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La bala que no le pegó a Cristina se incrustó en el pueblo

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La debilidad de la investigación judicial después del intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner sumada a la fragil voluntad política que debió impulsarla son antesala del crecimiento de la ultraderecha de la devaluación de la democracia. Ese atentado todavía impune aparece como amenaza mucho más allá de CFK y se completa con los discursos negacionistas del Terrorismo de Estado.
María Pia López

Por María Pia López

Unos días antes, la Policía de la ciudad de Buenos Aires reprimió en los alrededores de Juncal y Uruguay, donde vivía CFK. Ella salió, unas horas después, y habló ante una muchedumbre reunida. En un chat de amigas, apareció el miedo: es un blanco fácil, desde cualquier balcón o ventana se la puede atacar. No fue así. El ataque fue a ras del suelo, en un cuerpo a cuerpo insólito pero que no debía ser difícil de prever. La bala no salió y sin embargo dio en el blanco: porque si no corrió la sangre que esa bala buscaba sí dio en el corazón de una movilización popular, nos aquietó o nos reveló una dimensión de impotencia en nuestra propia acción. Es cierto que nos movilizamos para repudiar y que las calles de la ciudad temblaron entre el alivio de que no hubiera sucedido lo peor y la sensación de que no estábamos en condiciones de evitarlo. Sólo el azar nos había salvado, no la organización. Un milímetro de azar.

Mucho se jugaba en lo que se hiciera después, y mucho se dispendió. La investigación en manos de la corruptela judicial, el acotamiento a quienes aparecían como responsables directos, la no evaluación de la línea política que llevaba, probablemente, a un sector de disputa institucional con casamatas ocultas y prácticas mafistizadas. Apenas se supo, para taparlo rápido, de inversiones inexplicables de un empresario y político macrista. No se investigó lo suficiente y en esa no investigación de algún modo se profundizó la devaluación de la democracia. El relato que se expandió convirtió el hecho en una cuestión policial y a sus agentes en un par de loquitos que se tomaron demasiado literalmente los discursos de odio. Cuando no, la destitución de la realidad de los acontecimientos para considerarlos una farsa o puesta en escena. La falta de investigación judicial fue correlativa a la debilidad de la voluntad política de sostenerla. Quedó sólo en manos de la víctima la necesidad de mantener el proceso judicial abierto y vivo.

Ese acontecimiento y la debilidad de la respuesta están en la antesala del crecimiento amenazante de la ultraderecha en las elecciones. Porque no deja de vincularse a una suerte de relativización de la relevancia de los ataques misóginos a Cristina pero no solo a ella. Cuando crece la ultraderecha no dejamos de escuchar que en parte se debe a la agenda feminista, y quienes lo dicen corren a meter bajo la alfombra nuestras demandas y discursos para que no sigan alimentando monstruos. Sin embargo, dejan inadvertido que si el voto al mileísmo crece mucho más entre jóvenes varones que entre mujeres, es posible que eso se deba a la huella de la experiencia feminista en esas pibas.

Son tiempos de revancha. Sobre Cristina se arrojaron de modo sacrificial. Pero lo hicieron para advertir y amenazar por doquier. Poner en juego la idea de aniquilación, que estaba circulando como palabra. Cuando la imagen, repetida al infinito, de esa mano que alza un arma, se impregna en nuestras retinas, todxs somos Cristina. Estamos bajo amenaza. Que siempre es la de la reanudación de las tareas inconclusas del terrorismo de Estado. Ella, de hecho, se reconoce como parte de una “generación diezmada”, así como Néstor se pensaba “hijo de las madres y abuelas de Plaza de Mayo”. Cuando el arma se levanta, en la mira hay alguien que sobrevivió. También quienes nos reconocemos parte, afectiva y políticamente, de esa trama. En las urnas se vota qué hacer con ese palimpsesto que es nuestro pasado, qué hacer con los crímenes, qué hacer con nuestras memorias militantes, qué hacer, también, con ese crimen tan reciente y con la justicia aún pendiente. 


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Pasar el verano: el panorama de los precios

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Los anuncios de eliminación de controles de precios ya aceleraron la dinámica inflacionaria, que se mueve por expectativas.

Por Mara Pedrazzoli

La liberación de precios que plantea el próximo gobierno de Javier Milei «va a ser en contra del consumidor”, aseguran las asociaciones de defensa de los usuarios. La lista es extensa, desde el tipo de cambio, cuyo aumento impactará sobre todos los demás precios, hasta los acuerdos en la canasta de consumo masivo, medicamentos, medicina prepaga, servicios domiciliarios y boletos de transporte. Todos esos gastos, que están en la primera línea del consumo de los hogares, serán cada vez más caros. De hecho, el presidente electo vaticinó una inflación en aumento en los próximos meses. Página/12 consultó la visión al respecto de las entidades de defensa del consumidor.

