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Sábado 21 de Junio del 2025

SOCIEDAD

Acorralado por los bloqueos, Gerardo Morales da una marcha atrás que no detiene la protesta

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Luego del anuncio del gobernador durante una conferencia de prensa, las comunidades de los pueblos originarios anunciaron que vuelven a la ruta para exigir la derogación completa de la reforma constitucional. Incertidumbre en la provincia por la jura de la nueva carta magna anunciada para hoy.
Juan Ignacio Provéndola

Por Juan Ignacio Provéndola

Después de dos semanas de manifestaciones intensas y tres días de cortes de rutas protagonizados por las comunidades indígenas y reprimidos por la policía provincial, el gobernador Gerardo Morales se vio obligado en la víspera de la jura de la nueva constitución a tener que dar marcha atrás y retrotraer dos artículos vinculados a las tierras de los pueblos originarios. La maniobra no convenció a los núcleos indígenas, quienes igual continuarán con sus reclamos, lo cual pone en duda el resultado final y la utilidad de esta gambeta que, en simultáneo, menoscaba las aspiraciones presidenciales del mandatario.

Morales soñaba dar hoy martes su muestra de poder y golpe de efecto final con la jura de la Constitución reformada a su gusto, pero no contaba en sus pronósticos con la repercusión nacional que alcanzaría la brutal represión que su policía desató el fin de semana en la ruta 9, cuando distintos sectores de pueblos originarios le pusieron el cuerpo a la discusión y terminaron siendo víctimas de un azote inusitado. El saldo de la refriega dejó decenas de detenidos, heridos de gravedad (un joven de 17 años perdió un ojo por culpa de dos disparos) y la poca ayuda que le dieron al gobernador los hombres de confianza que él mismo mandó a hablar el sábado en una conferencia de prensa que dejó más dudas y provocaciones que otra cosa, cuando los constituyentes radicales Alejandro Nieva y Gabriela Burgos hablaron de “turismo piquetero” o incurrieron en fallidos tales como “somos la única provincia del país que reconoce los derechos de los pueblos indígenas, (aunque) no tanto los derechos sobre sus tierras comunitarias…”.

Así las cosas, ayer lunes Gerardo Morales debió hacer algo que le gusta más bien poco: dar la cara. Hasta ese entonces solo había deslizado su voz en programas radiales que le permitían extenderse en largos soliloquios sin repreguntas incómodas, tomando el aire amigo acaso como ensayo de lo ocurriría por la noche, cuando a las 20.30 dio inicio a una demorada conferencia de prensa anunciada en verdad para dos horas antes.

En ese escenario, Morales ocupó la mesa que dos días antes lideraron Burgos y Nieva. Y lo hizo en compañía de ambos, quizás porque la ausencia hubiese dejado en evidencia el disgusto por los débiles argumentos esbozados por sus constituyentes, aunque sus presencias fueron testimoniales: apenas aportaban asentimientos con la cabeza. Ya no había lugar para un solo error más.

La previa del lunes había sido incandescente, ya que se registraron al menos once cortes de ruta totales o parciales en toda la provincia, desde la entrada de Perico (la localidad sobre la que está emplazada el aeropuerto, donde hubo un tractorazo), el acceso sur de la ciudad capital de San Salvador de Jujuy, las ciudades puneñas de La Quiaca y Abra Pampa, la zona conocida como Ramal con Libertador General San Martín y San Pedro (de la cual circuló un video donde un efectivo ordenaba a los manifestantes abandonar el lugar “en quince minutos” so pena de intervención policial) y, por supuesto, el nudo central de los reclamos iniciados el sábado: la rotonda de las rutas 9 y 52 sobre la entrada de Purmamarca, donde se supo que además operaron de uniformados infiltrados como civiles.

