INFO. GENERAL
El veto de Milei a la Ley de Finaciamiento Universitario está en la cuerda floja

El mayor problema del Gobierno es que no cuenta con los 87 «héroes» que lo ayudaron a blindar el ajuste a los jubilados. El PRO está a la espera de la bajada de línea de Macri.
En La Libertad Avanza están nerviosos y la oposición lo percibe: el gobierno no tiene los 86 votos para blindar el veto a la ley de Financiamiento Universitario. No todavía, al menos. El impacto de la masiva marcha universitaria cumplió con la expectativas y, a pocas horas de que Javier Milei publique el veto en el Boletín Oficial, los opositores ironizan: «Están complicados los héroes». La frase la pronuncia un dirigente radical y la reafirma un ex macrista que, por estas horas, trabajan en juntar los dos tercios para defender la ley. Los cañones apuntan a las fuerzas provinciales y los radicales M, que se mueven incómodos ante la perspectiva de colaborar con un veto que, esta vez, los perseguirá hasta sus ciudades. El partido, sin embargo, lo definirá el PRO: a la espera de que Mauricio Macri baje línea, los diputados amarillos se retoban y amenazan con faltar si no hay una línea política clara.
Caminando por Callao, casi llegando al Congreso, se los ve pasar a todos: Martín Tetaz y Martín Lousteau a la cabeza de la columna de la Juventud Radical, Maxi Ferraro con un grupo de dirigentes de la Coalición Cívica, Nicolás Massot y Emilio Monzó, el cordobés Oscar Agost Carreño con el socialista Esteban Paulón y, a unos metros, las radicales Danya Tavela y Carla Carrizo. Más temprano, hace solo unos minutos, Germán Martínez, Cecilia Moreau, Paula Penacca y el resto de la bancada peronista había enfilado hacia el centro de la plaza. A unos metros están Myriam Bregman y el «Chipi» Castillo. Todas las fuerzas que impulsaron la Ley de Financiamiento Universitario habían marchado al Congreso y habían confluido, por primera vez, en un mismo acto. «No vaya a ser que logremos rechazar el veto, no es joda la universidad», deslizó, exaltado, un dirigente que participaba por primera vez en su vida en una misma marcha con el kirchnerismo.
La presión de las universidades
La marcha había mostrado una radiografía de los votos existentes para rechazar el veto, pero la clave estaba en las ausencias. La ley se había aprobado en Diputados con 144 votos a favor y 77 en contra, un escenario mucho más complicado que el del aumento a las jubilaciones. Pero los diputados que habían participado de la movilización – peronistas, radicales, lilitos, pichettistas, izquierda e, incluso, algún que otro PRO – le enviaban un mensaje a los indecisos: la sociedad trazaba un límite con las universidades. El escenario había cambiado y el veto a los jubilados no era el mismo que el veto a las universidades.
El argumento funcionaba fundamentalmente con dos sectores: las fuerzas provinciales de Innovación Federal e, incluso, los cinco radicales M que ya se habían dado vuelta para acompañar el veto presidencial a la reforma de la ley de movilidad. «Acá muchos son profesores, no van a poder volver a pisar la universidad. Les van a empapelar las paredes con sus caras», explicaba una diputada radical. En efecto, los salteños y misioneros de Innovación estaban incómodos: todos y todas habían votado a favor de la ley en agosto y mascullaban contra la decisión del gobierno nacional de haber recortado fondos que, en muchos casos, la provincia había tenido que salir a suplir. Y varias, como la salteña Pamela Caletti, era docentes en la universidad nacional de su provincia.
La oposición necesita que Innovación, que había ayudado a blindar el veto al aumento a las jubilaciones, insista en la ley o que, de mínima, se ausente. Y la mayoría lo está analizando. Motivados, por un lado, por la caída de la imagen pública de Milei en las encuestas. Y, por el otro, porque el gobierno no termina de garantizar en el Presupuesto 2025 las obras que necesitan en la provincia. «Nos llamará el gobernador el día de la sesión y nos enteraremos», confesó un dirigente misionero.
