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La pregunta

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Sandra Russo

Por Sandra Russo

“La pregunta que tenemos que formular a la nueva generación no se vincula con los valores. (¿sos solidario o egoísta? ¿sos crítico o conformista? ). Se vincula con la sensibilidad: ¿sos feliz o infeliz?” Esto escribía Bifo Berardi en 2007, en su libro Generación post alfa.

La generación a la que se refiere es la post alfabética. Ya son varias. Berardi sostiene que durante siglos la transmisión cultural se hizo en condiciones dialécticas, y que en términos dialécticos también se basaron los grandes movimientos sociales del siglo XX. Pero la transmisión de una generación a otra se llevaba a cabo a través de una herramienta que fue cambiando de forma y contenido pero fue siempre compartido: el lenguaje.

La brecha analógica-digital comenzó cuando la era digital empezó a provocar cambios subjetivos en las generaciones nativas. Las ultraderechas del mundo, hoy, se nutren, se organizan, planifican atentados, fascinan por el descaro propio de lo digital, donde el cuerpo no se pone y muchas veces la identidad tampoco. Y entre los que nacimos antes y en consecuencia somos sujetos históricos, y estas nuevas generaciones que abonan, en algunos nichos donde se juntan otras coordenadas, su ahistoricidad con su desprecio por todo lo colectivo y por su negación de su clase, no hay comunicación posible.

Se pregunta Berardi cómo debería ser la comunicación política en este contexto. Y dice que sería una comunicación política terapéutica, orientada a despertar la esperanza en hallar condiciones materiales que permitan algo del goce de existir. La ultraderecha prescinde del placer y la belleza, especialmente de la belleza y el placer colectivos.

Por eso Berardi apela a la sensibilidad como puente entre unas y otras generaciones, porque la digitalización del mundo ha interpuesto un muro, y la generación post alfa no cree en el lenguaje. Usa otro. Son otros significados, otros significantes. No podemos ponernos uno en lugar del otro porque no hay lenguaje que nos vincule. Pero queda la sensibilidad. A los comunistas y los nazis les gustan los perros o los gatos. Los perros de Milei son el anzuelo emocional positivo, pero todo el personaje está compuesto por sets emocionales que son perversamente disrruptivos. Lo digital no es ético, es efectista porque básicamente es un impulso eléctrico en los cerebros.

Por eso la sensibilidad es un puente. Esos lugares no ideológicos y presentes incluso en quienes se han endurecido tanto que los resisten. Es posible que alquien sea cruel y alguien sea solidario, pero seguramente los dos tengan su canción favorita, su sueño imposible o alguien que sea su debilidad.

Las ultraderechas están llenas de gente que tiene vidas muy vulnerables y sufridas, pero esas vidas están marcadas por la voltereta que hizo el capitalismo de mercado junto con la digitalización del mundo: ya no hay obreros que busquen liberarse de la explotación, pero hay millones de personas en el mundo que son víctimas de la fragmentación, la relocalización y la precarización del trabajo. Y esto no lo pueden comprender, porque su post alfabetización les bloquea la capacidad de entender los contextos. Lo digital es corto y la velocidad recorta el contexto. El resultado está a la vista: mucha gente se ofrece en sacrificio a quien le está diciendo que lo aplastará, pero no les importa lo que dice, les importa que “es distinto”. Uno de los déficits de la generación pos alfa es el de atención. La gente con pluriempleo o trabajo virtual no tiene tiempo para fijar su atención. La ultraderecha ganó las paso simplemente llamando la atención.