Después de analizar punto por punto cada detalle de su exposición con su entorno, Gerardo Morales inició una conferencia que duró cerca de cincuenta minutos. Allí articuló los ejes discursivos que hasta ese entonces él y su gobierno habían deslizado de manera desordenada a medida que el conflicto escalaba y se venían obligados a improvisar respuestas que la opinión pública demandaba. A pesar de las movilizaciones iniciales, Morales sentía íntimamente que tenía todo controlado y por eso hasta se dio el privilegio de manejar todo a distancia mientras priorizaba la rosca del eje electoral nacional que pretende tejer con Horacio Rodríguez Larreta (y que también quiso incluir al cordobés Juan Schiaretti, quien finalmente se bajó al cierre de las alianzas, en plena protesta jujeña). Pero lo del sábado escapó a sus cálculos y eso lo obligó a replegarse en su territorio para no perder el control del mismo. Por eso, cuentan en Jujuy, incluso suspendió un viaje que tenía previsto para Tandil.

La conferencia inició con una aclaración de Morales: “La reforma de la Constitución fue uno de los ejes de nuestra campaña”. Se refiere, claro, a la previa de la elección provincial que el mes pasado le aseguró continuidad en el poder a través de Carlos Sadir, su actual ministro de Hacienda. El comienzo de su exposición con este asunto no fue azaroso: pone de manifiesto que, ante todo, el gobernador procura defender la reforma de la carta magna que las multitudinarias manifestaciones justamente cuestionan.

Quizás como estrategia para bajar la tensión, intentó mostrar comprensión ante los pueblos originarios de Jujuy, principales actores de los picos más calientes de las protestas. Para ello, claro, debió pagar un costo indiscutible: lo que hasta ayer se vendía como una reforma consensuada con “todas las comunidades originarias”, en la conferencia terminó reconociéndose que la misma solo había sido aprobada por 157 de las 300 de toda la provincia.

“Lo que más me preocupa es la desinformación que hay con el tema de las comunidades”, dijo Morales antes de reconocer que no contaban con el apoyo unánime de las mismas, tal como su entorno aseguraba, sino apenas de la mitad. “Acá hubo lío”, agregó. “Entiendo las preocupaciones de las comunidades. No tengo reproches a ellas, tienen dudas que no comparto, pero está bien. Las entiendo legítimas”. En ese sentido, anunció la revocación de dos artículos de nueva la constitución referidos a la explotación de tierras que estas ocupan, a la espera de “mecanismos de consulta y de participación” para lograr una “legislación” que “la definirán las comunidades”. Sin embargo, no especificó cómo se instrumentarían esos “canales de diálogo”, expresión textual de Morales. Y agregó: “Estoy convencido que las comunidades van a poder”.

Para muchos, esto no fue más que una mínima concesión táctica que el gobernador ofrece para bajar un conflicto que él mismo azuzó cuando días atrás obligó públicamente a los docentes a abandonar las protestas y retomar el dictado de clases, provocación que lo único que logró fue empujar a más gente al reclamo en las calles. Varios consideran a ese como el hito inicial de la escalada final de protestas que comenzaron siendo sectoriales pero acabaron atravesando a la sociedad jujeña de manera vertical en un fin de semana largo donde incluso varios turistas denunciaron haber padecido el desaforado maltrato policial.

Sin embargo, lo que siguió a esa especie de cesión fue un recrudecimiento del otro aspecto cuestionado de la reforma: la criminalización de la protesta social. “Manifestarse es un derecho constitucional”, dijo. Pero inmediatamente después disparo: “Cuando cortan una ruta ya comenten un delito, es otro tema”. Y profundizó la línea que su gobierno había instalado el sábado, al señalar que detrás de las protestan están “el Frente de Todos, la Cámpora” y hasta “Milagros Sala con plata que le da el gobierno nacional” (ver aparte).

“Vayan a hacer un corte en Washington o en Ginebra”, quiso ejemplificar. “¡No se puede! Tenés que avisar 48 horas antes, y uno no puede marchar en las calles, solo en la vereda. Y ojo con hacer ruido, porque le molesta a la señora del quinto (piso) que tiene un perrito”, intentó argumentar. También señaló que “los que participaron en las manifestación se van a comer (SIC) una multa de un millón y medio de pesos”.

