INFO. GENERAL
Más de 3000 empleos amenazados

Los trabajadores de AFIP realizaron medidas de protestas luego de los anuncios de Milei de disolver el organismo y recortar 3000 puestos de trabajo. Los empleados de la entidad recaudadora anunciaron paros de 10 a 12 horas y un apagón informático en la DGI y Aduana, lo que podría afectar el comercio exterior.
La disolución de la AFIP implicará su reemplazo por la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), con una reducción significativa de cargos. Los trabajadores, organizados por la Asociación de Empleados Fiscales e Ingresos Públicos (AEFIP), expresaron su rechazo a la decisión, considerándola un ataque a los derechos laborales y acusando al Gobierno de una persecución política.
Los trabajadores exigen un paro general y convocan asambleas en todo el país para protestar contra lo que consideran un «vaciamiento del Estado» y una política tributaria en favor de grandes grupos económicos.
“El gobierno anunció la disolución de la AFIP y el despido de miles de trabajadores de planta permanente. Sustenta dicha desvinculación en un falso planteo de ingresos irregulares. En ningún momento plantea razones funcionales, solo esgrime el pase a disponibilidad en una estigmatización y persecución política”, explica parte del comunicado difundido por AEFIP.
Y agrega: “La Constitución nacional y nuestro convenio colectivo son sostén de la estabilidad del empleo público ante los despidos arbitrarios. En todos los periodos de gobierno hubo ingresos de personal, sin excepción, sencillamente porque la planta se reduce vegetativamente por cuestiones naturales. Tal es así que nuestro organismo tiene la misma cantidad de personas desde su creación y hoy son menos que en el 2019″.
INFO. GENERAL
Promesas recicladas, realidades intactas: la Cuenca Carbonífera sigue esperando

Con el discurso de siempre, Pablo Grasso vuelve a escena con promesas sobre salud y educación en una región marcada por el abandono estructural. La Cuenca Carbonífera, testigo de décadas de frustraciones, aún espera decisiones de fondo mientras el presente se diluye entre anuncios repetidos y políticas que no llegan.
Pablo Grasso, actual intendente de Río Gallegos, extiende su influencia discursiva a la Cuenca Carbonífera. Con tono afable y cargado de buenas intenciones, participa en encuentros sociales en Río Turbio y 28 de Noviembre, donde resalta –una vez más– la salud y la educación como prioridades de gestión. Sin embargo, lo que promete se superpone con lo que ya fue dicho (y no cumplido), mientras la realidad cotidiana de la cuenca evidencia un retroceso sostenido.
Durante más de 30 años, el carbón fue tema de campaña, bandera de lucha y motor de existencia para los habitantes de esta región. Sin embargo, jamás se consolidó una política de Estado seria que pusiera en valor este recurso natural. La usina termelétrica, emblema de desarrollo y símbolo de la resistencia local, se convirtió en una postal de lo que pudo ser. Promesas de reactivación, compras millonarias de equipamiento, compromisos asumidos… todos archivados en el mismo lugar: la desilusión colectiva.
En paralelo, se habla de educación como pilar central, pero cualquier recorrido por los establecimientos escolares de la zona evidencia otra cosa. Edificios vetustos, sin mantenimiento, equipamientos obsoletos, y una infraestructura que dista mucho de cumplir con los estándares mínimos. La palabra «futuro» queda vacía cuando las condiciones del presente son tan precarias.
Y en salud, el panorama no es más alentador. La pandemia dejó al desnudo un sistema hospitalario frágil, con necesidades históricas no atendidas.
La falta de políticas concretas se ve agravada por un contexto nacional que asfixia con recortes y desinversión. La distancia geográfica se traduce en postergación. Pero también hay responsabilidades locales y provinciales que no se pueden seguir eludiendo. Lo que no se hizo en décadas, no se arregla con discursos bien intencionados.
Lo que se percibe, en definitiva, es un peronismo desgastado, sin conducción clara, sin energía transformadora. Una fuerza política que ya no logra enamorar ni convencer. Las intenciones, aunque nobles, no alcanzan. Porque la Cuenca Carbonífera no necesita más promesas: necesita decisiones. Y las necesita ahora.
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