INFO. GENERAL
Por primera vez, los gobiernos del mundo se plantan ante los líderes tech

A la suspensión de la red X en Brasil y el enojo de Musk, se suma la detención del CEO de Telegram y la lupa de la Unión Europea sobre TikTok. A contramano, el gobierno argentino sueña con una desregulación salvaje. ¿Qué pasa con los usuarios?

Aunque las regulaciones marchan a ritmo de caracol y los avances tecnológicos imitan a las liebres, los gobiernos del mundo, de a poco, están exhibiendo los primeros intentos de controlar lo que sucede con las redes sociales en sus territorios. A instancias de un juez brasileño apoyado por el presidente Lula, la red X de Elon Musk ya no opera en el país vecino. Pavel Durov, CEO de Telegram, debió pagar una fianza millonaria y no puede salir de Francia, luego de ser detenido y acusado de múltiples delitos. La Unión Europea le pide explicaciones a TikTok sobre cómo esa plataforma debería, a priori, proteger de otra manera el consumo de los niños y adolescentes que más la frecuentan.
A contramano de lo anterior, en cada ocasión que puede, el presidente argentino se muestra sonriente con los magnates tech: vislumbra a partir de este vínculo nuevas oportunidades para el país. Hasta el momento ninguna inversión ha aterrizado en suelo local.
En el medio de la tensión, un debate antiguo reaparece: ¿pesa más la libertad de expresión o el derecho a la información? En Brasil, X fue suspendida por una orden emitida por Alexandre de Moraes, juez del Supremo Tribunal Federal, ya que Musk, aparentemente, incumplía leyes locales. El multimillonario dueño también de Starlink y Tesla se negó a bloquear perfiles difusores de fake news y quitó a la única representante legal de X en Brasil. Lula, a su turno, no perdió oportunidad de opinar: “Solo porque tenga dinero no significa que pueda hacer lo que quiera. Debe aceptar las reglas del país y respetar la decisión de la Corte Suprema”.
Musk alegó: «La libertad de expresión es la piedra angular de la democracia y un pseudojuez no electo en Brasil la está destruyendo con fines políticos». Más allá de la billetera que respalda el discurso del millonario sudafricano, la decisión no es grata para él desde los números, pues Brasil representa el sexto mercado más grande para X, detrás de EE.UU., Japón, India, Indonesia y Reino Unido.
La palabra académica
Agustín Espada, investigador del Conicet en el Centro de Industrias Culturales y Espacio Público de la Universidad Nacional de Quilmes, señala a Página/12 que sucesos como estos marcan un punto de inflexión. “Claramente hay un cambio de posición de muchos Estados de Occidente en relación a la regulación de las plataformas. Desde mi punto de vista, tiene un origen en la llegada al gobierno de Donald Trump y el papel de las redes sociales en esa campaña electoral; un camino que luego siguió Bolsonaro y otros”. El asunto a destacar es que las plataformas, según Espada, buscan ocupar un lugar en la política. “Desde 2022 Elon Musk forma parte de manera abierta en la agenda de la derecha global. Del otro lado, están los políticos tradicionales intentando frenar sus aspiraciones”, comenta.
Natalia Zuazo, especialista en tecnología y política, apunta en la misma línea: “Esta transformación se produce ahora porque hay más entendimiento de cómo funcionan las plataformas. Un ejemplo es el caso de Brasil. El juez De Moraes investigó cómo funcionaban los ‘ejércitos de trolls’ y los comportamientos colectivos de militantes de Bolsonaro. Se trataba de cuentas que con el paso del tiempo continuaban propagando discursos de odio, ataques y violencia en las redes. A partir de esa investigación comenzó a tomar medidas, pero hay que decir que ello llevó una curva de aprendizaje para conocer cómo operan las redes”.
El “Zuckerberg ruso” en la mira
A Pavel Durov lo llaman «el Zuckerberg ruso». El hábil empresario creó Telegram y fue arrestado en Francia la semana pasada. Se lo acusa de presuntos delitos como habilitar el desarrollo de actividades ilegales y criminales en su aplicación como pornografía con niños, acoso cibernético y promoción del terrorismo, resultado de la falta de moderadores. Aunque debía permanecer en prisión, pagó la fianza de 5 millones de euros y salió con la obligación de atestiguar su presencia en una comisaria de Francia dos veces por semana.
