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Sábado 21 de Junio del 2025

SOCIEDAD

Por qué fallaron las encuestas en Córdoba capital, Santa Fe y hasta en España

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Raúl Kollmann

Por Raúl Kollmann

Otra vez las encuestas. No sólo en Córdoba capital, sino también en España dieron que hablar por sus sondeos fallidos. En la capital mediterránea, de cuatro encuestas, tres presagiaban un triunfo de Rodrigo de Loredo (JxC) por siete puntos. Perdió por ese mismo porcentaje. En Santa Fe, lo que se anunciaba como una reñida elección entre Maximiliano Pullaro y Carolina Losada terminó en que el primero casi duplicó a la candidata de Patricia Bullrich. En España, se realizaron sondeos el mismo día de la elección, en algún caso bocas de urna, entrevistando a los votantes a la salida de los recintos de votación. Las dos encuestas publicadas al cierre de los comicios preanunciaban que el Partido Popular, junto a Vox, podrían formar gobierno, “holgadamente” según el sondeo de Gad3 y “ajustadamente” como pronosticó el trabajo de Radio y Televisión Española (RTVE). El resultado fue que la derecha y la ultraderecha quedaron a 18 bancas de la mayoría y el Psoe puede llegar a formar gobierno.

Página/12 dialogó con consultores que no trabajaron en las elecciones santafesinas y de Córdoba, pero que igualmente advierten que las encuestas se convirtieron en un potro muy difícil de domar.

  1. En primer lugar, porque la mayoría de las personas se niegan a contestar encuestas. Eso ya produce un enorme enigma. Son personas no politizadas, a veces enojadas con la política y a veces desinteresadas. Según contaron algunos encuestadores, de las llamadas por el método automático, con grabación y respuesta por teclado, apenas un dos por ciento contesta. Y ese dos por ciento no representa del todo al 98 por ciento restante: son personas más activas, más interesadas en política.
  2. En segundo lugar, hay elecciones con un 40 por ciento de ausentismo. En España, en Santa Fe y en Córdoba Capital. “No sabemos bien el sesgo electoral de esos que no van a votar –señala Facundo Nejamkis, de Opina Argentina– Y es muy difícil averiguarlo porque nadie quiere decir que no va a ir a votar. El sesgo de los ausentes se suma al sesgo de los que no contestan”.
  3. En tercer lugar, está lo que Hugo Haime toma de Zygmunt Bauman, “la sociedad líquida”. Personas que cambian de opinión, que deciden su voto tres días antes de la elección o el mismo día de la elección, que ven políticos que se pelean, que quieren el cambio, pero no saben a través de quién. O sea, Haime ve el factor del cambio muchísimo más frecuente que antes. “Era difícil errar hace veinte años, ahora es muy difícil clavar un número, o sea fijar un pronóstico casi matemático». En los diarios españoles de este lunes, las consultoras hicieron su descargo basados en esta mirada: “los votantes cambiaron a última hora. El mensaje antifascista, de evitar la llegada de Vox al gobierno, tuvo su efecto al final de la campaña”, explicó Narciso Michavila, presidente de la consultora Gad3.
  4. Cada uno de los instrumentos de recolección de datos tiene sus problemas. Las encuestas presenciales están limitadas porque está complicado entrar a edificios de clase media y también es difícil entrar a barrios muy humildes. En ambos casos por razones de seguridad. Las encuestas telefónicas hechas a teléfonos fijos ya tienen un sesgo de clase media, porque las franjas humildes ya no tienen teléfono fijo. Los dos sistemas, el IBR, automático y el CATI, con encuestadores hablando en persona, tienen sesgos. En los celulares está el problema de que nadie quiere usar tiempo de su celular en una encuesta y, además, es difícil clasificar a quien contesta. Es incierto si proviene del sector humilde, clase media baja, clase media alta o de la franja conocida como ABC1. Y las encuestas informáticas –reclutando encuestados en Instagram y Facebook– tienen una marcada presencia de jóvenes y están poco o nada representados los adultos mayores. Hoy en día hay muchos encuestadores que admiten las limitaciones de cada método y buscan una combinación, llenando de esa manera los cupos por franja de edad, de nivel socioeconómico y de zonas de una ciudad, una provincia o el país.