El libro de Berardi es complejo, como su pensamiento que mezcla enfoques. Pero él mismo sabe comunicarse con sensibilidad. Cada tanto aparece un párrafo como éste, escrito con belleza, que es algo que debemos recuperar para nuestras vidas cotidianas, pero una belleza lúcida:

“La cuestión de la transmisión cultural es, sobre todo, un problema ligado a la sensibilidad. La historia de la modernidad es la historia de una modelación de la sensibilidad, de un proceso de refinamiento (pero, también, de un proceso de disciplinamiento), el desarrollo de nuevas formas de tolerancia y de creatividad (pero, también, el desarrollo de nuevas formas de barbarie y conformismo). La pregunta que debemos hacernos y, sobre todo, debemos hacerle a la gente que se está formando hoy, a los chicos, a la nueva generación, se refiere al placer, a la belleza: ¿qué es una vida bella? ¿Cómo se hace para vivir bien? ¿Cómo se hace para estar abierto al placer? ¿Cómo se goza en relación con los otros? Esta es la pregunta que debemos hacernos, una pregunta que no es moralista y que funda la posibilidad misma de un pensamiento ético”.


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Jubilado a la parrilla

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Palazos a los jubilados y corrupción en la mira papal. El retiro de Petronas y la explosión del gasoducto, en la gestión de los ceos de Roca. La nueva vanguardia.
Luis Bruschtein

Por Luis Bruschtein

El Papa criticó la represión a los jubilados y la corrupción en el gobierno; la ONU advirtió por la indefensión de la niñez sumergida en la pobreza; explotó el gasoducto del Norte, y Petronas puso en duda la famosa mayor inversión de la historia. El inminente veto a la ley de financiamiento universitario anunció protestas estudiantiles masivas que se unirán a los jubilados, dos sectores en los que Milei había cosechado en las elecciones. Semana mala para el Presidente que, en contrapartida, consiguió frenar el veto al aumento a los jubilados con ayuda de parte del opoficialismo y es probable que logre una imagen de toda la política enfrentada a Unión por la Patria con la propuesta de reforma política.

Argentina se ha convertido en un país imprevisible, donde resulta imposible precisar la forma como el derrumbe de la economía instrumentado por el gobierno se traslada a las decisiones políticas de los perjudicados. Los jubilados están en el horno. Son los que más perdieron en el ajuste, han sido sus principales víctimas y grupos cada vez más importantes de ellos han encabezado la protesta. Fuera de los grupos movilizados, todos los jubilados se quejan por lo que reciben y por el aumento del transporte y las tarifas, pero no es claro que haya un cambio masivo en las conductas políticas.

Milei ganó con un poco más del 55 por ciento de los votos y en los primeros meses logró aumentar unos puntos más la imagen positiva. En las últimas mediciones su imagen osciló entre el 40 y el 45 por ciento. Quiere decir que perdió más del diez por ciento. No es tanto si se lo compara con los efectos catastróficos de sus medidas sobre la vida de millones.

Esa distorsión entre causa y efecto constituye una incógnita en una sociedad muy intoxicada por discursos de odio, fake news, y una configuración social donde la mayoría de los trabajadores fueron llevados a la informalidad. Cayeron en ese plano por los efectos destructivos del neoliberalismo en las últimas décadas.

La perversión de esa movilidad descendente radicó en que fue disfrazada de elección personal. Una especie de liberación. El kiosquito, el remisse, el flete, la mensajería, la changa, la venta callejera, el trabajo no presencial y otros empleos fueron disfrazados de emprendimientos individuales. El discurso conservador complementó a este “emprendedurismo” con una ideología “meritocrática” que, en esencia es una ilusión porque todo ese universo depende de la producción de riqueza real.

Por más esfuerzo, por más méritos que tenga, ningún resultado lo favorecerá si el resto de la sociedad no genera riqueza real, no produce ni consume bienes. En todos los trabajos vale el esfuerzo y el conocimiento cuando el resto de la economía funciona. De lo contrario, la derecha ordena esas condiciones como una ideología del sometimiento para la explotación por una elite. Ese proceso se montó sobre el antiperonismo extendido en un sector de la sociedad y sobre la decepción que produjo el gobierno de Alberto Fernández.

