como estadista y líder mundial. Nunca perdió su sencillez, predicó a favor de los pobres y descartados, promovió el diálogo y criticó el modelo económico depredador y excluyente. Los cambios que hizo en la Iglesia y lo que dejó pendiente.

Por Washington Uranga

Francisco, el papa latinoamericano que “los cardenales fueron a buscar al fin del mundo” como él mismo lo afirmó, entra en la historia de la Iglesia Católica y de la humanidad como aquella persona que, ejerciendo un liderazgo firme, dentro y fuera de las fronteras institucionales, supo entender los desafíos de la sociedad, desde su lugar ensayó las respuestas a su alcance y, sobre todo, tuvo la capacidad de interpelar a propios y extraños con su mensaje profundamente humano.

De esta manera Jorge Bergoglio logró dejar huella en la vida de muchas personas, también en gran parte de quienes no lo reconocieron como su líder espiritual o religioso. En el escenario de un mundo contemporáneo atravesado por los conflictos y las guerras y, al mismo tiempo, carente de voces y de referentes que iluminen los senderos de la fraternidad entre las personas y los pueblos, Francisco marcó presencia.

Como componente esencial de su misión el Papa predicó y puso en práctica lo que él mismo denominó “la cultura del encuentro”. Porque, como lo escribió en su autobiografía recientemente publicada bajo el título “Esperanza”, “solo quien levanta puentes sabrá avanzar; el que levanta muros acabará apresado por los muros que él mismo ha construido. Ante todo quedará atrapado su corazón”.

Francisco: el hombre común

Se proyectó como estadista y líder mundial, sin perder la sencillez característica de la historia personal de este porteño (“dentro de mi alma me considero un hombre de ciudad”), el mayor de cinco hermanos nacidos todos en el barrio de Floresta en Buenos Aires, y que aún en el Vaticano siguió reconociéndose como “cuervo” por su afición a San Lorenzo. Sin embargo, cuando le anunciaron que en su regreso a la avenida La Plata el nuevo estadio podría llamarse “Papa Francisco” dijo claramente que “la idea no me entusiasma”.

La elección como Papa le cambió la vida a Jorge Bergoglio. Pero una vez convertido en Francisco hizo lo posible por mantener los rasgos de humanidad y de hombre común que hacían que en Buenos Aires, y ya siendo cardenal, siguiera viajando en subte para ir a su despacho en la curia porteña. “Me gusta caminar por la ciudad, en la calle aprendo” decía. Su nueva condición lo obligó a muchas restricciones, pero en lugar de habitar un palacio vaticano eligió vivir en la residencia Santa Marta, una especie de hotel religioso que recibe a obispos y sacerdotes que viajan a Roma por motivos eclesiásticos. Allí trasladó incluso muchas de sus audiencias, sobre todo cuando se encontraba con la gente más cercana por motivos personales o pastorales. Santa Marta fue su casa. Hasta allí le alcanzaron los zapatos “gomicuer” que pidió a sus amigos que le llevaran desde Buenos Aires tras descartar el calzado rojo que usaba su antecesor Benedicto XVI. También desde allí, o desde cualquier lugar del mundo donde estuviera de visita, cada domingo por la noche Francisco cumplía en llamar por teléfono a Buenos Aires a su hermana María Elena, la única sobreviviente de su familia. Ha dicho que no ver a su hermana es de los desprendimientos que más le costó.

Se reconocía como amante de la música y del tango. “La melancolía ha sido compañera una compañera de vida, aunque de manera no constante (…) ha formado parte de mi alma y es un sentimiento que me ha acompañado y que he aprendido a reconocer”.

Desde 1990, a raíz de una promesa religiosa, no volvió a mirar televisión y se mantenía informado por otros medios.

“Plan de gobierno”

La elección de Bergoglio como papa Francisco, que cambió la vida de la Iglesia Católica, también modificó profundamente la manera de relacionarse del catolicismo con la sociedad, en el mundo y en cada país y región.

Ni siquiera los más cercanos, aquellas y aquellos que conocían sus pensamientos y que habían seguido su trayectoria, habrían podido imaginar aquel 13 de marzo de 2013 el «plan de gobierno» que Jorge Bergoglio tenía en su mente cuando fue ungido como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Quizás tampoco había pasado por su cabeza esa posibilidad a pesar de la experiencia acumulada en sus años como superior provincial de los jesuitas en Argentina (1973-1979), en plena dictadura militar, o en su tarea como obispo auxiliar (1992-1998) y luego como arzobispo de Buenos Aires (1998-2013).

