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Un tsunami de aumentos que lo desorganiza todo

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Desde hoy, el gas y el agua triplican su valor, mientras un nuevo aumento de naftas impacta en toda la cadena productiva. Se suman subas en luz, transporte, comunicaciones, prepagas y colegios.
Federico Kucher

Por Federico Kucher

La ola de aumentos en los servicios que comienza a regir hoy profundiza la crisis de ingresos y obliga a millones de hogares a ajustar exageradamente su presupuesto para afrontar las nuevas tarifas. Los incrementos impactan en las facturas de gas, agua, luz, transporte, comunicaciones, combustibles, prepagas, colegios, y resultan exorbitantes para el nivel de los salarios de sectores medios y populares. Hoy mismo comienzan nuevas actualizaciones en la tarifa de gas, agua y luz; también aplicará un nuevo valor del colectivo y tren para los usuarios del AMBA que no hayan registrado la SUBE. El nuevo aumento de las naftas, además, impacta sobre toda la cadena de la economía. 

Esta apuesta del gobierno por desregular los precios de la economía aplicando mecánicamente recetas del libremercado promete más angustia para trabajadores formales, informales, jubilados y monotributistas. Al mismo tiempo agrega incertidumbre en la pequeña y mediana empresa por el aumento de los costos y el derrumbe de las ventas en el mercado interno.

El gas, por tripilicado

Uno de los golpes duros para el bolsillo aparece con las nuevas tarifas de gas. El Gobierno ya informó los nuevos valores del precio del gas en el punto de ingreso al sistema de transporte (el costo de la extracción, a cargo de las petroleras). Aunque todavía falta definir el nuevo costo de distribución y transporte, se calcula que los precios de las boletas llegarán a triplicarse según el nivel de consumo e ingresos de cada hogar. Los ejemplos ya anunciados por la Secretaría de Energía muestran que, por ejemplo, una familia que actualmente abona 3000 pesos mensuales pasaría a pagar 9300 pesos, es decir un tarifazo de 210 por ciento por utilizar la misma cantidad de gas que antes.

Estos valores son una mera referencia porque varían para cada usuario y pueden escalar teniendo en cuenta el uso de la calefacción en invierno. El punto central es que la boleta habrá que multiplicarla por tres.

La lógica de autorizar estos aumentos es la misma sobre la que gravita todo el relato del gobierno: Un concepto exclusivamente fiscalista que plantea que el Estado no debe planificar ni participar de la economía, debe jibarizar sus gastos y conseguir el superávit de las cuentas públicas.

Este planteo lleva a tomar medidas como eliminar los subsidios a servicios como el gas y dejar que los hogares, los comercios y las industrias reciban boletas desproporcionadas por consumir recursos básicos para su día a día. Una idea que no contempla que el mercado interno se derrumba, que aumenta el desempleo y principalmente que los privados pueden aprovechar su condición de monopolios naturales para fijar tarifas excesivas.

Agua pesada

Las boletas de agua registrarán subas muy pronunciadas si se aprueba el 209 por ciento de aumento para el área metropolitana que solicitó Aysa en la reciente audiencia pública convocada por la Secretaría de Obras Públicas. Esto significaría que un usuario residencial de la zona alta de la Ciudad de Buenos Aires pasaría de pagar 9.962 a 30.784 pesos en la factura mensual. Para la zona baja, iría de los 1.735 pesos actuales a 5.360.

En tanto, para más de 300.000 usuarios no residenciales -como comercios e industrias- las tarifas promedio de agua y cloacas pasarían de 23.102 en marzo a 71.386 en abril, siempre considerando números sin impuestos. Este último punto es clave: algunos comercios pagan hasta 40 por ciento más de ese valor por carga impositiva.

Pero las subas no se agotarían en abril. La propuesta agrega un mecanismo de actualización mensual siguiendo variables como el índice de inflación. En otras palabras: desde hoy la boleta se triplicaría y a partir de ahí, seguiría ajustando por precios.

Oscuro abril

La luz es el tercero de los servicios públicos que corona un golpe desmesurado al bolsillo. Los aumentos en el precio mayorista, el transporte y la distribución de la electricidad llegaron en febrero y se pagaron con las boletas de marzo. Pero las tarifas de abril recibirán el impacto de la nueva fórmula de indexación mensual que combina las variaciones en la inflación minorista, en la mayorista y en el índice de salarios.