El objetivo de Telegram según Durov es “proteger a la ciudadanía de regímenes autoritarios”. Es por ello que ofrece un cifrado que asegura la privacidad de los mensajes, aún de aquellos contenidos que pudieran juzgarse peligrosos para una nación. Su fortaleza, de esta forma, puede convertirse en un riesgo: en la red social que lo tiene como máximo exponente existen investigaciones por lavado de dinero, distribución de imágenes sexuales de niños y variadas formas de crimen organizado. Delincuentes aprovechan las características de la plataforma para intercambiar mensajes sin moderación de ningún tipo.
En sus primeras declaraciones tras lo sucedido, Durov refirió: “Utilizar leyes de la época anterior a los smartphones para acusar a un director general por los delitos cometidos por terceros en la plataforma que gestiona, es un enfoque equivocado”. Y agregó: “Crear tecnología ya es bastante difícil. Ningún innovador construirá nuevas herramientas si sabe que puede ser responsabilizado personalmente por el posible abuso de esas herramientas”.
El caso Tiktok
TikTok corre una suerte parecida: desde comienzos de año está bajo la lupa de la Unión Europea: acusan a sus gestores por la falta de medidas de seguridad para con niños y niñas, sus principales usuarios. Uno de los aspectos es el “pobre control” que ejerce para monitorear la edad de los consumidores de los videos. Y enfrenta cuestionamientos por falta de transparencia y acceso público.
Todavía se recuerda cuando Mark Zuckerberg, de Meta, tuvo que asistir a una audiencia pública en el Congreso de EE.UU. sobre el caso de Cambridge Analytica y el uso de información de 87 millones de usuarios de Facebook para la campaña presidencial de Trump y el referéndum del Brexit. Más allá de los casos puntuales, las milicias digitales que se mueven en el ambiente virtual orientan procesos políticos y no logran ser controladas.
Mecanismos de control y capitalismo de plataformas
Nick Srnicek es un escritor canadiense que visitó Argentina hace poco, distinguido por la UBA como profesor honorario por su aporte a la comprensión del modelo de desarrollo actual. Desde su perspectiva, hoy el capitalismo es un “capitalismo de plataformas”: la economía se mueve al ritmo de las grandes innovaciones digitales que de manera vertiginosa se destacan en el mundo tech, en campos como las redes sociales, la robótica y la IA.
Autores como el historiador israelí Yuval Harari plantean que desde hace tiempo la humanidad asiste a un presente en el que las corporaciones tienen más poder que los Estados. No son todas las corporaciones sino las emergentes, las que se consolidan como plataformas que administran una ingente cantidad de datos. Si esos datos pretendidamente objetivos y desideologizados «sirven» para tomar “buenas” decisiones: ¿no sería posible y deseable prescindir de los tomadores de decisiones, o sea los políticos? La respuesta es el sueño de los empresarios.
Es curioso que con un discurso antipolítica y “anticasta”, el anhelo de Javier Milei sea que su gobierno facilite el desembarco de magnates como Elon Musk para que Argentina se convierta en un “polo de innovaciones”. ¿Qué tienen en común Durov y Musk con el mandatario local? Su discurso libertario y un fuerte rechazo a cualquier forma de control estatal.
Para contrarrestar la embestida de los líderes tech, los Estados ponen en funcionamiento sus herramientas legales. “Habrá que empezar a probar el poder regulatorio de los Estados vía Congreso o Poder Judicial. En general, los líderes tech son acusados de abuso de poder dominante, monopolio, prácticas anticompetitivas; así como también se reclama un poder de policía mayor sobre las plataformas. El meollo de lo que pasa con X en Brasil, Telegram en Francia y TikTok en Europa tiene que ver con eso, con empresarios que no rinden cuentas a los Estados”, detalla Espada. Y remata: “No existe una vida real y una digital. Esa separación no es tal, por lo que en ambos espacios se deben garantizar los derechos de la ciudadanía”.
Más allá de los controles que cada gobierno pueda ejercer de manera individual, el mundo requiere de políticas globales. Una gobernanza global que esté a la altura del desafío y las amenazas que plantean las redes sociales a derechos humanos básicos. Claro que, para ello, primero hay que entender de qué se trata eso que los multimillonarios definen como “progreso”.
INFO. GENERAL
Francisco, el papa latinoamericano para el mundo

Murió a los 88 años. Se proyectó como estadista y líder mundial. Nunca perdió su sencillez, predicó a favor de los pobres y descartados, promovió el diálogo y criticó el modelo económico depredador y excluyente. Los cambios que hizo en la Iglesia y lo que dejó pendiente.
