SOCIEDAD
El conflicto por las tierras que le quitan al Ejército para dárselas a mapuches podría llegar a la Corte Suprema

Son casi 200 hectáreas que un fallo de la Cámara Federal de General Roca habilitó le sean quitadas al Ejército y cedidas a una comunidad mapuche. El caso podría llegar hasta la Corte.
El polémico caso por las 180 hectáreas en Bariloche que son motivo de disputa entre el Estado Nacional y una comunidad Mapuche podría llegar a manos de la Corte Suprema de Justicia.
En las últimas horas se conoció un fallo de la Cámara Federal de General Roca donde consideró que el Ejército, a través de su abogada, interpuso tardíamente el recurso de apelación contra el juzgado de primera instancia subrogante de Bariloche.
En ese juzgado, la subrogante Silvia Domínguez determinó que las tierras pegadas a la ruta 82 a unos 12 kilómetros del Centro Cívico de Bariloche pasen a la comunidad Milalonco Ranquehue. Para ello fundó su decisión en que el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) reconoció la pertenencia de las tierras a dicha comunidad en 2012.
Además, se recolectaron opiniones de agrimensores y otras declaraciones en el expediente de ese juzgado, que está vacante hace diez años y es subrogado por distintos juzgados.
En la realidad implica ahora que el Ejército ceda esas tierras a los mapuches y para eso tienen un plazo de 60 días. Son terrenos donde el Ejército hace prácticas de montaña y lo viene haciendo desde al menos la década del ´60 que tiene el poder territorial del lugar.
Ahora, el Ejército tiene la posibilidad de ir a la Corte Suprema para intentar revertir los fallos de las instancias anteriores. Eso implica que el pase de tierras a la comunidad mapuche seguramente deba esperar la decisión final del más alto tribunal de Justicia.
INFO. GENERAL
Promesas recicladas, realidades intactas: la Cuenca Carbonífera sigue esperando

Con el discurso de siempre, Pablo Grasso vuelve a escena con promesas sobre salud y educación en una región marcada por el abandono estructural. La Cuenca Carbonífera, testigo de décadas de frustraciones, aún espera decisiones de fondo mientras el presente se diluye entre anuncios repetidos y políticas que no llegan.
Pablo Grasso, actual intendente de Río Gallegos, extiende su influencia discursiva a la Cuenca Carbonífera. Con tono afable y cargado de buenas intenciones, participa en encuentros sociales en Río Turbio y 28 de Noviembre, donde resalta –una vez más– la salud y la educación como prioridades de gestión. Sin embargo, lo que promete se superpone con lo que ya fue dicho (y no cumplido), mientras la realidad cotidiana de la cuenca evidencia un retroceso sostenido.
Durante más de 30 años, el carbón fue tema de campaña, bandera de lucha y motor de existencia para los habitantes de esta región. Sin embargo, jamás se consolidó una política de Estado seria que pusiera en valor este recurso natural. La usina termelétrica, emblema de desarrollo y símbolo de la resistencia local, se convirtió en una postal de lo que pudo ser. Promesas de reactivación, compras millonarias de equipamiento, compromisos asumidos… todos archivados en el mismo lugar: la desilusión colectiva.
En paralelo, se habla de educación como pilar central, pero cualquier recorrido por los establecimientos escolares de la zona evidencia otra cosa. Edificios vetustos, sin mantenimiento, equipamientos obsoletos, y una infraestructura que dista mucho de cumplir con los estándares mínimos. La palabra «futuro» queda vacía cuando las condiciones del presente son tan precarias.
Y en salud, el panorama no es más alentador. La pandemia dejó al desnudo un sistema hospitalario frágil, con necesidades históricas no atendidas.
La falta de políticas concretas se ve agravada por un contexto nacional que asfixia con recortes y desinversión. La distancia geográfica se traduce en postergación. Pero también hay responsabilidades locales y provinciales que no se pueden seguir eludiendo. Lo que no se hizo en décadas, no se arregla con discursos bien intencionados.
Lo que se percibe, en definitiva, es un peronismo desgastado, sin conducción clara, sin energía transformadora. Una fuerza política que ya no logra enamorar ni convencer. Las intenciones, aunque nobles, no alcanzan. Porque la Cuenca Carbonífera no necesita más promesas: necesita decisiones. Y las necesita ahora.
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