El combo de subas del gas, el agua y la electricidad tiene un impacto letal para el mercado interno por varios motivos. Uno de los más importantes es que comprime el ingreso disponible de la población para consumir e impacta directo en las ventas de las empresas que producen para el mercado interno.

El círculo vicioso de las tarifas sigue girando porque también aumenta los costos de los comercios y las industrias, en un momento de bajo consumo, para amplificar el efecto recesivo. El resultado es catastrófico para la economía real y un mercado laboral que ya muestra las señales de tensión.

Esta situación se amplifica todavía más porque hoy empezarán a correr aumentos para sectores como el del transporte. Los usuarios que no cuenten con una tarjeta SUBE registrada pasarán de pagar 270 a 430 pesos el boleto mínimo de colectivo. En los ferrocarriles metropolitanos el incremento será aún mayor, al pasar de 130 a 260 pesos, o sea un salto en el boleto del 100 por ciento.

En los próximos meses se aplicarán además incrementos para todo el padrón de usuarios. En el AMBA iban a empezar a verse este mes (un 36%), pero el gobierno definió estirarlos para más adelante. Los colectivos y trenes tienen un impacto directo para el humor social porque son costos que millones de personas registran a diario al trasladarse al trabajo y otras actividades.

La quita de subsidios y aumento de los pasajes es una forma indirecta de afectar el salario. Es un punto simple para pensar que el ajuste sobre el gasto público (que implica entre otras cosas reducir los subsidios al transporte) no recae sobre la casta ni la política sino sobre la población.

Naftazo y después

El combustible es otro de los aumentos que se suma a la ola de remarcaciones de abril, muestra que la inercia sigue presente y que bajar la inflación en base a recetas exclusivamente monetarias no lleva a buen puerto.

Las naftas y el gasoil tendrán nuevas subas del 5 por ciento mensual, que impactan en los surtidores y al mismo tiempo alteran la estructura de costos de toda la economía por el peso de los combustibles en la logística. En cuatro meses, acumulan una suba del 106 por ciento. Una paradoja de este punto es que parte de la suba se explica por la aplicación de un aumento de impuestos al sector (a contramano del relato oficial).

La ola de incremento en los precios es de largo alcance y existe una lista larga de otros servicios también subirán en abril. Por ejemplo, las prepagas continúan en una espiral desconcertante. Desde que comenzó 2024 acumulan saltos superiores al 100 por ciento y para este mes habrá nuevos ajustes de hasta casi 20 por ciento. Sobran los casos de usuarios que advierten que la cuota mensual se duplica mes a mes desde febrero.

Otros servicios que también impactarán en los presupuestos familiares son los de educación privada, renovación de contratos de alquiler y peajes en rutas nacionales. A esto se suma la inminente liberalización de las tarifas de telecomunicaciones como internet, TV por cable y telefonía, que estaban reguladas como servicios públicos esenciales, y la desregulación total de los alquileres.

Las consecuencias para los próximos meses de este tsunami de aumentos en servicios indispensables para el día a día de familias, comercios e industrias son desgarradoras. Se postergarán consumos, actividades e innumerables proyectos personales para poder pagar tarifas y cuotas de servicios astronómicas. Un nivel de sacrificio y austeridad injustificables si no se considera el apuro por elevar las ganancias de una minoría de incalculable poder económico.


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El 2001, la pandemia y el macrismo ya quedaron chicos

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En abril, el consumo en hipermercados cayó 15,4, números que no se veían desde el estallido social de De La Rua. La UIA confirmó que la industria cayó 17,2 por ciento en marzo, muy por encima del industricidio del PRO y cerca del parate total por la COVID. Con la obra pública cerrada por el Gobierno, los tres sectores que explican la mayor parte del PBI se han desmoronado en tiempo récord. Fuertes disputas en las entidades empresarias por el apoyo que le dan a Milei mientras la economía se pulveriza. 
Leandro Renou

Por Leandro Renou

En sólo cinco meses de Gobierno, los números muestran que la gestión económica de Javier Milei superó ampliamente los derrumbes de actividad de las tres crisis más relevantes de los últimos años: el 2001, la pandemia de la COVID y los años de Mauricio Macri. Por un lado, Página I12 accedió a un adelanto del informe de la consultora Scentia de abril, que refleja un desplome del 15,4 por ciento en las ventas de hipermercados, una caída similar a la del estallido del gobierno De La Rua; por su lado, la Unión Industrial (UIA) confirmó que en marzo la actividad fabril cayó 17,2 por ciento, emparejando los niveles de diciembre del 2001 y cayendo más que en la parte más dura de la pandemia. A este dato se suma el derrumbe de la construcción, superior al 42 por ciento, lo que deriva en un escenario inédito: en tiempo récord, la gestión de Milei y Luis Caputo pusieron a las tres actividades que explican la mayor parte del PBI en una situación de dificil retorno.

