Conectarse con nosotros

NACIONALES

Juicio político a la Corte: Cómo se negociaban fallos con el gobierno de Mauricio Macri

Publicado

el


La comisión de Juicio Político llamó como testigos al operador prófugo Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, al ex ministro de Justicia Germán Garavano y al senador del PRO José Torello para que den explicaciones sobre el fallo del 2×1 con que la Corte buscó beneficiar a represores. La sospecha es que detrás de esa sentencia hubo un acuerdo con los entonces funcionarios que le permitió a la juez Elena Highton continuar en el tribunal pese a haber superado la edad límite. 

Por María Cafferata

Era el chiste fácil apenas se oficializó quiénes serían los testigos de la próxima reunión de la comisión de Juicio Político. «¿Te imaginás si Pepín termina viniendo?», ironizaban les diputades apenas Carolina Gaillard anunció que el prófugo Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, el ex ministro de Justicia Germán Garavano, y el senador del PRO José Torello serían citados para dar explicaciones sobre el fallo del 2×1 que benefició a represores. Y es que, a partir de la semana que viene, se abre una nueva etapa en el juicio político a la Corte Suprema, que comenzará a ahondar -una por una- cada acusación por mal desempeño que pesa sobre los magistrados. La más sensible es la del fallo Muiña: la gran mancha que marcó para siempre la Corte renovada por Mauricio Macri y, por ello, una de las causales más fuertes de la investigación. 

En 2017, apenas un año después del desembarco de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti, la Corte falló a favor de beneficiar al represor del Hospital Posadas Luis Muiña, con una ley aprobada en 1994 que sostenía que la prisión preventiva no podía superar los dos años y que, si se pasaba ese plazo, cada día en prisión se computaría doble. La masividad del repudio en las calles, con movilizaciones multitudinarias en distintos puntos del país, llevó a que el Congreso sancionara a las apuradas una ley que prohibía la aplicación de este beneficio para condenados por delitos de lesa humanidad. Un año después, la Corte volvió a tratar la cuestión del 2×1 ante un planteo del represor Rufino Batalla y terminó fallando en contra -solo Rosenkrantz votó en disidencia-, buscando cerrar así el capítulo del 2×1 a los genocidas que tan mal parados los había dejado. 

Lejos de haberse cerrado, sin embargo, el 2×1 a los genocidas es hoy una de las causales con más peso en el juicio político a los miembros de la Corte. Y no solo por el contenido del fallo -que resulta más difícil de discutir, ya que Juntos por el Cambio se abraza a la premisa de que «no se puede juzgar a un juez por el contenido de su sentencia»-, sino porque visibiliza un punto clave que el oficialismo busca probar en la investigación: que la Corte negociaba y traficaba sus sentencias. En el caso del fallo del 2×1, la lupa está puesta en el voto de Elena Highton, la ex jueza de la Corte que renunció en 2021.

La hipótesis del FdT es que existió una negociación entre el gobierno de Macri -con Pepín Simón y Germán Garavano a la cabeza- y Rosenkrantz para beneficiar a los genocidas a partir de la conmutación de penas. ¿Cómo? A través del voto de Highton, quien en el pasado -puntualmente en el fallo Simón, que declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida- había votado en otra línea y, sin embargo, en 2017 terminó votando a favor de otorgarle el 2×1 a Muiña. El oficialismo sostiene que, a cambio del voto de Highton -que resultó clave, porque Ricardo Lorenzetti y Juan Carlos Maqueda votaron en disidencia-, Garavano no apeló el amparo que la jueza había presentado contra el fallo Schiffrin, el que sostenía que la edad límite para permanecer en la Corte era de 75 años y, por lo tanto, le impedía a ella continuar en su cargo (tenía entonces 74 años). La ex magistrada promovió un recurso de amparo para que le permitieran continuar como jueza y, gracias a que el gobierno de Macri no apeló ese amparo, pudo continuar siendo magistrada tras cumplir los 75. 

