INFO. GENERAL
Prédica anti casta, «cepo» al Estado y más ajuste, pero con bajo rating

El Presidente no dio un solo detalle de la ley que fue a presentar al Congreso, pero se sirvió de la cadena nacional para despotricar contra el kirchnerismo, a quien ya eligió como contrincante de cara a las próximas elecciones. Macri, en ese marco, resultó prácticamente ninguneado. “Vetaremos todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal”, prometió Milei, sin mencionar a los jubilados ni a las universidades. Hubo insultos y cruces con la oposición, pero el discurso no tuvo el eco esperado.

Prédica anticasta, “déficit cero” como mantra y polarización con el kirchnerismo en vivo y por cadena nacional: el paso de Javier Milei por el Congreso tuvo más que ver con su necesidad de montar un show político que con la presentación del Presupuesto 2025, el tema para el cual, a fin de cuentas, había convocado a los diputados propios y ajenos. Frente a un recinto semivacío –buena parte de la oposición decidió pegar el faltazo–, el Presidente no sólo justificó el ajuste en marcha sino que redobló la apuesta y prometió para el año próximo “achicar el gasto del Estado” todo lo posible. En esa línea, justificó el veto a la movilidad jubilatoria y al presupuesto universitario. “Vetaremos todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal”, prometió. Y en la volteada de la motosierra metió a los gobernadores, a quienes les pidió afrontar el recorte de unos 60 mil millones de dólares. De paso, aprovechó para pegarle al kirchnerismo, al que culpó por los males económicos del país y a la que acusó de haber hecho “cosas estúpidas”. Los legisladores opositores que lo escucharon también la ligaron: esta vez los llamó “ratas miserables”. Todo eso en 50 minutos de discurso, en los que casi no hubo detalles de la ley que fue a presentar y que concluyó, como es habitual, con la arenga de “Viva la libertad, carajo”, festejada desde los balcones.
Parado frente un atril improvisado para la ocasión y arropado por la banda y el bastón presidencial, Milei redundó a lo largo de su discurso en dos de las ideas centrales de su gestión: el ajuste y el desprecio por lo público. Pronunció las palabras «déficit» y «Estado» más de 30 veces cada una, pero ni una sola vez salió de su boca «jubilados», ni «trabajadores». Tampoco «devaluación», que es lo que le pide el sector agroexportador, ni «cepo», salvo en la introducción, aunque con un sentido bien distinto al tradicional. «Vengo a ponerle un cepo al Estado», dijo al presentarse.
El resto de su alocución giró en torno a esas mismas ideas, aunque esta vez utilizó la transmisión en vivo por cadena nacional para proyectar una polarización directa con el kirchnerismo, al que acusó de todos los males del país. De acuerdo a Milei, «llegamos al 50% de pobreza, al retorno del analfabetismo, a tasas de criminalidad siderales, un entramado energético que no soporta cuatro días de calor seguido y hospitales públicos sin insumos que no pueden curar a nadie», gracias al modelo que más detesta.
Esa polarización empieza a ser mirada con recelo pero como algo inevitable por los aliados del PRO, y también por otros que quedaron en el medio, como la UCR. Milei los ninguneó y, de acuerdo al mapa político que dibujó en su discurso con miras a la elección del año que viene, intentó arrinconarlos. «Milei es un gran catalizador de rupturas y vino acá a dividir aguas y llevarse lo que pueda», interpretaba un legislador de la oposición amigable, con un ojo puesto en la doblez y cuasi fractura de la UCR y otro en el futuro armado de listas.
Para Mauricio Macri, quizás, esa polarización (en la que por ahora queda afuera) haya sido la peor noticia del domingo. De todos modos, Milei se encargó de dejarle algunos recados también a él, sobre todo en el tramo en que defendió la «gestión» del gabinete libertario, precisamente el apartado más criticado por el líder del PRO. «Gestionar no es designar miles de funcionarios en todos los rincones del Estado cuando la mitad de esas áreas no deberían existir», chicaneó.
