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El Frente de Todos, sin más margen para inmovilizarse

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«No hay más tiempo», aseguran dentro del propio oficalismo, frente a un Gobierno que parece un espectador o un opinólogo. Más allá de las operaciones mediáticas y políticas de la oposición, la dirigencia del Frente de Todos tiene que mostrar día a día en la gestión para qué fue elegida.

Por: Eduardo Aliverti

Lo dijo Gabriel Katopodis, sobre quien es unánime la consideración de ser uno de los pocos funcionarios que funcionan: “No hay más tiempo”.

En diálogo radiofónico, este sábado, fue el único ministro capaz de poner la cara para referirse a un escenario dramático ante el que, en percepción popular, ya no cuentan las cifras beneficiosas de la macroeconomía ni el país de la otra velocidad (restaurantes pletóricos, plazas turísticas a tope, teatros y espectáculos artísticos con demanda plena; para no hablar de la fiesta de lo que el triunfo cultural de la derecha denomina “el campo”, en todas sus ciudades y pueblos).

“No hay más tiempo y debe construirse una última oportunidad, que es reencauzar esta situación. Hay que tomar tres o cuatro medidas por día. Tiene que haber una mesa política más fuerte, desde un Frente de Todos y un peronismo más serio, más ordenado, más compacto, más enfocado, que deje lo secundario en otro lugar”, siguió Katopodis además de puntualizar las realizaciones concretas de obra pública que se esparcen en casi toda la geografía nacional y que, claro, en este momento no semejan interesarle a nadie.

A la hora de cerrarse esta columna, sigue siendo una incógnita si el largo encuentro del Presidente y CFK, también este sábado, redundará en algún hecho específico de unidad en acción rumbo a qué.

Mientras eso no ocurra, lo irrebatible es que juegan todos menos uno.

En medio del desconcierto prácticamente absoluto, ésa quizás no sea la única seguridad pero, con certeza, es la mayor.

Juegan las patronales agropecuarias y todos los actores de la extorsión devaluatoria.

Juega el Partido Judicial, que, como toda la vida cuando huele sangre, es un carroñero acercado a avalar las movidas desestabilizantes.

Juega el Partido Mediático, que acentúa golpear en forma salvaje al Presidente que a veces se delarruiza solo.

Juegan los dueños de los colectivos porque tienen atrasado el pago de subsidios.

Juegan los grandes remarcadores de precios, hasta límites que preanuncian una inflación más siniestra todavía, porque a) tienen en qué ampararse debido al dólar incontenible (salvo, desde ya, persistir en los versos ridículamente eternos de la operatoria “marginal” que no incide en las transacciones comerciales y financieras del Mercado Único -???- y Libre de Cambios); y b), porque tampoco hay, siquiera, la más mínima amenaza técnica, o gestual, de sanciones o disposiciones efectivas.

Juega remarcando el bolichero de la esquina porque, con toda lógica defensiva, se ampara en que desconoce los costos de reposición.

Juegan los movimientos sociales, o los dirigentes de ese sector no importa si con algún exabrupto, y está bien porque lo único que falta es que se queden inmóviles.

Y de paso: la parte de la sociedad y de lo que quede de la militancia frentetodista, o cristinista, o de los sectores medios conscientes del verdugo peor tal vez a punto caramelo, ¿seguirá asimismo inmovilizada?

Hasta podría decirse que juega la inexpresividad de la CGT, con una marcha para mediados de agosto que, según aclara la otrora central obrera, no es para apoyar ni oponerse al Gobierno sino todo lo contrario.

Y junto con eso último también podría afirmarse que juega la insulsez del Congreso Nacional, para solaz y esparcimiento del discurso fascistoide de la antipolítica, porque en las dos Cámaras están a la espera de que el Ejecutivo muestre cierta dirección, o apenas un alguito, respecto de alguna cosa. Pero no. Nada. Nada de nada, acerca de los que pudieran considerarse proyectos o iniciativas enmarcadas con apunte estratégico. O al menos táctico. Lo de la imposición a la renta inesperada, por ejemplo. No se volvió a hablar.

El aporte extraordinario de las grandes fortunas, por caso, fue un movimiento creativo y eficaz que representó la última “épica” del Frente de Todos.

¿No hay más?

¿Hay que resignarse a que, definitivamente, el Estado obedece a “los mercados” y no al revés?

Y si es así, que bien puede serlo en función de la victoria epocal del neoliberalismo, ¿el Estado -su gobierno administrador- no se anima ni tan sólo a proponer una salida consensuada, siendo que no están dadas ni de lejos las condiciones sociales objetivas y subjetivas para imponer una de izquierda?

Ahí es cuando vamos al único que no juega: el Gobierno.

