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La primacía del voto castigo y el reclamo de «un cambio»

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El ahora presidente electo aparecía adelante en casi todos los sondeos, aunque no con 11 puntos de ventaja. Milei cosechó la totalidad de los votos que antes había sumado Juntos por el Cambio. La escasa adhesión a muchas de sus propuestas entre sus propios votantes.
Raúl Kollmann

Por Raúl Kollmann

Ningún consultor publicó una encuesta con diez puntos o más de ventaja de Javier Milei sobre Sergio Massa, pero la casi totalidad tenían al libertario como ganador por un margen claro. Consultores como Federico Aurelio (Aresco), Shila Vilker-Raúl Timerman (Grupo de Opinión), Hugo Haime (Haime y Asociados), Roberto Bacman (CEOP), Eduardo Fidanza (Poliarquía), Santiago Giorgetta (Proyección), Marcelo Escolar (Inteligencia Analítica) le dijeron a Página/12 -desde el jueves pasado en adelante- que Milei se impondría en la elección del domingo. La brecha se situaba en cuatro, cinco y hasta seis puntos. El resto de los consultores sostenían que la elección estaba en situación de empate técnico, casi ninguno veía a Massa como ganador claro. La clave consistió, a lo largo de toda la campaña, en que Milei sumaba los votos de Patricia Bullrich, parte de los de Juan Schiaretti e incluso apoyos de votantes de Horacio Rodríguez Larreta. Ninguno de esos trabajos consignaba adhesión a Milei. Por ejemplo, los encuestadores decían que el 10 por ciento de los votantes de Milei lo consideraba desequilibrado y no apto para gobernar y una proporción similar opinaba que había perdido en el debate con Massa. Aun así, esos ciudadanos estaban dispuestos a respaldarlo con el voto. El centro de todo era el rechazo, el hartazgo, la necesidad de un cambio.

Datos y sensaciones

La serie de datos que ubicaban a Milei como favorito era difícil de digerir por buena parte de los que recibían la información -incluyendo a este cronista-, pero principalmente los vinculados a la campaña de Massa. Parecía poco creíble, después de la clara victoria del tigrense en el debate del domingo 12 y de los episodios de una verdadera montaña rusa emocional del libertario. Hubo un ministro, Gabriel Katopodis, que realizó una intensa campaña hasta en el transporte público, y en varios diálogos con este diario, advirtió que la elección venía “mal” y hasta “muy mal” para el oficialismo.

Al mismo tiempo, los consultores insistían una y otra vez con un cálculo casi exclusivamente matemático.

* Milei sacó el 30 por ciento de los votos el 22 de octubre.

* Sumaba la totalidad del 17 por ciento auténtico que consiguió Patricia Bullrich en las PASO de agosto.

* Se quedaba con parte del 7 por ciento de los votos de Schiaretti.

* Y hasta conseguía la adhesión de una porción de aquel 11 por ciento de Larreta también en agosto.

La sumatoria ponía al libertario por encima del 50 por ciento.

Hay consultores que decían que Milei estuvo adelante siempre, que la tendencia fue constante desde el 22 de octubre hasta este domingo. Incluso había encuestas que daban la posibilidad de una diferencia mayor a los diez puntos. Sucede que, en un balotaje, el movimiento de dos puntos se convierte en cuatro, porque son dos puntos que se agregan a un candidato, pero al mismo tiempo se restan del otro. O sea, que el que tenía seis puntos de ventaja para Milei, en el rango de error de una encuesta -dos o tres puntos-, también entraba una diferencia de diez y hasta once puntos.

Voto, pero no adhesión

La totalidad de los consultores, incluyendo a los que una semana antes mencionaban un empate técnico, sostuvieron que lo que primaba era un voto-castigo, la idea de cambio, el cansancio y el hartazgo con la inflación, los bajos salarios o los casos de corrupción. No existía un respaldo a las ideas o propuestas de Milei.

En el trabajo de la CELAG, que lidera Alfredo Serrano Mansilla, se señalaban los siguientes conceptos, publicados por Página/12:

* Casi el 60 por ciento de los consultados afirmaron que “las instrucciones del FMI condicionan la política económica y empeorarán más la crisis”. Esa era la postura expresada por Massa. Lo que sostenía Milei (“las instrucciones que da el FMI son la única forma de estabilizar la economía”), era respaldado por una minoría del 33 por ciento.

* Respecto del dólar ocurría algo similar. “El dólar aumenta por los especuladores”, lo dicho por Massa, era respaldado por el 52 por ciento. “El dólar blue aumenta por los mercados”, lo que afirmaba Milei, estaba muy por debajo, con el 40 por ciento.

 * Sólo un 35 por ciento decía que Milei es alguien ajeno a la política y sus vicios. O sea, la mayoría consideraba al libertario como un político más.

