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Martes 22 de Abril del 2025

INFO. GENERAL

La oposición pidió sesionar el miércoles para revertir el veto a las universidades

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La UCR, Unión por la Patria y Encuentro Federal buscan frenar la decisión de Javier Milei de bloquear la Ley de Financiamiento Universitario.

Por María Cafferata

Apenas unas horas después de que Javier Milei publicó el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, la oposición le respondió con tres pedidos de sesión para rechazarlo. Uno de la UCR -sin las firmas de los cinco radicales M-, otro de Encuentro Federal y el tercero de Unión por la Patria. Si bien no está la convocatoria oficial, la fecha de la sesión será el miércoles a las 11 de la mañana y, hasta entonces, ni el gobierno libertario ni la oposición dormirán mucho. El desafío de Milei es retener los 87 «héroes» que lo ayudaron a evitar el aumento a las jubilaciones, pero sin el respaldo del PRO, su más importante aliado, no tiene muchas posibilidades. Mientras Mauricio Macri impulsa su paritaria, la oposición apunta los cañones hacia otro lado: el universo de indecisos que responden a los gobernadores y que se muestran incómodos con blindar un veto que desfinancia las universidades en las que muchos de ellos dan clases. 

Pese a los intentos de minimizar la marcha, en la Casa Rosada están nerviosos. El PRO no termina de confirmar su apoyo y, para colmo, las señales que envía Mauricio Macri -como la reunión que tuvo con los senadores nacionales- no hacen sino sumar confusión y ambigüedad. Sin el macrismo, los votos para blindar el veto no están: el oficialismo necesita 86 voluntades si desea bloquear cualquier intento de la oposición de sumar los dos tercios y, si el PRO llega a dar libertad de acción, las posibilidades de hacerse con el número son prácticamente nulas. La Libertad Avanza solo cuenta con una cuarentena de diputados propios a los que podrían sumarse alrededor de veinte satélites oficialistas, bullrichistas y de fuerzas provinciales. 

«Lo que vaya a pasar no lo sabemos y cada diputado es dueño de su opinión cuando le toque votar», admitió el vocero presidencial, Manuel Adorni, durante la conferencia de prensa. El Gobierno tiene interlocutores con Macri, pero, hasta ahora, la respuesta no ha sido la esperada. «Lo va a volver loco a Milei y se lo va a hacer pagar caro», ironizaba un dirigente alejado del macrismo, pero que conoce al expresidente hace años. En Casa Rosada mantienen cautela, pero ya comenzaron a advertir que, de perder la votación en el recinto, podrían llegar a «judicializar» la ley. 

Mientras que el Gobierno negocia con Macri, la oposición salió a gatillarle con tres pedidos de sesión para rechazar el veto en la Cámara de Diputados. El primero fue presentando por el radicalismo y lleva las firmas del jefe de bloque, Rodrigo de Loredo, y de representantes de todas las líneas internas de la UCR. Todas excepto una: el quinteto radical libertario que fue a Casa de Gobierno a sacarse una selfie con Milei y, horas después, cambió su  voto para blindar el veto al aumento de las jubilaciones.
Hasta hace una semana, Mariano Campero, Luis Picat, Martín Arjol, Pablo Cervi y Federico Tournier aseguraban que trabajarían codo a codo con el Gobierno. Algunos tienen un vínculo aceitado con los funcionarios nacionales -y fantasean, incluso, con convertirse en uno de ellos- lo sostienen. Este es el caso, por ejemplo, del tucumano Campero, que ya se había rehusado a acompañar la ley cuando se aprobó en agosto. Tanto Campero como Picat se ausentaron en esa votación. Arjol y Cervi están más incómodos con la decisión y mantienen el suspenso: ambos son intensamente presionados por el resto del partido, que publicó ayer un comunicado instando a todos los diputados y senadores radicales a insistir en la ley.