El objetivo del FdT, entonces, es probar que hubo una negociación orquestada entre Rosenkrantz -entonces presidente de la Corte- y el gobierno de Macri para liberar represores. Por eso es que el martes 21 serán convocados a comparecer Garavano, Rodríguez Simon y Torello, así como el ex funcionario del Ministerio de Justicia Santiago Otamendi, y el actual subprocurador del Tesoro, Horacio Diez. A su vez, la comisión citará a Juan Sebastián y Federico Morgenstern, de la vocalía de Rosenkrantz. 

Los testigos que generan mayor expectativa en el oficialismo son tres: Garavano, Torello y Pepín Rodríguez Simón, quienes son identificados como los que orquestaron el plan para que pudiera salir el fallo Muiña. Sin embargo, tal como recordaban irónicamente todes les diputades en la reunión de comisión del martes pasado, Pepín se encuentra prófugo de la Justicia hace más de dos años. El operador judicial de Macri está siendo investigado por formar parte de una asociación ilícita que tenía el fin de perseguir a los empresarios Cristóbal López y Fabián De Sousa (propietarios del Grupo Indalo) y desde 2019 se pasea por Uruguay, eludiendo la Justicia, por lo que resulta poco viable que se arriesgue a volver a la Argentina para comparecer ante la comisión de Juicio Político. Gaillard, sin embargo, envió una nota a la Interpol solicitándole información sobre cómo se podía proceder. 

En el caso de Garavano, este confirmó a Página/12 que estaba dispuesto a comparecer pero que no podría hacerlo el martes porque estará de viaje. En diálogo con Radio Rivadavia, sin embargo, apuntó con dureza contra el proceso de juicio político: «Es muy triste en términos de país y en términos institucionales ver cómo se intenta remover o condicionar a la Corte Suprema de Justicia». 

También serán citadas Gladys Cuervo y Zulema Chéster, dos víctimas del terrorismo de Estado en el Hospital Posadas. Luis Muiña había sido parte de la guardia de seguridad que montó un campo de concentración en una de las áreas del Posadas, donde fueron torturados y asesinados trabajadores del centro médico. 


NACIONALES

Una tensión interna que sube de temperatura

Publicado

el


Andrés «Cuervo» Larroque y Mariano Recalde sacaron a la luz las diferencias que atraviesan al peronismo en territorio bonaerense. Las discusiones giran en torno a la reorganización del espacio, las formas de conducción y los niveles de respaldo a la gestión en la Provincia. Puertas adentro ya asoman rispideces por el armado de listas de cara a 2025. El rol de Cristina Kirchner y los desacuerdos en la Legislatura local. 
Matías Ferrari

Por Matías Ferrari

Las asperezas internas que atraviesan al peronismo en territorio bonaerense comenzaron en las últimas horas a salir a la superficie. El primero en jugar fuerte fue el ministro de Desarrollo Social de la Provincia, Andrés “Cuervo” Larroque, para quien “cualquiera que ose murmurar, conspirar o sembrar cuestionamientos extraños” contra Axel Kicillof “está en la joda y no está jugando a favor” del principal partido de oposición. Fue un tiro por elevación al referente de La Cámpora, Máximo Kirchner, que arrastra una relación tensa con el gobernador al menos desde el cierre de listas del año pasado. Rápido de reflejos, el presidente del PJ porteño, Mariano Recalde, uno de los dirigentes más cercanos a Máximo, recogió el guante y sostuvo que “nunca” escuchó “a un compañero del kirchnerismo cuestionando a Axel”. De paso, contraatacó con la misma medicina y disparó que “los que andan en algo raro” son aquellos dirigentes “que cuestionan a Cristina”.

Las diferencias entre ambas terminales vienen de larga data puertas adentro del peronismo bonaerense. Atravesaron todo el primer mandato de Kicillof al frente de la  Provincia, recrudecieron durante el cierre de listas de 2023 –cerca del gobernador creen que debió tener más peso en el armado de candidaturas para la legislatura local– y florecieron con fuerza en las últimas semanas. En La Plata se quejan de la falta de apoyo a la gestión provincial, de cuyo éxito depende, a fin de cuentas, la proyección de Kicillof como posible referente de la oposición a Javier Milei a nivel nacional. También hay un ojo puesto en cierta fricción para lograr acuerdos en la cámara de Diputados local. Desde la agrupación que conduce Máximo, en tanto, reprochan aquella idea de “componer una nueva canción”, que fue entendida como una declaración de intenciones de disputar la conducción interna del kirchnerismo.