Como pequeña muestra de lo que podría venir, la primera semana luego del balotaje presidencial las grandes cadenas de supermercados recibieron aumentos de hasta un 50 por ciento en las listas de proveedores, mientras que en la segunda semana las subas superaron el 100 por ciento. Las grandes proveedoras alimenticias suspendieron la entrega de mercadería porque los acuerdos de precios serán discontinuados y hay faltantes en las góndolas. En noviembre, la inflación en la Ciudad de Buenos Aires subió al 11,9 por ciento y llega al 160,6 por ciento interanual.

«En las últimas semanas se está viendo cómo en algunos hipermercados de zonas medias la gente estaba haciendo compras exorbitantes, e inclusive en mayoristas, para acaparar porque saben que los precios se van a ir a las nubes, esto es demostrativo de lo que va a pasar después del 10, la liberación va a ser en contra del consumidor», aseguró el titular de la Asociación de Defensa de Derechos de Usuarios y Consumidores (Adduc), Osvaldo Bassano.

«En estas últimas dos semanas, lo normal ha sido una remarcación furiosa, se puede ver el ámbito especulativo porque hay dispersión de precios«, agregó. Además señaló que «han empezado a faltar en las góndolas algunos productos, notamos en los barrios la falta de algunos productos muy específicos, y en las góndolas de los hipermercados algunas grandes marcas que tienen acuerdos con el gobierno también han desaparecido: hay retención de los productos para después del 10 de diciembre».

Falta de competencia

“Tenemos un sistema de precios libres, con algunos precios acordados, otros regulados y tenemos los servicios públicos. Los precios libres están en alza. Los precios acordados (o Precios Justos) van a desaparecer porque no habrá más controles sobre esos precios, que hoy están casi 40 por ciento más baratos que en comercios sin regular. Cada empresario pondrá el precio que le conviene, eso en teoría lleva a la baja de los precios por la competencia, pero en la práctica conduce a un alza, donde el que no puede comprar, no compra”, aseguró Claudio Boada, presidente de la Unión de Usuarios y Consumidores, en diálogo con este diario.

“En cuanto a los precios regulados, el aumento en las prepagas va en contra del marco regulatorio vigente, que deberá modificarse. Cada prepaga pondrá entonces el precio que quiera y de la competencia surgirá un valor, el cual irá en alza porque existen seis grandes jugadores que actúan en común de forma cartelizada, y un mercado de usuarios cautivos. Además, a ningún usuario del sistema de salud le gusta cambiar de compañía prepaga cada dos meses en función de los precios”, sostuvo Boada. También desde Adduc observaron que «están anunciando que van a liberar las cuotas», lo cual «está en contra de dos normativas: una es ley de medicina prepaga y la segunda es la Constitución Nacional.

Por su parte, Pedro Bussetti, presidente de Defensa de Usuarios y Consumidores (Deuco) señaló respecto de los precios regulados que “el anuncio de quita de subsidios económicos para reducir el déficit fiscal implicará aumentos en las tarifas de servicios domiciliarios (luz, gas y agua). A esto se suma la eliminación del beneficio de los medicamentos gratuitos para jubilados del PAMI y aumentos en los boletos de colectivo y de tren. Todo esto tendrá un efecto notable sobre los precios».

“Los alimentos, medicamentos y artículos de limpieza venían subiendo en noviembre y siguen aumentando en diciembre porque el gobierno evidentemente ya no tiene ningún control sobre ellos”, indicó Bussetti. “Tuvimos una carrera de precios hasta 2020, con acuerdos de precios que funcionaban y una inflación cerrando en un 36 por ciento anual, y otra dinámica hasta el presente, donde los acuerdos funcionaron más deficientemente y la inflación cerrará en torno al 160 por ciento”, agregó.

En el último relevamiento de Precios Justos que hizo Deuco en La Matanza, se encontró un cumplimiento de apenas el 25 por ciento: “de 38 marcas de aceite, 53 de harina y 18 de yerba que tiene el programa, no había ninguna”. “El cierre de la Secretaría de Comercio en su área de control de precios está indicando que a partir del 10 de diciembre los sectores altamente concentrados, en monopolios y oligopolios que manejan la economía, impulsarán una fuerte suba de precios”, indica la entidad.


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