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Por ahora, la interna del PJ se define con votos

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El rol de Gildo Insfrán en la postulación de Cristina para conducir el peronismo. Quintela afirmó que el PJ tiene que debatir «y si tiene que competir se tiene que competir».

Por María Cafferata

Volvió el operativo clamor «Cristina presidenta», ahora en forma de presidencia del PJ. Frente a un peronismo fragmentado y magullado por la guerra fratricida entre Máximo Kirchner y Axel Kicillof, Cristina Fernández de Kirchner amaga, así, con aceptar un cargo que nunca dijo querer: la conducción oficial del partido. Quienes la conocen aseguran que «está con ganas», pero la confirmación se hace desear, a la espera de que terminen de ordenarse las fichas que faltan. Como la de Ricardo Quintela, el único candidato declarado para presidir el PJ hasta hace unas horas. El riojano fue el único gobernador que opinó, hasta ahora, sobre la candidatura de CFK y, yendo a contramano de lo que se esperaba de él, anunció que no, que de ninguna manera bajaba su candidatura. «El peronismo tiene que debatir, y si tiene que competir tiene que competir», proclamó.

No era la primera vez que la propuesta llegaba a los oídos de la expresidenta, pero esta vez fue distinto. En los últimos meses, mientras Ricardo Quintela recorría el país sumando avales para su candidatura, CFK se dedicó a ensayar propuestas alternativas desde las oficinas del Instituto Patria. Ninguna, sin embargo, alcanzaba mucho vuelo: ni Wado de Pedro, ni Lucía Corpacci, ni Sergio Uñac. No quería a Quintela porque, argumentaba, el presidente del PJ no podía ser un gobernador. «El peronismo tiene que ser el partido de la oposición y ejercer esa oposición todos los días, y los gobernadores necesitan pedir cosas», explicaba un dirigente del círculo íntimo. Mientras tanto, el gobernador formoseño, Gildo Insfrán, le insistía: tenía que ser ella la candidata, la designación de un represente ya no corría más. 

El martes hubo una reunión. Tal como cuenta José Mayans, CFK los invitó a él y a las senadoras Juliana Di Tullio y Anabel Fernández Sagasti al Patria, y Mayans –que, además de titular del interbloque peronista en el Senado, es la mano derecha de Insfrán– le insistió que tenía que ser la presidenta del PJ. «Miremos si es conveniente. Yo no tengo ningún problema, estoy bien de salud, estoy con ganas de ir a todo el país. Hay mucha gente sufriendo, hay que reparar todo eso», le respondió CFK, según relató Mayans en diálogo con Radio10. Dos días después, comenzó el operativo clamor. De Pedro puso primera, y después salió el resto. 

Cristina presidenta 2.0

«El padre de la criatura es Gildo», insisten en el Instituto Patria, en donde se apuran en aclarar que la idea de presidir el PJ nacional, un cargo que CFK siempre rehuyó, no fue de ella. ¿Qué cambió? La brutal crisis social desatada por la motosierra libertaria, por un lado, y el internismo furioso entre los dos herederos de Cristina, por el otro. «Hoy tenés un peronismo fragmentado que necesita articular una voz opositora. Y la única que contiene es Cristina. Cuando Cristina habla, la escuchan», explica un dirigente cristinista. 

CFK viene acumulando centralidad hace semanas. Su candidatura a la presidencia del PJ no es otra cosa que la culminación de una seguidilla de apariciones, actos, cartas y peleas tuiteras con Javier Milei que se vienen extendiéndose desde hace ya un tiempo. El último movimiento había sido el desembarco en La Matanza junto al cura «Tano» Angelotti: todo un acontecimiento, ya que la expresidenta no salía de recorrida por los barrios populares desde la campaña de 2017. La visita –de la cual no habían participado ni el gobernador Axel Kicillof ni el intendente Fernando Espinoza– tenía aromas electorales, intensificados por aquellos dirigentes que vienen sugiriendo que CFK debe encabezar la lista de diputados nacionales de PBA el año que viene. 