Sin eco
«Los invito a volver por un minuto a despejar la X conmigo para entender de qué se trata. Ustedes pueden abstenerse porque suman con dificultad», dijo Milei, en el punto más álgido en cuanto insultos de la noche y ya lanzado a polarizar con el peronismo. El «ustedes» estaba dirigido al bloque de Unión por la Patria, que eligió dar el presente pero con apenas una veintena de legisladores, especialmente aquellos vinculados a la comisión de Presupuesto y a los temas económicos. Enseguida repitió el gesto y señaló al titular del bloque, Germán Martínez, quien le había recriminado que estaba leyendo el discurso. «Mirá, que yo lea o no… vos seguís sumando con dificultad, Martínez» (SIC), retrucó.
El segundo round llegó minutos después, cuando desde las bancas opositoras salió una recriminación hacia el plan motosierra y en favor de los jubilados, estudiantes y trabajadores ajustados. «Hacelo dentro del presupuesto y no de manera demagógica, exterminando a los argentinos y los jóvenes», fustigó el Presidente. Más tarde, cuando citó una supuesta frase de Cicerón, dijo que la idea del ajuste «tiene más de 2.000 años» y, mirando al bloque de UxP, lanzó: «Más de 2.000 años, y ustedes de eso no aprendieron nada».
Salvo por esos cruces, la recepción del discurso de Milei fue más bien fría. Casi todos los diputados del PRO y el radicalismo, no sólo de UxP, lo escucharon sin conocer los detalles del proyecto del presupuesto, que ingresó por mesa de entradas una vez que terminó el acto.
El rating tampoco acompañó al Presidente. Según las mediciones de consultoras especialistas, fue uno de los peores domingos del año para la televisión abierta. A las 20, una hora antes de la cadena nacional, el rating promediaba 15,9 puntos, número que se desplomó rápidamente y llegó a rozar un piso de 3,5 puntos durante el discurso.
Las cámaras de la transmisión oficial siguieron de cerca los rostros y las reacciones de principalmente dos ministros: la de Seguridad, Patricia Bullrich, y el de Economía, Luis Caputo. Milei llegó al recinto acompañado por su hermana Karina y el diputado José Luis Espert (presidente de la comisión de Presupuesto), al que sentó en el estrado de la presidencia junto a Victoria Villarruel y Martín Menem. La novia del Presidente, Yuyito González, lo siugió desde los palcos.
Más ajuste
«Ajustar el déficit de quince puntos del PBI implicó que hiciéramos un recorte del gasto de alrededor de 90 mil millones de dólares, que no es otra cosa que decir que le estamos devolviendo a los argentinos esos 90 mil millones de dólares…. o sea: no exageramos cuando decimos que hemos hecho el ajuste más grande de la historia de la humanidad», dijo Milei fiel a su estilo de vociferar hashtags de Twitter y para introducir el capítulo en el que le solicitó a los gobernadores que aporten su parte al plan motosierra.
«A los gobernadores les digo: cumplir el compromiso de bajar el gasto público consolidado a 25 puntos del PBI requiere que las provincias, en su conjunto, hagan un ajuste adicional de 60 mil millones de dólares. Nosotros ya hemos cumplido nuestra parte del acuerdo; ahora faltan ustedes. Los argentinos, a lo largo y ancho del país, saben perfectamente bien que por cada peso que dejen de gastar las provincias y los municipios, se lo podrán devolver en baja de ingresos brutos u otras tasas. Si cumplen con este mandato popular, los argentinos de bien estarán agradecidos», dijo. El conflicto por los recursos marcó los primeros meses de la gestión de Milei, y los mandatarios provinciales le hicieron sentir el rigor durante el primer tratamiento de la ley bases. Habrá que ver si la disputa por recursos suma nuevos capítulos en el futuro inmediato.