El saldo final, de todas maneras, es que los que contestan por cualquiera de los distintos métodos son ciudadanos más bien activos, politizados y hasta con cierta pasión por la política. Quedan afuera los más moderados, los más indiferentes, que son una altísima proporción de la población. Y buena parte terminan no votando.

Entre los cambios y la propaganda

Roberto Bacman, titular del CEOP lo sintetizó comparando la elección de 2019 con la de 2021. En la presidencial de 2019, el 48 por ciento votó Fernández-Fernández y el 40 por ciento a Mauricio Macri. En 2021, Juntos por el Cambio volvió a sacar el 40 por ciento, pero el peronismo cayó al 34 por ciento. La mayor parte de esos ciudadanos que no votaron al Frente de Todos en realidad no concurrió a votar. Y, piensa Bacman, provienen de esa franja no apasionada, no activa, no politizada. Los que no contestan encuestas. 

Más allá de esos factores decisivos de una sociedad cambiante, también están las encuestas que son más bien publicidad política u operaciones políticas. Que existan distintos pronósticos para las PASO y para las internas en Juntos por el Cambio o la disputa en CABA obedece a metodologías distintas y también, por qué no, a algún sondeo hecho a medida para algún candidato. Nunca se puede descartar. 

No obstante, hay consultores con décadas de actuación en el mundo de las encuestas y para los que, por supuesto, un error es una derrota para su empresa. Tienen la ventaja de conocer mucho el terreno y los comportamientos políticos, pero desde ya que pueden pifiar en estos tiempos. Ocurrió en España este mismo fin de semana. Pero a esta altura está claro que la diferencia entre el acierto y el error depende mucho del consultor, de su análisis, de las correcciones que le hace a los números fríos. 

El papel de los medios

Finalmente hay otro factor que jugó y sigue jugando: la ofensiva mediática. En España –y en gran parte del mundo– se instala que la derecha ya ganó, que hay un proceso irremediable de derechización y en el caso argentino que la victoria de JxC está cantada. Entonces, cuando pasa lo de España, cuando pierde Losada por goleada o gana el peronismo cordobés se plantean como batacazos, sorpresas o hechos excepcionales. 

Lula en Brasil, Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y tal vez la candidata correísta en Ecuador, Luisa González, favorita para imponerse en agosto en la elección presidencial, hacen pensar que lo excepcional puede no ser tan excepcional. Y que, en todo caso, son batallas que se están dando con la moneda en el aire. Una clave está en que en las campañas, tanto en las publicidades como en la militancia, se necesita crear mística, épica, esperanza de futuro que lleven a votar a aquellos que están más bien indiferentes a la política. Esos que, mayormente, no contestan encuestas. 


Avisos

RIO TURBIO

Historia de la mujer que estalló una mina en la Patagonia (Río Turbio)

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Carlita Rodriguez se convirtió en la primera mujer dentro de los túneles ‘hackeando’ el sistema: usó su DNI con nombre de varón para, una vez dentro, reivindicar su identidad femenina; ahora Keka Halvorsen, que nació en la misma ciudad austral, ha convertido su historia en una película: Miss Carbón.

Carlita se mueve con destreza por las entrañas de la tierra; Keka es más de las estrellas. Las facciones de una se recortan en una melena oscura, suavizadas por una sonrisa a la vez alegre y melancólica, que oculta más de lo que muestra. La belleza de la otra es hegemónica y geográficamente inasible: esbelta, el pelo rubio, la piel clara; un cuerpo dentro de los cánones para una mujer que busca los márgenes. Carlita y Keka son dos reinas de la Patagonia a las que une la historia de una película pero, sobre todo, un rincón estepario del fin del mundo.

Río Turbio es una ciudad dibujada en el mapa por la codicia, por el afán extractivista que impulsaba al ejército argentino, a finales del siglo XIX, a aniquilar indígenas en la llamada Conquista del Desierto. Un país en desarrollo que buscaba expandir sus fronteras y sacar partido de esas tierras que anexionaba. En 1887, dos años después de que se completara aquella campaña de exterminio, se descubrió carbón en la cuenca de un río, y junto a ella nació un poblado en los confines de lo posible: con una temperatura media anual de apenas 5,4?°C (que en invierno se puede acercar incluso a los 20 bajo cero) y donde mandan el viento pertinaz, el barro y, desde entonces, la mina.