Por esta perspectiva, que ya se veía venir, los economistas empezaron a alertar hace unas semanas que el nivel de la recesión, autogenerada para intentar morigerar una inflación que sigue muy alta, era el dato central a observar. Lo curioso es que este momento de crisis casi total de la actividad se da en paralelo al apoyo que empresarios de la Cámara Argentina de la Construcción, la Cámara de Comercio y la propia UIA, le dan al gobierno de Milei, a quien estuvieron escuchando y aplaudiendo hace unas horas, en su exposición en el almuerzo que organizó el Consejo del Comercio y la Producción (Cicyp) en el Hotel Alvear. A raíz de estos datos, este diario habló con dirigentes de todos esos sectores consultando cómo y hasta cuándo se sostiene el discurso de apoyo a la línea Milei cuando la actividad a la baja ya se está cargando al empleo. «Es la pregunta del millón», contestó un alto dirigente de UIA. En esa sede de la gremial empresaria hay una guerra entre pymes y gigantes por el contexto de crisis, que se está llevando puestas a las más chicas. Por toda esa tensión, muchas cámaras como los metalúrgicos de ADIMRA y los texiles de Protejer decidieron salir por las suyas a denunciar que el proceso de crisis no frena y terminará en cierres de empresas. 

En este escenario, el consumo masivo es que el primero sintió el ajuste en los salarios, las jubilaciones pisadas y la liberación del resto de los bienes y servicios de la economía, que terminaron privando a las familias de mayores compras de alimentos. Según Scentia, la caída del 15,4 en ventas en los grandes supermercados de abril es la más grande desde el 2001-2002. «Quedó lejos incluso de los números muy negativos del macrismo», explicó un líder del supermercadismo multinacional. En los años del PRO, el consumo masivo medido por Scentia cayó tres de los cuatro años, quedando empatado en el período restante. Lo particular del consumo es que todos los rubros están cayendo, pero algunos como Bebidas, Aceites y Lácteos se desploman desde el 20 al 50 por ciento mensual. 

Esa baja en el gasto de los hogares está directamente conectada, además, con el desempeño de las fábricas. En el reporte de la UIA se muestra que la industria de Alimentos cayó 10,2 por ciento en abril, un número del que nadie tiene antecedentes, porque en general el sector crece, aún en los peores períodos, de manera marginal en relación con el crecimiento poblacional. El derrumbe de todos los sectores que muestra la UIA produjo una caída general de la actividad que supera o se equipara al 2001 y queda muy por encima de la pandemia de COVID. 

En 2001, medido por el INDEC, el sector industrial terminó cayendo 6,2 por ciento. Mientras que en diciembre de ese año, la baja fue de 18,4 por ciento. ¿Qué pasó co la COVID? En el primer semestre del 2020, el período de mayores restricciones a la circulación y la actividad, la industria cayó 18,4 por ciento. Teniendo su pico más negativo en abril, con una baja del 33 por ciento. Luego de eso, arrancó una curva ascendente que dejó al 2021 con números positivos. Hoy, en sólo un mes, retrocedió 17,2 por ciento, pero en condiciones normales, no pandémicas

Lo particular de estos datos, aseguran los especialistas, es que las caídas tan bruscas por sectores ya adelantan no sólo números negativos hacia adelante, sino un golpe que se ve en los puestos de trabajo. Daniel Funes de Rioja, titular de la UIA, aseguró hace unos días que las fábricas perdieron ya 5000 puestos de trabajo, pero ese dato es previo a los 100 despidos en FATE, Acindar, los supermercados, PEPSICO y General Motors, todas cesantías que ocurrieron en las últimas horas. A eso se suman los 100 mil empleos menos que tiene la actividad de la construcción producto de la decisión de Milei de cerrar la obra pública y los que se están dando en el sector comercial. 


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