Francisco, el papa latinoamericano que “los cardenales fueron a buscar al fin del mundo” como él mismo lo afirmó, entra en la historia de la Iglesia Católica y de la humanidad como aquella persona que, ejerciendo un liderazgo firme, dentro y fuera de las fronteras institucionales, supo entender los desafíos de la sociedad, desde su lugar ensayó las respuestas a su alcance y, sobre todo, tuvo la capacidad de interpelar a propios y extraños con su mensaje profundamente humano.
De esta manera Jorge Bergoglio logró dejar huella en la vida de muchas personas, también en gran parte de quienes no lo reconocieron como su líder espiritual o religioso. En el escenario de un mundo contemporáneo atravesado por los conflictos y las guerras y, al mismo tiempo, carente de voces y de referentes que iluminen los senderos de la fraternidad entre las personas y los pueblos, Francisco marcó presencia.
Como componente esencial de su misión el Papa predicó y puso en práctica lo que él mismo denominó “la cultura del encuentro”. Porque, como lo escribió en su autobiografía recientemente publicada bajo el título “Esperanza”, “solo quien levanta puentes sabrá avanzar; el que levanta muros acabará apresado por los muros que él mismo ha construido. Ante todo quedará atrapado su corazón”.
Francisco: el hombre común
Se proyectó como estadista y líder mundial, sin perder la sencillez característica de la historia personal de este porteño (“dentro de mi alma me considero un hombre de ciudad”), el mayor de cinco hermanos nacidos todos en el barrio de Floresta en Buenos Aires, y que aún en el Vaticano siguió reconociéndose como “cuervo” por su afición a San Lorenzo. Sin embargo, cuando le anunciaron que en su regreso a la avenida La Plata el nuevo estadio podría llamarse “Papa Francisco” dijo claramente que “la idea no me entusiasma”.
La elección como Papa le cambió la vida a Jorge Bergoglio. Pero una vez convertido en Francisco hizo lo posible por mantener los rasgos de humanidad y de hombre común que hacían que en Buenos Aires, y ya siendo cardenal, siguiera viajando en subte para ir a su despacho en la curia porteña. “Me gusta caminar por la ciudad, en la calle aprendo” decía. Su nueva condición lo obligó a muchas restricciones, pero en lugar de habitar un palacio vaticano eligió vivir en la residencia Santa Marta, una especie de hotel religioso que recibe a obispos y sacerdotes que viajan a Roma por motivos eclesiásticos. Allí trasladó incluso muchas de sus audiencias, sobre todo cuando se encontraba con la gente más cercana por motivos personales o pastorales. Santa Marta fue su casa. Hasta allí le alcanzaron los zapatos “gomicuer” que pidió a sus amigos que le llevaran desde Buenos Aires tras descartar el calzado rojo que usaba su antecesor Benedicto XVI. También desde allí, o desde cualquier lugar del mundo donde estuviera de visita, cada domingo por la noche Francisco cumplía en llamar por teléfono a Buenos Aires a su hermana María Elena, la única sobreviviente de su familia. Ha dicho que no ver a su hermana es de los desprendimientos que más le costó.
Se reconocía como amante de la música y del tango. “La melancolía ha sido compañera una compañera de vida, aunque de manera no constante (…) ha formado parte de mi alma y es un sentimiento que me ha acompañado y que he aprendido a reconocer”.
Desde 1990, a raíz de una promesa religiosa, no volvió a mirar televisión y se mantenía informado por otros medios.
“Plan de gobierno”
La elección de Bergoglio como papa Francisco, que cambió la vida de la Iglesia Católica, también modificó profundamente la manera de relacionarse del catolicismo con la sociedad, en el mundo y en cada país y región.
Ni siquiera los más cercanos, aquellas y aquellos que conocían sus pensamientos y que habían seguido su trayectoria, habrían podido imaginar aquel 13 de marzo de 2013 el «plan de gobierno» que Jorge Bergoglio tenía en su mente cuando fue ungido como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Quizás tampoco había pasado por su cabeza esa posibilidad a pesar de la experiencia acumulada en sus años como superior provincial de los jesuitas en Argentina (1973-1979), en plena dictadura militar, o en su tarea como obispo auxiliar (1992-1998) y luego como arzobispo de Buenos Aires (1998-2013).
