NACIONALES
Amor de Primavera

Por César Pucheta
Ya no sucede con tanta naturalidad, pero hubo un tiempo en cada 21 de septiembre, las radios argentinas inundaban sus programaciones con temas referidos a la primavera. Es posible que hoy vuelva a suceder.
Sobre todo durante mediados de los noventa, una obra de esas que formaron el primer cancionero del rock argentino se ubicaba entre las preferidas de programadores y musicalizadores. Se llamaba, se llama, “Amor de Primavera” y tiene como protagonista a un bonaerense, José Alberto Iglesias, que a pesar de sus varios apodos, pasó a la historia como Tanguito.
El boom de la película “Tango Feroz. La leyenda de Tanguito”, la controversial pero exitosísima ópera prima de Marcelo Piñeyro, había empujado una revisión general de los primeros años del rock en nuestro país y también generado un fenómeno comercial que incluyó la reedición de varios discos de la mano de la masificación del CD. En la banda sonora de esa película, «Amor de Primavera» irrumpe, con arreglos y producción de David Lebón, en la voz de Ulises Butrón. Gustavo Giles toca el bajo, Mario Parmisano los teclados y Christian Judurcha la batería. El fragmento de la película protagonizada por Fernán Mirán y Cecilia Dopazo sirvió, incluso, como videoclip, lo que convirtió al tema en una pieza importante a la hora de la difusión.
Puede que esa sea la versión con sonido más “moderno”, por su calidad técnica fruto de los avances de los años y las tecnologías utilizadas para las grabaciones. Sin embargo, no es el registro más cercano en el tiempo, ya que Luis Alberto Spinetta la incluyó en el concierto de Las Bandas Eternas, realizado en el Estadio de Vélez Sarfield en diciembre de 2009, y luego la publicó en el registro oficial de esa noche celebratoria. Lo acompañaron sus ex compañeros de Invisible, Carlos Alberto “Machi” Ruffino y Héctor “Pomo” Lorenzo, y Lito Epumer.
“Un amor de primavera que anda dando vueltas” era una frase que ya había quedado registrada en la voz de Spinetta en dos oportunidades. La primera fue con Invisible, en un sencillo que sirvió de puente entre los discos «Durazno Sangrando«, de 1975; y “El jardín de los presentes”, de 1976.
La canción aparecería nuevamente en el primer disco en vivo grabado en la carrera solista de Spinetta, registrado durante los conciertos que el músico brindó en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires en agosto de 1990. Esta es otra de las versiones más radiadas del tema, que se fue imponiendo con el paso del tiempo a las anteriores, y una de las que contiene los arreglos más originales; además de ser ejecutada con maestría por el seleccionado de músicos que acompañó a Spinetta en aquellos conciertos: Guillermo Arrom, Juan Carlos «Mono» Fontana, Claudio Cardone, Javier Malosetti y Marcelo Novati.
«Amor de Primavera» era una canción surgida en 1967, en medio del naufragio de los primeros hacedores del rock argentino. La letra es de Hernán Pujó, hermano de Pedro Pujó, uno de los fundadores del sello Mandioca, que un día le mostró la letra a Tanguito, que le puso música, la empezó a cantar y se la adueño. De hecho, en la versión “oficial”, la que aparece en el disco “Tango” que el sello Talent lanzó en 1973 con grabaciones que se realizaron en los estudios TNT tres años antes, el tema aparece firmado por Ramses, el nombre que Tanguito utilizaba para sellar la autoría de sus obras.
“Yo soy Ramses” es justamente el título del último material que aparece en la historia discográfica del músico. Se trata de un puñado de grabaciones caseras que Tanguito le había dado a Osmar Pizzurno, que a finales de los sesenta era el director artístico de la RCA Víctor, el sello que lanzó su primer y único simple, que contenía las canciones “La princesa dorada”, del lado A; y “El hombre restante”, del lado B. Salió editado por un sello independiente en el año 2009 y posiblemente allí aparezca la versión más primigenia del tema que contenía una línea maravillosa que decía “Abre el barril de lluvia/ Toma una copa/ y el hombre de cristal/ volverá a vibrar”. En los créditos de ese disco, ya aparece el nombre de Pujó, que se inscribió finalmente en SADAIC a comienzos de la década del 90.
