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Los jueces y la magnitud del mal

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Carlos Alberto Rozanski

Por Carlos Alberto Rozanski

Comprender en su real dimensión la tragedia judicial que vive nuestro país, es indispensable para encontrar algún camino que nos permita superarla. En ese sentido, el Lawfare es la versión moderna del fascismo, con otros métodos, para la instalación del mismo modelo de saqueo que en la dictadura genocida.

Al decir del creador del concepto, Charles Dunlap, se trata del uso de la ley como un medio para conseguir lo que de otra manera tendría que lograrse con la aplicación de la fuerza militar tradicional.

Recorrer con la vista el listado de algunos de los personajes que protagonizan la actual tragedia, da escalofríos. Sin embargo, vale la pena sacudir el cuerpo y repasar de quienes se trata. Pensar, por ejemplo, en el equipo futbol “Liverpool”, integrado entre otros por Diego Luciani, quien en un alegato que quedará en los anales de la pornografía judicial, afirmó: “No encuentro ni un solo atenuante para Cristina Kirchner ante los crímenes cometidos” (SIC). En Gimenez Uriburu, presidente del tribunal que juzga a la vicepresidenta, tomando una infusión en el mate del equipo “Liverpool”, en el que jugaba al fútbol en la casa de campo de Mauricio Macri. Equipo que integra junto al fiscal Luciani y al Juez Llorens, el mismo que fungía de arquero en ese teem y que hace días, en un voto, pidió la detención de la vicepresidenta y hace menos días aún, dejó en libertad a los violentos de Revolución Federal. 

O Bertuzzi y Bruglia, jueces que, bendecidos por la Corte, permanecen en un sillón que no les corresponde y desde el cual acompañaron a Llorens en la liberación de los violentos, entre muchas otras tropelías. 

Qué decir de Juan Bautista Mahiques, sicario de Mauricio Macri en el Consejo de la Magistratura que durante 4 años impulsó la persecución a magistrados y políticos opositores. El mismo que, junto a su padre Carlos, juez de la Casación Federal, viajaron en un vuelo privado desde San Fernando hacia la Estancia de Joe Lewis en el apropiado lago Escondido, a un cónclave tan secreto como infectado. Son los mismos que subieron al vuelo 26917 del 13/10/22, junto a otros jueces, fiscales y ex servicios de inteligencia. 

O reparar en el fiscal Carlos Rivolo, quien, junto a la jueza Capucetti pierden pruebas y aportan notables deficiencias a la investigación del atentado. Se trata del mismo fiscal que en 2018 le imputó, con su socio procesado, Carlos Stornelli, 913 hechos delictivos a la hoy víctima del intento de magnicidio. Pensar en la abogada Gladys Egui, defensora de Leonardo Sosa y Gastón Guerra, quien durante los meses previos al atentado “alquilaba una pieza” (SIC) a la vecina de arriba de Cristina, Ximena de Tezano Pinto, jamás investigada. Sí, la misma vecina que permitió a Gastón Guerra tomar imágenes de lo que sería días después, la escena del atentado, desde la ventana de su piso. Sí, sí, el mismo Leonardo Sosa que al ser detenido tenía en su domicilio 50.000 dólares, la misma suma que en pesos (14.000.000) recibió Jonathan Morel del grupo Caputo. 

O el diputado Gerardo Milman, quien fue escuchado cuando les dijo a las hermanas Carolina y Daniela Gómez Mónaco que cuando mataran a Cristina, el estaría camino a la costa (SIC). La primera de ellas, ex servicio de inteligencia de la AFI comandada por Mauricio Macri.

Y surge entonces la figura de Macri, la que reúne tal vez las características más nítidas del drama que enfrentamos. En ese sentido, el inefable Rocco Carbone escribió en 2021 “No ver en Cambiemos una veta mafiosa indica un déficit de conocimiento”.

En fin, se podrían agregar decenas de nombres de funcionarios y políticos que deberían vincularse a los hechos no investigados. Baste los señalados para dar una semblanza de la gravedad de la actual tragedia judicial. Extenderse sería excesivo en el espacio de estas reflexiones, aunque intentar completar el listado es una labor imprescindible en el camino de la comprensión integral de la brutalidad desatada.

El Lawfare condiciona la vida cotidiana de nuestro país. Hay que tener presente que es un fenómeno que llevó al poder a Mauricio Macri, en una maniobra mediante la cual se logró, por primera vez en la historia, que un individuo ligado al mundo de la mafia internacional, accediera al cargo más alto de un Estado.

La organización criminal enquistada en la justicia federal, está ingresando en un grado de peligroso paroxismo. En ese ámbito, tanto quienes portaron las armas del atentado como sus financistas e ideólogos, son investigados de manera sesgada y deliberadamente desincriminante. En el mismo plan, el procurador interino Casal, en un reclamo patológico, pidió a la Corte Suprema revivir una causa archivada contra la vicepresidenta de la nación. El avance de la prédica violenta de los grupos neofacistas, desde donde se materializó el intento de magnicidio, desafía al gobierno y a toda la comunidad democrática de la región.

Es necesaria una respuesta rápida y proporcional que nos devuelva la agradable sensación de vivir en una sociedad con una justicia donde los desubicados sean los venales.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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