Parece un espectador. Un opinólogo. Un deprimido.

Dejemos de lado si hay en ejercicio un operativo desestabilizador por obra de que el Poder real tiene un plan sustituto para ya mismo (Alberto igual a Alfonsín, elecciones anticipadas, un Cavallo redivivo, etcéteras obvios).

O si se trata de dejar que el Gobierno continúe desgastándose más y más, para permitir con consenso social amplificado que, llegada la instancia precisa, quede el camino expedito a fines del ajuste bruto y descomunal.

Discutir sobre eso deviene abstracto porque el resultado es invariable más temprano o más tarde.

Lo que desespera es que el Gobierno no reacciona, y que eso involucra tanto a sus cabezas ejecutivas como a las referenciales. Alberto, Cristina, Massa. Y de ahí para abajo los mandatarios provinciales, los intendentes del conurbano bonaerense, La Cámpora, su ruta.

¿Es justa la soledad de Silvina Batakis, a la que el ignoto Juan Manzur no pudo armarle ni una mesa redonda de gobernadores?

¿Es concebible una reunión de Gabinete a la que la propia foto oficial muestra sin nadie en las dos puntas cabeceras?

¿Es una locura que el Presidente, CFK, Massa, todos los ministros, y todas las caripelas que hagan falta producto de alguna muñeca consensual, aparezcan anunciando medidas susceptibles de demostrar que todavía hay Gobierno en su sentido operativo?

Y si es una locura, ¿hay alguna idea mejor?

De nuevo: algo para dejar claro que el egoísmo es de la derecha tras notificar, pongámosle, que se toman tales y cuales determinaciones de algún paquete que no sea a la bartola, incluyente de reasignación de partidas presupuestarias para asistir con urgencia a las franjas populares devastadas por la inflación.

Las probabilidades implementativas de ideas como ésas, u otras, no están en manos de comentaristas.

A los comentaristas políticos, o generalistas, se nos endilga la comodidad de no estar comprometidos con el ejercicio estresante de la función pública. Lo del Teorema de Baglini: la dureza de los discursos tiene relación inversamente proporcional a la cercanía con el poder. O el Poder. Correcto.

Pero quienes sí tienen funciones de poder o Poder deben, asimismo, hacerse cargo de que por y para algo asumieron responsabilidades ejecutivas, o de compromiso con sapiencia profesional: si “técnica” y políticamente -o viceversa, en rigor- no son probables tales medidas, que presenten otras porque para eso se los eligió u optó.

Si no, que directamente les den todas las llaves a “los mercados” porque un sistema demoliberal no deja espacio para más que eso.

Es insoportable que la eventual carencia de fuerza gubernativa para resistir el embate del Poder sea, encima, acompañada por la decisión de no decidir nada de (cierto) fondo.

Eso, como se comentaba en estas horas en rueda de colegas (del palo), podría llamarse ausencia de vocación patriótica.

No debería poder creerse que los resentimientos personales lleguen al extremo de suicidar al país, no al Gobierno.

Esa sentencia suena escolar. Pero, a esta altura, incluso las definiciones o diagnósticos silvestres son o parecen más sensatas que las chiquilinadas de quienes, según es evidente, supieron armar una coalición para ganar elecciones. No para gobernar.

Todavía están a tiempo objetivo.

Todavía les queda que esta sociedad, aun frente a sus momentos más oscuros y terroríficos, terminó exhibiendo capacidad de resistencia.

Todavía hay un montón de huecos por donde queda o debiera quedar fresca la memoria de que Macri nos hundió. De que no fueron los errores, sino los aciertos del “populismo”, aquello que unificó a la derecha para reconfigurarse como modosita, y llegar a ganar las elecciones para ejecutar la tragedia endeudadora.

Todavía queda algún resto para que esa memoria se active.

Pero quienes están contribuyendo a desactivarla son más los propios que los ajenos.

En otras palabras, lamentablemente asimilables al indignacionismo berreta de lo que se vomita en las redes, en la televisión, en las radios: basta de deprimirse, de comentar, de inmovilizarse.

Bien se parafraseó a Keynes, por estas horas, desde un informe de la consultora PxQ.

La política puede permanecer irracional más tiempo que aquel en el que todos podemos ser solventes.


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Pasar el verano: el panorama de los precios

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Los anuncios de eliminación de controles de precios ya aceleraron la dinámica inflacionaria, que se mueve por expectativas.