También hubo un capítulo dedicado al achique del Estado. «Gestionar es echar los 31.000 ñoquis que hemos echado en estos primeros nueve meses», dijo. A fines de este mes podría haber una nueva poda de empleados públicos, siguiendo la norma libertaria de renovar los contratos estatales por apenas tres meses y ejecutar así el descuartizamiento por partes, como Jack.
Finalmente, Milei dejó una advertencia para quienes no lo acompañen en futuras aventuras. «Hay dos caminos», dijo. «Sepan ustedes, miembros de este honorable Congreso, que la decisión de qué lado de la historia quieren quedar es suya. Luego será la ciudadanía quien los coloque en la avenida de los justos o en la esquina de las ratas miserables que apostaron contra el país y contra su gente», remató. La mayoría de los aludidos, de todos modos, evitaron los flashes y partieron lo más rápido que pudieron del edificio del Congreso.
Repercusiones
- «Presupuesto 2025. No dio un solo dato. El único, muy poco rating», chicaneó el diputado por la Ciudad Leandro Santoro. «Está más preocupado por las legislativas de 2025 y por su interna con Macri que en explicar seriamente cómo va a evitar el default», sostuvo.
- «Fue un discurso político muy parecido a los que venimos escuchando, como en la Asamblea Legislativa y el Pacto de Mayo. No habló del Presupuesto. Que digan cuáles son las prioridades», reclamó por su parte la vicepresidente del bloque radical, Karina Banfi.
- «Además de ir a pelearse con Germán Martínez y de decir que va a cerrar el Congreso nacional si no se votan que él quiere; el presidente dijo que se viene más ajuste para el pueblo y más beneficios para el 5% más rico del país», escribió en Twitter la senadora de UxP, Juliana Di Tullio.
- «Milei no contempló medidas que esperan todos los argentinos, como una solución justa para los haberes de los jubilados», dijo el diputado de la CC, Maximiliano Ferraro. «Las columnas de esta gestión son las de un Excel», agregó.
INFO. GENERAL
Francisco, el papa latinoamericano para el mundo

Murió a los 88 años. Se proyectó como estadista y líder mundial. Nunca perdió su sencillez, predicó a favor de los pobres y descartados, promovió el diálogo y criticó el modelo económico depredador y excluyente. Los cambios que hizo en la Iglesia y lo que dejó pendiente.
Francisco, el papa latinoamericano que “los cardenales fueron a buscar al fin del mundo” como él mismo lo afirmó, entra en la historia de la Iglesia Católica y de la humanidad como aquella persona que, ejerciendo un liderazgo firme, dentro y fuera de las fronteras institucionales, supo entender los desafíos de la sociedad, desde su lugar ensayó las respuestas a su alcance y, sobre todo, tuvo la capacidad de interpelar a propios y extraños con su mensaje profundamente humano.
De esta manera Jorge Bergoglio logró dejar huella en la vida de muchas personas, también en gran parte de quienes no lo reconocieron como su líder espiritual o religioso. En el escenario de un mundo contemporáneo atravesado por los conflictos y las guerras y, al mismo tiempo, carente de voces y de referentes que iluminen los senderos de la fraternidad entre las personas y los pueblos, Francisco marcó presencia.
Como componente esencial de su misión el Papa predicó y puso en práctica lo que él mismo denominó “la cultura del encuentro”. Porque, como lo escribió en su autobiografía recientemente publicada bajo el título “Esperanza”, “solo quien levanta puentes sabrá avanzar; el que levanta muros acabará apresado por los muros que él mismo ha construido. Ante todo quedará atrapado su corazón”.