Sobre el final, se abrieron las preguntas. Allí le consultaron si seguía en pie la jura de la nueva constitución, tal se había anticipado. «La convención está en una norma transitoria, ha mandado a la comisión redactora un trabajo que tiene que ser presentado. Mañana (por hoy martes) puede haber dos instancias: una de tratamiento y otra de la jura”. Una respuesta disuasiva frente a la convocatoria de numerosas marchas y la continuidad de cortes en contra de esta reforma.

Pero la consulta que más le endureció la cara fue una que nada tiene que ver con Jujuy: ¿el conflicto horada sus aspiraciones electorales?. “De ninguna manera”, contestó, pétreo e inconmovible. “Voy a ser candidato a Presidente de la Nación”.


Avisos

RIO TURBIO

Historia de la mujer que estalló una mina en la Patagonia (Río Turbio)

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Carlita Rodriguez se convirtió en la primera mujer dentro de los túneles ‘hackeando’ el sistema: usó su DNI con nombre de varón para, una vez dentro, reivindicar su identidad femenina; ahora Keka Halvorsen, que nació en la misma ciudad austral, ha convertido su historia en una película: Miss Carbón.

Carlita se mueve con destreza por las entrañas de la tierra; Keka es más de las estrellas. Las facciones de una se recortan en una melena oscura, suavizadas por una sonrisa a la vez alegre y melancólica, que oculta más de lo que muestra. La belleza de la otra es hegemónica y geográficamente inasible: esbelta, el pelo rubio, la piel clara; un cuerpo dentro de los cánones para una mujer que busca los márgenes. Carlita y Keka son dos reinas de la Patagonia a las que une la historia de una película pero, sobre todo, un rincón estepario del fin del mundo.

Río Turbio es una ciudad dibujada en el mapa por la codicia, por el afán extractivista que impulsaba al ejército argentino, a finales del siglo XIX, a aniquilar indígenas en la llamada Conquista del Desierto. Un país en desarrollo que buscaba expandir sus fronteras y sacar partido de esas tierras que anexionaba. En 1887, dos años después de que se completara aquella campaña de exterminio, se descubrió carbón en la cuenca de un río, y junto a ella nació un poblado en los confines de lo posible: con una temperatura media anual de apenas 5,4?°C (que en invierno se puede acercar incluso a los 20 bajo cero) y donde mandan el viento pertinaz, el barro y, desde entonces, la mina.

Hoy Río Turbio es una ciudad de 11.670 habitantes encajonada entre la mítica ruta 40 y la frontera con Chile, con la mina de carbón más grande del país, que produce de media unas 6.000 toneladas al mes. Pero es también el escenario de una pequeña gran revolución. La de Carla Antonella Rodríguez, que consiguió convertirse en la primera trabajadora dentro de los túneles de Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, un lugar que los privilegios masculinos revestidos de superstición habían negado sistemáticamente a las mujeres. Y lo hizo hackeando el sistema desde la lógica misma del binarismo: usando su DNI con nombre de varón como puerta de entrada para, una vez allí, reivindicar su trabajo y su condición femenina. Es lo que cuenta la película Miss Carbón –con guion de Erica Halvorsen y protagonizada por Lux Pascal– que se estrena en las salas de cine este jueves.

“Me soñé minera”

La palabra mina nació en el lunfardo argentino para hablar de una prostituta –un cuerpo al que explotar–, aunque se haya convertido ya en sinónimo coloquial de mujer. Y en esta historia una mujer estalla la mina precisamente para escapar del sino de la explotación –del propio cuerpo o del trabajo en empleos precarios– que persigue a las personas trans. Porque sucede que las minas estaban vetadas en los túneles de Río Turbio. No podían entrar salvo el 4 de diciembre, día en el que la virgen patrocinaba una visita segura, sin temor a que las ínclitas provocaran un derrumbe.

