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El pasaje de pandemia a endemia

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La «nueva normalidad», la supuesta «vieja normalidad» y los intentos de volver a ser quien se era. Los registros y las demandas en el mundo pospandémico.

La ministra Carla Vizzotti está, junto a otros especialistas y epidemiólogos, sosteniendo el futuro del pasaje de la covid de una pandemia a una endemia. ¿Qué significa este pasaje sostenido en pleno momento del tiempo desaforado de contagios de la cepa Ómicron? Significa que el virus seguirá circulando por la población de manera continua pero será parecido a lo que ocurre con el virus de la gripe. Tendremos que vacunarnos y esperar altas y bajas de la marea de contagios pero con mucho menor nivel de hospitalizaciones y fallecimientos. Volveremos a una nueva normalidad que se perdió durante casi dos años. ¿Así será el mundo pospandemia? Un esperado panorama endémico pero que nos permitirá concretar ese deseo, hoy por hoy, algo extraño, volver a la normalidad, y –lo más difícil– acoplar un tiempo anterior a un tiempo actual que demuestre finalmente la llegada del aterrorizante y fascinante siglo XXI.

La llamaremos “nueva normalidad” como si hubiera una vieja normalidad, como si hubiéramos tenido alguna vez una normalidad. Volverán las golondrinas a surcar el firmamento como a presentarse el poder de la normalidad. Quisiéramos que se despertara Foucault para que nos ayudara a desnudar el presente, en un momento donde se está vistiendo ante nuestros ojos.

El final de esta pandemia sería el retorno a una normalidad “tranquilizadoramente endémica”. Podremos volver a tomar una cerveza en el bar de la esquina o salir a los lugares acostumbrados, volver a caminar las diez cuadras a la redonda o los lugares que construyen nuestra cotidianeidad. Criticábamos a la cotidianeidad pero cuando se conmovió, un dejo de melancolía y mucho más que eso de “aterramiento” nos recorrió el pescuezo.

La nueva normalidad, la que está llegando, no será algo que se presente en tal fecha sino la comprobación lenta pero inexorable de que podemos intentar ser quienes éramos. Al final, no se produjo la esperable “comunalización” de la tierra sino la entronización del planeta que lo sustituyó. Cada época de la historia se puede contar, dicen los historiadores, a partir de una paradoja. Si la moderna era la duda y la certidumbre del propio pensamiento en ese no hacer pie, el tiempo de la endemia será la paradoja entre mundo y planeta, el mundo donde los cuerpos deberán seguir con algún tipo de restricción de movilidad, al mismo tiempo que estará abierto el planeta para los miles de perfiles y avatares que quintuplicarán a la población mundial y se embarcarán en viajes infinitos por la nube donde lo único que se necesita será electricidad, un router inalámbrico y por supuesto, un celular injertado a nuestras manos.

La nueva normalidad, esperada, no nos ahorrará esa “pequeña” tensión, propia de la paradoja, esa contractura topológica, por un lado el ladrillo cúbico, opaco y resistente del que hablaba magistralmente Cortázar en torno a la cotidianeidad, y por otro lado, las autopistas del infinito que recorren el planeta más rápido que la velocidad de la luz.

La nueva normalidad será una revuelta, en nuestro estómago; la primera vuelta será gratis, en la segunda pasarán cosas, veremos las grietas, las enormes diferencias que se han profundizado entre unos y otros, quisiéramos cerrarlas y asegurarnos que cada objeto tiene el lugar esperado para alojar nuestras acciones pero no encontraremos las mismas caras que nos orienten, lo veíamos antes; luego del terremoto y el cataclismo, nadie quedó en lugares parecidos a los que estaba antes.

La normalidad, que bello objeto epistemológico para analizar. Y no es que seamos retorcidos ni academicistas sino que ese constructo tiene, al menos, tres acepciones diferentes y lo peor es que, al igual que esas figuras de la Gestalt, si enfocamos una dimensión perdemos las otras dos, como en un juego en el que siempre se pierde (porque nunca se tuvo) una comprensión terminada y acabada.

¿Qué ves ahora: la norma, lo normal o lo continuo? La norma son los usos y costumbres tranquilizadoras, la moral, lo aceptado para cada grupo humano, lo editado y aceitado. Lo normal nos hostiga, siempre armando quilombo, separaciones entre dos bandos y en el medio una frontera difusa pero bien delimitada, las más clásicas: lo normal y lo patológico, lo normal y la debilidad mental, lo normal y la locura. Lo continuo es el paso del tiempo, lo que no se deja ver sino en esta forma parsimoniosa, casi indiferente, que nos araña lentamente el cuerpo dejándonos siempre diferentes al segundo anterior. Lo continuo nunca cambia porque nunca se mantuvo quieto. Es eso. Lacan lo llama lo Real. Un fierro caliente que te corta las manos, algo que te marca el cuerpo rastrillando la carne.

El tiempo en su triple registro: imaginario, simbólico y real. Freud tuvo que pensar a la realidad como una cuarta y difícilmente ubicable instancia psíquica y la pensó como algo que el sujeto debe probar/se: la prueba de realidad demuestra que el objeto debe reencontrase, que todo encuentro es un reencuentro y que finalmente somos alguien para otro.