La melodía «Cristina presidenta» de 2023 había mutado, primero, a «Cristina diputada» y, ahora, a «Cristina presidenta del PJ». Sus impulsores no solo lo atizan porque consideran que es la «líder natural del movimiento», sino porque ordena puertas adentro en un contexto particularmente delicado de la interna peronista bonaerense. Los desafíos que varios dirigentes de La Cámpora, con Máximo Kirchner a la cabeza, le vienen enviando a Kicillof tienen a gran parte de la dirigencia –y la militancia– irritada y frustrada. El acto en Atenas, la nueva canción de La Cámpora dirigida contra el gobernador, el mensaje de Máximo contra los que se quejaban del «dedo de Cristina»: la pelea con Kicillof venía escalando y, si bien el gobernador no respondía, su entorno más cercano pedía sangre.

«El trasvasamiento generacional no parece que estuviera sucediendo. En 2017 fue candidata ella, en 2019 fue candidata ella y ahora es candidata ella. Hay cierta debilidad en que haya tenido que ser ella de nuevo y que no haya podido poner a alguien», mascullaba, hastiado, un importante dirigente bonaerense. 

La resistencia riojana

Pese a la movida de CFK, Ricardo Quintela resiste. Estaba en Neuquén, junto a Victoria Tolosa Paz, Hilda Aguirre y varios de los dirigentes que vienen promocionando su candidatura, cuando se enteró del operativo clamor. «No hay que temer al proceso interno. El que gana conduce, el que pierde acompaña», afirmó, desde el sur, y varios se le sumaron. «Va a estar buena la interna. Es tiempo de oír la voz del pueblo peronista», lo festejó, por ejemplo, Jorge «Negro» Yoma. 

«Ricardo hace medio año que está recorriendo el país, no lo van a bajar con un tuit», masculló un dirigente cercano a riojano que sospecha, como muchos en su entorno, que CFK no quiere realmente candidatearse, sino que solo está haciendo tiempo hasta poder poner un nombre que a ella le guste. ¿El pecado de Quintela según ellos? El visto bueno que le dio Kicillof. «Eso a La Cámpora le irrita, y ella sale a obturar su candidatura porque tiene miedo de perder el control del peronismo. Y ella todo lo que no controla, lo freeza», asegura un histórico referente peronista, que denuncia que el objetivo de la expresidenta es patear las elecciones del PJ –que son el 17 de noviembre– para marzo.

Para muchos de los que vienen impulsando su candidatura, la impugnación de Quintela por ser gobernador es una injusticia. «Nadie se plantó más que el Gitano con este gobierno. Le sacaron la mitad de los recursos, es al que más cagaron», explican, y adelantan que ya tienen los avales necesarios para oficializar la candidatura y presentarla cuando cierren las listas en dos semanas.

Por fuera del círculo cercano del riojano, sin embargo, nadie cree que la candidatura de Quintela se pueda sostener. La mayoría coincide en que Quintela acordará con CFK y se ordenará una lista de unidad. Pero para que suceda eso tiene que salir, antes, el resto del panperonismo no camporista a pedir por la candidatura de CFK. «¿Dónde están los intendentes? ¿Dónde están los gobernadores? Esto tiene que resolverse en las próximas 48 horas o va a ser un quilombo», deslizaba un dirigente bonaerense, poniendo el dedo en la llaga. 


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La pregunta es quiénes somos

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Sandra Russo

Por Sandra Russo

Apenas hace un mes, el tema de discusión era qué le pasaba a la gente que lo había votado, que estaba ciega al rumbo inexorable de bochorno y dolor al que estamos condenados con Milei. “Hay que darle tiempo”, en un país con el 53 por ciento de pobreza, ya era raro, muy raro. Sobre todo dicho por los que forman parte del porcentaje que, visto de cerca, es estómago vacío. “Hay que darle tiempo”, mientras los daños colaterales del presunto buen rumbo ya eran atroces, era a su vez insoportable. Y eso es lo que se rompió. El aire corre.

Si algo Milei no cambiará nunca es el rumbo. Porque no es un rumbo, es una idea fija. Es lo que ya dijo y es tan escalofriante que se dejó pasar: su rumbo es el caos.

