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Retrocesos

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Un sector de la sociedad se corrió a la derecha, no toda ni la mayoría. Pero obliga a discutir y defender derechos elementales que se habían consensuado tras luchas y sacrificios. Jujuy demuestra que la represión provoca el estallido. 
Luis Bruschtein

Por Luis Bruschtein

La energía troglodita que tienen el bono a los carneros que anunció Soledad Acuña, la denuncia ante la APDH de la ministra de Derechos Humanos de Jujuy contra los pueblos originarios que luchan por sus derechos, la pelea de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich para ver quién reprime más a los piqueteros o a los docentes, o las expresiones homofóbicas y discriminadoras del primer candidato del PRO a legislador por la ciudad, Franco Rinaldi, hunden la calidad cívica no sólo hacia una derecha empobrecedora sino también incivilizada.

Volver a explicar la explotación brutal de los trabajadores antes que existieran los sindicatos, volver a explicar la importancia de la unidad de los trabajadores para lograr una vida digna frente al abuso de sus empleadores, volver a explicar que el neoliberalismo expulsó en los ‘90 a millones del circuito laboral y que si no se distribuían los planes habría saqueos por miles de hambrientos desesperados. Volver a explicar que la calidad civilizatoria se relaciona con los derechos que cada sociedad asigna a la condición humana.

Son cuestiones elementales. Habrá seguramente generaciones de analfabetas funcionales que suponen que esos derechos surgieron de la nada y a los que no encuentran explicación porque no vivieron los procesos que los consagraron. Y estarán los ignorantes que querrán aprovecharse de la desaparición de esos derechos, sin percatarse que millones de personas se podrían volcar a la violencia por desesperación si les cortan los canales para defender sus intereses.

No es toda la sociedad ni siquiera la mayoría. Son cuestiones elementales y que a la sociedad le costó esfuerzo asumirlas de conjunto. Y ahora esta sociedad retrocede solamente por el hecho de tener que volver a explicarlas y defenderlas. Franco Rinaldi se cree inteligente porque descubrió que los pobres —y en general los más vulnerables— no se merecen los derechos cuando no tienen poder para defenderlos. Si son pobres y viven en una villa, hay que eliminarlos con un lanzallamas. Ni siquiera es de buen gusto como chiste o como “obra artística”, como se exculpó el candidato del PRO.

Los partidos o las corrientes que juzguen a los sindicatos porque piensan que abusan de las medidas de fuerza, tendrían que disputar la conducción para mejorarlos.

La campaña de desprestigio permanente contra las formas de organización popular demuestra que no son críticos de esos supuestos defectos, sino de los derechos que defienden esas organizaciones. Se trata eliminar o debilitar a los sindicatos y no de mejorarlos para que defiendan mejor a sus representados.

La conflictividad puede ser menor o mayor, pero es imposible que desaparezca porque no se trata de hormigueros, sino de sociedades humanas que se organizan por el conflicto de intereses diferentes, a veces opuestos. Si no hay reglas de juego ni canales de expresión, y se pretende aplacarla con represión, la tranquilidad que se consigue sólo precede a la tormenta como sucede en Jujuy. Y como ha sucedido con la historia reciente del país con la violencia y el terrorismo de Estado.

Vivir en paz y libertad tiene un costo, sobre todo cuando la alta inflación produce desequilibrios todo el tiempo. Es un costo de molestias en el transporte o en el tránsito que incluso afecta muchas veces a otros trabajadores, como lo hicieron los paros en el Sarmiento, en el transporte colectivo y los cortes en el centro de la ciudad por movimientos piqueteros. Frente a un reclamo, la opción es escucharlo o reprimirlo. Bullrich y Larreta compitieron por el campeonato de la represión. Con alta inflación, la represión puede convertir al país en un gran incendio.

Los derechos son libertades y responsabilidades, como son todas las libertades. La derecha contemporánea, neoliberales y falsos libertarios, sólo concibe la libertad o los derechos cuando se relacionan con la propiedad. No reconocen la libertad de los trabajadores para sindicalizarse en defensa de sus salarios y condiciones laborales, ni la libertad de protesta de los pueblos originarios en defensa de sus tierras.

El discurso de Bullrich contra las universidades públicas estaba plagado de inexactitudes y errores. Ninguna de las cifras sobre las que montó su discurso xenófobo era acertada. Además de incompetencia, el discurso mostró que es un tema que no interesa a los candidatos de la derecha. Bullrich dijo que con ella se iban a terminar los cortes y criticó los paros docentes en CABA.

El conflicto con los maestros de la educación pública es un clásico. Al neoliberalismo no le interesa una educación pública de calidad porque concibe, como en todas las actividades humanas, que la calidad hay que pagarla, y para eso está la educación privada, con lo cual preservan privilegios de casta y limitan la movilidad social.

La consecuencia es que los gobiernos neoliberales discuten el salario docente con ese criterio, siempre a la baja, porque buscan bajar la calidad de la educación pública. La conflictividad está en esos gobiernos y no en los gremios. Así la ministra de Educación de CABA, Soledad Acuña, descuenta los días de paro y propone premiar con esa plata a los que no paran. Es una provocación para detonar un conflicto en medio de la campaña electoral.

Los docentes habían hecho un paro en solidaridad con sus colegas de Jujuy, que tienen los salarios más bajos del país y, en vez de ser escuchados por otro gobernador neoliberal, habían sido duramente reprimidos.

Juntos por el Cambio exhibe a Jujuy como un ejemplo de lo que aspira a nivel nacional. Muestran como ejemplos la intransigencia del gobernador Gerardo Morales con los docentes, la persecución judicial a Milagro Sala, o la reforma de la Constitución provincial para quitarles a los pueblos originarios derechos que están establecidos en la Constitución nacional.

Todo lo que sea restricción o eliminación de derechos y libertades que obstaculicen la libertad de empresa —ya sea para la educación privada, para las mineras de litio o cualquier otro negocio privado— se presenta como una lucha por la libertad. Y la solución para el descontento que provocan esas medidas, es la represión. A la represión sí la ven como un derecho. Tienen libertad de reprimir, pero los reprimidos no tienen libertad de defender sus derechos.

Sin embargo, el arquetipo que quieren mostrar terminó por reconvertirse en lo opuesto porque la represión tuvo que subir de nivel hasta parecerse demasiado a la dictadura, con infiltrados en la movilización, amenazas anónimas a las familias de los manifestantes, allanamientos ilegales y penalizaciones económicas y carcelarias. Y a pesar de la brutalidad no pudo frenar la protesta. Y ahora lo que se exhibe es una provincia conmocionada por cortes en las rutas más importantes y movilizaciones masivas en las ciudades.

El ejemplo es válido no sólo para los dirigentes, porque muchos de los manifestantes que son reprimidos ahora, han votado a Morales en elecciones anteriores. Y lo hicieron, incluso, después que el gobernador copara al Poder Judicial para perseguir a Milagro Sala a niveles de una crueldad patológica. Ahora, muchos de ellos son los reprimidos y descubren las consecuencias reales del discurso del orden y la mano dura.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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