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Javier Milei calificó de «socialista» a la ONU, rechazó la agenda 2030 y anunció el fin de la «neutralidad»

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En su primer discurso en la ONU, el Presidente anunció que Argentina no va a adherir al Pacto del Futuro y que abandonará «la histórica posición de neutralidad» que mantiene al país.
Melisa Molina

Por Melisa Molina

El presidente Javier Milei protagonizó un nuevo show a escala internacional. Esta vez se paró por primera vez ante el pleno de la asamblea de las Naciones Unidas y, bajo la mirada de su hermana Karina, la Canciller Diana Mondino y del ministro de Economía Luis Caputo, que esbozaba una sonrisa mientras filmaba al Presidente con su celular, dijo que llegaba allí a «alertar al mundo» sobre «el rumbo trágico que esta institución (por la ONU) ha adoptado». Acusó al organismo de «socialista», de haber tomado medidas de «izquierda» que provocaron «un rumbo trágico». Además, anunció que Argentina abandonará la neutralidad ante los conflictos internacionales y que estará «a la vanguardia de la lucha por la defensa de la libertad». Por último, dijo que la ONU fue «propulsora de la violación sistemática de la libertad con las cuarentenas a nivel global durante el año 2020, que deberían ser consideradas un delito de lesa humanidad». En ningún momento el Presidente mencionó la deuda externa sin precedentes que el país contrajo con FMI –por el mismo ministro que ahora lo filmaba desde el público con su celular–, ni tampoco habló de los números de la economía como el de la pobreza, la desocupación y la indigencia que empeoraron mes a mes desde que asumió la gestión.

Tal como si él fuera un reconocido líder mundial –en reiteradas ocasiones explicó que así se autopercibe– aclaró que, si bien es presidente de un país, «no es político», sino «un economista liberal libertario», que vino a «combatir las políticas colectivistas». Luego, disparó que la Argentina «va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó», resaltó su alineamiento a Israel en el conflicto en Medio Oriente y confirmó que no va a adherir al Pacto del Futuro, que fue firmado en el marco de la ONU por 193 países miembro, quedando del lado de países como Rusia, Venezuela, Nicaragua y Corea del Norte, que también lo rechazaron. Con un tono altivo, en tanto, pronunció: «invitamos a todas las naciones del mundo libre a que nos acompañen, no sólo en el disenso de este pacto, sino en la creación de una nueva agenda para esta noble institución: la agenda de la libertad». 

Milei dijo que la ONU se alejó de «su misión original», que ponderó, ya que en un comienzo, desarrolló, «bajo la adopción de sus ideas, la humanidad vivió el período de paz global más largo de la historia». En ese punto, como si pudiera ver el futuro, disparó: «vengo aquí a decirle al mundo lo que va a ocurrir si las Naciones Unidas continúan promoviendo las políticas colectivistas, que vienen promoviendo bajo el mandato de la agenda 2030″.

En varios fragmentos el discurso tomó ribetes místicos. En un momento citó a un profeta del antiguo testamento, Isaías, y luego dijo que «el Creador», es quién nos dio «el derecho a la vida a la libertad y la propiedad», que él dice defender. Según su visión, la ONU se alejó de sus principios «como suele ocurrir con la mayoría de las estructuras burocráticas», y «dejó de velar por los principios esbozados en su declaración fundante y comenzó a mutar». «Una organización que había sido pensada – esencialmente – como un escudo para proteger el Reino de los Hombres se transformó en un Leviatán de múltiples tentáculos, que pretende decidir no sólo qué debe hacer cada Estado-Nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo», expresó.

Luego, criticó que el organismo «ha sido reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales, que pretenden imponerles a los ciudadanos del mundo un modo de vida determinado«, y, en ese momento, aprovechó para cuestionar la Agenda del Futuro. Opinó que ese proyecto firmado por 193 naciones «profundizará el rumbo trágico que esta institución ha adoptado». 

Para Milei la agenda 2030 «es un programa de gobierno supranacional, de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan contra la soberanía de los Estados Nación y violentan el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas». Y dijo que esa agenda: «obedece a intereses privilegiados» y puso a la ONU «en una senda equivocada».