No pocos sostienen que la vida de Bergoglio tuvo un vuelco fundamental por su participación en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Aparecida, Brasil, 2007) en la que el entonces arzobispo porteño recibió un baño de ”latinoamericaneidad” en su contacto con sus colegas obispos de la región y, en particular, con los de Brasil. Esto es lo que lo llevó a escribir en sus memorias que “mis raíces son también italianas, pero soy argentino y latinoamericano. En el gran cuerpo de la iglesia universal, donde todos los carismas ‘son una maravillosa riqueza de gracia’, esa iglesia continental tiene unas características de vivacidad especiales, unas notas, colores, matices que también constituyen una riqueza y que los documentos de las grandes asambleas de los episcopados latinoamericanos han manifestado”.

Hasta entonces el “porteño” Bergoglio, como buena parte de los argentinos, se había mantenido distante de América Latina. También en términos eclesiásticos por su cercanía a la “teología de la cultura” que aprendió de su maestro Juan Carlos Scanonne y más alejado de los teólogos de liberación como el peruano Gustavo Gutiérrez o el brasileño Leonardo Boff. Con ambos se encontró y se abrazó después una vez que estuvo en el Vaticano. Bergoglio se hizo latinoamericano en Aparecida. Y con ese bagaje llegó al consistorio que lo eligió Papa.

Pocos días antes de su muerte, la teóloga argentina Emilce Cuda, a quien el Papa llevó a Roma como una de sus más estrechas colaboradoras, fue enfática al señalar que la teología de Franscisco ha sido “la teología” a secas, rescatando las raíces del pensamiento cristiano a lo largo de la historia para ponerla a dialogar con los desafíos de la actualidad de la Iglesia y del mundo.

Referente mundial

El tiempo y sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión. Fue así que su primer viaje político-pastoral lo llevó hasta Lampedusa, para encontrarse con los inmigrantes ilegales expulsados de su territorio que huyen desesperados en busca de la vida. A ellos y al mundo les reafirmó con un gesto de cercanía y solidaridad su prédica en favor de los pobres, los descartados y de sus derechos.

Desde allí, sin abandonar su impronta religiosa, el Papa comenzó a construir su condición de referente mundial más allá de las fronteras de la Iglesia Católica convirtiéndose en interlocutor de jefes de estado, de dirigentes sociales, políticos y culturales. En un mundo con liderazgos en crisis y enfrentando los desafíos de la realidad Francisco eligió el camino del diálogo y del encuentro con los diferentes, desde la realidad de los pobres y reclamando por sus derechos.

Sus ideas quedaron plasmadas en muchos de sus documentos y alocuciones públicas pero sobre todo en las encíclicas Laudato Si (2015), sobre “la casa común”, el cambio climático y el cuidado de los recursos naturales, y Fratelli Tutti (2020) acerca de la amistad y la fraternidad social.

Pero Francisco fue, de muchas maneras, un líder incómodo, para los gobernantes y los poderosos del mundo. En particular por sus llamadas a atender los problemas de sobre explotación de los recursos naturales en desmedro del cuidado de la naturaleza, las críticas de un modelo económico depredador y excluyente y las advertencias sobre el “descarte” que se evidencia en las migraciones masivas, las guerras y la pobreza creciente.

Los pobres y la guerra

En su transitar Francisco se convirtió en vocero de los descartados y los pobres, pero también en aliado de quienes salieron en defensa de los derechos de estas personas y comunidades. Puede decirse que el discurso pronunciado el 9 de julio de 2015 por el Papa ante el auditorio plural de los movimientos sociales reunidos en Cochabamba (Bolivia), cuyo eje fue su proclama de «las tres T» (tierra, techo, trabajo), constituye una suerte de síntesis doctrinal que, en otro tono y con distinto despliegue, Francisco había expresado de manera sistemática y con base teológica en Laudato Sí. Una gran suma que, a contracorriente de las fuerzas del capitalismo mundial, se alzó en favor de los pobres y sus organizaciones, criticó a los poderes hegemónicos y lanzó un llamado a la paz. Una militancia pacifista que Bergoglio apoyó con sus acciones y las del Vaticano en cada lugar de conflicto en cualquier rincón de la tierra. En esta tarea los movimientos sociales fueron elegidos permanentemente como aliados e interlocutores, convocados y sentados a la mesa de las conversaciones con el Papa.