Los 87 héroes
El mayor problema del gobierno, sin embargo, es que no termina de poder contar con los 87 «héroes» que lo ayudaron a blindar el veto a los jubilados. De los cinco radicales oficialistas, solo Mariano Campero y Luis Picat se muestran firmes en el rechazo a la ley (ambos se ausentaron en la votación de agosto y adelantan que acompañarán al gobierno). El caso de Martín Arjol, Pablo Cervi y Federico Tournier es más dudoso: los tres están siendo presionados por el resto de la UCR y se muestran acobardados ante el impacto de las movilizaciones en defensa de la educación pública en todo el país.
El verdadero origen de la incertidumbre oficialista, sin embargo, es la ambigüedad del PRO. El gobierno, en teoría, solo necesita nueve votos más que la elección de agosto para consolidar el veto: un número mucho más accesible que la votación por las jubilaciones. Sin embargo, el PRO, que había votado en contra de la Ley de Financiamiento Educativo, no termina de confirmar si acompañará al gobierno. El bloque está a la espera de que Mauricio Macri siente postura y, hasta entonces, ninguno – excepto los más bullrichistas que resisten al liderazgo de Macri – tiene interés en jugársela por el gobierno en una guerra impopular que, la mayoría, cree que podría haberse evitado.
«¿Tanto quilombo por un costo del 0,14 por ciento del PBI?», se quejaba una diputada macrista que, como muchas en el bloque, empezaron a amenazar con no ir el día de la sesión (que se especula que será convocada la semana que viene). Las críticas se acumulan y, mientras más dura Macri en salir a bajar línea, más ruidosas se hacen. Los macristas no quieren salir a inmolarse por el veto sin tener confirmado, antes, que Milei tiene garantizados los 86 votos para sostenerlo en el recinto. «Si no están los votos para esto, los radicales y los peronistas se van a llevar la ley y la victoria política y nosotros vamos a quedar como los forros que perdieron sin siquiera ser gobierno», mascullaba un importante dirigente del PRO a cargo de aglutinar al bloque detrás del veto, y agregó: «Que hagan el número finito y si están los 86 seguros ok».
En el PRO saben que tendrán algunas pérdidas – como Álvaro González y Héctor Baldassi, que ya anunciaron que votarán a favor de la ley -, pero quieren evitar que cada uno termine haciendo lo que quiera. Y sin un mensaje de Macri será imposible. «Macri se va a hacer el loco hasta último momento para que Milei le de bola y lo pague para ayudarlo. Pero si lo siguen cagando va a hacer lo mismo que con los fondos de la SIDE», anticipó un dirigente que conoce a Macri hace muchos años.
INFO. GENERAL
Francisco, el papa latinoamericano para el mundo

Murió a los 88 años. Se proyectó como estadista y líder mundial. Nunca perdió su sencillez, predicó a favor de los pobres y descartados, promovió el diálogo y criticó el modelo económico depredador y excluyente. Los cambios que hizo en la Iglesia y lo que dejó pendiente.
Francisco, el papa latinoamericano que “los cardenales fueron a buscar al fin del mundo” como él mismo lo afirmó, entra en la historia de la Iglesia Católica y de la humanidad como aquella persona que, ejerciendo un liderazgo firme, dentro y fuera de las fronteras institucionales, supo entender los desafíos de la sociedad, desde su lugar ensayó las respuestas a su alcance y, sobre todo, tuvo la capacidad de interpelar a propios y extraños con su mensaje profundamente humano.
De esta manera Jorge Bergoglio logró dejar huella en la vida de muchas personas, también en gran parte de quienes no lo reconocieron como su líder espiritual o religioso. En el escenario de un mundo contemporáneo atravesado por los conflictos y las guerras y, al mismo tiempo, carente de voces y de referentes que iluminen los senderos de la fraternidad entre las personas y los pueblos, Francisco marcó presencia.