Francisco: el hombre común
Se proyectó como estadista y líder mundial, sin perder la sencillez característica de la historia personal de este porteño (“dentro de mi alma me considero un hombre de ciudad”), el mayor de cinco hermanos nacidos todos en el barrio de Floresta en Buenos Aires, y que aún en el Vaticano siguió reconociéndose como “cuervo” por su afición a San Lorenzo. Sin embargo, cuando le anunciaron que en su regreso a la avenida La Plata el nuevo estadio podría llamarse “Papa Francisco” dijo claramente que “la idea no me entusiasma”.
La elección como Papa le cambió la vida a Jorge Bergoglio. Pero una vez convertido en Francisco hizo lo posible por mantener los rasgos de humanidad y de hombre común que hacían que en Buenos Aires, y ya siendo cardenal, siguiera viajando en subte para ir a su despacho en la curia porteña. “Me gusta caminar por la ciudad, en la calle aprendo” decía. Su nueva condición lo obligó a muchas restricciones, pero en lugar de habitar un palacio vaticano eligió vivir en la residencia Santa Marta, una especie de hotel religioso que recibe a obispos y sacerdotes que viajan a Roma por motivos eclesiásticos. Allí trasladó incluso muchas de sus audiencias, sobre todo cuando se encontraba con la gente más cercana por motivos personales o pastorales. Santa Marta fue su casa. Hasta allí le alcanzaron los zapatos “gomicuer” que pidió a sus amigos que le llevaran desde Buenos Aires tras descartar el calzado rojo que usaba su antecesor Benedicto XVI. También desde allí, o desde cualquier lugar del mundo donde estuviera de visita, cada domingo por la noche Francisco cumplía en llamar por teléfono a Buenos Aires a su hermana María Elena, la única sobreviviente de su familia. Ha dicho que no ver a su hermana es de los desprendimientos que más le costó.
Se reconocía como amante de la música y del tango. “La melancolía ha sido compañera una compañera de vida, aunque de manera no constante (…) ha formado parte de mi alma y es un sentimiento que me ha acompañado y que he aprendido a reconocer”.
Desde 1990, a raíz de una promesa religiosa, no volvió a mirar televisión y se mantenía informado por otros medios.
“Plan de gobierno”
La elección de Bergoglio como papa Francisco, que cambió la vida de la Iglesia Católica, también modificó profundamente la manera de relacionarse del catolicismo con la sociedad, en el mundo y en cada país y región.
Ni siquiera los más cercanos, aquellas y aquellos que conocían sus pensamientos y que habían seguido su trayectoria, habrían podido imaginar aquel 13 de marzo de 2013 el «plan de gobierno» que Jorge Bergoglio tenía en su mente cuando fue ungido como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Quizás tampoco había pasado por su cabeza esa posibilidad a pesar de la experiencia acumulada en sus años como superior provincial de los jesuitas en Argentina (1973-1979), en plena dictadura militar, o en su tarea como obispo auxiliar (1992-1998) y luego como arzobispo de Buenos Aires (1998-2013).
No pocos sostienen que la vida de Bergoglio tuvo un vuelco fundamental por su participación en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Aparecida, Brasil, 2007) en la que el entonces arzobispo porteño recibió un baño de ”latinoamericaneidad” en su contacto con sus colegas obispos de la región y, en particular, con los de Brasil. Esto es lo que lo llevó a escribir en sus memorias que “mis raíces son también italianas, pero soy argentino y latinoamericano. En el gran cuerpo de la iglesia universal, donde todos los carismas ‘son una maravillosa riqueza de gracia’, esa iglesia continental tiene unas características de vivacidad especiales, unas notas, colores, matices que también constituyen una riqueza y que los documentos de las grandes asambleas de los episcopados latinoamericanos han manifestado”.
Hasta entonces el “porteño” Bergoglio, como buena parte de los argentinos, se había mantenido distante de América Latina. También en términos eclesiásticos por su cercanía a la “teología de la cultura” que aprendió de su maestro Juan Carlos Scanonne y más alejado de los teólogos de liberación como el peruano Gustavo Gutiérrez o el brasileño Leonardo Boff. Con ambos se encontró y se abrazó después una vez que estuvo en el Vaticano. Bergoglio se hizo latinoamericano en Aparecida. Y con ese bagaje llegó al consistorio que lo eligió Papa.
