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Sábado 21 de Junio del 2025

SOCIEDAD

Agustin Salvia: «La pobreza aumentará entre uno y tres puntos en 2024»

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La cantidad de pobres alcanzó al 44,7 y de indigentes al 9,3 por ciento de la población urbana. Sin los programas de ayuda social, hubieran llegado al 47,6 y al 17,1 por ciento, respectivamente

Natalí Risso

Por Natalí Risso

La pobreza por ingresos alcanzó al 44,7 y la indigencia al 9,6 por ciento de la población urbana en el tercer trimestre de 2023. Por primera vez, ambos indicadores empeoraron alrededor de un punto y medio con respecto al mismo periodo que el año pasado. La falta de crecimiento económico combinado con la inflación, la falta de inversión y el estancamiento en la creación de empleo formal traccionaron para abajo el índice. Sin los programas de ayuda social del Estado, la indigencia hubiera alcanzado al 17,1 por ciento de los y las argentinas y la pobreza al 47,6 por ciento.

«La pregunta no es cómo llegamos a una pobreza de más del 40 por ciento, sino cómo no fue superior en un contexto de caída de salarios, empleo y crecimiento», se preguntan y responden los investigadores del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (Odesa), un instituto que cumple más de veinte años de historia en la medición de estos indicadores, y encuentran la respuesta en las transferencias sociales. «Sacar los programas sociales sería realmente peligroso porque son los que mantienen, junto con el instinto de supervivencia de las familias, el equilibrio social”, advierte Agustín Salvia, el director de Odesa.

Son 18,7 millones de argentinos y argentinas que no cuentan con los ingresos necesarios para adquirir una Canasta Básica Total -que además de comida incluye otros rubros básicos como ropa y transporte- y 4 millones indigentes. Al ir un poco más atrás en el tiempo, se observa una tendencia alcista de ambos guarismos entre 2017 y 2019, acentuado en 2020 en el contexto de pandemia. Ya en el periodo de la post pandemia y hasta 2022, la tasa de indigencia venía descendiendo y la de pobreza pivoteaba entre leves alzas y estabilidad. Este 2023 la tendencia cambió: ambos guarismos aumentaron un punto y medio.

«La pobreza de ingresos y derechos son una consecuencia de políticas fallidas», sentenció Salvia durante la presentación del informe de pobreza a la prensa, «más allá de las causas externas, las políticas fallidas son las verdaderas responsables de estos números». Y continúa: «Sin crecimiento, inversión y sin empleo digno, tuvimos que tener mayor gasto social, que generó un déficit público y, por lo tanto, inflación. Este modelo contuvo el ambiente social, pero no resolvió la pobreza ni la indigencia».

Los factores que logran atenuar, o incluso revertir, la tendencia creciente de la indigencia y pobreza por ingresos en un contexto de crecimiento inflacionario son, de acuerdo a los investigadores de la UCA, «las estrategias familiares que adoptan los hogares para la obtención de recursos -el mayor esfuerzo productivo y el incremento de la cobertura de la política pública -y no la calidad de los empleos, ni la evolución de las remuneraciones «.

Nivelar para abajo

A la hora de analizar cuánto afectaron estos indicadores según el nivel socioeconómico del entorno urbano, se observa un crecimiento tanto de la pobreza como de la indigencia entre quienes cuentan con un nivel socioeconómico «muy alto», es decir quienes se encuentran entre el 25 por ciento de personas que más ganan. 

Si se reduce el análisis para el 25 por ciento de la población que menores ingresos tiene, el 18,1 por ciento son indigentes y el 68,3 por ciento pobres. Esos guarismos, alarmantes, se redujeron respecto al 2022: eran 19,7 y 73,7 por ciento, respectivamente. Entre el quintil más rico, en cambio, aumentó la cantidad de pobres e indigentes: de 4,1 a 11 por ciento en el primer caso, y de 0,3 a 0,6 por ciento en el segundo caso. La brecha, aunque sigue siendo enorme, tiende a acercarse: los nuevos pobres en la post pandemia provienen de sectores medios no profesionales

La pobreza está sobrerrepresentada en niños de hasta 17 años (el 62,9 por ciento son pobres). El porcentaje en este rango etáreo aumentó con respecto al 2022 y se encuentra casi veinte puntos por encima del 2015. La tendencia es similar al analizar la indigencia, que aumentó de 13,1 a 16,2 por ciento entre 2022 y 2023.