Dirigentes como Danya Tavela o Martín Lousteau están a la cabeza de las negociaciones, trabajan no solo para que todo el bloque acompañe, sino también para acercar a dirigentes de otros espacios, como el PRO. Algunos diputados amarillos, como Álvaro González (la mano derecha de Horacio Rodríguez Larreta) y Héctor Baldassi, ya anticiparon que acompañarán la ley a pesar de no haberlo hecho cuando se aprobó. El radicalismo y el pichettismo de Encuentro Federal, mientras tanto, fantasean con poder sumar a algunos más, como la chubutense Ana Clara Romero y el fueguino Héctor Stefani.

El segundo pedido de sesión -para el mismo día y horario- fue presentado por Encuentro Federal, el bloque que comanda Miguel Ángel Pichetto. La convocatoria lleva la firma de casi todo el bloque: desde exmacristas como Emilio Monzó, Nicolás Massot y Oscar Agost Carreño, hasta socialistas como Esteban Paulón, la lilita Paula Oliveto y el cordobés Ignacio García Aresca, que responde a Martín Llaryora. Este bloque funcionó, hasta hace unos meses, como uno de los aliados más importantes del Gobierno en el Congreso, pero, últimamente, se convirtió en uno de los opositores más activos junto al peronismo. Hubo dos diputados del bloque que no firmaron la convocatoria: Jorge Ávila y Francisco Morchio. Los dirigentes responden a los gobernadores de Chubut y Entre Ríos, respectivamente, y su postura dependerá de la actitud que tomen los mandatarios de esas provincias.

Los armadores de EF, mientras tanto, mantienen conversaciones con las fuerzas provinciales aglutinadas en Innovación Federal para que acompañen la ley. Los ocho diputados y diputadas misioneros, salteños y rionegrinos de Innovación son una pieza clave en el tablero del recinto y los dirigentes pichettistas, como Carreño o Monzó, intentan convencerlos de que no vuelvan a plegarse al gobierno (como hicieron con el veto a las jubilaciones). Los legisladores están incómodos -muchos, como la salteña Pamela Calletti, son docentes- y admiten, en la intimidad, que quieren insistir con la ley. Pero su decisión final dependerá de lo que lo que los gobernadores acuerden con Milei. «Nosotros respondemos al gobernador y estamos ahí para levantar la mano», admitió un misionero en referencia a Carlos Rovira, mandamás del Frente para la Concordia Misionero. 

El grueso de los votos para resistir al veto vendrán del peronismo, que cuenta con 99 diputados propios. En el bloque, que preside Germán Martínez, aseguran que estarán todos presentes para insistir en la ley (incluso los más díscolos, como los catamarqueños o el entrerriano Gustavo Bordet, el santafesino Roberto Mirabella y el jujeño Guillermo Snopek, con tendencia a ausentarse en algunas votaciones). 

En UxP están entusiasmados. El panorama está difícil y se parte de una base de votos más baja que el aumento a las jubilaciones -la ley de Financiamiento Universitario salió con 144 votos en agosto-, pero consideran que, con un cuidadoso juego de ausencias, podrán alcanzar los dos tercios. «Esto va a ser día a día», pronosticó una diputada peronista.


INFO. GENERAL

Francisco, el papa latinoamericano para el mundo

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Murió a los 88 años. Se proyectó como estadista y líder mundial. Nunca perdió su sencillez, predicó a favor de los pobres y descartados, promovió el diálogo y criticó el modelo económico depredador y excluyente. Los cambios que hizo en la Iglesia y lo que dejó pendiente.

Por Washington Uranga

Francisco, el papa latinoamericano que “los cardenales fueron a buscar al fin del mundo” como él mismo lo afirmó, entra en la historia de la Iglesia Católica y de la humanidad como aquella persona que, ejerciendo un liderazgo firme, dentro y fuera de las fronteras institucionales, supo entender los desafíos de la sociedad, desde su lugar ensayó las respuestas a su alcance y, sobre todo, tuvo la capacidad de interpelar a propios y extraños con su mensaje profundamente humano.

De esta manera Jorge Bergoglio logró dejar huella en la vida de muchas personas, también en gran parte de quienes no lo reconocieron como su líder espiritual o religioso. En el escenario de un mundo contemporáneo atravesado por los conflictos y las guerras y, al mismo tiempo, carente de voces y de referentes que iluminen los senderos de la fraternidad entre las personas y los pueblos, Francisco marcó presencia.