* En otras dos cuestiones esenciales, decisivas, Massa estaba mucho mejor considerado. El tigrense era señalado como más cercano a la gente común (48 por ciento) frente a un Milei al que sólo el 36 por ciento consideraba cercano a la gente común. Massa era visto como el de mayor capacidad de diálogo y negociación, 53 por ciento, contrastando con sólo un 36 por ciento que le veía esa cualidad al libertario.

Es decir, escasa sintonía con las posturas libertarias. Sin embargo, el consultor Jaime Durán Barba suele decir que “la gente está por el cambio” en la mayoría de los países del mundo, aunque en sí misma es una consigna vacía: “gran parte de los latinoamericanos estamos por un cambio que luego archivamos para pedir otro cambio. Las redes crearon una actitud negativa, en especial después de la pandemia”. Por lo tanto, más allá de propuestas y características de Milei, el voto refleja esa demanda de cambio y protesta.

El saldo

Parte del resumen de Serrano Mansilla es el siguiente:

* Perdió la moderación.

* La inflación ganó el debate.

* La gestión cotidiana importa más que cualquier eslogan.

* El peronismo sigue en su laberinto.

* Milei es mayoría, pero con el apoyo real del 22 por ciento del padrón electoral, que es lo que sacó en la primera vuelta.

* No hay fin de ciclo. La disputa continúa. 


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Marcha de velas: miles de estudiantes se movilizaron en contra del ajuste y la violencia

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Fue una de las medidas del plan de lucha para recuperar el salario docente y no docente y para reclamar mayores fondos en el Presupuesto 2025. El lema fue «Unidad por la educación pública». 

Por Celeste del Bianco

El fuego de las velas iluminó los rostros de estudiantes y trabajadores que sostenían una extensa bandera argentina que decía: “Unidad por la educación pública”. Caía la noche en el Palacio Pizzurno cuando la comunidad educativa finalizó la movilización que había comenzado minutos antes en Plaza Houssay. Frente a ellos, sobre la vereda del edificio donde funciona la Secretaría de Educación, una hilera de cien efectivos de la Policía Federal que se mantenían expectantes con escudos en los brazos. Las velas frente a los cascos. Una marcha en contra de la violencia que se vivió en la Universidad de Quilmes cuando un grupo de militantes libertarios tiró gas pimienta en una asamblea, pero también contra los ataque verbales de la administración de Javier Milei.

“Hacemos un llamado al Gobierno Nacional a que frene con la violencia, con las declaraciones que la fomentan y con las expresiones en las redes sociales que después se expresan en la calle”, pidió Piera Fernández De Piccoli, la presidenta de la Federación Universitaria Argentina (FUA) en diálogo con Página 12. Estaba ahí junto a otros representantes del bloque tripartito que forman junto al Frente Sindical (integrado por los gremios docentes y no docentes) y el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). Detrás de ellos, miles de estudiantes cantaban y saltaban: “Traigan al peluca de Milei, para que vea, que este pueblo no cambia de idea, pelea y pelea por la educación”. En la Ciudad de Buenos Aires, un muestra de lo que sucede en 47 universidades del país entre tomas, vigilias y asambleas.

Horas antes de la movilización, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, sumó nuevas agresiones a las del Presidente, que en los últimos días llamó “delincuentes” y “chorros” a los universitarios. Esta vez, la funcionaria los acusó de llevar molotovs a las movilizaciones y tomas. “Van a ir con una cantidad de cosas a propósito, para intentar ir in crescendo”, dijo Bullrich. Ayer, durante la marcha solo había velas, bombos, antorchas, carteles y banderas. “Hay discursos hostiles que lo que hacen es escalar el conflicto y nosotros no queremos escalarlo. Hace 10 meses que el Gobierno nos empuja a eso. Tenemos que hablar del retraso salarial y el Gobierno dice falsedades que no suman y que son para llevar confusión a la comunidad con mentiras”, le dijo a este diario Emiliano Cagnacci, secretario General de Asociación de Docentes de la UBA (ADUBA).

Pasadas las siete de la tarde, la marea llegó al lugar en el que tiene despacho el secretario de Educación Carlos Torrendell para reclamar la recomposición salarial y el aumento de las partidas universitarias en el Presupuesto 2025. En la esquina de la Paraguay y la Avenida Callao, estaba Gimena, estudiante de Abogacía de 24 años en la UBA. Antes cursó algunos años de Enfermería en Chivilcoy, su ciudad natal, porque era una de las pocas alternativas que tenía. “Sacarle las esperanzas a los estudiantes también es parte del desfinanciamiento”, dijo. “No es solo el edificio físico, es quitarnos a nosotros la posibilidad de poder elegir la carrera. Yo estaba por terminar Enfermería y tuve la oportunidad de venir a Buenos Aires y dejé. Pero en estos días me replanteé volver a mi pueblo. Son proyectos de vida que se van destruyendo y degradando”, agregó.