No pocos sostienen que la vida de Bergoglio tuvo un vuelco fundamental por su participación en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Aparecida, Brasil, 2007) en la que el entonces arzobispo porteño recibió un baño de ”latinoamericaneidad” en su contacto con sus colegas obispos de la región y, en particular, con los de Brasil. Esto es lo que lo llevó a escribir en sus memorias que “mis raíces son también italianas, pero soy argentino y latinoamericano. En el gran cuerpo de la iglesia universal, donde todos los carismas ‘son una maravillosa riqueza de gracia’, esa iglesia continental tiene unas características de vivacidad especiales, unas notas, colores, matices que también constituyen una riqueza y que los documentos de las grandes asambleas de los episcopados latinoamericanos han manifestado”.
Hasta entonces el “porteño” Bergoglio, como buena parte de los argentinos, se había mantenido distante de América Latina. También en términos eclesiásticos por su cercanía a la “teología de la cultura” que aprendió de su maestro Juan Carlos Scanonne y más alejado de los teólogos de liberación como el peruano Gustavo Gutiérrez o el brasileño Leonardo Boff. Con ambos se encontró y se abrazó después una vez que estuvo en el Vaticano. Bergoglio se hizo latinoamericano en Aparecida. Y con ese bagaje llegó al consistorio que lo eligió Papa.
Pocos días antes de su muerte, la teóloga argentina Emilce Cuda, a quien el Papa llevó a Roma como una de sus más estrechas colaboradoras, fue enfática al señalar que la teología de Franscisco ha sido “la teología” a secas, rescatando las raíces del pensamiento cristiano a lo largo de la historia para ponerla a dialogar con los desafíos de la actualidad de la Iglesia y del mundo.
Referente mundial
El tiempo y sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión. Fue así que su primer viaje político-pastoral lo llevó hasta Lampedusa, para encontrarse con los inmigrantes ilegales expulsados de su territorio que huyen desesperados en busca de la vida. A ellos y al mundo les reafirmó con un gesto de cercanía y solidaridad su prédica en favor de los pobres, los descartados y de sus derechos.
Desde allí, sin abandonar su impronta religiosa, el Papa comenzó a construir su condición de referente mundial más allá de las fronteras de la Iglesia Católica convirtiéndose en interlocutor de jefes de estado, de dirigentes sociales, políticos y culturales. En un mundo con liderazgos en crisis y enfrentando los desafíos de la realidad Francisco eligió el camino del diálogo y del encuentro con los diferentes, desde la realidad de los pobres y reclamando por sus derechos.
Sus ideas quedaron plasmadas en muchos de sus documentos y alocuciones públicas pero sobre todo en las encíclicas Laudato Si (2015), sobre “la casa común”, el cambio climático y el cuidado de los recursos naturales, y Fratelli Tutti (2020) acerca de la amistad y la fraternidad social.
Pero Francisco fue, de muchas maneras, un líder incómodo, para los gobernantes y los poderosos del mundo. En particular por sus llamadas a atender los problemas de sobre explotación de los recursos naturales en desmedro del cuidado de la naturaleza, las críticas de un modelo económico depredador y excluyente y las advertencias sobre el “descarte” que se evidencia en las migraciones masivas, las guerras y la pobreza creciente.
Los pobres y la guerra
En su transitar Francisco se convirtió en vocero de los descartados y los pobres, pero también en aliado de quienes salieron en defensa de los derechos de estas personas y comunidades. Puede decirse que el discurso pronunciado el 9 de julio de 2015 por el Papa ante el auditorio plural de los movimientos sociales reunidos en Cochabamba (Bolivia), cuyo eje fue su proclama de «las tres T» (tierra, techo, trabajo), constituye una suerte de síntesis doctrinal que, en otro tono y con distinto despliegue, Francisco había expresado de manera sistemática y con base teológica en Laudato Sí. Una gran suma que, a contracorriente de las fuerzas del capitalismo mundial, se alzó en favor de los pobres y sus organizaciones, criticó a los poderes hegemónicos y lanzó un llamado a la paz. Una militancia pacifista que Bergoglio apoyó con sus acciones y las del Vaticano en cada lugar de conflicto en cualquier rincón de la tierra. En esta tarea los movimientos sociales fueron elegidos permanentemente como aliados e interlocutores, convocados y sentados a la mesa de las conversaciones con el Papa.
