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Provincia de Buenos Aires: el Frente de Todos encabeza las preferencias electorales

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El fantasma de la gestión de María Eugenia Vidal sigue mostrando sus efectos en la provincia de Buenos Aires. Pese a que la gran mayoría de los bonaerenses es pesimista sobre el aumento de sus ingresos, el Frente de Todos encabeza cómodo las preferencias electorales (33,6%), siempre y cuando la alianza cambiemita (19,4%) y la ultraderecha (16,6%) mantengan prudente distancia entre sí. Los datos surgen de una encuesta de la consultora Analogías, que luego de cruzar respuestas sobre ideologías y preferencias políticas advierte que el oficialismo debe actuar con “firmeza y autoridad en la resolución de cuestiones concretas” si pretende captar el voto de los contingentes más despolitizados, claves en la disputa, que al día de hoy se inclinan mayoritariamente hacia opciones de derecha.

La base de apoyo del Frente de Todos en la provincia más poblada de la Argentina ronda los 45 puntos, 3 más de los que contaba al momento de las PASO de 2021, precisa la consultora que la semana pasada encuestó a 2.467 personas de las siete secciones electorales. Esa breve remontada es posterior a una caída desde casi 52 puntos en noviembre de 2020 a 42 en octubre de 2021, que el estudio explica por el deterioro del salario real durante el proceso de recuperación económica como producto de paritarias inferiores a la inflación, pese a la temprana advertencia de la vicepresidenta Cristina Fernández sobre la necesidad de distribuir ese crecimiento.

Ese deterioro continuó en 2022, apenas con una leve mejora del salario anualizado en comparación con 2021, que explicaría la mejora en la base de apoyo. El otro factor, sugiere Analogías, es el cambio de actitud del Frente de Todos, donde ya todos sus referentes reconocieron la necesidad de resolver la depresión salarial como prioritaria.

El impacto de la derrota electoral de 2021 debilitó al gobierno aunque no se produjo una ampliación simétrica en la oposición sino “un repliegue de los sectores moderados hacia posiciones expectantes y de observación”, al menos en lo que la consultora clasifica como “oficialismo moderado”, que fluctúa entre 15 y 20 puntos en la provincia, un electorado que generalmente confluye hacia el peronismo.

El estudio define como “un equívoco importante” del peronismo la decisión de abordar a esos “segmentos blandos” actuando con “igual o mayor moderación”, agravada por la exposición del debate interno ante la falta de consensos. “Puede tener consecuencias insospechadas”, advierte, y señala que para evitarlas “el Frente de Todos debe sintonizar con esos sectores, que demandan más firmeza y autoridad en la resolución de las cuestiones concretas, para reconstruir mayoría”. Al día de hoy, entre quienes se consideran “centristas”, el 50% responde que irá hacia alguna opción de derecha y sólo el 22% hacia el Frente de Todos.

Entre los casi 45 puntos de quienes no pueden encuadrarse ideológicamente, la tercera parte manifiesta apoyar al Frente de Todos, un 28% a opciones de derecha y el 35% permanece indeciso. “Es en estos contingentes con opiniones moderadas, desinterés en las cuestiones estilísticas del discurso y demanda de pragmatismo y autoridad donde se disputa la constitución de mayorías de cara al año electoral, que presenta un cuadro abierto, móvil y expectante”, destaca el estudio. El cambio de actitud del presidente Alberto Fernández hacia el Poder Judicial, con su decisión de impulsar el juicio político a la Corte Suprema, y la centralidad de Sergio Massa en la coordinación de la política económica “pueden ser un principio de reconstitución del poder político, aunque aún no brinden resultados concretos y medibles”, observa también.

Ingresos, expectativa y realidad

Las expectativas económicas de los bonaerenses, que llegaron a niveles mínimos en 2022, volvieron a valores equivalentes a los de 2021. Un 44% de los encuestados cree que la actividad económica este año será igual o mayor que el anterior; el 32% piensa que será menor y 23% no arriesga respuesta.

En materia de ingresos reina el pesimismo: el 44,2% piensa que su poder adquisitivo se va a deteriorar este año, un 20,2% que no cambiará y sólo un 18,4% se esperanza en que aumentará.

