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Hamas y Ucrania: dos conflictos en uno

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Daniel Kersffeld

Por Daniel Kersffeld

El sábado 7 de octubre la organización Hamas lanzó el peor ataque terrorista en la historia de Israel. El gobierno israelí informó que el bombardeo de 2.200 misiles por aire, tierra y mar había causado, al menos, 700 víctimas fatales.

El gobierno de Joe Biden no tardó en solidarizarse con el de Benjamin Netanyahu, pese a las diferencias ideológicas y políticas que existieron desde un inicio entre ambos gobiernos.

La clase política estadounidense remarcó que el ataque fue posible por el respaldo de Irán a Hamas, pero también por la vinculación política y militar del régimen chiíta con Rusia, en medio del conflicto que esta nación sostiene con la OTAN en territorio ucraniano.

Se completaría así una trama argumentativa que vincularía a dos de los más poderosos Estados “enemigos de Occidente” y que aprovecharía la participación de una de las principales organizaciones terroristas en Medio Oriente para golpear a Israel e incidir así en el escenario global.

Pero por estas horas, la opinión pública internacional se formula dos preguntas centrales. La primera es cómo los servicios de seguridad y de inteligencia de Israel, generalmente considerados entre los mejores a nivel mundial, fallaron en la previsión de un ataque de características sorprendentemente masivas.

El otro cuestionamiento se vincula con el establecimiento de un numeroso arsenal, que habría sido completado por Hamas de manera clandestina frente al desconocimiento de las autoridades israelíes, pero también de las principales potencias occidentales que brindan su apoyo al Estado judío.

Frente a los relatos oficiales que tienden a establecerse en estos momentos, se debe tomar en cuenta que el llamativo aprovisionamiento de armas por parte de Hamas podría ser mucho más complejo de lo que se supone.

No sólo tendría a Irán como a uno de sus principales proveedores (un dato que, en realidad, ya no sorprende a nadie) sino que también se relacionaría con el mercado negro de armas que históricamente ha existido en Ucrania y que se ha activado en volumen, canales y, sobre todo, en ganancias, desde el inicio del conflicto con Rusia en febrero de 2022.

En este sentido, varias organizaciones civiles, académicas e incluso, think tanks como el CATO Institute (del que nadie dudaría en torno a su estrecha vinculación con el establishment estadounidense) han alertado en los últimos años sobre el problema creciente de las “filtraciones” en medio de los recurrentes envíos de armas desde las potencias occidentales.

Por su parte, en los últimos meses el gobierno israelí ha evidenciado una creciente preocupación por el arribo de armamento destinado a las organizaciones de resistencia palestinas, sobre todo, desde la frontera con Jordania, por donde suelen ingresar pertrechos militares originarios de Estados Unidos y de las potencias occidentales.

Sólo en los últimos dos años, las autoridades fronterizas apostadas en Cisjordania decomisaron más de 1600 armas de todo tipo, sin que se pudieran desactivar las vías por las que finalmente habían ingresado a territorio israelí, y que pueden remontarse a El Líbano, Siria y, más lejos, también a Irán e, incluso, a Afganistán.

Mas allá del obvio temor de que en Cisjordania se esté desarrollando un mercado negro de armas financiado por Irán, desde entidades como el Shin Bet, el servicio de inteligencia israelí, se observa con preocupación cómo desde el año pasado han aumentado las rutas del tráfico que nutren a organizaciones como Hamas con material bélico proveniente de Ucrania.

En tanto que distintos medios de noticias como CBS han alertado sobre la utilización de redes de traficantes de armas establecidas en Ucrania, con conexiones en Polonia y otros países del este europeo.

De igual modo, buena parte de las armas obtenidas por Hamas provienen del Mar Mediterráneo, a través de cápsulas selladas que distintas redes de contrabandistas arrojan desde embarcaciones situados a kilómetros de la costa de Gaza. Si bien esta alternativa suele ser compleja debido a la presencia naval israelí, ofrece a Hamas la ventaja de eludir los controles fronterizos oficiales.

Todavía sin claridad sobre el origen del armamento utilizado por Hamas en su reciente incursión armada, está claro que su ataque podría afianzar los vínculos entre Washington y Jerusalén en una iniciativa que tendría dos claros ganadores.