Víctor Pintos es un periodista nacido en Olavarría que a comienzos de la década del ochenta fue convocado por Roberto Pettinato para trabajar en la revista Expreso Imaginario. Cuando le ofrecieron comenzar a formar parte del plantel estable de esa emblemática publicación que se editó en la Argentina entre 1976 y 1982, lo primero que propuso fue “hacer una investigación grande sobre Tanguito”. Allí comenzó un trabajo casi arqueológico que iba a coronarse con la publicación del libro “Tanguito. La verdadera historia”, en 1993, pero que tuvo un primer avance en abril de 1982. Con el inicio de la Guerra de Malvinas como telón de fondo, la edición 62 de la Expreso Imaginario puso en tapa un primer perfil periodístico sobre Tanguito, a casi diez años de su muerte. Allí, aparecen los primeros datos sobre José Alberto Iglesias, el hombre nacido el 16 de setiembre de 1945 en el Hospital de San Martín.
“Sus padres, José Iglesias, feriante en un puesto de mercería en Caseros y Juana Iglesias, por ese entonces vivían en San Martín. Después estuvieron en Santos Lugares y cuando José estaba por empezar la escuela primaria y llegaba la hija, Carmen, única hermana de Tango, fueron a vivir en la casa de Bahía Blanca y Puán, en Caseros”, dice aquella nota que le empezó a poner datos, contextos, calles y nombres a la leyenda.
Tras ese periplo bonaerense hacia el sur, José hizo la escuela primaria en el Colegio La Merced de Caseros y comenzó la secundaria en el Colegio Industrial de San Martín, aunque iba a durar poco tiempo. Tuvo un paso por el Jardín Botánico, pero esa experiencia también fue efímera. Él quería ser músico y cantar sus canciones. A los 16 años ya se había sumado a la banda con la que tuvo sus primeras experiencias en los escenarios y las grabadoras de la época: Los Dukes, de Mataderos.
Lo que sigue es parte de la historia más rica del anecdotario iniciático de los hombres y mujeres que inventaron el rock en nuestro país. Tanguito, tan sensible y rebelde como errático, murió 19 de mayo de 1972, a los 26 años.
En uno de los números de la Revista Pelo aparecidos durante el primer semestre de ese 1972, se da cuenta del hecho con una nota corta aparecida en la sección en la que se resumen las noticias del mes. Se supone, que se trata de mayo, aunque también podría ser junio. “La desaparición”, titula el destacado del número 27 de quizás la única publicación que, en ese momento, podía llegar interpelar al público que había escuchado alguna vez la música de esa especie de personaje mitológico cuyo nombre empezaba a elevarse al altar sagrado de la historiografía oficial del rock argentino.
Aquella nota, como se suele decir 50 años más tarde, envejeció mal:
“No sabemos si fue exactamente este mes, pero lo cierto es que en estos días murió Tanguito uno de los iniciadores del rock local en la época de La Cueva y compositor de La Balsa conjuntamente con Litto. Desde hace años consumido y estupidizado por las drogas pasaba la mayor parte de su tiempo encarcelado por traficar, y esas cosas a las que se suele llegar cuando no se es uno. Su probable talento musical también ha desaparecido y sus amigos sentían por él una mezcla de melancolía y piedad. Ahora que está muerto hacen recitales en su ‘homenaje’ (¡qué chantas!). Tanguito murió en las vías del ferrocarril.”
NACIONALES
El día después de mañana


En el fondo, bien en el fondo, casi lo único que hizo Javier Milei este mediodía fue reiterar las frases hechas, tecnocráticas y de aspiración filosófica, que viene recitando hace años en los medios que lo promovieron. No hubo detalles -tampoco cabía esperarlos- del shock bestial que refirió. Eso queda para este lunes, y la semana, en los anuncios del Caputazo.