Como componente esencial de su misión el Papa predicó y puso en práctica lo que él mismo denominó “la cultura del encuentro”. Porque, como lo escribió en su autobiografía recientemente publicada bajo el título “Esperanza”, “solo quien levanta puentes sabrá avanzar; el que levanta muros acabará apresado por los muros que él mismo ha construido. Ante todo quedará atrapado su corazón”.

Francisco: el hombre común

Se proyectó como estadista y líder mundial, sin perder la sencillez característica de la historia personal de este porteño (“dentro de mi alma me considero un hombre de ciudad”), el mayor de cinco hermanos nacidos todos en el barrio de Floresta en Buenos Aires, y que aún en el Vaticano siguió reconociéndose como “cuervo” por su afición a San Lorenzo. Sin embargo, cuando le anunciaron que en su regreso a la avenida La Plata el nuevo estadio podría llamarse “Papa Francisco” dijo claramente que “la idea no me entusiasma”.

La elección como Papa le cambió la vida a Jorge Bergoglio. Pero una vez convertido en Francisco hizo lo posible por mantener los rasgos de humanidad y de hombre común que hacían que en Buenos Aires, y ya siendo cardenal, siguiera viajando en subte para ir a su despacho en la curia porteña. “Me gusta caminar por la ciudad, en la calle aprendo” decía. Su nueva condición lo obligó a muchas restricciones, pero en lugar de habitar un palacio vaticano eligió vivir en la residencia Santa Marta, una especie de hotel religioso que recibe a obispos y sacerdotes que viajan a Roma por motivos eclesiásticos. Allí trasladó incluso muchas de sus audiencias, sobre todo cuando se encontraba con la gente más cercana por motivos personales o pastorales. Santa Marta fue su casa. Hasta allí le alcanzaron los zapatos “gomicuer” que pidió a sus amigos que le llevaran desde Buenos Aires tras descartar el calzado rojo que usaba su antecesor Benedicto XVI. También desde allí, o desde cualquier lugar del mundo donde estuviera de visita, cada domingo por la noche Francisco cumplía en llamar por teléfono a Buenos Aires a su hermana María Elena, la única sobreviviente de su familia. Ha dicho que no ver a su hermana es de los desprendimientos que más le costó.

Se reconocía como amante de la música y del tango. “La melancolía ha sido compañera una compañera de vida, aunque de manera no constante (…) ha formado parte de mi alma y es un sentimiento que me ha acompañado y que he aprendido a reconocer”.

Desde 1990, a raíz de una promesa religiosa, no volvió a mirar televisión y se mantenía informado por otros medios.

“Plan de gobierno”

La elección de Bergoglio como papa Francisco, que cambió la vida de la Iglesia Católica, también modificó profundamente la manera de relacionarse del catolicismo con la sociedad, en el mundo y en cada país y región.

Ni siquiera los más cercanos, aquellas y aquellos que conocían sus pensamientos y que habían seguido su trayectoria, habrían podido imaginar aquel 13 de marzo de 2013 el «plan de gobierno» que Jorge Bergoglio tenía en su mente cuando fue ungido como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Quizás tampoco había pasado por su cabeza esa posibilidad a pesar de la experiencia acumulada en sus años como superior provincial de los jesuitas en Argentina (1973-1979), en plena dictadura militar, o en su tarea como obispo auxiliar (1992-1998) y luego como arzobispo de Buenos Aires (1998-2013).

No pocos sostienen que la vida de Bergoglio tuvo un vuelco fundamental por su participación en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Aparecida, Brasil, 2007) en la que el entonces arzobispo porteño recibió un baño de ”latinoamericaneidad” en su contacto con sus colegas obispos de la región y, en particular, con los de Brasil. Esto es lo que lo llevó a escribir en sus memorias que “mis raíces son también italianas, pero soy argentino y latinoamericano. En el gran cuerpo de la iglesia universal, donde todos los carismas ‘son una maravillosa riqueza de gracia’, esa iglesia continental tiene unas características de vivacidad especiales, unas notas, colores, matices que también constituyen una riqueza y que los documentos de las grandes asambleas de los episcopados latinoamericanos han manifestado”.

