Concejal mandato cumplido entre 1983 y 1987, funcionario incansable y militante apasionado, Pedro Campos dejó de existir hoy, pero su legado vive en las calles de 28 de Noviembre y Río Turbio, en cada paso dado por la justicia social y la causa peronista.

Hoy nos toca despedir a un hombre que, más que vecino, fue compañero. Pedro Campos, peronista de ley, dejó de existir físicamente, pero en la memoria popular seguirá caminando, como lo hizo durante décadas, por los pueblos de 28 de Noviembre y Río Turbio.

Nacido en la provincia de Neuquén, eligió nuestro rincón austral para echar raíces, formar su familia y abrazar una vida de militancia y compromiso. Desde su llegada en tiempos de esfuerzo y esperanza, Pedro supo ocupar su lugar como concejal entre 1983 y 1987, en los albores de la democracia recuperada. Pero su labor no terminó en una banca: asumió funciones en la vieja YCF y más tarde en el municipio, donde siempre actuó con el mismo eje rector —las banderas del peronismo.

Pedro era de esos compañeros que no bajaban los brazos, que hablaban del peronismo no como un recuerdo sino como una guía, una forma de vida. Era común verlo caminar de la mano de su esposa, recorriendo nuestras calles, incluso cuando su salud ya no le respondía como antes. La pandemia golpeó fuerte, pero él seguía ahí, presente, atento, crítico, y profundamente dolido por el rumbo que ha tomado nuestra economía nacional.

No era un hombre de redes ni de flashes. Era un militante de los de antes, de los que creían en la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. De los que pensaban que el peronismo no es un partido, sino el alma del pueblo trabajador.

Desde esta redacción, humildemente, reconocemos que no alcanzan las palabras. No para quien encarnó con dignidad los principios que hoy muchos repiten, pero pocos practican. Pedro Campos representó esa lealtad genuina, sin cálculo ni doble discurso.

Se va un hombre. Queda su ejemplo.

Gracias, Pedro. Hasta siempre, compañero.