Recuerdo aquel hallazgo de Cristina el día de las mil indagatorias, en un Comodoro Py lluvioso hasta el preciso instante en el que ella agarró el micrófono. No es prosa poética. Pasó así. “Macri nos desorganizó la vida”, dijo, y miles de fichas bajaron porque eran días terribles en los que también veíamos que lo que había costado tanto construir era pateado, detonado. Pero Milei llevó todo eso a un grado superior de delirio, sobre coordenadas económicas que ahora no nos desorganizan, sino nos caotizan la vida y están tratando de caotizarnos la mente.

Cada una de nuestras vidas, pero sobre todo la del 53 por ciento del país que cayó en la pobreza, y que nunca imaginó que todo lo sólido se evapora en el aire, están desarmadas, expuestas a todos los peligros. Eso incluye un grueso de clase media, que es la que más engrosó el 11 por ciento que Milei aportó al índice de pobreza en estos meses. Como será de caótico todo, que Carrió, otrora delirante, fue sumamente sensata cuando denunció hace rato que éste iba a ser el mayor ataque histórico a la clase media.

Todo se aceleró y se seguirá acelerando, porque la dinámica del aceleramiento está implícita en el tipo de poder descontrolado de esta ultraderecha. Visto desde hoy, y asimilada la grandiosidad de la multitud del miércoles, unida por su propia identidad –porque la batalla cultural que nos plantean es profundamente identitaria–, Milei está volviendo a ser el panelista televisivo que se disfrazaba del capitán ancap. Tocó su techo y retrocede.

Es una metáfora, aclaro por las dudas, porque todo es tan delirante que podría no serlo. A Milei le espera un futuro en la internacional reaccionaria, y mucho dinero, pero tendrá que remontar la etapa que se viene. No políticamente, que no puede. Emocionalmente, que todo indica que tampoco.

Su retroceso político se expresa también, como es extrañamente lógico en su adn de tirano bizarro, en su retroceso anímico. Pero en estos días de furia desatada y lluvias de insultos, aparecieron muchos memes en los que se empieza a ver la versión del Milei que ha reemplazado al león o al loco de la motosierra. El presiduende. Esos memes lo volvían niño. Lo infantilizaban. Lo devolvían a un tipo de maldad infantil que en sí misma es siniestra, como él, porque no responde a razones sino a pulsiones. Es la maldad de El señor de las moscas, de William Golding, la maldad que nace del abuso de poder, del desconocimiento de los límites y de la inseguridad que busca reforzar la autoridad con actos crueles.

El problema de este país desequilibrado es que una mayoría de legisladores y gobernadores del pro, radicales y peronistas le han dado poderes como para destruir el Estado argentino en tiempo récord. Y es ahora o nunca que deben rectificar esa contribución al caos.

Milei imagina un país superavitario pero sin población. Adorni gana ocho palos o algo así, y un jubilado 230 mil. Ese es el país de Milei. Todos los burócratas ágrafos cobran millones. Los médicos 500 mil. Ese es el país de Milei. Los vendidos amorales recalan en cargos con sueldos en dólares. Los discapacitados son abandonados. Se deja morir a los enfermos de cáncer pero ya son varias las denuncias, Rigi mediante, donde funcionarios libertarios o macristas fueron denunciados por pedidos de coimas millonarias en dólares. El Rigi será un festival de corrupción.

Pero empezó a despertarse un gigante dormido. La marcha universitaria es la marcha de la oposición. Y esto es así porque en el país en el que crecimos y vivimos, y en el que vamos a seguir viviendo, cueste lo que tenga que costar, la universidad pública, laica y gratuita es la columna vertebral de la movilidad social ascendente. Y por todos nuestros dolores y frustraciones, que piloteamos como podemos, todos sabemos que un país sin universidades, sin educación pública, sin salud pública, sin jubilaciones, sin agua que salga de la canilla, con facturas que implican dejar de comer pero que vienen acompañadas de avisos de cortes programados, esto es: en un país de mierda, nadie es feliz. Se nos juega nuestra identidad entera en esta pelea. Eso nos permitirá dar las luchas necesarias para seguir siendo argentinos y argentinas. De no dar ese paso, todos seremos cosas.  


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