Como componente esencial de su misión el Papa predicó y puso en práctica lo que él mismo denominó “la cultura del encuentro”. Porque, como lo escribió en su autobiografía recientemente publicada bajo el título “Esperanza”, “solo quien levanta puentes sabrá avanzar; el que levanta muros acabará apresado por los muros que él mismo ha construido. Ante todo quedará atrapado su corazón”.
Francisco: el hombre común
Se proyectó como estadista y líder mundial, sin perder la sencillez característica de la historia personal de este porteño (“dentro de mi alma me considero un hombre de ciudad”), el mayor de cinco hermanos nacidos todos en el barrio de Floresta en Buenos Aires, y que aún en el Vaticano siguió reconociéndose como “cuervo” por su afición a San Lorenzo. Sin embargo, cuando le anunciaron que en su regreso a la avenida La Plata el nuevo estadio podría llamarse “Papa Francisco” dijo claramente que “la idea no me entusiasma”.
La elección como Papa le cambió la vida a Jorge Bergoglio. Pero una vez convertido en Francisco hizo lo posible por mantener los rasgos de humanidad y de hombre común que hacían que en Buenos Aires, y ya siendo cardenal, siguiera viajando en subte para ir a su despacho en la curia porteña. “Me gusta caminar por la ciudad, en la calle aprendo” decía. Su nueva condición lo obligó a muchas restricciones, pero en lugar de habitar un palacio vaticano eligió vivir en la residencia Santa Marta, una especie de hotel religioso que recibe a obispos y sacerdotes que viajan a Roma por motivos eclesiásticos. Allí trasladó incluso muchas de sus audiencias, sobre todo cuando se encontraba con la gente más cercana por motivos personales o pastorales. Santa Marta fue su casa. Hasta allí le alcanzaron los zapatos “gomicuer” que pidió a sus amigos que le llevaran desde Buenos Aires tras descartar el calzado rojo que usaba su antecesor Benedicto XVI. También desde allí, o desde cualquier lugar del mundo donde estuviera de visita, cada domingo por la noche Francisco cumplía en llamar por teléfono a Buenos Aires a su hermana María Elena, la única sobreviviente de su familia. Ha dicho que no ver a su hermana es de los desprendimientos que más le costó.
Se reconocía como amante de la música y del tango. “La melancolía ha sido compañera una compañera de vida, aunque de manera no constante (…) ha formado parte de mi alma y es un sentimiento que me ha acompañado y que he aprendido a reconocer”.
Desde 1990, a raíz de una promesa religiosa, no volvió a mirar televisión y se mantenía informado por otros medios.
“Plan de gobierno”
La elección de Bergoglio como papa Francisco, que cambió la vida de la Iglesia Católica, también modificó profundamente la manera de relacionarse del catolicismo con la sociedad, en el mundo y en cada país y región.
Ni siquiera los más cercanos, aquellas y aquellos que conocían sus pensamientos y que habían seguido su trayectoria, habrían podido imaginar aquel 13 de marzo de 2013 el «plan de gobierno» que Jorge Bergoglio tenía en su mente cuando fue ungido como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Quizás tampoco había pasado por su cabeza esa posibilidad a pesar de la experiencia acumulada en sus años como superior provincial de los jesuitas en Argentina (1973-1979), en plena dictadura militar, o en su tarea como obispo auxiliar (1992-1998) y luego como arzobispo de Buenos Aires (1998-2013).
No pocos sostienen que la vida de Bergoglio tuvo un vuelco fundamental por su participación en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Aparecida, Brasil, 2007) en la que el entonces arzobispo porteño recibió un baño de ”latinoamericaneidad” en su contacto con sus colegas obispos de la región y, en particular, con los de Brasil. Esto es lo que lo llevó a escribir en sus memorias que “mis raíces son también italianas, pero soy argentino y latinoamericano. En el gran cuerpo de la iglesia universal, donde todos los carismas ‘son una maravillosa riqueza de gracia’, esa iglesia continental tiene unas características de vivacidad especiales, unas notas, colores, matices que también constituyen una riqueza y que los documentos de las grandes asambleas de los episcopados latinoamericanos han manifestado”.
