SOCIEDAD
Murió una nena wichi de 13 años que estaba embarazada tras una violación

La pequeña, perteneciente a la comunidad wichi al este de Tartagal, había sufrido muerte cerebral tras una cesárea que también provocó la muerte del bebé.

Una nena de 13 años perteneciente a la comunidad wichi murió luego de sufrir una violación que le provocó un embarazo. La pequeña tenía muerte cerebral desde la cesárea, que también provocó el fallecimiento del bebé. El horroroso hecho ocurrió en la localidad de Pacará, ubicada a 40 kilómetros al este de la ciudad de Tartagal, en Salta.
De acuerdo con lo informado por medios locales, la niña fue sometida a constantes abusos dentro de su comunidad y nadie la ayudó. Ni los integrantes de su familia, ni sus vecinos, ni las autoridades de la escuela a la que iba, ni siquiera los médicos de la zona.
Su historia trascendió el martes 10 de agosto, cuando salió a la luz la noticia de que una nena se encontraba internada, con un embarazo de 8 meses. Una fuerte convulsión provocada a raíz de una eclampsia hizo que se cayera de la camilla en la que estaba acostada y le provocó graves heridas a ella y al bebé.
Tras practicarle una cesárea de urgencia, el niño murió y ella sufrió encefalopatía e hipoxia -esto es, muerte cerebral- por lo que los médicos y su familia sabían que ya no había nada que hacer y que solo debían aguardar a lo peor, que terminó ocurriendo este jueves.
A pesar de la aberración sufrida por la niña wichi, hasta el momento nadie tomó cartas en el asunto. La investigación del abuso infantil con acceso carnal y embarazo es potestad de la Fiscalía de Violencia de Género de Tartagal, mientras que el fallecimiento le corresponde a la Fiscalía de Graves atentados. Ninguna de las dos se expidió sobre el caso.
Las cifras son escalofriantes, ya que de acuerdo con el programa de Supervisión de Salud Adolescente del Ministerio de Salud de Salta, solamente el año pasado se registraron un total de 122 embarazadas menores de 15 años.
RIO TURBIO
Río Turbio: 21 años sin justicia para los 14 mineros

A más de dos décadas de la tragedia en Mina 5, la cuenca carbonífera volvió a encender las antorchas de la memoria. Pero el fuego del reclamo sigue vivo: no hay culpables condenados, y la herida aún sangra. El homenaje a los 14 mineros no solo fue un acto de recuerdo, sino de denuncia.
Este viernes por la noche, como cada año, Río Turbio no olvidó. La comunidad se reunió en la rotonda del “Monumento a la Memoria de los Mineros” para honrar a los 14 trabajadores que murieron en la tragedia de Mina 5, aquel 14 de junio de 2004. El tradicional encendido de antorchas y la vigilia marcaron, una vez más, el inicio de una jornada de profunda memoria y dolor.
Las autoridades presentes —los intendentes Darío Menna (Río Turbio), Aldo Arabena (28 de Noviembre), Pablo Grasso (Río Gallegos), y el ministro de Gobierno, Nicolás Brizuela— encabezaron el acto, pero la voz más fuerte fue la de los familiares, amigos y compañeros de los mineros fallecidos. La misma que, a 21 años, sigue gritando por justicia.
Los nombres de José Luis Armella, José Hernández, José Sixto Díaz Alvarado, Julio Néstor Álvarez, Jorge Eduardo Vallejo, Ricardo Guillermo Cabrera, José Chávez, Miguel Antonio Cardozo, Odilón Vedia, Víctor Agado Hernández, Nicolás Esteban Arancibia, Oscar Marchan, Héctor César Rebollo y Silverio Méndez volvieron a ser pronunciados, uno por uno, acompañados por el encendido de antorchas y el sonido de las sirenas. Una vez más, se les rindió homenaje, pero también se volvió a reclamar: no hay condenas, no hay responsables presos.
En la madrugada, las palabras del padre Sergio resonaron con emoción: «Vamos a mirar al cielo y encontrarnos con aquellos que pasaron a ser una lucecita para todos». Luego, la poesía le puso cuerpo al dolor, la canción le dio voz a la ausencia y la trompeta del Ejército quebró el silencio en un minuto eterno que honró a los caídos.
El sábado, la conmemoración continuó. A las 11:00, se celebró una misa en la capilla Nuestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya. Y al mediodía, el acto central reunió nuevamente a la comunidad en la rotonda del monumento, reafirmando el compromiso de no olvidar.
Luego, una emotiva caravana se dirigió hacia Mina 5. Allí, en el mismo lugar donde todo ocurrió, se rezó un responso y se compartió un nuevo homenaje. Cada paso de esa marcha fue también una forma de resistencia: caminar hacia el dolor para que nunca se repita.
Hoy, más que nunca, los 14 están presentes. En cada antorcha, en cada paso hacia la Mina 5, en cada palabra compartida. La memoria es resistencia, y el compromiso, eterno.

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