SOCIEDAD
Hay una chance


A fines de mayo llegué a Barcelona sin saber que el día anterior había habido elecciones autonómicas y municipales. Fue un derrumbe electoral del Psoe y Podemos, y un posicionamiento inesperado de Vox. El presidente Sánchez ese mismo lunes anunció el adelantamiento de las generales. “Quiero que se vea qué es en realidad Vox”, dijo. Fue un escándalo, las izquierdas se reconfiguraron no sin desgarro evidente, hubo una campaña urgente antifascista (de articular PP con Vox corrían riesgo, como aquí, el ministerio de las mujeres, como un rasgo machista distintivo de las ultraderechas, servicios sociales, garantías individuales y colectivas, la ley de memoria histórica, etc.). El resto ya se sabe: no pasaron.
Quiero decir: la sorpresa de estas PASO fue Javier Milei y la confirmación de que un personaje mediático que se postula como outsider pero representa al deep establishment se convirtió en un dirigente político con mucha más influencia de lo que era dable suponer hace muy poco. Hasta ayer, diría.
Pero hay que aprovechar cada minuto. Hoy lo sabemos. Hoy confirmamos que a un sector amplio del electorado le entusiasma lo políticamente incorrecto, quizá porque la política viene comportándose incorrectamente con él. Y que hay otro sector amplio del electorado que no vota, quizá porque se siente abandonado por todos.
Venimos de cuatro años de Macri y estos cuatro años fueron de un desgaste insoportable. Hubo pandemia, guerra, bla bla, ya sabemos. El desgaste de la interna y la vacilación presidencial permanente, pero sobre todo la interlocución invariables con el poder real y la falta de reacción y controles sobre los formadores de precios, la ausencia de medidas que modifiquen el día a dia de la gente común, la que no banca, la que ya no se banca vivir como vive, quizás haya una chance.
Si con algo se corrige este disparate es con política. No con macropolítica, que debe rendir sus frutos arrojando en la micropolítica todo lo posible y más. Se corrige con escucha y con comprensión histórica, que no la estamos teniendo. No comprendemos este país de hoy. Menos desprecio y más entendimiento ayudarían. La suma fija, por la que Cristina viene pidiendo hace 2 (dos) años, también.
Si la política deja de ser ese abstracto del que habla Milei, si nos decidimos a militar a un candidato que no nos satisface pero que es el único a esta altura que puede estar a la cabeza del campo nacional y popular, si nos tomamos octubre como una misión colectiva, en la que se diluyan las diferencias del panperonismo para hacer escudo, esto se puede frenar. Pero también hay que ser políticamente incorrectos, en un sentido propositivo que hable menos de nuestros valores y más de la necesidad ajena, que tenga ojos y oídos para los que ni siquiera llegan a la economía social, quizás haya una chance. Y que no pasen, porque si pasan, éste ya no será nuestro país.
INFO. GENERAL
Promesas recicladas, realidades intactas: la Cuenca Carbonífera sigue esperando

Con el discurso de siempre, Pablo Grasso vuelve a escena con promesas sobre salud y educación en una región marcada por el abandono estructural. La Cuenca Carbonífera, testigo de décadas de frustraciones, aún espera decisiones de fondo mientras el presente se diluye entre anuncios repetidos y políticas que no llegan.
Pablo Grasso, actual intendente de Río Gallegos, extiende su influencia discursiva a la Cuenca Carbonífera. Con tono afable y cargado de buenas intenciones, participa en encuentros sociales en Río Turbio y 28 de Noviembre, donde resalta –una vez más– la salud y la educación como prioridades de gestión. Sin embargo, lo que promete se superpone con lo que ya fue dicho (y no cumplido), mientras la realidad cotidiana de la cuenca evidencia un retroceso sostenido.
Durante más de 30 años, el carbón fue tema de campaña, bandera de lucha y motor de existencia para los habitantes de esta región. Sin embargo, jamás se consolidó una política de Estado seria que pusiera en valor este recurso natural. La usina termelétrica, emblema de desarrollo y símbolo de la resistencia local, se convirtió en una postal de lo que pudo ser. Promesas de reactivación, compras millonarias de equipamiento, compromisos asumidos… todos archivados en el mismo lugar: la desilusión colectiva.
En paralelo, se habla de educación como pilar central, pero cualquier recorrido por los establecimientos escolares de la zona evidencia otra cosa. Edificios vetustos, sin mantenimiento, equipamientos obsoletos, y una infraestructura que dista mucho de cumplir con los estándares mínimos. La palabra «futuro» queda vacía cuando las condiciones del presente son tan precarias.
Y en salud, el panorama no es más alentador. La pandemia dejó al desnudo un sistema hospitalario frágil, con necesidades históricas no atendidas.
La falta de políticas concretas se ve agravada por un contexto nacional que asfixia con recortes y desinversión. La distancia geográfica se traduce en postergación. Pero también hay responsabilidades locales y provinciales que no se pueden seguir eludiendo. Lo que no se hizo en décadas, no se arregla con discursos bien intencionados.
Lo que se percibe, en definitiva, es un peronismo desgastado, sin conducción clara, sin energía transformadora. Una fuerza política que ya no logra enamorar ni convencer. Las intenciones, aunque nobles, no alcanzan. Porque la Cuenca Carbonífera no necesita más promesas: necesita decisiones. Y las necesita ahora.
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