Por Mara Pedrazzoli

La liberación de precios que plantea el próximo gobierno de Javier Milei «va a ser en contra del consumidor”, aseguran las asociaciones de defensa de los usuarios. La lista es extensa, desde el tipo de cambio, cuyo aumento impactará sobre todos los demás precios, hasta los acuerdos en la canasta de consumo masivo, medicamentos, medicina prepaga, servicios domiciliarios y boletos de transporte. Todos esos gastos, que están en la primera línea del consumo de los hogares, serán cada vez más caros. De hecho, el presidente electo vaticinó una inflación en aumento en los próximos meses. Página/12 consultó la visión al respecto de las entidades de defensa del consumidor.

Como pequeña muestra de lo que podría venir, la primera semana luego del balotaje presidencial las grandes cadenas de supermercados recibieron aumentos de hasta un 50 por ciento en las listas de proveedores, mientras que en la segunda semana las subas superaron el 100 por ciento. Las grandes proveedoras alimenticias suspendieron la entrega de mercadería porque los acuerdos de precios serán discontinuados y hay faltantes en las góndolas. En noviembre, la inflación en la Ciudad de Buenos Aires subió al 11,9 por ciento y llega al 160,6 por ciento interanual.

«En las últimas semanas se está viendo cómo en algunos hipermercados de zonas medias la gente estaba haciendo compras exorbitantes, e inclusive en mayoristas, para acaparar porque saben que los precios se van a ir a las nubes, esto es demostrativo de lo que va a pasar después del 10, la liberación va a ser en contra del consumidor», aseguró el titular de la Asociación de Defensa de Derechos de Usuarios y Consumidores (Adduc), Osvaldo Bassano.

«En estas últimas dos semanas, lo normal ha sido una remarcación furiosa, se puede ver el ámbito especulativo porque hay dispersión de precios«, agregó. Además señaló que «han empezado a faltar en las góndolas algunos productos, notamos en los barrios la falta de algunos productos muy específicos, y en las góndolas de los hipermercados algunas grandes marcas que tienen acuerdos con el gobierno también han desaparecido: hay retención de los productos para después del 10 de diciembre».

Falta de competencia

“Tenemos un sistema de precios libres, con algunos precios acordados, otros regulados y tenemos los servicios públicos. Los precios libres están en alza. Los precios acordados (o Precios Justos) van a desaparecer porque no habrá más controles sobre esos precios, que hoy están casi 40 por ciento más baratos que en comercios sin regular. Cada empresario pondrá el precio que le conviene, eso en teoría lleva a la baja de los precios por la competencia, pero en la práctica conduce a un alza, donde el que no puede comprar, no compra”, aseguró Claudio Boada, presidente de la Unión de Usuarios y Consumidores, en diálogo con este diario.

“En cuanto a los precios regulados, el aumento en las prepagas va en contra del marco regulatorio vigente, que deberá modificarse. Cada prepaga pondrá entonces el precio que quiera y de la competencia surgirá un valor, el cual irá en alza porque existen seis grandes jugadores que actúan en común de forma cartelizada, y un mercado de usuarios cautivos. Además, a ningún usuario del sistema de salud le gusta cambiar de compañía prepaga cada dos meses en función de los precios”, sostuvo Boada. También desde Adduc observaron que «están anunciando que van a liberar las cuotas», lo cual «está en contra de dos normativas: una es ley de medicina prepaga y la segunda es la Constitución Nacional.

Por su parte, Pedro Bussetti, presidente de Defensa de Usuarios y Consumidores (Deuco) señaló respecto de los precios regulados que “el anuncio de quita de subsidios económicos para reducir el déficit fiscal implicará aumentos en las tarifas de servicios domiciliarios (luz, gas y agua). A esto se suma la eliminación del beneficio de los medicamentos gratuitos para jubilados del PAMI y aumentos en los boletos de colectivo y de tren. Todo esto tendrá un efecto notable sobre los precios».

“Los alimentos, medicamentos y artículos de limpieza venían subiendo en noviembre y siguen aumentando en diciembre porque el gobierno evidentemente ya no tiene ningún control sobre ellos”, indicó Bussetti. “Tuvimos una carrera de precios hasta 2020, con acuerdos de precios que funcionaban y una inflación cerrando en un 36 por ciento anual, y otra dinámica hasta el presente, donde los acuerdos funcionaron más deficientemente y la inflación cerrará en torno al 160 por ciento”, agregó.

En el último relevamiento de Precios Justos que hizo Deuco en La Matanza, se encontró un cumplimiento de apenas el 25 por ciento: “de 38 marcas de aceite, 53 de harina y 18 de yerba que tiene el programa, no había ninguna”. “El cierre de la Secretaría de Comercio en su área de control de precios está indicando que a partir del 10 de diciembre los sectores altamente concentrados, en monopolios y oligopolios que manejan la economía, impulsarán una fuerte suba de precios”, indica la entidad.


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