A través de sus acciones Francisco también consolidó su idea de que a las grandes religiones monoteístas del mundo y a sus dirigentes le cabe la responsabilidad de encontrar salidas a la guerra mundial traducida en multitud de conflictos acotados o guerras regionales por disputas territoriales, cuestiones de soberanía, enfrentamientos políticos, étnicos o raciales. “No existe la guerra inteligente; la guerra solo sabe causar miseria; las armas, únicamente muerte” afirmó.
En octubre de 2022 organizó en Roma un gran encuentro de líderes religiosos mundiales por la paz. Pero antes y después se reunió en Irak, con el Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani, líder de la comunidad chií del país, en Ulaanbaatar con once líderes de diferentes confesiones y, más recientemente, en Indonesia junto al iman Nasaruddin Umar visitó el ‘túnel de la Amistad’ que conecta la mezquita Istiqlal con la catedral de Nuestra Señora de la Asunción.
En la propia Iglesia
Hacia el interior de la misma Iglesia Católica el papa Francisco impulsó muchas líneas que conectan directamente con iniciativas inauguradas en el Concilio Vaticano II (1962-1965), impulsadas por el papa Juan XXIII (1958-1963 ) y continuadas por Paulo VI (1963-1978), pero que tuvieron frenos y retrocesos con Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI ( 2005-2013).
De esta manera Bergoglio insistió en la idea de “una iglesia de puertas abiertas” con capacidad de acogida para todas y todos, sin ningún tipo de restricciones, en diálogo con la sociedad y enfrentando los problemas comunes. Esto implicó también reformas profundas en las estructuras eclesiásticas, con más espacios para los laicos y en particular para las mujeres, pero también desde una perspectiva eclesiológica que buscó protagonizar el “sacerdocio común de los fieles” incluso antes que el sacerdocio ministerial.
Con esa intención Francisco propició, a través de los sínodos (universal y regionales) una Iglesia más participativa que puso en crisis el modelo estrictamente jerárquico, piramidal y romano céntrico. Ello trajo aparejado también la decisión de enfrentar los problemas de abusos, la pederastia y la corrupción dentro de la estructura eclesiástica.
Bergoglio acompañó este proceso con reformas de la curia vaticana, recambio de los responsables y nuevos nombramientos para rodearse de figuras de su confianza. También hubo cambios mediante la designación de obispos más jóvenes y cercanos a la perspectiva eclesiológica de Francisco.
Nada de esto ocurrió sin resistencias y enfrentamientos. En el mundo, pero también en la Argentina donde paradójicamente los sectores católicos más conservadores, empresarios y representantes del poder que vieron en Francisco la continuidad de un cardenal Bergoglio, que en su momento y sin considerarlo como del propio palo, nunca les resultó incómodo. Rápidamente se sintieron defraudados por las iniciativas y las propuestas del Papa que acentuó los rasgos más latinoamericanistas del entonces cardenal de Buenos Aires y radicalizó su perspectiva en favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos.
El poder se disgustó con Francisco y no lo disimuló. También los sectores conservadores de Iglesia incluidos algunos obispos se sintieron molestos con Bergoglio, aunque estos últimos se mantuvieron dentro de los márgenes de discreción que impone la propia Iglesia.
A nivel mundial también las intrigas y las conspiraciones fueron en aumento. Integrantes del colegio cardenalicio que habían ido a buscar a un papa latinoamericano y seleccionaron a un argentino porque siendo tal era el «más parecido» a los europeos se sintieron frustrados en sus expectativas.
En más de una oportunidad los sectores más conservadores se rasgaron las vestiduras ante lo que consideraron excesivas concesiones de Bergoglio, tanto en sus mensajes como en su estilo pastoral. Francisco no se inquietó demasiado por ello. Siguió tomando decisiones con conciencia de los problemas que enfrentaba e incluso utilizó la energía y el respaldo que le llegaba desde afuera para dar batallas en el seno de la propia Iglesia.
Siempre apareció convencido de la tarea que debía enfrentar: avanzar y profundizar la reforma de la Iglesia hacia una forma de gobierno y de participación más sinodal, más horizontal y plural que renueve la vida del catolicismo.
Si bien se dieron pasos sustanciales en ese sentido, quizás sea esta la tarea inconclusa que deja Francisco y que quedará en manos quien lo suceda en el pontificado. Una designación que dependerá de una elección incierta y sin candidatos a la vista, aun teniendo en cuenta la profunda renovación que Bergoglio hizo en el colegio cardenalicio que escogerá al nuevo papa.
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