Pocos días antes de su muerte, la teóloga argentina Emilce Cuda, a quien el Papa llevó a Roma como una de sus más estrechas colaboradoras, fue enfática al señalar que la teología de Franscisco ha sido “la teología” a secas, rescatando las raíces del pensamiento cristiano a lo largo de la historia para ponerla a dialogar con los desafíos de la actualidad de la Iglesia y del mundo.
Referente mundial
El tiempo y sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión. Fue así que su primer viaje político-pastoral lo llevó hasta Lampedusa, para encontrarse con los inmigrantes ilegales expulsados de su territorio que huyen desesperados en busca de la vida. A ellos y al mundo les reafirmó con un gesto de cercanía y solidaridad su prédica en favor de los pobres, los descartados y de sus derechos.
Desde allí, sin abandonar su impronta religiosa, el Papa comenzó a construir su condición de referente mundial más allá de las fronteras de la Iglesia Católica convirtiéndose en interlocutor de jefes de estado, de dirigentes sociales, políticos y culturales. En un mundo con liderazgos en crisis y enfrentando los desafíos de la realidad Francisco eligió el camino del diálogo y del encuentro con los diferentes, desde la realidad de los pobres y reclamando por sus derechos.
Sus ideas quedaron plasmadas en muchos de sus documentos y alocuciones públicas pero sobre todo en las encíclicas Laudato Si (2015), sobre “la casa común”, el cambio climático y el cuidado de los recursos naturales, y Fratelli Tutti (2020) acerca de la amistad y la fraternidad social.
Pero Francisco fue, de muchas maneras, un líder incómodo, para los gobernantes y los poderosos del mundo. En particular por sus llamadas a atender los problemas de sobre explotación de los recursos naturales en desmedro del cuidado de la naturaleza, las críticas de un modelo económico depredador y excluyente y las advertencias sobre el “descarte” que se evidencia en las migraciones masivas, las guerras y la pobreza creciente.
Los pobres y la guerra
En su transitar Francisco se convirtió en vocero de los descartados y los pobres, pero también en aliado de quienes salieron en defensa de los derechos de estas personas y comunidades. Puede decirse que el discurso pronunciado el 9 de julio de 2015 por el Papa ante el auditorio plural de los movimientos sociales reunidos en Cochabamba (Bolivia), cuyo eje fue su proclama de «las tres T» (tierra, techo, trabajo), constituye una suerte de síntesis doctrinal que, en otro tono y con distinto despliegue, Francisco había expresado de manera sistemática y con base teológica en Laudato Sí. Una gran suma que, a contracorriente de las fuerzas del capitalismo mundial, se alzó en favor de los pobres y sus organizaciones, criticó a los poderes hegemónicos y lanzó un llamado a la paz. Una militancia pacifista que Bergoglio apoyó con sus acciones y las del Vaticano en cada lugar de conflicto en cualquier rincón de la tierra. En esta tarea los movimientos sociales fueron elegidos permanentemente como aliados e interlocutores, convocados y sentados a la mesa de las conversaciones con el Papa.
A través de sus acciones Francisco también consolidó su idea de que a las grandes religiones monoteístas del mundo y a sus dirigentes le cabe la responsabilidad de encontrar salidas a la guerra mundial traducida en multitud de conflictos acotados o guerras regionales por disputas territoriales, cuestiones de soberanía, enfrentamientos políticos, étnicos o raciales. “No existe la guerra inteligente; la guerra solo sabe causar miseria; las armas, únicamente muerte” afirmó.