Hoy Río Turbio es una ciudad de 11.670 habitantes encajonada entre la mítica ruta 40 y la frontera con Chile, con la mina de carbón más grande del país, que produce de media unas 6.000 toneladas al mes. Pero es también el escenario de una pequeña gran revolución. La de Carla Antonella Rodríguez, que consiguió convertirse en la primera trabajadora dentro de los túneles de Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, un lugar que los privilegios masculinos revestidos de superstición habían negado sistemáticamente a las mujeres. Y lo hizo hackeando el sistema desde la lógica misma del binarismo: usando su DNI con nombre de varón como puerta de entrada para, una vez allí, reivindicar su trabajo y su condición femenina. Es lo que cuenta la película Miss Carbón –con guion de Erica Halvorsen y protagonizada por Lux Pascal– que se estrena en las salas de cine este jueves.

“Me soñé minera”

La palabra mina nació en el lunfardo argentino para hablar de una prostituta –un cuerpo al que explotar–, aunque se haya convertido ya en sinónimo coloquial de mujer. Y en esta historia una mujer estalla la mina precisamente para escapar del sino de la explotación –del propio cuerpo o del trabajo en empleos precarios– que persigue a las personas trans. Porque sucede que las minas estaban vetadas en los túneles de Río Turbio. No podían entrar salvo el 4 de diciembre, día en el que la virgen patrocinaba una visita segura, sin temor a que las ínclitas provocaran un derrumbe.

“Yo me negaba a ir. Me parecía muy injusto que fuera solo ese día. La fiesta, además, incluía un concurso de belleza para elegir a la Reina del Carbón. Ahora entiendo que a los hombres les servía tener en exclusiva la principal fuente de trabajo y el dinero; y que las mujeres se limitaran a ser sus esposas o sus prostitutas”, reflexiona Erica, a quien todos conocen como Keka, que dejó el pueblo con 17 recién cumplidos para estudiar en Buenos Aires y hoy es una reconocida guionista y directora, responsable de contenidos de Netflix en el Cono Sur.

“Cuando me fui me di cuenta de que venía de un mundo muy extraordinario. Y también entendí que la ficción me había salvado la vida. En un pueblo donde no había cine, ni disquerías, ni librerías, ni bibliotecas, la televisión era mi ventanita no solo al mundo, sino a mis propios sueños. Porque yo siempre supe que quería contar historias”, explica durante una charla en Madrid, adonde ambas han llegado para el estreno de la película.

Si el futuro de Keka estaba afuera, el de Carlita se abría paso dentro. “La mina siempre me fascinó. Desde que tenía cinco años, me escapaba de casa para ver a los hombres entrar en el túnel. Creo que de alguna manera esa oscuridad era para mí la promesa de un lugar seguro. Un lugar en el que no me vieran y no pudieran hacerme daño”, rememora Carla. Se nota que le duele pensar en esa niña, en esa adolescente que sufrió “demasiado”. “Era una criatura indefensa, ingenua, no necesitaba tanto maltrato, tanta agresión. Recuerdo perfectamente a los que se reían de mí por la calle. A los que me decían: ‘nunca vas a ser una mujer’. Todo eso fue muy duro. Pero lo peor fue la exclusión familiar”, reconoce desviando la mirada.

El ambiente en un pueblo puede ser opresivo, pero mucho más si está en un rincón perdido y en condiciones difíciles. Carlita y Keka lo saben porque son NYC (nacidas y criadas en la cuenca carbonífera). “La Patagonia te curte, te golpea”, dicen casi al unísono. “La gente vive muy hacia adentro, es más distante, de pocas palabras”, describe Keka.

Pero de alguna manera ese entorno hostil te entrena en los desafíos. “Si la nieve te tapa la puerta de casa, no cancelás la vida; abrís la puerta y con una pala te hacés el camino”, ejemplifica Keka. “Estamos muy acostumbradas a lidiar con lo desfavorable”, concede Carlita. “Por eso, como tengamos un poco de viento a favor, no nos para nadie”, exclaman entre risas.