Hasta entonces el “porteño” Bergoglio, como buena parte de los argentinos, se había mantenido distante de América Latina. También en términos eclesiásticos por su cercanía a la “teología de la cultura” que aprendió de su maestro Juan Carlos Scanonne y más alejado de los teólogos de liberación como el peruano Gustavo Gutiérrez o el brasileño Leonardo Boff. Con ambos se encontró y se abrazó después una vez que estuvo en el Vaticano. Bergoglio se hizo latinoamericano en Aparecida. Y con ese bagaje llegó al consistorio que lo eligió Papa.

Pocos días antes de su muerte, la teóloga argentina Emilce Cuda, a quien el Papa llevó a Roma como una de sus más estrechas colaboradoras, fue enfática al señalar que la teología de Franscisco ha sido “la teología” a secas, rescatando las raíces del pensamiento cristiano a lo largo de la historia para ponerla a dialogar con los desafíos de la actualidad de la Iglesia y del mundo.

Referente mundial

El tiempo y sobre todo los gestos de Francisco fueron dejando en claro la propuesta y las huellas que el primer papa latinoamericano deseaba establecer como impronta a su gestión. Fue así que su primer viaje político-pastoral lo llevó hasta Lampedusa, para encontrarse con los inmigrantes ilegales expulsados de su territorio que huyen desesperados en busca de la vida. A ellos y al mundo les reafirmó con un gesto de cercanía y solidaridad su prédica en favor de los pobres, los descartados y de sus derechos.

Desde allí, sin abandonar su impronta religiosa, el Papa comenzó a construir su condición de referente mundial más allá de las fronteras de la Iglesia Católica convirtiéndose en interlocutor de jefes de estado, de dirigentes sociales, políticos y culturales. En un mundo con liderazgos en crisis y enfrentando los desafíos de la realidad Francisco eligió el camino del diálogo y del encuentro con los diferentes, desde la realidad de los pobres y reclamando por sus derechos.

Sus ideas quedaron plasmadas en muchos de sus documentos y alocuciones públicas pero sobre todo en las encíclicas Laudato Si (2015), sobre “la casa común”, el cambio climático y el cuidado de los recursos naturales, y Fratelli Tutti (2020) acerca de la amistad y la fraternidad social.

Pero Francisco fue, de muchas maneras, un líder incómodo, para los gobernantes y los poderosos del mundo. En particular por sus llamadas a atender los problemas de sobre explotación de los recursos naturales en desmedro del cuidado de la naturaleza, las críticas de un modelo económico depredador y excluyente y las advertencias sobre el “descarte” que se evidencia en las migraciones masivas, las guerras y la pobreza creciente.

Los pobres y la guerra

En su transitar Francisco se convirtió en vocero de los descartados y los pobres, pero también en aliado de quienes salieron en defensa de los derechos de estas personas y comunidades. Puede decirse que el discurso pronunciado el 9 de julio de 2015 por el Papa ante el auditorio plural de los movimientos sociales reunidos en Cochabamba (Bolivia), cuyo eje fue su proclama de «las tres T» (tierra, techo, trabajo), constituye una suerte de síntesis doctrinal que, en otro tono y con distinto despliegue, Francisco había expresado de manera sistemática y con base teológica en Laudato Sí. Una gran suma que, a contracorriente de las fuerzas del capitalismo mundial, se alzó en favor de los pobres y sus organizaciones, criticó a los poderes hegemónicos y lanzó un llamado a la paz. Una militancia pacifista que Bergoglio apoyó con sus acciones y las del Vaticano en cada lugar de conflicto en cualquier rincón de la tierra. En esta tarea los movimientos sociales fueron elegidos permanentemente como aliados e interlocutores, convocados y sentados a la mesa de las conversaciones con el Papa.

A través de sus acciones Francisco también consolidó su idea de que a las grandes religiones monoteístas del mundo y a sus dirigentes le cabe la responsabilidad de encontrar salidas a la guerra mundial traducida en multitud de conflictos acotados o guerras regionales por disputas territoriales, cuestiones de soberanía, enfrentamientos políticos, étnicos o raciales. “No existe la guerra inteligente; la guerra solo sabe causar miseria; las armas, únicamente muerte” afirmó.