Si bien la discusión tiene mucho de perspectivas sobre cómo reorganizar al peronismo en la oposición al gobierno de Milei, de fondo aparece también el clásico tire y afloje por el armado de listas de cara a 2025. A pesar de que el próximo turno electoral asoma bastante lejos en el calendario, en ambas terminales ya empiezan a oler una disputa similar por los lugares en las listas que ya se dió el año pasado. 

Marcar la cancha

En medio de ese berenjenal, Larroque lanzó la primera piedra este fin de semana, durante un acto en la Quinta de San Vicente junto al propio Kicillof y los principales referentes que se encolumnan detrás del gobernador: el ministro de Gobierno bonaerense, Carlos Bianco, el ministro de Trabajo local, Walter Correa, y los intendentes Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada). El encuentro tuvo mucho de liturgia peronista pero también de autoafirmación kirchnerista: la fecha elegida fue el 13 de abril, en conmemoración de la movilización bajo la lluvia a Comodoro Py en defensa de la expresidenta, en tiempos de asedio judicial del macrismo. 

El eje central del discurso de Larroque fueron las fromas de conducción del amplio espectro kircherista, todavía golpeado por la derrota del año pasado. “¿Qué es la conducción de Cristina? ¿Que tres ñatos te manden un WhatsApp?”, disparó desde el escenario, en tono crítico con las formas de articulación política del espacio. “No quiero esa conducción de Cristina, quiero la conducción con movimiento popular», siguió. Los reproches fueron apareciendo, uno tras otro. «Algunos van a morir de sobredosis de estrategia», agregó. También apuntó contra «las mentes iluminadas» que «después no llenan una combi». Munición gruesa. 

Recalde, por su parte, salió a responder. «Las discusiones internas son más saludables que salir a dar un discurso», le espetó. «No es momento de discutir liderazgos», postuló. 

Luego, se dedicó a criticar a quienes cuestionan, según sostuvo, la conducción de CFK. «Yo banco a Cristina todo el tiempo, incluso cuando se equivoca», aseveró Recalde. Desde el Kicillofismo entienden que esa discusión es «una trampa». «No está en tela de juicio la conducción de Cristina, sino la estrategia que nos damos para no volver a frustrarnos electoralmente», afirman. La exvicepresidenta, hasta ahora, no se pronunció sobre el asunto. 

La discusión bonaerense

«No entiendo cuando el Cuervo Larroque dice que hay un compañero que anda en una cosa rara, pensé que hablaba de Guillermo Moreno, que es el que cuestiona a Axel todo el tiempo», ironizó Recalde respecto de los cuestionamientos del kicillofismo al apoyo de La Cámpora a la gestión provincial. 

Las rispideces respecto a lo local, sin embargo, tienen su origen en la Cámara de Diputados bonaerense, donde más marcadas están ambas fracciones, al punto que, según una voz que recorre los pasillos de la legislatura, «a veces es más fácil acordar con los radicales que con algunos que se dicen peronistas». En la legislatura hay algunos temas calientes como las vacantes en la Suprema Corte de Justicia bonaerense, que por ahora están trabados por desacuerdos internos de UP. 

En La Plata creen que no están recibiendo el apoyo necesario para avanzar en una gestión que creen que será cada vez más complicada, a caballo del ahogo financiero al que busca someter a la Provincia el gobierno de Milei y al brutal ajuste sobre los ingresos de la mayoría de los trabajadores. «Hay una crisis inminente, y si no apoyamos al dirigente que gobierna al 40 por ciento de la población del país, quién sabe qué opción podemos construir», sintetizan. 


Seguir leyendo

Más leídas - últimas 48Hs.