A través de sus acciones Francisco también consolidó su idea de que a las grandes religiones monoteístas del mundo y a sus dirigentes le cabe la responsabilidad de encontrar salidas a la guerra mundial traducida en multitud de conflictos acotados o guerras regionales por disputas territoriales, cuestiones de soberanía, enfrentamientos políticos, étnicos o raciales. “No existe la guerra inteligente; la guerra solo sabe causar miseria; las armas, únicamente muerte” afirmó.

En octubre de 2022 organizó en Roma un gran encuentro de líderes religiosos mundiales por la paz. Pero antes y después se reunió en Irak, con el Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani, líder de la comunidad chií del país, en Ulaanbaatar con once líderes de diferentes confesiones y, más recientemente, en Indonesia junto al iman Nasaruddin Umar visitó el ‘túnel de la Amistad’ que conecta la mezquita Istiqlal con la catedral de Nuestra Señora de la Asunción.

En la propia Iglesia

Hacia el interior de la misma Iglesia Católica el papa Francisco impulsó muchas líneas que conectan directamente con iniciativas inauguradas en el Concilio Vaticano II (1962-1965), impulsadas por el papa Juan XXIII (1958-1963 ) y continuadas por Paulo VI (1963-1978), pero que tuvieron frenos y retrocesos con Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI ( 2005-2013).

De esta manera Bergoglio insistió en la idea de “una iglesia de puertas abiertas” con capacidad de acogida para todas y todos, sin ningún tipo de restricciones, en diálogo con la sociedad y enfrentando los problemas comunes. Esto implicó también reformas profundas en las estructuras eclesiásticas, con más espacios para los laicos y en particular para las mujeres, pero también desde una perspectiva eclesiológica que buscó protagonizar el “sacerdocio común de los fieles” incluso antes que el sacerdocio ministerial.

Con esa intención Francisco propició, a través de los sínodos (universal y regionales) una Iglesia más participativa que puso en crisis el modelo estrictamente jerárquico, piramidal y romano céntrico. Ello trajo aparejado también la decisión de enfrentar los problemas de abusos, la pederastia y la corrupción dentro de la estructura eclesiástica.

Bergoglio acompañó este proceso con reformas de la curia vaticana, recambio de los responsables y nuevos nombramientos para rodearse de figuras de su confianza. También hubo cambios mediante la designación de obispos más jóvenes y cercanos a la perspectiva eclesiológica de Francisco.

Nada de esto ocurrió sin resistencias y enfrentamientos. En el mundo, pero también en la Argentina donde paradójicamente los sectores católicos más conservadores, empresarios y representantes del poder que vieron en Francisco la continuidad de un cardenal Bergoglio, que en su momento y sin considerarlo como del propio palo, nunca les resultó incómodo. Rápidamente se sintieron defraudados por las iniciativas y las propuestas del Papa que acentuó los rasgos más latinoamericanistas del entonces cardenal de Buenos Aires y radicalizó su perspectiva en favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos.

El poder se disgustó con Francisco y no lo disimuló. También los sectores conservadores de Iglesia incluidos algunos obispos se sintieron molestos con Bergoglio, aunque estos últimos se mantuvieron dentro de los márgenes de discreción que impone la propia Iglesia.

A nivel mundial también las intrigas y las conspiraciones fueron en aumento. Integrantes del colegio cardenalicio que habían ido a buscar a un papa latinoamericano y seleccionaron a un argentino porque siendo tal era el «más parecido» a los europeos se sintieron frustrados en sus expectativas.

En más de una oportunidad los sectores más conservadores se rasgaron las vestiduras ante lo que consideraron excesivas concesiones de Bergoglio, tanto en sus mensajes como en su estilo pastoral. Francisco no se inquietó demasiado por ello. Siguió tomando decisiones con conciencia de los problemas que enfrentaba e incluso utilizó la energía y el respaldo que le llegaba desde afuera para dar batallas en el seno de la propia Iglesia.

Siempre apareció convencido de la tarea que debía enfrentar: avanzar y profundizar la reforma de la Iglesia hacia una forma de gobierno y de participación más sinodal, más horizontal y plural que renueve la vida del catolicismo.

Si bien se dieron pasos sustanciales en ese sentido, quizás sea esta la tarea inconclusa que deja Francisco y que quedará en manos quien lo suceda en el pontificado. Una designación que dependerá de una elección incierta y sin candidatos a la vista, aun teniendo en cuenta la profunda renovación que Bergoglio hizo en el colegio cardenalicio que escogerá al nuevo papa.


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