La nueva normalidad endémica será la de una triple demanda; la primera: queremos reconocernos luego de la pandemia, volver a vernos la cara sin barbijo y que no hayamos enloquecido tanto, y que el tiempo vuelva a sernos tan indiferente hasta el punto de decir que lo estamos disfrutando. Es el pedido que le hacemos a la realidad, el pedido a no se sabe quién, de volver a recostarnos en los signos tranquilizadores de que contagiarnos la covid será tan esperable como una gripe invernal. Volver a la rutina de no tomar cartas en el asunto salvo alguna vacuna, volver a tener esa sensación de que estamos parados en la proyección del futuro pero, aunque lo intentemos y se vuelva ese ese tiempo endémico no perderemos esta sensación de que ha acontecido un cambio de época, de que no hay vuelta atrás. Es el acontecimiento del comienzo inapelable del siglo XXI y que en este nacimiento no hubo ni hay normalidad posible.


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En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

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La oposición tiene los números para hacer cambios en particular. La Rosada ya dice que ningún capítulo es de vida o muerte.

En la Cámara de Diputados creen que la ley ómnibus se terminará aprobando la semana que viene pero que luego caerá sin atenuantes en el Senado.

La Cámara alta nunca trató la ley ni en comisión porque no pasó el filtro de Diputados. Allí el terreno es mucho más complejo para el gobierno, como quedó demostrado con el DNU que cayó por amplia mayoría.

Los senadores se quieren cobrar los insultos incesantes de Milei, que la semana pasada los graficó como ratas luego de que se aumentaran el sueldo. «Están decididos a destruir la ley».

En Diputados tampoco el Gobierno tiene un camino recto. Si bien ya asoman los números de la mayoría para la votación en general, que ya se habían conseguido el 2 de febrero en la primera versión de la ley, la votación en particular puede sufrir cambios.

Así como sucedió con la privatización del Banco Nación, que fue sacada de la ley en las últimas horas, capítulos como el de lavado pueden sufrir cambios en el recinto, más allá de los acuerdos con los que llega el oficialismo al día de la votación.

En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

Cuando entra un negativo, como se dice en la jerga parlamentaria al momento en que se voltea un artículo de la ley en tratamiento, la votación se «espiraliza». Esto quiere decir que los diputados se envalentonan contra el Gobierno y buscan más cambios, tal como sucedió en la votación en particular de la primera ley ómnibus, lo que la llevó al naufragio.

En ese momento quien debe tener la muñeca para negociar es el presidente de la Cámara, ayudado por sus operadores de recinto. Cuando Emilio Monzó era titular de Diputados, su operador era Nicolás Massot. Sergio Massa tenía a Cecilia Moreau y Paula Penacca. Los operadores de recinto son los que recorren las bancas durante la sesión para evitar sorpresas.

El Gobierno tiene un problema grande con eso. No tiene operadores de recinto, con un bloque balcanizado tras la salida de Oscar Zago. Y en especial, Martín Menem no demostró la experiencia para manejar la sesión cuando se la complican.

En Diputados creen que la ley ómnibus se aprueba la semana que viene pero que los senadores la van a hundir

Y los números que tiene el gobierno en Diputados anticipan que la votación en particular se va a complicar. La oposición podría juntar 126 diputados, que no alcanzan para dar quórum pero sí para voltear artículos o la ley entera una vez que comienza la sesión. Es que cuando ya se consiguió el quórum, la mayoría se calcula respecto de los diputados presentes. Como siempre faltan diputados que se enferman o viajan, con 126 diputados la oposición puede tener mayoría.

A ese número llegan con los 99 diputados de Unión por la Patria, más 5 de izquierda, 2 santacruceños, 11 radicales de Facundo Manes y Emiliano Yacobitti, y hasta 11 del bloque de Miguel Pichetto.

‘La ley es un monstruo sin cabeza que va caminando por el Congreso’, dicen los diputados que la quieren votar para sacársela de encima. El clima es de hastío por el proceso de cuatro meses que se tornó insoportable.

La bancada de Pichetto puede ir mutando en cantidad de votos negativos de acuerdo a cada artículo en particular. Los dos socialistas, Esteban Paulón y Mónica Fein, están muy enfrentados al Gobierno. Juan Brugge y Natalia de la Sota responden a Massa. Los seis lilitos no quieren votar las facultades delegadas y Margarita Stolbizer firmó un dictamen aparte con los socialistas.

Además se suman 8 diputados de Innovación Federal que buscarán introducir el capítulo del tabaco que el Gobierno quitó de la ley. «Si no lo logran quizás hagan una maldad», explicaron a LPO fuentes parlamentarias.

Como si no bastara con lo fino del cálculo, el Gobierno, que dejó como interlocutor al vicejefe de gabinete, José Rolandi, no reclama ningún punto como indispensable.

«La ley es un monstruo sin cabeza que va caminando por el Congreso», dicen los diputados que la quieren votar para sacársela de encima. El clima es de hastío por el proceso de cuatro meses que se tornó insoportable.

La bronca de los diputados no es sólo con la Rosada sino también con los gobernadores: creen que se borraron y no dieron la cara en las últimas semanas previas al tratamiento de la ley. El bloque libertario, en tanto, ni participa de las reuniones en las que se negocian los pedazos de la ley. 


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