Multidimensionales

Además de la pobreza e indigencia medida por el nivel de ingreso, la UCA calcula la pobreza multidimensional, que hace referencia a las personas que son pobres por ingresos y a la vez tienen al menos una privación no monetaria, relacionada a déficit en alimentación, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente, educación o empleo. El 39,8 por ciento de la población es pobre por ingresos y alguna carencia. El 22,4 por ciento es pobre por ingresos y tres o más carencias, son «pobres estructurales». 

La falta de acceso al empleo y a la seguridad social constituye la dimensión en la que el déficit presenta mayor incidencia, el 35,7 por ciento de la población reside en hogares que no tienen ingresos por empleo registrado o jubilaciones o pensiones contributivas. Asimismo, una proporción cercana a 3 de cada 10 hogares presentaba situaciones de privación en el acceso a la educación esto implica que el 30 por ciento estaba compuesto al menos por un niño o adolescente que no asistía a instituciones educativas formales o adultos con rezago educativo (para la población la proporción alcanza al 13 por ciento). Los niveles de privación e relación al acceso a la salud y la alimentación, el acceso a servicios domiciliarios y a un medio ambiente saludable se encuentra en valores algo más reducidos, aunque significativos alcanzando a 1 de cada 4 hogares y a 3 de cada 10 personas.

Hubo una mejora en aspectos vinculados a la inversión pública en infraestructura urbana y vivienda, a la vez que un deterioro en dimensiones más fuertemente asociadas con las oportunidades de empleo y la capacidad de consumo de los hogares.

El acceso a servicios básicos se ubica como la dimensión que tuvo mejoras más relevantes, explicada principalmente a partir de la fuerte inversión pública y se expresa en la mejora en los indicadores acceso a red de agua corriente y acceso a red cloacal. 

La dimensión alimentación y salud presenta en cambio una dinámica desfavorable. Los registros muestran que en últimos años los incrementos de los precios de los alimentos tendieron a ser superiores a las variaciones generales, explicando una tendencia sostenida de incremento de los niveles de inseguridad alimentaria severa y moderada, asegura el informe de la UCA. Finalmente también se observa un deterioro en las oportunidades de acceso al empleo y la seguridad social.

Estado presente

El paquete de ayuda social que el Estado destinó para transferir ingresos y/o alimentos a los hogares evitó que la cantidad de indigentes fuera 17,1 por ciento- en vez del 9,6 por ciento registrado- de la población argentina. Este efecto inmediato de las transferencias de ingreso sobre la pobreza es menor que el registrado sobre la indigencia, que hubiese alcanzado al 47,6 en vez del 44,7 por ciento de la población de acuerdo a estimaciones de la UCA.

La asistencia pública tuvo un papel activo en contener las situaciones de deterioro. Durante 2023, el 35,9 por ciento de los hogares recibió alguna asistencia social (en 2006, al inicio de la serie, eran 11,3 por ciento de los hogares es decir 1 de cada 10). «Todos estos indicadores son la fiebre del termómetro, la manifestación de problemas estructurales. Evidentemente no hubo falta de asistencia e inversión publica, el principal problema es que no hay generación de trabajo«, explica el jefe del Observatorio, Agustín Salvia, a modo de resumen. 

Al ser consultado sobre el escenario 2024, Salvia aseguró que «va a seguir aumentando la pobreza. No de manera explosiva, sino igual que lo que pasó en estos años  de entre uno a tres puntos». 


Avisos

RIO TURBIO

Historia de la mujer que estalló una mina en la Patagonia (Río Turbio)

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Carlita Rodriguez se convirtió en la primera mujer dentro de los túneles ‘hackeando’ el sistema: usó su DNI con nombre de varón para, una vez dentro, reivindicar su identidad femenina; ahora Keka Halvorsen, que nació en la misma ciudad austral, ha convertido su historia en una película: Miss Carbón.

Carlita se mueve con destreza por las entrañas de la tierra; Keka es más de las estrellas. Las facciones de una se recortan en una melena oscura, suavizadas por una sonrisa a la vez alegre y melancólica, que oculta más de lo que muestra. La belleza de la otra es hegemónica y geográficamente inasible: esbelta, el pelo rubio, la piel clara; un cuerpo dentro de los cánones para una mujer que busca los márgenes. Carlita y Keka son dos reinas de la Patagonia a las que une la historia de una película pero, sobre todo, un rincón estepario del fin del mundo.