Cerca de ella, caminaba Mercedes, una jubilada envuelta en una bandera argentina que golpeaba una cacerola con una cuchara. “Tenemos derechos ganados que no debemos perderlos. Estoy contenta porque se ha despertado la consciencia”. Mercedes no tiene ningún vínculo directo que la motive estar en la calle, su hijo politólogo ya se recibió y ella no pudo estudiar Abogacía como quería. “Los grandes debemos luchar por los más chicos. Esto te cala los huesos, es muy nuestro, muy profundo”, dijo y comenzó a llorar. Alrededor, algunos vecinos aplaudían desde los edificios y otros filmaban con sus celulares.

Plan de lucha

La medida de ayer es parte del plan de lucha que el martes definió el bloque universitario y que incluye tres días de paro nacional. El primero es hoy y dura 24 horas y habrá uno de 48 para el lunes 21 y martes 22. Cada miércoles, se harán clases públicas en todo el país en sintonía con el tratamiento del Presupuesto 2025 en el Congreso. Los rectores piden el 50% más de lo que el gobierno prevé para el próximo año. Además, en noviembre se harán marchas regionales en cinco provincias distintas para federalizar la protesta, se cree que las sedes serán Tucumán, Córdoba, Salta, Mar del Plata y alguna ciudad del sur del país. Aún no se terminó de definir, pero se evalúa hacer un gran encuentro nacional universitario en la Ciudad de Buenos Aires e instalar una carpa blanca.

“Seguimos en la pelea por nuestro salario. Estamos pidiendo por dos billones de pesos para que se arregle la recomposición salarial en paritarias. Y hoy estamos acá acompañando a los estudiantes, que son los que originaron esto”, le dijo a Página 12 Daniel Ricci, secretario general de la Federación de Docentes de las Universidades (FEDUN). Los seis gremios que integran el Frente Sindical reclaman la apertura de la paritaria para recuperar el 63.5 por ciento que perdieron por la inflación, el pago de la garantía salarial (fijada en 420.000 pesos) y recuperar el Fondo de Incentivo Docente.

En la previa a la marcha, las clases públicas se diseminaron en toda la Facultad de Medicina, que fue el punto de encuentro de la convocatoria. También fuera de ella, en la Plaza Houssay donde dos profesores explicaban la resistencia de la vía aérea en un pizarrón blanco a quince estudiantes sentados en el césped. Sobre las escaleras de entrada de la facultad, otras tres clases simultáneas. Los estudiantes tomaban nota mientras los colectivos pasaban por la calle Paraguay dejando una estela de humo en el aire. Manuela y Sol dieron la clase de repaso antes del parcial de Farmacología 1, terminaron a las seis para poder sumarse a la caminata. “Queremos manifestar nuestro descontento con los argumentos del Gobierno. Si hablás con cualquier estudiante o docente está totalmente a favor de las auditorías, todos queremos un manejo transparente. Además, no es cierto que solo la gente de clase alta vaya a la universidad, tengo muchos amigos que son primera generación universitaria, que viajan como tres horas en bondi. A todos nos está costando llegar a fin de mes”, contó Sol, que este mes cobró 99.000 pesos por su trabajo como docente.

Uno de los argumentos del Gobierno son las auditorías. El martes, se conoció la decisión del procurador del Tesoro de la Nación, Rodolfo Barra, para que la SIGEN retome los controles sobre las universidades nacionales; una tarea que desde 2022 había quedado a cargo de la Auditoría General de la Nación (AGN), que depende del Poder Ejecutivo. Una medida que los rectorados tomaron con buena cara a pesar de las declaraciones de Milei, que había dicho que «los chorros están en peligro».

Camila es estudiante de Psicología y también fue a la marcha, tiene dos trabajos: uno como administrativa y otro en una residencia de Salud Mental. Mientras sostenía una antorcha se sumaba al popular cántico: “universidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”. “Somos trabajadores precarizados y nos afecta la reforma laboral, pagamos la SUBE, los servicios, nos está afectando de todos lados”, contó.

La marcha confirmó la irrupción de los universitarios como un sujeto que da la disputa en la arena educativa, pero también en la política, un movimiento que no hace más que crecer ante las decisiones del gobierno nacional. “Siempre hemos sido parte de las luchas y hoy los estudiantes estamos acá porque la universidad pública es todo lo que este gobierno detesta, que es el pensamiento crítico. Yo estudio Psicología porque quiero ejercer en la salud publica, que es fundamental para el país que quiero, me emociona”, agregó Camila.

Antes de comenzar a marchar, docentes y estudiantes se pararon en la puerta de la facultad y entonaron el himno argentino frente a las cámaras de televisión. A un costado, también cantaba Francisco Soria, profesor de Filosofía jubilado. Tiene 64 años y fue el primer universitario de su familia, sus padres eran analfabetos. Mientras cantaba, las lágrimas le caían por las mejillas. “Es emocionante ver la lucha de estos jóvenes que nos dan ejemplo a los mayores que estamos cansados. Cantar el himno en estas circunstancias es tan o más emocionante que cantarlo para un mundial”, cerró. 


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