SOCIEDAD
El Gobierno planea echar mano de la «botonera» del Estado para profundizar el ajuste

En la Rosada ponen como ejemplo la intervención de los medios públicos, mediante una resolución ministerial, como el camino que podría tomar Javier Milei luego del naufragio en el Congreso de su plan de reformas, entre ellas la privatización de empresas estatales. Las medidas irían en la línea de concretar el mantra del déficit cero.

Ya desde las primeras horas posteriores a la derrota del proyecto de ley ómnibus, las principales espadas del Gobierno deliberaban de qué forma seguir adelante con el plan de ajuste tendiente al déficit cero, el mantra ordenador de la gestión que Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, marcan públicamente como “lo único que no se negocia”. La administración libertaria tiene en carpeta una serie de resoluciones, decretos simples y DNUs que seguirán esa línea y a través de los cuales, dicen en la Rosada, podrían avanzar también en varias de las medidas contenidas en los distintos artículos del mamotreto que no pasaron el filtro legislativo.
La idea, dicen en Balcarce 50, es echar mano de la mentada “botonera del Estado”, y ponen como ejemplo la intervención de los medios públicos, que se implementó a través de una resolución, la 117/2024, y que lleva las firmas del propio Milei, del ministro de Interior, Guillermo Francos, y del jefe de Gabinete, Martín Posse. El tema estuvo sobre la mesa de una reunión en la Rosada la semana pasada que Francos y Posse compartieron con el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, y el asesor estrella Santiago Caputo, con la derrota legislativa todavía fresca.
El caso testigo que ponen en la Rosada sirve para graficar lo que se viene al menos en el caso de las empresas públicas: como en Diputados ni siquiera se llegó a tratar el capítulo de las privatizaciones –el presidente del bloque de LLA, Oscar Zago, retiró el proyecto en medio del rechazo a las facultades extendidas– el Gobierno pretende avanzar en las intervenciones con el objetivo de lograr resultados al menos similares. Es decir, desguazarlas, despedir personal y dejarlas listas para el remate.
Habrá que ver si, efectivamente, el Gobierno decide implementar ese modelo de intervención en empresas como Aerolíneas Argentinas o Fabricaciones Militares, entre otras. En el Gobierno tienen desde diciembre, medido por encuestas, el nivel de apoyo y de rechazo con que contaría la venta de determinadas firmas que hoy están en manos del Estado, y algunos funcionarios reconocen que, pese a que su voluntad es privatizar todo, con algunas de ellas –YPF y el Banco Nación pican en punta– no podrían avanzar.
De espaldas al Congreso
La serie de decretos y resoluciones podrían reemplazar desde el Ejecutivo muchas otras medidas contenidas en el resto de los capítulos de la megaley, salvo aquellos que sí o sí necesitan ser aprobados por el Congreso, como los apartados en materia fiscal, penal o la reforma política, entre otros. El propio Francos se encargó de aclarar ese punto y afirmó que el Gobierno está dispuesto a aplicar esas medidas dentro de «los recursos que le permite la Constitución Nacional». «Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada. Lo que permita la Constitución lo va a hacer el Presidente y utilizará los recursos que permite», dijo.
La idea de darle la espalda al Congreso y manejarse vía decreto, de todos modos, no promete un camino de rosas. La intervención de los medios públicos, el caso que ponen en el Gobierno como camino a seguir, trajo aparentados algunos problemas institucionales y de conflicto de intereses. Esa decisión puso en la misma bolsa a Télam, el portal Educ.ar, la TV Pública y canales como Encuentro, además de Radio Nacional y las 50 emisoras que tiene el Estado en todo el país, y designó a un directivo del sector privado, Diego Chaher, gerente del Grupo América, donde Milei fue empleado antes de saltar a la política.
Además, la resolución resultó violatoria de una ley, la ley de Medios de Servicios de Comunicación Audiovisual, todavía vigente, que establece que el directorio RTA Sociedad del Estado, debe contar con la representación de diputados y diputadas, lo que abre la puerta a planteos judiciales. La decisión»expresa un ataque a las potestades del Congreso Nacional, a las diversas fuerzas políticas que integran las cámaras, y pretende acallar las voces disidentes de la democracia por parte de la casta mediática empresarial», criticaron a su tiempo los senadores de Unión por la Patria.
Algo parecido podría suceder con las últimas decisiones que recortan los recursos para las provincias, desde la quita de subsidios para el transporte en el interior, el ajuste en el fondo de incentivo docente y en los famosos «giros discrecionales». Algunos gobernadores afectados por las medidas evalúan acudir a la justicia para frenarlas.
En ese sentido, el Gobierno podría entrar en un círculo de rechazos judiciales a sus medidas, tal como pasó con el mega DNU de diciembre, muchos de cuyos artículos fueron frenados mediante amparos, especialmente el capítulo de la reforma laboral. Al respecto, el padre de la criatura, el ministro sin cartera Federico Sturzenegger, había dicho en diciembre pasado en una entrevista con Bloomberg que tanto el primer mega DNU como el proyecto de «bases» eran «apenas un 40 por ciento» del programa de «reconfiguración de la estructura del poder económico en Argentina».
RIO TURBIO
20 de junio ¿por qué celebramos el Día de la Bandera?

