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El changuito del super, imposible de llenar

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La cantidad de unidades vendidas por ticket cayó 20 por ciento en dos meses y casi la mitad de las compras de alimentos ya se hacen con tarjeta de crédito.

Leandro Renou

Por Leandro Renou

Los dueños de grandes supermercados están sorprendidos. La mayoría nunca vio un fenómeno tan fuerte y en tan poco tiempo. Lo que ya venía manifestándose en comercios barriales, empezó a pegar de manera marcada en los hipermercados. En menos de tres meses de gestión, la recesión auto generada del gobierno de Javier Milei produjo un desplome del consumo de productos de la canasta básica que deja dos datos alarmantes: el primero, que la venta de unidades por ticket cayó casi 20 por ciento, es decir, el que ponía en el carrito del súper 10 productos hoy redujo la compra a 8. El segundo, en tanto, es que entre 42 y 45 por ciento de la gente paga la compra de alimentos y bebidas, por m´pas baja que sea, con tarjeta de crédito, indicador que refleja el estado desesperante no sólo de los precios, sino también del poder de compra de los salarios. 

Estos datos a los que accedió Página I12 surgen de cifras que manejan grandes hipermercados. En los barrios, la ecuación es aún peor. Y entre los rubros que más resentidos se vieron están todos los vinculados a lácteos, insumo clave en la mesa de los argentinos. Según el registro que tienen muchos de los comercios nacionales y multinacionales que residen en la Asociación de Supermercados Unidos (ASU), por rubros, la mayores caídas en las compras tienen que ver con Alimentos, que se derrumbaron 7,2 por ciento en febrero. En ese rango, Desayuno cayó 5,3 por ciento; Limpieza un 9 por ciento; Bebidas con Alcohol un 18 por ciento: las Sin Alcohol un 9 por ciento y los Refrigerados (sumados los congelados y los derivados de lácteos), perdieron un 5 por ciento de venta en unidades. 

El análisis interno de los comercios es que hubo un doble combo fatal: la suba de los precios liberada y la pérdida del poder adquisitivo. Lo curioso con los precios de alimentos es que, según los mismos súper y dentro del análisis de varios economistas -incluídos los liberales-, no eran un valor «pisado» ni atrasado. Es decir, la liberación de precios que Milei hizo para las alimenticias redundó en remarcaciones muy importantes, que llevaron el precio de los productos a ser más onerosos, en dólares, a los de las ciudades más caras del mundo. Naturalmente, esto sumó calor a una inflación ya desatada por la liberación, también, de los precios de regulados, colegios privados, medicina prepaga y combustibles. Según diferentes consultoras privadas, entre ellas Econviews, en los tres meses del gobierno de Milei la inflación del rubro alimentos se movió en el rango de entre 30 y 100 por ciento. 

En este contexto, el mayor ajuste de la gente que compra alimentos básicos fue en los lácteos: de acuerdo a fuentes de diferentes grandes hipermercados, lo primero que cayó es la venta de yogures y quesos untables. Luego, la leche en envase de cartón, que hoy escala en precios a entre 1300 y 1500 pesos contra un sachet, que vale 1000. 

Quemar la tarjeta

El crecimiento que tuvo el uso de plásticos de crédito para comprar alimentos, que hoy en los hipermercados toca a casi la mitad de la facturación, en los barrios se está manfiestando en compras aún pequeñas en volúmen. Fernando Savore, titular de la Cámara de Almaceneros de la Provincia de Buenos Aires, contó a este diario que «antes de la pandemia, lo que vendíamos era un 30 por ciento con dinero virtual y el resto en efectivo. Y después de la pandemia pasó al 70 por ciento con medios de pago virtuales. Pero el asunto que nos sorprende ahora es que venga un cliente, gaste 5000 o 6000 pesos y lo pague con una tarjeta de crédito, y algunos en varios pagos. Con eso, uno ve que si está usando la tarjeta de crédito en un comercio de proximidad para hacer una compra tan pequeña es que se quedó sin efectivo, sin débito y tiene explotada la tarjeta de crédito». El empresario agregó, además, que «es mucha la gente que viene a pedir fiado». 

Asimismo, Savore confirma el impacto de los precios y la caída del salario como condicionante del consumo y, en paralelo, adhiere a que el desplome de la venta de lácteos es una preocupación. «Cayó un 15 por ciento la venta de lácteos en los barrios en febrero. Y con los precios lo que viene pasando es una locura». Según el titular de almaceneros bonaerenses. entre enero y marzo de este año «los lácteos subieron un 70 por ciento, se puso muy caro y es un alimento para los chicos». El titular de los almaceneros ejemplificó diciendo que «un sachet de leche vale 1000 pesos y una familia con chicos gasta a razón de 30 y 50 mil mensuales sólo en eso. Lo que compraba con su salario en noviembre hoy no lo va a poder comprar»


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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