Por una parte, el gobierno de derecha de Netanyahu que, frente al accionar terrorista, podría reconstruir los vínculos con una sociedad crecientemente fragmentada ante la controversial iniciativa de una reforma judicial que ha dado lugar a incesantes protestas en todo el país.

La defensa de la nación ante el asedio terrorista podría operar como un catalizador capaz de conjuntar las distintas partes en la que la sociedad israelí se ha divido en este último año.

Por otro lado, el ataque de Hamas tuvo también sus consecuencias en Estados Unidos, y podría consolidar la alianza entre el gobierno de Biden y la siempre poderosa corporación militar.

Más aún luego de que en estas últimas semanas la administración demócrata viviera un período de indefiniciones en el ámbito legislativo, en gran medida, ante la puja interna del Partido Republicano frente al financiamiento del Estado y los compromisos militares en el exterior.

En tanto que el gobierno aliado de Volodimir Zelenski se convertiría en una impensada víctima en caso de que se afianzara el escenario bélico entre Israel y la Franja de Gaza.

Ucrania no sólo debería hacer frente a la pérdida de legitimidad de un conflicto que, por el momento, no ha generado beneficios sustanciales a Estados Unidos y la Unión Europea en su avanzada militar y económica contra Rusia, sino que, además, deberá competir con Israel por la obtención de recursos cada vez más limitados y que, posiblemente, tiendan a priorizarse en el convulsionado escenario político de Medio Oriente.


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Jubilado a la parrilla

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Palazos a los jubilados y corrupción en la mira papal. El retiro de Petronas y la explosión del gasoducto, en la gestión de los ceos de Roca. La nueva vanguardia.
Luis Bruschtein

Por Luis Bruschtein

El Papa criticó la represión a los jubilados y la corrupción en el gobierno; la ONU advirtió por la indefensión de la niñez sumergida en la pobreza; explotó el gasoducto del Norte, y Petronas puso en duda la famosa mayor inversión de la historia. El inminente veto a la ley de financiamiento universitario anunció protestas estudiantiles masivas que se unirán a los jubilados, dos sectores en los que Milei había cosechado en las elecciones. Semana mala para el Presidente que, en contrapartida, consiguió frenar el veto al aumento a los jubilados con ayuda de parte del opoficialismo y es probable que logre una imagen de toda la política enfrentada a Unión por la Patria con la propuesta de reforma política.

Argentina se ha convertido en un país imprevisible, donde resulta imposible precisar la forma como el derrumbe de la economía instrumentado por el gobierno se traslada a las decisiones políticas de los perjudicados. Los jubilados están en el horno. Son los que más perdieron en el ajuste, han sido sus principales víctimas y grupos cada vez más importantes de ellos han encabezado la protesta. Fuera de los grupos movilizados, todos los jubilados se quejan por lo que reciben y por el aumento del transporte y las tarifas, pero no es claro que haya un cambio masivo en las conductas políticas.

Milei ganó con un poco más del 55 por ciento de los votos y en los primeros meses logró aumentar unos puntos más la imagen positiva. En las últimas mediciones su imagen osciló entre el 40 y el 45 por ciento. Quiere decir que perdió más del diez por ciento. No es tanto si se lo compara con los efectos catastróficos de sus medidas sobre la vida de millones.

Esa distorsión entre causa y efecto constituye una incógnita en una sociedad muy intoxicada por discursos de odio, fake news, y una configuración social donde la mayoría de los trabajadores fueron llevados a la informalidad. Cayeron en ese plano por los efectos destructivos del neoliberalismo en las últimas décadas.

La perversión de esa movilidad descendente radicó en que fue disfrazada de elección personal. Una especie de liberación. El kiosquito, el remisse, el flete, la mensajería, la changa, la venta callejera, el trabajo no presencial y otros empleos fueron disfrazados de emprendimientos individuales. El discurso conservador complementó a este “emprendedurismo” con una ideología “meritocrática” que, en esencia es una ilusión porque todo ese universo depende de la producción de riqueza real.

Por más esfuerzo, por más méritos que tenga, ningún resultado lo favorecerá si el resto de la sociedad no genera riqueza real, no produce ni consume bienes. En todos los trabajos vale el esfuerzo y el conocimiento cuando el resto de la economía funciona. De lo contrario, la derecha ordena esas condiciones como una ideología del sometimiento para la explotación por una elite. Ese proceso se montó sobre el antiperonismo extendido en un sector de la sociedad y sobre la decepción que produjo el gobierno de Alberto Fernández.