También denunció que para él el organismo no respeta los Derechos Humanos y criticó el ingreso al Consejo de Derechos Humanos, de «dictaduras sangrientas como la de Cuba y Venezuela». Milei cuestionó que «se haya votado en contra del Estado de Israel, que es el único país de Medio Oriente, que defiende la democracia liberal», mientras –dijo– «se ha demostrado una incapacidad total de responder al flagelo del terrorismo». 

En otro punto de su discurso –en el que más cerca estuvo de mencionar la deuda sin precedentes que el país tiene con el FMI– opinó que la ONU «ha promovido una relación tóxica entre las políticas de gobernanza global y los organismos de crédito internacional, exigiéndole a los países más relegados que comprometan recursos que no tienen en programas que no necesitan, convirtiéndolos en deudores perpetuos para promover la agenda de las elites globales». En ese punto hay una conexión con reclamos que hizo el gobierno anterior, aunque con diferencias. La gestión de Alberto Fernández, por ejemplo, pedía que las acciones vinculadas a revertir el cambio climático sean consideradas como pago de deuda en el caso de los países emergentes.

De manera escueta, el Presidente argentino mencionó a las Islas Malvinas cuando dijo que la ONU tampoco «ha cumplido satisfactoriamente su misión de defender la soberanía territorial de sus integrantes, como sabemos los argentinos de primera mano, en la relación con las Islas Malvinas», y aprovechó para decir que se trata de «una organización impotente en brindar soluciones a los verdaderos conflictos globales, como ha sido la aberrante invasión rusa a Ucrania«. En el discurso no hubo críticas a China, como se especulaba que sí habría.

Casi al final de su alocución, y con tono grandilocuente, Milei vociferó: «Quiero hacer una advertencia: estamos ante un fin de ciclo. El colectivismo y el postureo moral, de la agenda woke –-se trata de un enfoque que enfatiza la conciencia social y la acción en torno a las desigualdades y las injusticias sociales–, se han chocado con la realidad y ya no tienen soluciones creíbles para ofrecer a los problemas reales del mundo», espetó. Por última vez volvió a criticar la agenda 2030 y subrayó: «siempre ocurre lo mismo con las ideas que vienen de la izquierda: diseñan un modelo acorde a lo que el ser humano debería ser – según ellos – y cuando los individuos – libremente – actúan de otra manera, no tienen mejor solución que restringir, reprimir y coartar su libertad«.


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Kamala Harris, la mujer que quiere hacer historia

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Hija de inmigrantes, de ascendencia india y afroamericana, Harris busca superar la política divisiva que propone Trump. Se perfila como una candidata más cercana a la clase media y sus intereses.

La actual vicepresidenta estadounidense, Kamala Harrispodría hacer historia como la primera mujer afroamericana y persona de origen sudasiatico en presidir la Casa Blanca en los comicios de este 5 de noviembre. Sin aludir a su género o raza de forma reiterada, la candidata se distancia de su rival, Donald Trump, esgrimiendo la promesa de abrir «un nuevo capítulo» en la política de Estados Unidos.

La trayectoria de Harris, que cumplió 60 años en octubre , estuvo marcada por sentar precedentes: fue la primera fiscal de distrito afrodescendiente, y la primera mujer en ejercer como fiscal general en Californiala primera india-estadounidense en llegar al Senado y la primera mujer en la vicepresidencia. Sin embargo su campaña prefirió correr el eje del carácter histórico de su candidatura, a diferencia de la fallida campaña de Hillary Clinton en 2016.

En su biografía Las verdades que sostenemos, Harris explica que prefiere describirse simplemente como «una estadounidense» y afirma sentirse a gusto con su identidad , a pesar de los ataques de Trump, que puso en duda que esta sea «lo suficientemente afroamericana».

Hija de inmigrantes

Nacida el 20 de octubre de 1964, en la ciudad californiana de Oakland, la candidata es la hija de Shyamala Gopalan, una investigadora india, y Donald Harris, un economista jamaiquino, quienes se encontraron mientras participaban en movimientos de derechos civiles en Berkeley, donde ambos estudiaron, y se divorciaron cuando ella tenía siete años.