El resultado ha sido el surgimiento de lo más grotesco de la política y la economía, una mascarada de discurso exótico cargado de odio y fotografías de un pie gordo y colorado, con talco para los hongos. Hay corporaciones que se han favorecido con este despropósito y que se apuran a sacarle todo el jugo porque saben que en algún momento se termina.

El grupo Roca, que buscó usar al gobierno para concretar su reconversión hacia la actividad energética, y ubicó gerentes en puntos estratégicos de la gestión en esa área, encarnó dos desastres con pocos antecedentes de tanta ineptitud como fueron la explosión del gasoducto Norte y la amenaza de Petronas de retirar la inversión milmillonaria que iba a hacer con el gas de Vaca Muerta. La arbitrariedad como se manejó un negocio tan delicado para debilitar al gobernador bonaerense Axel Kicillof, provocó incertidumbre en el gigante malayo.

Esta semana, el escenario pareció sufrir otras distorsiones. En el capitalismo industrial se decía que lo obreros de la industrian eran la vanguardia de las luchas. En los ’90, con el neoliberalismo, aparecieron los movimientos de trabajadores desocupados a la cabeza de la protesta. Y ahora son los trabajadores jubilados.

Primero fue demonizar a los movimientos sociales. Patricia Bullrich creció –tristemente– con la represión a esas marchas de los desocupados y creyó que valía para todos. Pero es difícil demonizar a los jubilados porque los hay en todas las familias. Allí no funcionan las fake news y la difamación porque hay comprobación directa.

Y es cierto que no se movilizan todos los jubilados, sino más bien algunos grupos. Pero la imagen de los garrotazos a esos adultos mayores tiene un efecto subterráneo de terreno minado para el gobierno. Otra imagen de alto impacto fueron los jubilados en la puerta de la residencia de Olivos mientras en el interior se festejaba con un pantagruélico asado el rechazo al aumento de las jubilaciones.

Ha sido una mezcla explosiva que se catalizó con los aumentos siderales de tarifas de los servicios y del transporte, que pasaron de ser caras a ser impagables para los trabajadores. Otra imagen altamente inflamable fueron las filas de personas que caminaban por las vías para eludir los molinetes de los andenes. Y la posterior imagen de esos mismos lugares custodiados por efectivos policiales o por seguridad contratada.

Los tiempos en la sociedad han sido diferentes a los de la política. Hubo una oposición nítida desde el principio desde Unión por la Patria y la izquierda, mientras que el rechazo en la sociedad fue expresándose en protestas aisladas, hasta la situación actual donde las encuestas no miden un cambio importante, en contraste con el cambio fuerte en el ánimo generalizado, al menos en CABA y el conurbano. Otras fuerzas mantuvieron una actitud ambigua porque se sentían comprendidos en parte del discurso oficialista.

Pero la política todavía no pudo dar cuenta de los cambios de humor que se van generalizando. No pudo entender parte de sus limitaciones que interfieren el contacto pleno con esta nueva realidad. Lo que en un momento fue representación, dejó de serlo cuando cambió lo que representaba y no se produjo el mismo cambio en el representante. El mecanismo se manifestó en todos los planos, con el fuerte achicamiento del PRO, la pérdida de identidad de la UCR y los conflictos en el peronismo.

La Iglesia ha sido una gran antena de los humores de la política y de la sociedad. Se mantiene por encima de la política y sólo interviene de manera clara cuando interpreta señales cada vez más fuertes. Las palabras del papa Francisco fueron muy directas con respecto a la represión a los jubilados y más aún sus referencias a la corrupción en el gobierno. La Iglesia nunca se lanza a una pileta vacía. Las palabras que formuló el Papa estuvieron en sintonía con el malhumor extendido.

Milei exhibe déficit cero falseado por deudas impagas. Y un dólar quieto a costa de reservas del Central. Consiguió mandar a la pobreza a casi el 60 por ciento de los argentinos y convertir al país en uno de los más caros en dólares. Cuando el malhumor social entre en contacto con la política, Milei se acaba. Es el tramo que falta recorrer.


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