En un nivel muy superior de satisfacción se ubica la visión sobre la temporada de vacaciones en la provincia: para un 64,3% es positiva y para un 22,6% negativa.

Escenarios electorales

En Frente de Todos encabeza las preferencias electorales con una brecha de 14 puntos respecto de Juntos por el Cambio, mientras un 19% permanece indeciso. El espacio que a nivel bonaerense se referencia en el gobernador Axel Kicillof sumaría 33,6 puntos contra 19,4 de los cambiemitas, mientras la ultraderecha sumaría un 16,6% de votos y el Frente de Izquierda un 5%.

Conflicto entre poderes

Ante la pregunta sobre si la Corte Suprema de Justicia actúa por motivaciones políticas más que jurídicas, las respuestas se dividieron en partes casi iguales: el 40,3% opinó por la positiva y el 38,6% por la negativa, mientras el 21,1% no sabe. El descrédito de los cortesanos es más intenso entre los sectores humiles y de mediana edad, donde el apoyo al oficialismo es más intenso.

Factor Qatar

Una amplia mayoría admitió que le dura la alegría por el triunfo de la selección de fútbol masculino en el último mundial: “mucho” respondió el 39,8% y “bastante” el 17%. Es notable la diferencia de respuestas según el nivel de instrucción: para los más humildes, con educación primaria, el sentimiento de alegría intensa duplica a quienes manifiestan que persiste “poco o nada”. También es mucho mayor la persistencia del sentimiento positivo entre los encuestados oficialistas que entre los opositores.


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Cómo se organiza el movimiento estudiantil ante los embates de Milei

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Frente a la marcha universitaria del 23 de abril, los estudiantes empiezan a desplegar sus propias estrategias. ¿Por dónde transcurren hoy la rebeldía y las nuevas formas de resistencia?
Pablo Esteban

Por Pablo Esteban

El Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) que reúne a rectores y rectoras de todas las universidades nacionales del país convocó a defender “la educación pública, la ciencia y el sistema universitario nacional”. Denunció que la situación económica financiera “es grave” y que se requiere de una “urgente respuesta por parte de los poderes del Estado Nacional”. Respuestas que, precisamente, el Estado no brinda y que, de acuerdo al horizonte, no parece con ánimo de brindar. Las casas de estudio ya manifestaron no poder afrontar las facturas de luz, gas y agua, y a este ritmo, al no brindar las condiciones mínimas de cursada, podrían paralizarse. 

De esta manera, el Frente Sindical que agrupa a los gremios del sector acordaron una movilización masiva de toda la comunidad el 23 de abril, con el objetivo de demostrar a la sociedad lo que podría ocurrir si las 73 casas de estudio cierran sus puertas. Más allá de los docentes y nodocentes, el corazón de la movilización serán los estudiantes. Sin embargo, ¿cuán movilizada está la juventud por estos días? ¿Cuántos participan de movilizaciones para reclamar el arrebato de sus derechos durante el gobierno de Milei? 

“Lentamente la resistencia se va a ir armando. Hay que dar tiempo a los jóvenes para que adviertan por sí solos cómo lo que han votado les afecta su vida cotidiana”, piensa con optimismo Pablo Vommaro, docente e investigador de la UBA, el Conicet y Clacso. Su esperanza se cimienta sobre hechos concretos: esta semana se realizaron clases públicas en diferentes facultades de la UBA, en la UTN y en tantas otras instituciones que, por un momento, transformaron la calle en aula. Son acompañadas de reclamos, sentadas, abrazos simbólicos a edificios emblemáticos (como al Cero+infinito de Exactas y Naturales en Buenos Aires, así como el realizado en la Universidad Nacional de Río Negro) y movilizaciones de todo tipo. Una muy sugerente fue la realizada en la Universidad Nacional de Cuyo, con una marcha en defensa de la educación pública a la que adhirieron varias facultades y gremios.

