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Miércoles 25 de Junio del 2025

SOCIEDAD

La banalización de la violencia y la pulsión de matar

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Se inició el juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa, el joven de 18 años asesinado a golpes en la madrugada del sábado 18 de enero de 2020, en Villa Gesell. A los ocho rugbiers implicados -detenidos e imputados por el delito de “homicidio doblemente agravado por alevosía”- se les pide la pena máxima de prisión perpetua.

Vivimos en una permanente banalización de la violencia. Esa banalización adquiere su dimensión más inmediata y fulminante en unas de sus pulsiones: la pulsión de matar. No penséis que el mal y su banalidad se oculta en criaturas “extraordinarias”. El mal, hasta el más infame, se puede cobijar en la estructura física y mental de un ser banal y normal.

Este es un crimen producido por machos “normales”, o sea banales, matones de casta, desatados, agresivos, con la cultura del “falo” en los puños y el cerebro lleno de testosterona neolítica. Esa cultura gris donde se extingue todo residuo de piedad hacia el otro, y la figura humana deja de conmover. Un soporte inestimable para una opresión concreta, de poder y sumisión, derivados de una estructura social jerárquicamente explotadora.

En ocasiones, esa banalización se apodera íntegramente del Estado. Todo Estado se puede convertir en una máquina inquietante de banalizar la violencia y la muerte. Francisco Franco firmaba penas de muerte mientras tomaba el café de sobremesa con su señora y sus ministros. Jorge Rafael Videla, ese individuo banal e irremediablemente normal, se estremecía de éxtasis ante un gol mundialista mientras a sus espaldas miles de almas deambulaban por las aguas de un río pardo, ensangrentado y sombrío. El nazismo no hubiera prosperado sin ese antisemitismo social tan normal y banalizado de la época. Para que la cultura de la deshumanización del otro se legitime es necesario colocar a las personas contra las personas, inferiorizar para dominar, banalizar la muerte, la violencia y sus exacerbaciones.

Netflix inunda el mercado de la modernidad con una lluvia fina, penetrante, de documentales de asesinatos en vivo, donde visto uno banalizados todos. Los pistoleros Espert y Milei juegan a indios y vaqueros delante de las pantallas cuando sabemos que las armas de fuego (el cuchillo necesita del contacto) están hechas para banalizar la muerte. Las armas drónicas, utilizadas por Trump, aún más. Se mata a distancia. Se separa a la víctima del verdugo. Se deja menos huella de conciencia. Es la banalización suprema de la muerte gracias a la tecnología. Y entonces pasa lo que pasa. Y lo que pasa es que la pulsión de golpear, de insultar, de violentar, de matar, se tiene muy al alcance de la mano.

La civilización se basa en la palabra. Pero la convivencia, esencia de la civilización, se basa en el silencio. Se habla poco de la banalización de la violencia y de la muerte. Se habla más del derecho a la identidad, un término, que como la libertad o la justicia, define un anhelo abstracto más que una realidad. Una determinada ideología -muy en línea con la banalización de la violencia y de la muerte- insiste en que las identidades distintas son enemigas. “La identidad es el fundamento principal de la confrontación de nuestro tiempo. Todo lo que nos identifica esta siendo atacado”, expresaba hace unos meses, la líder de extrema derecha y primera ministra italiana, Giorgia Meloni. Uno, lo único que ve, es gente distinta, que piensa distinto. Determinadas identidades se sienten amenazadas, y sentirse amenazado es una sensación muy personal. Uno de los rugbiers detenido expresó que se sintió así, “amenazado”, como Meloni. Lo dicho, una sensación muy personal, un tanto normal, un tanto banal.

(*) Exjugador de Vélez, clubes de España, y campeón del Mundo Tokio 1979


PROVINCIALES

Brizuela: “La provincia transfirió en cinco meses a Río Gallegos, por coparticipación, más de 26 mil millones de pesos»

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El ministro de Gobierno de Santa Cruz, Nicolás Brizuela, detalló que, durante los primeros cinco meses del año, la capital provincial recibió $26.356 millones en concepto de coparticipación, sin que hasta la fecha se haya presentado una rendición formal sobre el uso de esos recursos.

“Estamos hablando de más de 26 mil millones de pesos en lo que va del año, un promedio de 5.250 mil millones mensuales. Preocupa que el intendente Grasso siempre esté criticando a la provincia por los recursos y las inversiones, cuando nosotros tenemos publicada la información, en boletines oficiales donde entre otras cosas podés encontrar licitaciones o, sin más ni menos, en la página Web de la provincia se puede acceder a muchísima información, como todo lo que se coparticipa a los municipios, recaudación de ASIP (Agencia Santacruceña de Ingresos Públicos). Sin embargo, el municipio no presenta informes de ejecución presupuestaria, no implementa un boletín oficial, etc. No puede ser que una capital provincial tenga un sistema de acceso de información como si fuera una estancia y Grasso su patrón», subrayó Brizuela.

El funcionario también advirtió que el municipio no publica ejecutados presupuestarios, lo que impide conocer el destino real de los fondos. “No hay un solo informe disponible para los vecinos”, explicó.

Brizuela también señaló la inacción histórica del Tribunal de Cuentas provincial, que no ha auditado de forma efectiva las cuentas del municipio. “Durante años, el organismo de control se mantuvo al margen. No puede ser que un municipio de este tamaño, que administra recursos millonarios no tenga controles reales”, remarcó.

Finalmente, el ministro llamó a fortalecer los mecanismos de transparencia y control, en todos los niveles de gobierno. “Lo que está en juego es la confianza de la ciudadanía. Es tiempo de poner fin a las zonas grises en el manejo de los fondos públicos».


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