Río Turbio es una ciudad dibujada en el mapa por la codicia, por el afán extractivista que impulsaba al ejército argentino, a finales del siglo XIX, a aniquilar indígenas en la llamada Conquista del Desierto. Un país en desarrollo que buscaba expandir sus fronteras y sacar partido de esas tierras que anexionaba. En 1887, dos años después de que se completara aquella campaña de exterminio, se descubrió carbón en la cuenca de un río, y junto a ella nació un poblado en los confines de lo posible: con una temperatura media anual de apenas 5,4?°C (que en invierno se puede acercar incluso a los 20 bajo cero) y donde mandan el viento pertinaz, el barro y, desde entonces, la mina.

Hoy Río Turbio es una ciudad de 11.670 habitantes encajonada entre la mítica ruta 40 y la frontera con Chile, con la mina de carbón más grande del país, que produce de media unas 6.000 toneladas al mes. Pero es también el escenario de una pequeña gran revolución. La de Carla Antonella Rodríguez, que consiguió convertirse en la primera trabajadora dentro de los túneles de Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, un lugar que los privilegios masculinos revestidos de superstición habían negado sistemáticamente a las mujeres. Y lo hizo hackeando el sistema desde la lógica misma del binarismo: usando su DNI con nombre de varón como puerta de entrada para, una vez allí, reivindicar su trabajo y su condición femenina. Es lo que cuenta la película Miss Carbón –con guion de Erica Halvorsen y protagonizada por Lux Pascal– que se estrena en las salas de cine este jueves.

“Me soñé minera”

La palabra mina nació en el lunfardo argentino para hablar de una prostituta –un cuerpo al que explotar–, aunque se haya convertido ya en sinónimo coloquial de mujer. Y en esta historia una mujer estalla la mina precisamente para escapar del sino de la explotación –del propio cuerpo o del trabajo en empleos precarios– que persigue a las personas trans. Porque sucede que las minas estaban vetadas en los túneles de Río Turbio. No podían entrar salvo el 4 de diciembre, día en el que la virgen patrocinaba una visita segura, sin temor a que las ínclitas provocaran un derrumbe.

“Yo me negaba a ir. Me parecía muy injusto que fuera solo ese día. La fiesta, además, incluía un concurso de belleza para elegir a la Reina del Carbón. Ahora entiendo que a los hombres les servía tener en exclusiva la principal fuente de trabajo y el dinero; y que las mujeres se limitaran a ser sus esposas o sus prostitutas”, reflexiona Erica, a quien todos conocen como Keka, que dejó el pueblo con 17 recién cumplidos para estudiar en Buenos Aires y hoy es una reconocida guionista y directora, responsable de contenidos de Netflix en el Cono Sur.

“Cuando me fui me di cuenta de que venía de un mundo muy extraordinario. Y también entendí que la ficción me había salvado la vida. En un pueblo donde no había cine, ni disquerías, ni librerías, ni bibliotecas, la televisión era mi ventanita no solo al mundo, sino a mis propios sueños. Porque yo siempre supe que quería contar historias”, explica durante una charla en Madrid, adonde ambas han llegado para el estreno de la película.

Si el futuro de Keka estaba afuera, el de Carlita se abría paso dentro. “La mina siempre me fascinó. Desde que tenía cinco años, me escapaba de casa para ver a los hombres entrar en el túnel. Creo que de alguna manera esa oscuridad era para mí la promesa de un lugar seguro. Un lugar en el que no me vieran y no pudieran hacerme daño”, rememora Carla. Se nota que le duele pensar en esa niña, en esa adolescente que sufrió “demasiado”. “Era una criatura indefensa, ingenua, no necesitaba tanto maltrato, tanta agresión. Recuerdo perfectamente a los que se reían de mí por la calle. A los que me decían: ‘nunca vas a ser una mujer’. Todo eso fue muy duro. Pero lo peor fue la exclusión familiar”, reconoce desviando la mirada.

El ambiente en un pueblo puede ser opresivo, pero mucho más si está en un rincón perdido y en condiciones difíciles. Carlita y Keka lo saben porque son NYC (nacidas y criadas en la cuenca carbonífera). “La Patagonia te curte, te golpea”, dicen casi al unísono. “La gente vive muy hacia adentro, es más distante, de pocas palabras”, describe Keka.

