INFO. GENERAL
Reconocimiento a pastores de Río Gallegos: un homenaje a su labor espiritual y social

En el marco de un emotivo acto llevado a cabo en el Teatro Municipal “Héctor Marinero”, la Municipalidad de Río Gallegos, a través del Departamento de Culto, reconoció este jueves a pastores de la ciudad como «Personalidad Destacada» por su labor y trayectoria en la comunidad. El evento fue encabezado por el intendente Pablo Grasso, acompañado de autoridades comunales y representantes de diversas congregaciones religiosas.

El reconocimiento se otorgó a cinco pastores que, durante más de 30 años, han dedicado su vida al servicio espiritual y social de sus comunidades: Emilio Figueroa (Iglesia El Buen Pastor), Santos Bolívar (Iglesia Cristo es la Respuesta), Segundo Gamín (Iglesia Bet El “Casa de Dios”), Félix Cárcamo (Iglesia Dios te Ama) y Víctor Salinas (Iglesia Jesús es el Camino).
El evento comenzó con la interpretación de la canción «Oh tu Fidelidad», a cargo de Yoselyn Pérez; posteriormente, el pastor Héctor Millanao, presidente del Consejo Pastoral de Río Gallegos y representante de la Iglesia Cielos Abiertos, dirigió unas palabras en las que destacó la importancia del compromiso pastoral con la fe y la comunidad.

A continuación, Gonzalo Chute, secretario de Gestión Legal y Técnica, tomó la palabra para subrayar el impacto positivo que los pastores homenajeados han tenido en el tejido social de Río Gallegos. El intendente Pablo Grasso, por su parte, cerró los discursos, destacando el rol fundamental de los líderes religiosos en la promoción de valores y el trabajo comunitario.
Luego de las intervenciones, se procedió a la entrega de presentes y reconocimientos a los pastores.
De este modo, la Municipalidad de Río Gallegos reafirma su compromiso de fortalecer los lazos con las instituciones religiosas y reconocer el esfuerzo de quienes trabajan incansablemente por el bienestar colectivo.
INFO. GENERAL
Promesas recicladas, realidades intactas: la Cuenca Carbonífera sigue esperando

Con el discurso de siempre, Pablo Grasso vuelve a escena con promesas sobre salud y educación en una región marcada por el abandono estructural. La Cuenca Carbonífera, testigo de décadas de frustraciones, aún espera decisiones de fondo mientras el presente se diluye entre anuncios repetidos y políticas que no llegan.
Pablo Grasso, actual intendente de Río Gallegos, extiende su influencia discursiva a la Cuenca Carbonífera. Con tono afable y cargado de buenas intenciones, participa en encuentros sociales en Río Turbio y 28 de Noviembre, donde resalta –una vez más– la salud y la educación como prioridades de gestión. Sin embargo, lo que promete se superpone con lo que ya fue dicho (y no cumplido), mientras la realidad cotidiana de la cuenca evidencia un retroceso sostenido.
Durante más de 30 años, el carbón fue tema de campaña, bandera de lucha y motor de existencia para los habitantes de esta región. Sin embargo, jamás se consolidó una política de Estado seria que pusiera en valor este recurso natural. La usina termelétrica, emblema de desarrollo y símbolo de la resistencia local, se convirtió en una postal de lo que pudo ser. Promesas de reactivación, compras millonarias de equipamiento, compromisos asumidos… todos archivados en el mismo lugar: la desilusión colectiva.
En paralelo, se habla de educación como pilar central, pero cualquier recorrido por los establecimientos escolares de la zona evidencia otra cosa. Edificios vetustos, sin mantenimiento, equipamientos obsoletos, y una infraestructura que dista mucho de cumplir con los estándares mínimos. La palabra «futuro» queda vacía cuando las condiciones del presente son tan precarias.
Y en salud, el panorama no es más alentador. La pandemia dejó al desnudo un sistema hospitalario frágil, con necesidades históricas no atendidas.
La falta de políticas concretas se ve agravada por un contexto nacional que asfixia con recortes y desinversión. La distancia geográfica se traduce en postergación. Pero también hay responsabilidades locales y provinciales que no se pueden seguir eludiendo. Lo que no se hizo en décadas, no se arregla con discursos bien intencionados.
Lo que se percibe, en definitiva, es un peronismo desgastado, sin conducción clara, sin energía transformadora. Una fuerza política que ya no logra enamorar ni convencer. Las intenciones, aunque nobles, no alcanzan. Porque la Cuenca Carbonífera no necesita más promesas: necesita decisiones. Y las necesita ahora.
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