Hasta entonces el “porteño” Bergoglio, como buena parte de los argentinos, se había mantenido distante de América Latina. También en términos eclesiásticos por su cercanía a la “teología de la cultura” que aprendió de su maestro Juan Carlos Scanonne y más alejado de los teólogos de liberación como el peruano Gustavo Gutiérrez o el brasileño Leonardo Boff. Con ambos se encontró y se abrazó después una vez que estuvo en el Vaticano. Bergoglio se hizo latinoamericano en Aparecida. Y con ese bagaje llegó al consistorio que lo eligió Papa.
Pocos días antes de su muerte, la teóloga argentina Emilce Cuda, a quien el Papa llevó a Roma como una de sus más estrechas colaboradoras, fue enfática al señalar que la teología de Franscisco ha sido “la teología” a secas, rescatando las raíces del pensamiento cristiano a lo largo de la historia para ponerla a dialogar con los desafíos de la actualidad de la Iglesia y del mundo.
Referente mundial
El tiempo y sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión. Fue así que su primer viaje político-pastoral lo llevó hasta Lampedusa, para encontrarse con los inmigrantes ilegales expulsados de su territorio que huyen desesperados en busca de la vida. A ellos y al mundo les reafirmó con un gesto de cercanía y solidaridad su prédica en favor de los pobres, los descartados y de sus derechos.
Desde allí, sin abandonar su impronta religiosa, el Papa comenzó a construir su condición de referente mundial más allá de las fronteras de la Iglesia Católica convirtiéndose en interlocutor de jefes de estado, de dirigentes sociales, políticos y culturales. En un mundo con liderazgos en crisis y enfrentando los desafíos de la realidad Francisco eligió el camino del diálogo y del encuentro con los diferentes, desde la realidad de los pobres y reclamando por sus derechos.
Sus ideas quedaron plasmadas en muchos de sus documentos y alocuciones públicas pero sobre todo en las encíclicas Laudato Si (2015), sobre “la casa común”, el cambio climático y el cuidado de los recursos naturales, y Fratelli Tutti (2020) acerca de la amistad y la fraternidad social.
Pero Francisco fue, de muchas maneras, un líder incómodo, para los gobernantes y los poderosos del mundo. En particular por sus llamadas a atender los problemas de sobre explotación de los recursos naturales en desmedro del cuidado de la naturaleza, las críticas de un modelo económico depredador y excluyente y las advertencias sobre el “descarte” que se evidencia en las migraciones masivas, las guerras y la pobreza creciente.
Los pobres y la guerra
En su transitar Francisco se convirtió en vocero de los descartados y los pobres, pero también en aliado de quienes salieron en defensa de los derechos de estas personas y comunidades. Puede decirse que el discurso pronunciado el 9 de julio de 2015 por el Papa ante el auditorio plural de los movimientos sociales reunidos en Cochabamba (Bolivia), cuyo eje fue su proclama de «las tres T» (tierra, techo, trabajo), constituye una suerte de síntesis doctrinal que, en otro tono y con distinto despliegue, Francisco había expresado de manera sistemática y con base teológica en Laudato Sí. Una gran suma que, a contracorriente de las fuerzas del capitalismo mundial, se alzó en favor de los pobres y sus organizaciones, criticó a los poderes hegemónicos y lanzó un llamado a la paz. Una militancia pacifista que Bergoglio apoyó con sus acciones y las del Vaticano en cada lugar de conflicto en cualquier rincón de la tierra. En esta tarea los movimientos sociales fueron elegidos permanentemente como aliados e interlocutores, convocados y sentados a la mesa de las conversaciones con el Papa.
A través de sus acciones Francisco también consolidó su idea de que a las grandes religiones monoteístas del mundo y a sus dirigentes le cabe la responsabilidad de encontrar salidas a la guerra mundial traducida en multitud de conflictos acotados o guerras regionales por disputas territoriales, cuestiones de soberanía, enfrentamientos políticos, étnicos o raciales. “No existe la guerra inteligente; la guerra solo sabe causar miseria; las armas, únicamente muerte” afirmó.
