Fin de la descalificación constante y la falta de diálogo: el sector de Pablo Grasso se debilita en el armado provincial

La renuncia de Eloy Echazú a la presidencia del bloque Unión por la Patria en la Cámara de Diputados de Santa Cruz no fue un hecho aislado ni una anécdota parlamentaria. Fue la manifestación visible de una crisis política más profunda: el desgaste del liderazgo de Pablo Grasso y la pérdida de capacidad para ordenar, conducir y contener a su propio espacio en el escenario provincial.

Info. General29/12/2025Patagonia NexoPatagonia Nexo
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La votación del Presupuesto Provincial actuó como un punto de inflexión. Allí quedó expuesta una fractura que ya venía gestándose puertas adentro del bloque. Mientras un sector de los legisladores eligió ejercer una oposición responsable, basada en el diálogo institucional y la búsqueda de consensos mínimos para garantizar gobernabilidad, el núcleo duro alineado con Grasso volvió a insistir en una estrategia de confrontación permanente, más pensada para el ruido político que para la construcción real de poder.

Esa línea, sostenida sobre la descalificación constante, el agravio como método y la ausencia total de diálogo, terminó mostrando sus límites. Lejos de fortalecer al espacio, aisló a quienes la impulsan y empujó a varios legisladores a tomar distancia de una lógica que confunde firmeza política con intolerancia y agresión sistemática. El resultado fue previsible: pérdida de interlocución, debilitamiento interno y ruptura de la conducción parlamentaria.

Fuentes legislativas coinciden en que el clima generado por esta estrategia erosionó cualquier intento de conducción colectiva. La renuncia de Echazú no hace más que confirmar que el esquema político impulsado desde Río Gallegos ya no logra representar la diversidad de Unión por la Patria en Santa Cruz, donde conviven intendentes, sectores territoriales y miradas políticas que no están dispuestos a quedar rehenes de una campaña permanente rumbo a 2027.

Con la presidencia del bloque vacante, el espacio atraviesa ahora una etapa de reordenamiento inevitable. El dilema es claro: persistir en una lógica de confrontación estéril que pierde respaldo y profundiza el aislamiento, o avanzar hacia una construcción política más madura, basada en el diálogo, el respeto institucional y la responsabilidad frente a una provincia que necesita estabilidad, acuerdos y paz social en cada una de sus localidades.

El mensaje que dejó esta crisis es contundente: la política del grito, la descalificación y el desprecio por el consenso ya no ordena, ya no suma y, lejos de fortalecer liderazgos, los debilita.

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