Pero de alguna manera ese entorno hostil te entrena en los desafíos. “Si la nieve te tapa la puerta de casa, no cancelás la vida; abrís la puerta y con una pala te hacés el camino”, ejemplifica Keka. “Estamos muy acostumbradas a lidiar con lo desfavorable”, concede Carlita. “Por eso, como tengamos un poco de viento a favor, no nos para nadie”, exclaman entre risas.

La revolución y las tetas

Carlita entró a trabajar a la mina habiendo hecho ya su transición, y eso le valió muchas veces gestos de desprecio y burla. Pero el golpe definitivo llegó junto con el DNI con su nombre, cuando en 2012 Argentina aprobó la ley de identidad de género. La empresa le quitó su trabajo. Como ya era ‘oficialmente’ mujer, la mandaron con las otras a las oficinas. “Tenés que contar que el cambio de documento lo hiciste por un compromiso colectivo, porque sabías que ibas a sentar un precedente. Para vos era mucho más fácil y cómodo seguir como estabas. Por eso no fue solo un trámite, fue un gesto político”, señala Keka a su compañera.

En las oficinas Carla conoció también el desprecio de esas otras que no la veían como una de ellas. Pero no quería un trabajo administrativo. Quería volver a los túneles. “A ese trabajo y ese sueldo”, apunta Keka. “Creo que ella tenía muy claro su deseo de progreso, su ambición personal. Y está bien decir que las mujeres podemos desear dinero, porque es la llave de la libertad y de la independencia”.

“Hoy hay diez chicas que están trabajando en la mina y eso me llena de orgullo”, señala Carla. “Espero que mi historia sirva para que otra generación de chicas trans piensen que es posible, que podemos cambiar las cosas”, se entusiasma. Ahora ronda por su cabeza la idea de salir de Río Turbio para seguir dando la batalla: “Queda tanto por hacer”, defiende.

“¡Yo quiero ver a Carlita como senadora!”, apunta Keka. Ella sonríe. “¿Por qué no? Ningún señor hetero y conservador se va a ocupar de defendernos”. Lo dice en un momento difícil para las personas trans en Argentina –son unas 200.000, según el último censo– una situación de “alerta constante” frente a un Gobierno de Javier Milei que tiene como bandera el recorte de derechos. “Tenemos que humanizar este mundo que viene en retroceso constante. La revolución es que la vida de los demás también nos importe”, sentencia Carla.

El reencuentro

Keka volvió a Río Turbio en 2019 y su hermana le presentó a Carlita. Ese encuentro se convirtió en una crónica que publicó en la Revista Anfibia y fue el germen de la película que se acaba de estrenar. Parte del rodaje de Miss Carbón se realizó en España, pero tanto para la guionista como para la directora, Agustina Macri, era importante hacerlo también allí y con la participación de su gente.

“Mi ciudad es un lugar mejor hoy gracias a que hicimos esta película. Pero no lo digo por vanidad ni lo digo por mí, sino por la transformación que supuso echar luz sobre esta historia”, señala, categórica, Keka Halvorsen. “Ese mismo pueblo que despreciaba, rechazaba y agredía a Carlita, hoy la admira genuinamente. El rodaje terminó con todo ese pueblo aplaudiéndola”, cuenta mientras las lágrimas empiezan a rodar detrás de sus grandes gafas.

“Revisando su propia historia dentro de la ficción, pusieron a Carlita en otro lugar y se permitieron abrazar algo que rechazaban por ignorancia. No es que esas personas fueran malas y ahora son buenas. Es que se dieron la oportunidad de abrir la cabeza y entender”, apunta todavía emocionada.

Carlita, otra vez, sonríe. “Están todos muy contentos esperando que esta película se estrene –en Argentina esto será en septiembre– Quieren que se vea su pueblo, su trabajo, su mina”, dice consciente de ese reencuentro con los suyos, de un momento nuevo en el que no necesita buscar la oscuridad de los túneles o de la noche para sentirse segura, sino que puede brillar con luz propia ante los demás.

Ser un cuerpo disidente en esa ciudad pequeña al final de la Tierra le marcó unos lindes sofocantes a la existencia de Carlita, pero no a sus anhelos. “Me soñé minera antes que mujer”, asegura. No sabemos qué fue antes, pero sí que consiguió arrancar, a fuerza de pico y pala, tanto un sueño como el otro a las paredes del túnel. (Por Natalia Chientaroli – El Diario.es de España)


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