En paralelo, se combinan estrategias digitales, como spots y aportes varios en redes sociales que en 2024 tienen peso específico. De hecho, la denuncia realizada por la Universidad del Comahue y su imposibilidad de afrontar los gastos de funcionamiento emergió a partir de una publicación en la cuenta de instagram defensa.unco, de la que participan docentes, no docentes y estudiantes de la institución. La militancia continúa por otros medios, a pesar de la resignación y la angustia social. Las banderas, los pibes y las pibas, una mística que se recicla y no desaparece. De hecho, ¿cómo no defender a la universidad, una de las instituciones con mayor apoyo y legitimidad social?

Un fenómeno complejo como la juventud y su reacción política no puede pensarse de manera descontextualizada. El filósofo coreano Byung-Chul Han describe con precisión a la sociedad del cansancio: una dialéctica de la positividad que gana espacio en el terreno simbólico y abre un nuevo paradigma caracterizado por su reverso de estrés, depresión y desgaste profesional. Así, la apatía frente a lo ajeno erosiona las solidaridades sociales y se consolida como sentimiento hegemónico. Y esto no solo afecta a los jóvenes, sino a todas las franjas etarias. En simultáneo, con la digitalización las formas de la resistencia pública se desdibujan. En concreto: ¿“tomar la calle” tiene la misma eficacia en el presente? Lo que aún significa más: ¿hay que pedir a los jóvenes que protagonicen la historia del cambio cuando quizás no quieren?

Los nuevos formatos y la derecha rebelde

Al respecto, Página 12 conversó con el físico Andrés Rieznik, científico que desde hace tiempo se preocupa por analizar estos fenómenos y que en su juventud se caracterizó por una práctica militante destacada. Desde su punto de vista, en el presente, el movimiento estudiantil “genera poca conflictividad social cuando un gobierno como el de Milei avanza y pone en peligro sus derechos”. En esta línea, plantea dos factores que podrían explicar una pretendida falta de reacción. “Por un lado, (para el estudiantado) hay cierta decepción con experiencias de gobiernos de la izquierda latinoamericana que no lograron cumplir con las expectativas que tenía la juventud en su momento”, sostiene quien fuera presidente del centro de estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires (CENBA) en 1995.

Por otra parte, menciona que el libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? de Pablo Stefanoni puede servir como brújula para pensar el segundo aspecto. La hipótesis es que la izquierda ya no enamora a las juventudes tal y como lo hacía tiempo atrás, y las raíces, además de locales, son globales. “Después de la Caída del Muro se desintegraron los Estados comunistas de la Europa del Este; está claro que hoy esa utopía comunista no existe. Antes el hecho de tomar el poder estaba al alcance de la mano; los jóvenes creíamos que había un mundo mejor posible si peleábamos por eso. Un mundo con economía planificada y Estado interventor”. Y remata: “Hoy la postura económica y la idea de mejorar a la sociedad no están tan claras desde la izquierda. No tiene una utopía para ofrecer, que sí es ofrecida desde la derecha, representada por Milei”.

Para Vommaro, el análisis de la movilización o desmovilización juvenil debe relacionarse con tres ejes. Formatos de protesta que podrían estar agotándose, una sociedad que reacciona mucho menos si se compara con la cantidad de intereses y derechos afectados, así como también, la presencia de muchos jóvenes en edad universitaria que votaron por el gobierno y aún están con cierta expectativa de ver qué es lo que sucede y que no están convencidos con lo que ocurrió en mandatos anteriores como el de Alberto Fernández.

“Pienso que hay formatos de protesta que, aunque no dejaron de ser efectivos, están agotados entre las nuevas generaciones. Inclusive en agendas ambientales, que suelen movilizar mucho a las juventudes alrededor del mundo”, expresa el especialista en el rubro. De hecho, su mirada se constata: por esta época prevalecen las denuncias por redes sociales, las intervenciones directas como escraches a empresas que contaminan o gobiernos que los perjudican, pero las movilizaciones masivas parecen resignar músculos.

“Al mismo tiempo, el hecho de que no salgan a protestar no equivale a que las juventudes no tengan interés o que no estén preocupados porque les cierren la universidad. Creo que sigue habiendo una inquietud en participar de los asuntos públicos”, observa. Después Vommaro suma complejidad a la reflexión y complejiza aún más el análisis con un condimento empírico: “Dentro de una sociedad que está a la expectativa y que aún no sale a nivel de la afectación de los intereses que tiene, las juventudes actúan en la misma línea. No hay que olvidar que hace tan solo cuatro meses este gobierno ganó las elecciones. Hay muchos jóvenes que votaron a Javier Milei en las PASO, en las generales y en el balotaje. Tres veces lo hicieron”.

