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Lunes 01 de Septiembre del 2025

SOCIEDAD

Desvelo

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Irene Vallejo

“Hora de dormir”, dices, aunque tu lucha contra el insomnio es un largo historial de derrotas. El niño de seis años te sigue a regañadientes. Nunca quiere acostarse, se siente expulsado de la noche de los adultos, de la vida secreta que empieza cuando lo arropas y apagas la luz, ese país prohibido a la infancia. Tiernamente, os envidiáis la una al otro. Él no sabe, no podría creer, que al escuchar la cadencia regular de su respiración entrarás de puntillas a observarlo en la penumbra alumbrada por una lamparita quitamiedos. Cada noche lo contemplas mientras duerme, con el deseo de ocupar su lugar, de que su cuerpo y su paz vuelvan a integrarse en ti, de ser otra vez su cuna de carne, tranquila compañera de sus sueños. A eso dedicas –a espiarle– la formidable libertad nocturna que el niño tanto codicia. ¿Siempre será así la envidia –te preguntas– un malentendido, un error por desconocimiento, un juego de celos mutuos?

Más tarde, también los mayores os acostáis. Buenas noches, susurra K, te besa, te abraza y se ovilla en la misma quietud del niño. Los dos han superado la alambrada, te quedas sola a este lado de la frontera. Bebes el aire con sorbos hondos. Bocarriba, inmóvil, empiezas a contar hasta mil para vaciar la mente. No pienses en el artículo que debes escribir por la mañana, olvida el miedo a no estar a la altura. Te concentras en la letanía de números, aunque sabes que no engañarás al insomnio a fuerza de ignorarlo. Escuchas pasos, ladridos lejanos, el susurro del tráfico o del viento. Una lenta procesión de horas va pasando, la ansiedad crece: qué será de ti mañana sin apenas dormir.

En algún momento decides levantarte, recorrer el pasillo en sombras para visitar el frigorífico, encender la radio, cocinar con sigilo. Te recuestas en el sofá. Y entonces la ves: una ventana iluminada a las tres de la mañana, un rectángulo de luz amarilla en los cubos negros de la calle. ¿Quién estará ahí dentro? ¿Un enfermo, un hacker, un opositor, alguien a quien despertó el látigo del dolor de muelas, un político insomne, un suicida? Te preguntas cuántos sois, cuántos lectores del artículo que escribirás mañana –si consigues escribirlo, si lo aceptan– serán habitantes asiduos de estas noches enemigas.

Recuerdas haber leído que una de las funciones principales del cerebro es decidir cuándo estar alerta y cuándo descansar. Cada vez dormimos menos –piensas, en la noche agujereada por la ventana amarilla–, quizá porque nos sentimos todos demasiado amenazados. Nos desvela esta jungla donde las redes están siempre incendiadas, donde se esgrimen frentes y afrentas, donde los móviles acechan en nuestras mesillas como armas de exaltación masiva. Los gritos atrincherados nos están arrebatando la reflexión serena y susurrada. Tranquilízate, respira. Recuerdas un viejo poema romano: la plegaria al sueño. Con esos versos, hace casi dos mil años, Estacio inventó su propia oración desasosegada para pedir calma: “Calla el ganado, los pájaros y las fieras, y los árboles, reclinados, simulan un agotado reposo. Mengua el bullicio de los ríos bravos, se alisan los rizos del agua, y los mares descansan, arrellanados sobre la tierra. La luna contempla mis dolientes ojos en vela.” ¿Cómo podré resistir?, se pregunta Estacio, sintiéndose excluido del alivio y el olvido. Sabe que en algún lugar, bajo el manto de la misma oscuridad, se abrazan una mujer y un hombre, así que ruega al dios que le conceda el sueño que los amantes renuncian a dormir. Acechado por la angustia, suplica que al menos le roce el descanso: “Tócame con la punta de tu vara o pasa junto a mí de puntillas”. Bajo el brillo estrellado de esa calma a la que rezaba Estacio, desearías que a tu ventana, a todas las casas encendidas, llegase el sosiego: que sea suave la noche.

Consultas la hora en el móvil. ¿Cómo conseguirás resistir? Tu hijo, que nunca quiere irse a la cama, ronca. No sabe, no podría creer, que al otro lado de la membrana de sus párpados, en la honda noche, su madre despierta sueña con dormir. 


Avisos

PROVINCIALES

Fallo histórico: condenan a devolver al Estado fondos por una obra que nunca se hizo

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El Tribunal Oral Federal N°7 ratificó la sentencia contra el empresario Juan Lascurain y exfuncionarios de Santa Cruz, quienes deberán reintegrar 5 millones de dólares por el anticipo de una ruta que jamás se construyó. Además, recibieron penas de prisión e inhabilitación para ocupar cargos públicos.

El Tribunal Oral Federal 7 confirmó un fallo inédito en el que obliga al empresario kirchnerista Juan Lascurain, junto a los exfuncionarios Atanacio Pérez Osuna, Matías Mazú, Miguel Larregina y Juan Vargas, a devolver al Estado los fondos que recibieron para la construcción de la llamada “Avenida YPF” en Río Turbio, una obra vial que nunca se realizó.

La Justicia ordenó que los imputados reintegren alrededor de 5 millones de dólares como compensación por los recursos sustraídos, además de aplicar penas de prisión y la inhabilitación absoluta para ejercer cargos públicos.

Según se probó durante el juicio, un día antes del cambio de gobierno del 9 de diciembre de 2015 se autorizó un anticipo financiero de 50 millones de pesos a la empresa FAINSER S.A., presidida por Lascurain, pese a que la firma no estaba registrada como proveedora en Santa Cruz, no contaba con experiencia en obra pública ni solvencia para afrontar un contrato de 494 millones de pesos.

La diputada nacional Roxana Reyes celebró el fallo al considerarlo “ejemplar”, ya que no solo castiga con cárcel a los responsables, sino que también obliga a la devolución del dinero robado:

“De ahora en más esperemos que la Justicia aplique este tipo de decisiones a todos los funcionarios que malversan recursos del Estado”, expresó.

La legisladora también advirtió que el proyecto inconcluso no solo representó un fraude económico, sino que además su incumplimiento afectó la seguridad vial en la zona, con numerosos accidentes, algunos fatales.

Reyes cuestionó especialmente que uno de los condenados, el exintendente Matías Mazú, haya sido electo recientemente como diputado provincial:

“Resulta perverso que alguien con una condena de segunda instancia por corrupción pueda asumir una banca y ampararse en los fueros para evitar la cárcel”, señaló, al tiempo que reclamó una ley que prohíba a los sentenciados por corrupción presentarse a cargos públicos.

La resolución del TOF 7 marca un antecedente judicial sin precedentes en causas de corrupción, al disponer la reparación económica de los fondos desviados, además de la sanción penal.


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