En octubre de 2022 organizó en Roma un gran encuentro de líderes religiosos mundiales por la paz. Pero antes y después se reunió en Irak, con el Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani, líder de la comunidad chií del país, en Ulaanbaatar con once líderes de diferentes confesiones y, más recientemente, en Indonesia junto al iman Nasaruddin Umar visitó el ‘túnel de la Amistad’ que conecta la mezquita Istiqlal con la catedral de Nuestra Señora de la Asunción.
En la propia Iglesia
Hacia el interior de la misma Iglesia Católica el papa Francisco impulsó muchas líneas que conectan directamente con iniciativas inauguradas en el Concilio Vaticano II (1962-1965), impulsadas por el papa Juan XXIII (1958-1963 ) y continuadas por Paulo VI (1963-1978), pero que tuvieron frenos y retrocesos con Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI ( 2005-2013).
De esta manera Bergoglio insistió en la idea de “una iglesia de puertas abiertas” con capacidad de acogida para todas y todos, sin ningún tipo de restricciones, en diálogo con la sociedad y enfrentando los problemas comunes. Esto implicó también reformas profundas en las estructuras eclesiásticas, con más espacios para los laicos y en particular para las mujeres, pero también desde una perspectiva eclesiológica que buscó protagonizar el “sacerdocio común de los fieles” incluso antes que el sacerdocio ministerial.
Con esa intención Francisco propició, a través de los sínodos (universal y regionales) una Iglesia más participativa que puso en crisis el modelo estrictamente jerárquico, piramidal y romano céntrico. Ello trajo aparejado también la decisión de enfrentar los problemas de abusos, la pederastia y la corrupción dentro de la estructura eclesiástica.
Bergoglio acompañó este proceso con reformas de la curia vaticana, recambio de los responsables y nuevos nombramientos para rodearse de figuras de su confianza. También hubo cambios mediante la designación de obispos más jóvenes y cercanos a la perspectiva eclesiológica de Francisco.
Nada de esto ocurrió sin resistencias y enfrentamientos. En el mundo, pero también en la Argentina donde paradójicamente los sectores católicos más conservadores, empresarios y representantes del poder que vieron en Francisco la continuidad de un cardenal Bergoglio, que en su momento y sin considerarlo como del propio palo, nunca les resultó incómodo. Rápidamente se sintieron defraudados por las iniciativas y las propuestas del Papa que acentuó los rasgos más latinoamericanistas del entonces cardenal de Buenos Aires y radicalizó su perspectiva en favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos.
El poder se disgustó con Francisco y no lo disimuló. También los sectores conservadores de Iglesia incluidos algunos obispos se sintieron molestos con Bergoglio, aunque estos últimos se mantuvieron dentro de los márgenes de discreción que impone la propia Iglesia.
A nivel mundial también las intrigas y las conspiraciones fueron en aumento. Integrantes del colegio cardenalicio que habían ido a buscar a un papa latinoamericano y seleccionaron a un argentino porque siendo tal era el «más parecido» a los europeos se sintieron frustrados en sus expectativas.
En más de una oportunidad los sectores más conservadores se rasgaron las vestiduras ante lo que consideraron excesivas concesiones de Bergoglio, tanto en sus mensajes como en su estilo pastoral. Francisco no se inquietó demasiado por ello. Siguió tomando decisiones con conciencia de los problemas que enfrentaba e incluso utilizó la energía y el respaldo que le llegaba desde afuera para dar batallas en el seno de la propia Iglesia.
Siempre apareció convencido de la tarea que debía enfrentar: avanzar y profundizar la reforma de la Iglesia hacia una forma de gobierno y de participación más sinodal, más horizontal y plural que renueve la vida del catolicismo.
Si bien se dieron pasos sustanciales en ese sentido, quizás sea esta la tarea inconclusa que deja Francisco y que quedará en manos quien lo suceda en el pontificado. Una designación que dependerá de una elección incierta y sin candidatos a la vista, aun teniendo en cuenta la profunda renovación que Bergoglio hizo en el colegio cardenalicio que escogerá al nuevo papa.
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