El resultado ha sido el surgimiento de lo más grotesco de la política y la economía, una mascarada de discurso exótico cargado de odio y fotografías de un pie gordo y colorado, con talco para los hongos. Hay corporaciones que se han favorecido con este despropósito y que se apuran a sacarle todo el jugo porque saben que en algún momento se termina.

El grupo Roca, que buscó usar al gobierno para concretar su reconversión hacia la actividad energética, y ubicó gerentes en puntos estratégicos de la gestión en esa área, encarnó dos desastres con pocos antecedentes de tanta ineptitud como fueron la explosión del gasoducto Norte y la amenaza de Petronas de retirar la inversión milmillonaria que iba a hacer con el gas de Vaca Muerta. La arbitrariedad como se manejó un negocio tan delicado para debilitar al gobernador bonaerense Axel Kicillof, provocó incertidumbre en el gigante malayo.

Esta semana, el escenario pareció sufrir otras distorsiones. En el capitalismo industrial se decía que lo obreros de la industrian eran la vanguardia de las luchas. En los ’90, con el neoliberalismo, aparecieron los movimientos de trabajadores desocupados a la cabeza de la protesta. Y ahora son los trabajadores jubilados.

Primero fue demonizar a los movimientos sociales. Patricia Bullrich creció –tristemente– con la represión a esas marchas de los desocupados y creyó que valía para todos. Pero es difícil demonizar a los jubilados porque los hay en todas las familias. Allí no funcionan las fake news y la difamación porque hay comprobación directa.

Y es cierto que no se movilizan todos los jubilados, sino más bien algunos grupos. Pero la imagen de los garrotazos a esos adultos mayores tiene un efecto subterráneo de terreno minado para el gobierno. Otra imagen de alto impacto fueron los jubilados en la puerta de la residencia de Olivos mientras en el interior se festejaba con un pantagruélico asado el rechazo al aumento de las jubilaciones.

Ha sido una mezcla explosiva que se catalizó con los aumentos siderales de tarifas de los servicios y del transporte, que pasaron de ser caras a ser impagables para los trabajadores. Otra imagen altamente inflamable fueron las filas de personas que caminaban por las vías para eludir los molinetes de los andenes. Y la posterior imagen de esos mismos lugares custodiados por efectivos policiales o por seguridad contratada.

Los tiempos en la sociedad han sido diferentes a los de la política. Hubo una oposición nítida desde el principio desde Unión por la Patria y la izquierda, mientras que el rechazo en la sociedad fue expresándose en protestas aisladas, hasta la situación actual donde las encuestas no miden un cambio importante, en contraste con el cambio fuerte en el ánimo generalizado, al menos en CABA y el conurbano. Otras fuerzas mantuvieron una actitud ambigua porque se sentían comprendidos en parte del discurso oficialista.

Pero la política todavía no pudo dar cuenta de los cambios de humor que se van generalizando. No pudo entender parte de sus limitaciones que interfieren el contacto pleno con esta nueva realidad. Lo que en un momento fue representación, dejó de serlo cuando cambió lo que representaba y no se produjo el mismo cambio en el representante. El mecanismo se manifestó en todos los planos, con el fuerte achicamiento del PRO, la pérdida de identidad de la UCR y los conflictos en el peronismo.

La Iglesia ha sido una gran antena de los humores de la política y de la sociedad. Se mantiene por encima de la política y sólo interviene de manera clara cuando interpreta señales cada vez más fuertes. Las palabras del papa Francisco fueron muy directas con respecto a la represión a los jubilados y más aún sus referencias a la corrupción en el gobierno. La Iglesia nunca se lanza a una pileta vacía. Las palabras que formuló el Papa estuvieron en sintonía con el malhumor extendido.

Milei exhibe déficit cero falseado por deudas impagas. Y un dólar quieto a costa de reservas del Central. Consiguió mandar a la pobreza a casi el 60 por ciento de los argentinos y convertir al país en uno de los más caros en dólares. Cuando el malhumor social entre en contacto con la política, Milei se acaba. Es el tramo que falta recorrer.


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