A 205 años del fallecimiento de Belgrano, la Argentina celebra el Día de la Bandera. Por qué se eligió esta fecha, cómo nació el símbolo patrio más reconocido y qué lugar ocupa hoy en la construcción de la identidad nacional.
Por Dr. Cristian Baquero Lazcano
Cada año, cuando el invierno apenas asoma y el calendario marca el 20 de junio, la Argentina entera detiene su marcha. Las aulas, las plazas, los medios de comunicación y los discursos institucionales se visten de celeste y blanco. El Día de la Bandera no es solo una evocación protocolar, es una cita con la historia y con la identidad.
La fecha fue establecida por ley en 1938, como homenaje al fallecimiento de Manuel Belgrano, creador de la enseña patria, ocurrido el 20 de junio de 1820. Pero la elección no fue casual ni improvisada, fue una forma de dar visibilidad y reconocimiento tardío a uno de los hombres más lúcidos, comprometidos y silenciosos de la emancipación sudamericana.
¿Por qué el 20 de junio?
Belgrano murió en soledad y sin honores oficiales. Aquel 20 de junio de 1820, Buenos Aires atravesaba una de las mayores crisis políticas de su historia, las provincias estaban en conflicto, las autoridades se disputaban el poder, y el deceso del prócer pasó prácticamente inadvertido. No hubo exequias de Estado ni luto nacional.
Recién en el siglo XX se saldaría esa deuda simbólica con la figura del prócer. El 8 de junio de 1938, el Congreso Nacional sancionó la Ley 12.361, que instauró el 20 de junio como feriado nacional en homenaje a la bandera y a su creador. Desde 2011, por decreto, es un feriado inamovible. Y desde entonces, la fecha se transformó en una jornada de reflexión, promesa escolar y conmemoraciones masivas, especialmente en Rosario, donde la bandera fue izada por primera vez.
Una bandera que nació sin autorización
La bandera argentina fue creada el 27 de febrero de 1812, en el entonces villorrio de Rosario, en plena campaña del Ejército del Norte. Belgrano, al frente de las tropas, ordenó levantar una bandera que pudiera distinguir a los soldados patriotas en el campo de batalla. La escarapela ya había sido adoptada oficialmente días antes, con los colores blanco y celeste.
“Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional”, escribió Belgrano en su informe. El Triunvirato porteño, sin embargo, le prohibió seguir usándola. Pero el símbolo ya había calado hondo.
Del campo de batalla al aula escolar
Los primeros usos de la bandera fueron estrictamente militares. En una época sin uniformes ni divisas claras, era clave tener una insignia que permitiera distinguir aliados de enemigos. El color rojo, tradicionalmente asociado a los realistas, fue evitado de forma explícita por Belgrano.
Con el tiempo, la bandera ganó legitimidad popular y política. El Congreso de Tucumán la adoptó como símbolo nacional en 1816, y dos años después, en 1818, se incorporó el Sol de Mayo, inspirado en las primeras monedas patrias acuñadas en Potosí.
Este sol -con rostro humano y 32 rayos alternados- representa la Revolución de Mayo y marca el carácter de “bandera mayor” o de guerra, a diferencia de la versión sin sol, usada hasta 1985 por particulares.
Rosario, el corazón de la celebración
La ciudad de Rosario, donde Belgrano izó por primera vez la bandera a orillas del río Paraná, es la sede histórica de las celebraciones. Allí se erige el Monumento Nacional a la Bandera, inaugurado oficialmente el 20 de junio de 1957, con desfiles, discursos y presencia de autoridades. Desde hace algunos años, se sumó un símbolo colectivo de gran impacto, la bandera más larga del mundo, confeccionada por miles de vecinos y escuelas en tramos que se van uniendo hasta superar los diez kilómetros.
De emblema militar a símbolo colectivo
La bandera no es solo un paño, ni un accesorio ornamental. Es un emblema de pertenencia, un testigo silencioso de la historia y una señal de identidad cultural. Flamea en las escuelas, pero también en los balcones, los estadios, las movilizaciones, las tragedias y los logros deportivos.
Por eso, cada 20 de junio, la Promesa de Lealtad a la Bandera que realizan los alumnos de cuarto grado en todo el país adquiere una profundidad especial. No es una fórmula vacía. Es la primera vez que muchos niños se reconocen parte de una comunidad política que los trasciende.
Un legado que interpela
Belgrano no fue solo el creador de la bandera. Fue también un reformista ilustrado, defensor de la educación gratuita, promotor de la industria nacional y figura clave en el proceso de independencia. Su vida, cargada de renuncias personales y servicio público, representa una ética de la responsabilidad que todavía hoy resulta incómoda en tiempos de discursos fáciles.
Que este 20 de junio no sea apenas una jornada con discursos escolares y mástiles engalanados. Que sea también un momento para preguntarnos cuánto hay en nosotros de esa promesa original, la de construir una patria libre, justa y soberana. Como la que Belgrano imaginó bajo su bandera.
(*) Cristian Baquero Lazcano
Profesor e Investigador Universitario. Doctor en Psicología Social. Director de Comunicación de la Asociación Argentina de Ceremonial y Protocolo (ASARP). Especialista en Heráldica y Vexilología. Creador de banderas y escudos oficiales en municipios y comunas de la República Argentina.
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