De manera reciente, el vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti, en diálogo con Tomás Rebord, señaló una contradicción: “Los que tienen la pelota son los pibes que van y se educan en la UBA. No es compatible educarse en la UBA y votar a Milei”. Frente a ello, a tono con lo que subraya Vommaro, la reacción no se hizo esperar: hubo mini campañas encabezadas por estudiantes universitarios que, a través de las redes sociales, declararon haber votado a Milei. Lo enuncian con orgullo, esquivando la contradicción señalada por el funcionario; se trata de estudiantes de UBA-Sociales agrupados espacios que se identifican con las ideas libertarias.

Nostalgias y romances

En buena parte de las revoluciones, el componente juvenil-estudiantil tuvo un papel preponderante. Las convicciones frescas para poner cuerpo y mente al servicio de defender derechos en riesgo, o bien, recuperar derechos perdidos. Aún se lee con emoción el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria en 1918, impulsada por los jóvenes de Córdoba y luego desplegada a otras latitudes: “Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son Ias libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, Ias resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”.

Un programa reformista que planteaba transformaciones rotundas para la universidad del futuro: el cogobierno (con representantes de los distintos claustros de profesores, estudiantes y egresados en el proceso de toma de decisiones); la asistencia libre; la defensa de la gratuidad de la enseñanza; la libertad (para que los estudiantes pudiesen escoger cursos paralelos al del profesor catedrático) y la periodicidad de cátedra (que estipulaba plazos con mandatos fijos para el ejercicio de la docencia); los concursos públicos para la distribución y la asignación de cargos, la publicidad de todos los actos y la extensión cultural puertas afuera de las instituciones. Al calor de la reforma se creó la Federación Universitaria Argentina (FUA), que agruparía a los representantes de las diversas organizaciones estudiantiles provenientes de distintas instituciones universitarias bajo un mismo gremio, con objetivos programáticos y agendas compartidas.

Para 1960, con un Estado de Bienestar rozagante y las matriculas escolares engordadas hasta estallar, los jóvenes dominaban una escena social que, por primera vez, los tenía como protagonistas. A la revolución cubana y los procesos de descolonización en Asia y África, se sumaba el cimbronazo cultural marcado por los jeans, el rock y el twist; las sexualidades y la píldora anticonceptiva; así como también, los nuevos consumos culturales a partir de la TV. Aunque el Mayo Francés será uno de los fenómenos más recordados, cuenta la historiadora del Conicet Valeria Manzano, fueron más de cien las ciudades que, a lo largo y a lo ancho del globo, participaron con movilizaciones obrero-estudiantiles. La revolución parecía estar “a la vuelta de la esquina” y Argentina no fue la excepción a partir del Cordobazo.

La ebullición social les indicaba a los jóvenes que estaban escribiendo la historia y que la liberación del sistema capitalista era posible. Rieznik plantea que tal clima estudiantil perduró incluso hasta los 90, a partir de dos grandes luchas: la de 1993 contra la Ley Federal de Educación y la de 1995 contra la Ley de Educación Superior. Así lo cuenta: “Eran movilizaciones en las que participaban decenas de miles de estudiantes. En ese momento, habían pasado unos 10 años del retorno a la democracia y no había habido gobiernos de centro izquierda. Todavía no era el tiempo de Kirchner, Lula ni Chávez, y nuestra pelea de aquel entonces era muy antigobierno”.

Más allá de las diferencias, resulta todo un desafío para los adultos evitar la romantización de la propia juventud y no cuestionar la del presente. Las personas tienden a enamorarse de sus tiempos porque, al ser protagonistas, les imprimen emociones que quizás ya no están. Comprender que las épocas pasadas no necesariamente siempre fueron mejores es parte de quebrar una mirada adultocéntrica con respecto a la vida. La ventaja de la historia es que siempre se está escribiendo y que las nuevas generaciones son las dueñas del lápiz.

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