Harris, orgullosa de su herencia, porta el nombre de Kamala (‘comma-la‘), que significa «flor de loto», una planta que emerge a la superficie solo cuando sus raíces están bien ancladas, a pesar de que sus rivales pretenden no saber pronunciarlo. Su madre, fallecida en 2009, fue una figura central en su vida. Durante su adolescencia, cuando su mejor amiga le confesó haber sido victima de abuso sexual, Harris se puso en contacto con su madre para que su amiga pudiera mudarse con ellas.

Según su autobiografía, fue entonces cuando halló su vocación y decidió anotarse en la Universidad de Howard, una institución históricamente afroamericana, para luego perseguir la carrera de Derecho en la Universidad de California Hastings y dedicarse a proteger a las víctimas de cualquier crimen. Luego de graduarse Harris pasó tres décadas en la justicia, iniciando su carrera como fiscal adjunta del distrito de Alameda en Oakland, para luego pasar a trabajar como fiscal de distrito en San Francisco y finalmente convertirse en fiscal general del estado de California.

De fiscal a política

Desde 2014 Harris está casada con el abogado Douglas Emhoff, quien hoy es el primer «segundo caballero» de la historia de los Estados Unidos. En 2015 la abogada lanzó su campaña para el Senado estadounidense, en la cual fue apoyada por el expresidente Barack Obama y quien entonces era su vicepresidente, Joe Biden.

Luego de un primer año en el que tuvo una marcada presencia por su posición crítica, incluso confrontando al entonces vicepresidente por algunas de sus posturas, Harris se destacó por sus preguntas incisivas a miembros del gobierno entrante, que encabezaba su hoy rival, Donald Trump, así como a dos jueces nominados por el mismo para el Tribunal Supremo.

Cuatro años después Harris lanzó su candidatura por la nominación presidencial demócrata, pero no logró dar forma a sus propuestas. Biden, quien terminó siendo el candidato del partido, vio en ella una aliada valiosa y la eligió como su vicepresidenta.

Durante su administración, Biden le encargó atajar las «causas raíces» de la problemática migración desde Centroamérica, rol por el cual fue enviada hacia Guatemala en julio de 2021, donde protagonizó uno de sus momentos más controvertidos, al decirle a los migrantes locales que «no vengan» hacia los Estados Unidos.

Tras la ola de críticas por su aparente falta de empatía, Harris se retiró de la luz pública. Recién volvió a asomar cuando la Corte Suprema anuló el juicio que reglamentaba el derecho al aborto a nivel federal, en junio de 2022, momento en el que actuó como canal para la indignación de millones de mujeres estadounidenses.

Un nuevo liderazgo

De esta forma, cuando Biden puso fin a su carrera electoral en julio de este año, Harris construyó su candidatura en torno al concepto de libertad desde su posición: libertad para que las mujeres decidan sobre sus cuerpos, y para que cada estadounidense aspire a una vida mejor.

A raíz del aval del actual presidente, Harris tomó la posta de la candidatura demócrata en una campaña exitosa, en la que aseguró que «no va a retroceder», planteando una disyuntiva frente a los comicios del 5 de noviembre: la opción de un país marcado por el odio y la división en manos de su rival, o uno de libertad y esperanza bajo un nuevo liderazgo, el suyo.

Su promesa ha sido la de unir a la nación tras años de enfrentamiento bajo la política divisiva de Trump, recurriendo a símbolos patrióticos y sumando apoyos de figuras del bando rival, como la excongresista Liz Cheney y otros republicanos de peso.

Durante los últimos meses, la vicepresidenta intentó distanciarse del actual presidente, quien no goza de una buena imagen pública luego de los altibajos de su gestión y sus apariciones públicas, cada vez menos frecuentes y más marcada por sus errores.

Harris, quien ocupó un puesto de verano en un McDonald ‘s durante sus días de estudiante, se perfila como una candidata más cercana a la clase media y sus intereses, con la voluntad de reducir los precios de la vivienda, los alimentos y los medicamentos.


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