En octubre de 2022 organizó en Roma un gran encuentro de líderes religiosos mundiales por la paz. Pero antes y después se reunió en Irak, con el Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani, líder de la comunidad chií del país, en Ulaanbaatar con once líderes de diferentes confesiones y, más recientemente, en Indonesia junto al iman Nasaruddin Umar visitó el ‘túnel de la Amistad’ que conecta la mezquita Istiqlal con la catedral de Nuestra Señora de la Asunción.
En la propia Iglesia
Hacia el interior de la misma Iglesia Católica el papa Francisco impulsó muchas líneas que conectan directamente con iniciativas inauguradas en el Concilio Vaticano II (1962-1965), impulsadas por el papa Juan XXIII (1958-1963 ) y continuadas por Paulo VI (1963-1978), pero que tuvieron frenos y retrocesos con Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI ( 2005-2013).
De esta manera Bergoglio insistió en la idea de “una iglesia de puertas abiertas” con capacidad de acogida para todas y todos, sin ningún tipo de restricciones, en diálogo con la sociedad y enfrentando los problemas comunes. Esto implicó también reformas profundas en las estructuras eclesiásticas, con más espacios para los laicos y en particular para las mujeres, pero también desde una perspectiva eclesiológica que buscó protagonizar el “sacerdocio común de los fieles” incluso antes que el sacerdocio ministerial.
Con esa intención Francisco propició, a través de los sínodos (universal y regionales) una Iglesia más participativa que puso en crisis el modelo estrictamente jerárquico, piramidal y romano céntrico. Ello trajo aparejado también la decisión de enfrentar los problemas de abusos, la pederastia y la corrupción dentro de la estructura eclesiástica.
Bergoglio acompañó este proceso con reformas de la curia vaticana, recambio de los responsables y nuevos nombramientos para rodearse de figuras de su confianza. También hubo cambios mediante la designación de obispos más jóvenes y cercanos a la perspectiva eclesiológica de Francisco.
Nada de esto ocurrió sin resistencias y enfrentamientos. En el mundo, pero también en la Argentina donde paradójicamente los sectores católicos más conservadores, empresarios y representantes del poder que vieron en Francisco la continuidad de un cardenal Bergoglio, que en su momento y sin considerarlo como del propio palo, nunca les resultó incómodo. Rápidamente se sintieron defraudados por las iniciativas y las propuestas del Papa que acentuó los rasgos más latinoamericanistas del entonces cardenal de Buenos Aires y radicalizó su perspectiva en favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos.
El poder se disgustó con Francisco y no lo disimuló. También los sectores conservadores de Iglesia incluidos algunos obispos se sintieron molestos con Bergoglio, aunque estos últimos se mantuvieron dentro de los márgenes de discreción que impone la propia Iglesia.
A nivel mundial también las intrigas y las conspiraciones fueron en aumento. Integrantes del colegio cardenalicio que habían ido a buscar a un papa latinoamericano y seleccionaron a un argentino porque siendo tal era el «más parecido» a los europeos se sintieron frustrados en sus expectativas.
En más de una oportunidad los sectores más conservadores se rasgaron las vestiduras ante lo que consideraron excesivas concesiones de Bergoglio, tanto en sus mensajes como en su estilo pastoral. Francisco no se inquietó demasiado por ello. Siguió tomando decisiones con conciencia de los problemas que enfrentaba e incluso utilizó la energía y el respaldo que le llegaba desde afuera para dar batallas en el seno de la propia Iglesia.
Siempre apareció convencido de la tarea que debía enfrentar: avanzar y profundizar la reforma de la Iglesia hacia una forma de gobierno y de participación más sinodal, más horizontal y plural que renueve la vida del catolicismo.
Si bien se dieron pasos sustanciales en ese sentido, quizás sea esta la tarea inconclusa que deja Francisco y que quedará en manos quien lo suceda en el pontificado. Una designación que dependerá de una elección incierta y sin candidatos a la vista, aun teniendo en cuenta la profunda renovación que Bergoglio hizo en el colegio cardenalicio que escogerá al nuevo papa.
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