Las diferencias fueron el marco escenográfico, con una cantidad de público que le aguantó los trapos cubriendo hasta la mitad y poco más la plaza del Congreso. Y, claro está, que ahora es Presidente. No un desencajado televisivo.
Los aspectos anecdóticos son precisamente eso. Haber despreciado a la Asamblea Legislativa sin dirigirle un saludo. Su lectura patética, plagada de furcios y sin la más mínima empatía con la gente que, como señaló un colega, se juntó para escuchar que la inflación y la pobreza se arreglan con más inflación y más pobreza. Hablar de “roll over” y de porcentajes del PBI frente a una multitud: la que estaba y los millones que veían desde sus casas. Insistir con que Argentina es “un baño de sangre” y agregarle que “el que corta, no cobra”. ¿Represión y chau, Milei? ¿O “negociemos”? Más cien años de colectivismo destructor: volvamos al siglo XIX, y con toda la furia al XX pero antes del sufragio universal. Sarmiento y Roca, así dijo el Presidente, en una apelación que no debería subestimarse porque sintoniza -o algo así- con la vocación de libertad emprendedurista de sus votantes.
¿O no? ¿O será eso de que la brutalidad del ajuste vale mientras sea contra un “otro” que no soy yo? De paso: Milei no mencionó la palabra “casta” en ningún pasaje de su discurso.
Sólo la muñeca política del macrimileísmo -o menemismo 2.0, como algunos prefieren llamarle- determinará si lo que asumió hoy es efectivamente el gobierno más débil desde la recuperación democrática.
En las percepciones y números fríos, sin duda lo es.
Yendo en orden cronológico, Milei saltó a los primeros planos de la política, a velocidad de récord, desde el panelismo y las entrevistas televisivas (a más o antes que las redes, lo cual es una polémica no del todo saldada y que hoy, quizás, ya carece de mayor sentido).
Su ascenso meteórico trajo, además, dos novedades que permanecen. Y que siguen invitando a descartar varios o todos los manuales.
La primera es el crecimiento exclusivo alrededor de su única figura. Jamás construyó siquiera un atisbo de partido o estructura. Esto llegó hasta el punto de que su rotundo fracaso en las elecciones provinciales, absolutamente todas, precipitara el apuro de “la cátedra” para diagnosticar que apenas se trataba de un fenómeno mediático y porteño. Humo.
La segunda novedad, empalmada con la anterior, es su ausencia casi completa de territorialidad física.
Hay una inmensa mayoría de provincias, ciudades y zonas que Milei ni apenas pisó, incluso en las rectas finales de primera y segunda vuelta. Siempre se afirmó, en coincidencia prácticamente unánime, que toda fuerza política debía asentarse sobre tres pilares: proyecto, liderazgo y territorio. El tercero sería susceptible de ser anulado, a menos que se lo mude a territorialidad tecnológica, virtual, digital o símiles. Definir eso con precisión puede ser atrapante para la escena semiótica pero, en cualquier caso, queda por detrás de que el contacto físico directo y la organización de aparatos penetrantes ya no son garantía de nada. De hecho, se acumularon montones de campañas en que la fortaleza presencial, los actos de masas, la relación estrecha entre candidatos y pueblo, se han esfumado.
Milei arribó al trance decisivo de las elecciones sin otra expectativa que la revelada por él mismo: alcanzar un piso alrededor del 20 por ciento de los votos, y sentirse definitivamente entre las fuerzas del cielo si lograba superar ese volumen en 3 o 4 puntos como mucho.
Si lo que sucedió desde las Primarias lo asombra a él en primer lugar, o si se confesó corriendo muy de atrás por razones de táctica comunicacional, es una discusión estéril.
Lo concreto es que, como quiera que sea, de ninguna manera se preparó para gobernar. Sólo a un desquiciado analítico puede ocurrírsele que se entrena para esa función alguien que eliminó contar con gobernadores, intendentes, esqueleto básico de parlamentarios, preparación para los debates y la lista continúa.