En octubre de 2022 organizó en Roma un gran encuentro de líderes religiosos mundiales por la paz. Pero antes y después se reunió en Irak, con el Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani, líder de la comunidad chií del país, en Ulaanbaatar con once líderes de diferentes confesiones y, más recientemente, en Indonesia junto al iman Nasaruddin Umar visitó el ‘túnel de la Amistad’ que conecta la mezquita Istiqlal con la catedral de Nuestra Señora de la Asunción.

En la propia Iglesia

Hacia el interior de la misma Iglesia Católica el papa Francisco impulsó muchas líneas que conectan directamente con iniciativas inauguradas en el Concilio Vaticano II (1962-1965), impulsadas por el papa Juan XXIII (1958-1963 ) y continuadas por Paulo VI (1963-1978), pero que tuvieron frenos y retrocesos con Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI ( 2005-2013).

De esta manera Bergoglio insistió en la idea de “una iglesia de puertas abiertas” con capacidad de acogida para todas y todos, sin ningún tipo de restricciones, en diálogo con la sociedad y enfrentando los problemas comunes. Esto implicó también reformas profundas en las estructuras eclesiásticas, con más espacios para los laicos y en particular para las mujeres, pero también desde una perspectiva eclesiológica que buscó protagonizar el “sacerdocio común de los fieles” incluso antes que el sacerdocio ministerial.

Con esa intención Francisco propició, a través de los sínodos (universal y regionales) una Iglesia más participativa que puso en crisis el modelo estrictamente jerárquico, piramidal y romano céntrico. Ello trajo aparejado también la decisión de enfrentar los problemas de abusos, la pederastia y la corrupción dentro de la estructura eclesiástica.

Bergoglio acompañó este proceso con reformas de la curia vaticana, recambio de los responsables y nuevos nombramientos para rodearse de figuras de su confianza. También hubo cambios mediante la designación de obispos más jóvenes y cercanos a la perspectiva eclesiológica de Francisco.

Nada de esto ocurrió sin resistencias y enfrentamientos. En el mundo, pero también en la Argentina donde paradójicamente los sectores católicos más conservadores, empresarios y representantes del poder que vieron en Francisco la continuidad de un cardenal Bergoglio, que en su momento y sin considerarlo como del propio palo, nunca les resultó incómodo. Rápidamente se sintieron defraudados por las iniciativas y las propuestas del Papa que acentuó los rasgos más latinoamericanistas del entonces cardenal de Buenos Aires y radicalizó su perspectiva en favor de los pobres, de los excluidos y de sus derechos.

El poder se disgustó con Francisco y no lo disimuló. También los sectores conservadores de Iglesia incluidos algunos obispos se sintieron molestos con Bergoglio, aunque estos últimos se mantuvieron dentro de los márgenes de discreción que impone la propia Iglesia.

A nivel mundial también las intrigas y las conspiraciones fueron en aumento. Integrantes del colegio cardenalicio que habían ido a buscar a un papa latinoamericano y seleccionaron a un argentino porque siendo tal era el «más parecido» a los europeos se sintieron frustrados en sus expectativas.

En más de una oportunidad los sectores más conservadores se rasgaron las vestiduras ante lo que consideraron excesivas concesiones de Bergoglio, tanto en sus mensajes como en su estilo pastoral. Francisco no se inquietó demasiado por ello. Siguió tomando decisiones con conciencia de los problemas que enfrentaba e incluso utilizó la energía y el respaldo que le llegaba desde afuera para dar batallas en el seno de la propia Iglesia.

Siempre apareció convencido de la tarea que debía enfrentar: avanzar y profundizar la reforma de la Iglesia hacia una forma de gobierno y de participación más sinodal, más horizontal y plural que renueve la vida del catolicismo.

Si bien se dieron pasos sustanciales en ese sentido, quizás sea esta la tarea inconclusa que deja Francisco y que quedará en manos quien lo suceda en el pontificado. Una designación que dependerá de una elección incierta y sin candidatos a la vista, aun teniendo en cuenta la profunda renovación que Bergoglio hizo en el colegio cardenalicio que escogerá al nuevo papa.


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