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Sábado 02 de Agosto del 2025

SOCIEDAD

Un acto instituyente

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Jorge Alemán

Por Jorge Alemán

La situación argentina demanda a gritos un acto instituyente. Entiendo por acto instituyente una composición de fuerzas que logre articular las protestas y el malestar general que circula desde abajo en lo social, con una fuerza política que logré traducir el disenso que va creciendo en una forma política. Debe ser instituyente, porque esa articulación, si llegara a ser posible, no puede proceder de lo instituido políticamente hasta ahora. No será suficiente con una alianza de las fuerzas políticas anteriores, y sus estructuras conocidas; el acto instituyente demanda lo nuevo.

Esa es precisamente su capacidad para organizar una nueva realidad. Después de la catástrofe ultraderechista, con su correlato de dolor y castigo para los sectores populares y una radical puesta en tela de juicio del orden democrático, ya no se trata de sostener la gobernabilidad de un proyecto que pretende funcionar como un estado de excepción. Por el contrario, se trata de generar las condiciones para que el país vuelva a ser gobernable.

Ninguna rebelión popular, si llegara a darse el caso, podría por si misma derrocar a un gobierno. Incluso si permanece en la revuelta puede dar lugar a una situación aún más peligrosa que la actual. Y a mucho dolor conocido. La barbarie carece de límites y jamás el exceso de dolor trajo aparejado cambio alguno.

Por ello, mientras se producen los descontentos en las calles, los dirigentes que no han renunciado a la transformación de lo político y lo social y que siguen siendo leales a los legados de amor e igualdad para el pueblo, deben deponer sus apegos narcisistas y potenciar sus alianzas en aras de un salto instituyente. Esto implica que esos dirigentes se sepan situar más allá de sus entornos inmediatos e ingresen a una lógica diferente con respecto a los nuevos pactos.

El plan de la ultraderecha ha sido intentar lo que Gramsci designaba con el término Revolución pasiva. Se trata de un tipo de revolución reaccionaria donde aquellos que tendrían que haber combatido en contra de ese plan se han incorporado a sus filas. Si bien hay signos de que esto se comienza a resquebrajar, ahora tiene que emerger un nuevo Consejo instituyente sin jerarquías establecidas a priori, que determine un nuevo rumbo y que pueda reorganizar institucionalmente el inevitable desorden que se seguirá produciendo.

Lógicamente ese Consejo debe estar constituido por dirigentes del ámbito político, social, sindical y cultural que hayan sido siempre responsables con la representación política y ética de sus bases.

A veces lo más grande crece en medio de las urgencias.


Avisos

INFO. GENERAL

Promesas recicladas, realidades intactas: la Cuenca Carbonífera sigue esperando

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Con el discurso de siempre, Pablo Grasso vuelve a escena con promesas sobre salud y educación en una región marcada por el abandono estructural. La Cuenca Carbonífera, testigo de décadas de frustraciones, aún espera decisiones de fondo mientras el presente se diluye entre anuncios repetidos y políticas que no llegan.

Pablo Grasso, actual intendente de Río Gallegos, extiende su influencia discursiva a la Cuenca Carbonífera. Con tono afable y cargado de buenas intenciones, participa en encuentros sociales en Río Turbio y 28 de Noviembre, donde resalta –una vez más– la salud y la educación como prioridades de gestión. Sin embargo, lo que promete se superpone con lo que ya fue dicho (y no cumplido), mientras la realidad cotidiana de la cuenca evidencia un retroceso sostenido.


Durante más de 30 años, el carbón fue tema de campaña, bandera de lucha y motor de existencia para los habitantes de esta región. Sin embargo, jamás se consolidó una política de Estado seria que pusiera en valor este recurso natural. La usina termelétrica, emblema de desarrollo y símbolo de la resistencia local, se convirtió en una postal de lo que pudo ser. Promesas de reactivación, compras millonarias de equipamiento, compromisos asumidos… todos archivados en el mismo lugar: la desilusión colectiva.


En paralelo, se habla de educación como pilar central, pero cualquier recorrido por los establecimientos escolares de la zona evidencia otra cosa. Edificios vetustos, sin mantenimiento, equipamientos obsoletos, y una infraestructura que dista mucho de cumplir con los estándares mínimos. La palabra «futuro» queda vacía cuando las condiciones del presente son tan precarias.


Y en salud, el panorama no es más alentador. La pandemia dejó al desnudo un sistema hospitalario frágil, con necesidades históricas no atendidas.


La falta de políticas concretas se ve agravada por un contexto nacional que asfixia con recortes y desinversión. La distancia geográfica se traduce en postergación. Pero también hay responsabilidades locales y provinciales que no se pueden seguir eludiendo. Lo que no se hizo en décadas, no se arregla con discursos bien intencionados.


Lo que se percibe, en definitiva, es un peronismo desgastado, sin conducción clara, sin energía transformadora. Una fuerza política que ya no logra enamorar ni convencer. Las intenciones, aunque nobles, no alcanzan. Porque la Cuenca Carbonífera no necesita más promesas: necesita decisiones. Y las necesita ahora.


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