La revolución y las tetas

Carlita entró a trabajar a la mina habiendo hecho ya su transición, y eso le valió muchas veces gestos de desprecio y burla. Pero el golpe definitivo llegó junto con el DNI con su nombre, cuando en 2012 Argentina aprobó la ley de identidad de género. La empresa le quitó su trabajo. Como ya era ‘oficialmente’ mujer, la mandaron con las otras a las oficinas. “Tenés que contar que el cambio de documento lo hiciste por un compromiso colectivo, porque sabías que ibas a sentar un precedente. Para vos era mucho más fácil y cómodo seguir como estabas. Por eso no fue solo un trámite, fue un gesto político”, señala Keka a su compañera.

En las oficinas Carla conoció también el desprecio de esas otras que no la veían como una de ellas. Pero no quería un trabajo administrativo. Quería volver a los túneles. “A ese trabajo y ese sueldo”, apunta Keka. “Creo que ella tenía muy claro su deseo de progreso, su ambición personal. Y está bien decir que las mujeres podemos desear dinero, porque es la llave de la libertad y de la independencia”.

“Hoy hay diez chicas que están trabajando en la mina y eso me llena de orgullo”, señala Carla. “Espero que mi historia sirva para que otra generación de chicas trans piensen que es posible, que podemos cambiar las cosas”, se entusiasma. Ahora ronda por su cabeza la idea de salir de Río Turbio para seguir dando la batalla: “Queda tanto por hacer”, defiende.

“¡Yo quiero ver a Carlita como senadora!”, apunta Keka. Ella sonríe. “¿Por qué no? Ningún señor hetero y conservador se va a ocupar de defendernos”. Lo dice en un momento difícil para las personas trans en Argentina –son unas 200.000, según el último censo– una situación de “alerta constante” frente a un Gobierno de Javier Milei que tiene como bandera el recorte de derechos. “Tenemos que humanizar este mundo que viene en retroceso constante. La revolución es que la vida de los demás también nos importe”, sentencia Carla.

El reencuentro

Keka volvió a Río Turbio en 2019 y su hermana le presentó a Carlita. Ese encuentro se convirtió en una crónica que publicó en la Revista Anfibia y fue el germen de la película que se acaba de estrenar. Parte del rodaje de Miss Carbón se realizó en España, pero tanto para la guionista como para la directora, Agustina Macri, era importante hacerlo también allí y con la participación de su gente.

“Mi ciudad es un lugar mejor hoy gracias a que hicimos esta película. Pero no lo digo por vanidad ni lo digo por mí, sino por la transformación que supuso echar luz sobre esta historia”, señala, categórica, Keka Halvorsen. “Ese mismo pueblo que despreciaba, rechazaba y agredía a Carlita, hoy la admira genuinamente. El rodaje terminó con todo ese pueblo aplaudiéndola”, cuenta mientras las lágrimas empiezan a rodar detrás de sus grandes gafas.

“Revisando su propia historia dentro de la ficción, pusieron a Carlita en otro lugar y se permitieron abrazar algo que rechazaban por ignorancia. No es que esas personas fueran malas y ahora son buenas. Es que se dieron la oportunidad de abrir la cabeza y entender”, apunta todavía emocionada.

Carlita, otra vez, sonríe. “Están todos muy contentos esperando que esta película se estrene –en Argentina esto será en septiembre– Quieren que se vea su pueblo, su trabajo, su mina”, dice consciente de ese reencuentro con los suyos, de un momento nuevo en el que no necesita buscar la oscuridad de los túneles o de la noche para sentirse segura, sino que puede brillar con luz propia ante los demás.

Ser un cuerpo disidente en esa ciudad pequeña al final de la Tierra le marcó unos lindes sofocantes a la existencia de Carlita, pero no a sus anhelos. “Me soñé minera antes que mujer”, asegura. No sabemos qué fue antes, pero sí que consiguió arrancar, a fuerza de pico y pala, tanto un sueño como el otro a las paredes del túnel. (Por Natalia Chientaroli – El Diario.es de España)


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