Milei, excepto por el apoyo de sus periodistas gurkas (en el último tramo, porque previo a eso eran “los ensobrados”), dispuso de dos potencias que se confirmaron o descubrieron tan grandes como irreversibles.
Una, la bronca contra la inflación monstruosa en retroalimento con el espíritu gorila tradicional, fijo, alto, muy alto, que se corta las manos antes de votar algo que aun de lejos huela a peronismo. La otra, lo numéricamente auténtico de la base mileísta, es ese 30 por ciento capaz de haber comprado que habría una motosierra contra la casta y que pasaría a cobrar sus sueldos en dólares. Se aceptan refutes de quienes lo consideren una reducción simplota.
Frente a la imposibilidad de armar un Gobierno por su cuenta y por fuera de las frívolas polémicas y operetas en torno a resentimientos personales, Milei debió recurrir al macrismo para llenar casilleros y ni así le es suficiente.
Llega a su mandato con enormes problemas de administración operativa en el Estado. Debe apelar a que en primeras, segundas y terceras líneas subsistan nombres del gobierno que se fue. Le da una mano el cordobesismo, cubriéndole cargos y cajas varias, pero no basta. Y en el Congreso nunca se ha visto fragmentación semejante, ex cambiemitas incluidos o a la cabeza. El símbolo de la Legislatura bonaerense tal vez sea insuperable: La Libertad Avanza tiene 16 miembros y, antes de empezar, ya se rompieron en cuatro bloques, con dos unipersonales.
Es este escenario, junto con las marchas y contramarchas acerca de cómo gestionar el tamaño del ajuste, lo que permite inferir la debilidad inédita de Milei & Cía. Pero las cuentas políticas no se sacan de ese modo.
Néstor Kirchner asumió con casi más desocupados que votantes y produjo una anomalía progresista impactante. Se trataba de un pingüino más bien desconocido y las comparaciones no valen en cuanto a orientación ideológica siendo que, encima, Kirchner era un animal político. Supo articular de entrada con la realidad, y nunca con el mesianismo. Milei está empezando a aterrizar y habrá que ver cómo se las arregla pero, para volver a la cuestión: debilidad inicial no significa necesariamente que chocará de manera inevitable a las primeras de cambio.
A mediano y largo aliento sí no hay incertidumbre. O no debería haberla.
Devaluación; “ordenamiento fiscal” contra los que menos tienen; toma de nueva deuda para reciclar la existente; achique del Estado como regulador de los desequilibrios sociales; tipo de cambio “sincerado”; congelamientos salariales y de la obra pública; emisión reducida hasta límites de irresponsabilidad institucional en todo mecanismo regulatorio del “mercado”, terminan inexorablemente en una catástrofe. No es un pronóstico. Es lo que, con sus variantes secundarias, aconteció con Martínez de Hoz, con Menem y con Macri.
Por tanto, estamos hablando de la velocidad de los plazos.
El envión del ganador y los amigos del campeón son un efluvio, que por cierto no impedirá los negocios que implementarán mientras les dure. Toto Caputo, para no abundar, será un perverso que nos endeudó hasta por cien años, pero no por eso deja de ser un maestro de la timba financiera en beneficio de los suyos.
La pregunta renovadísima es si el nuevo Presidente, en un país con inclinación total al presidencialismo, tendrá estatura política para satisfacer al combo que lo llevó hasta acá. Ese combo que abarca sectores de debajo de la pirámide y clase media que se tiró una cana al aire. Y en medio de una escalada de precios, a especulación pura, que tiene límites imprecisos en cuanto a la capacidad de aguante.
Disculpas por la siguiente obviedad, reiterada a derecha e izquierda.
Con gritos, insultos, eslóganes, auto-referencias de personaje disruptivo y aprovechamiento de la bronca se pueden ganar elecciones.
Gobernar es otra cosa y hoy debutó dejar atrás la adolescencia.
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