“Yo me negaba a ir. Me parecía muy injusto que fuera solo ese día. La fiesta, además, incluía un concurso de belleza para elegir a la Reina del Carbón. Ahora entiendo que a los hombres les servía tener en exclusiva la principal fuente de trabajo y el dinero; y que las mujeres se limitaran a ser sus esposas o sus prostitutas”, reflexiona Erica, a quien todos conocen como Keka, que dejó el pueblo con 17 recién cumplidos para estudiar en Buenos Aires y hoy es una reconocida guionista y directora, responsable de contenidos de Netflix en el Cono Sur.

“Cuando me fui me di cuenta de que venía de un mundo muy extraordinario. Y también entendí que la ficción me había salvado la vida. En un pueblo donde no había cine, ni disquerías, ni librerías, ni bibliotecas, la televisión era mi ventanita no solo al mundo, sino a mis propios sueños. Porque yo siempre supe que quería contar historias”, explica durante una charla en Madrid, adonde ambas han llegado para el estreno de la película.

Si el futuro de Keka estaba afuera, el de Carlita se abría paso dentro. “La mina siempre me fascinó. Desde que tenía cinco años, me escapaba de casa para ver a los hombres entrar en el túnel. Creo que de alguna manera esa oscuridad era para mí la promesa de un lugar seguro. Un lugar en el que no me vieran y no pudieran hacerme daño”, rememora Carla. Se nota que le duele pensar en esa niña, en esa adolescente que sufrió “demasiado”. “Era una criatura indefensa, ingenua, no necesitaba tanto maltrato, tanta agresión. Recuerdo perfectamente a los que se reían de mí por la calle. A los que me decían: ‘nunca vas a ser una mujer’. Todo eso fue muy duro. Pero lo peor fue la exclusión familiar”, reconoce desviando la mirada.

El ambiente en un pueblo puede ser opresivo, pero mucho más si está en un rincón perdido y en condiciones difíciles. Carlita y Keka lo saben porque son NYC (nacidas y criadas en la cuenca carbonífera). “La Patagonia te curte, te golpea”, dicen casi al unísono. “La gente vive muy hacia adentro, es más distante, de pocas palabras”, describe Keka.

Pero de alguna manera ese entorno hostil te entrena en los desafíos. “Si la nieve te tapa la puerta de casa, no cancelás la vida; abrís la puerta y con una pala te hacés el camino”, ejemplifica Keka. “Estamos muy acostumbradas a lidiar con lo desfavorable”, concede Carlita. “Por eso, como tengamos un poco de viento a favor, no nos para nadie”, exclaman entre risas.

La revolución y las tetas

Carlita entró a trabajar a la mina habiendo hecho ya su transición, y eso le valió muchas veces gestos de desprecio y burla. Pero el golpe definitivo llegó junto con el DNI con su nombre, cuando en 2012 Argentina aprobó la ley de identidad de género. La empresa le quitó su trabajo. Como ya era ‘oficialmente’ mujer, la mandaron con las otras a las oficinas. “Tenés que contar que el cambio de documento lo hiciste por un compromiso colectivo, porque sabías que ibas a sentar un precedente. Para vos era mucho más fácil y cómodo seguir como estabas. Por eso no fue solo un trámite, fue un gesto político”, señala Keka a su compañera.

En las oficinas Carla conoció también el desprecio de esas otras que no la veían como una de ellas. Pero no quería un trabajo administrativo. Quería volver a los túneles. “A ese trabajo y ese sueldo”, apunta Keka. “Creo que ella tenía muy claro su deseo de progreso, su ambición personal. Y está bien decir que las mujeres podemos desear dinero, porque es la llave de la libertad y de la independencia”.

“Hoy hay diez chicas que están trabajando en la mina y eso me llena de orgullo”, señala Carla. “Espero que mi historia sirva para que otra generación de chicas trans piensen que es posible, que podemos cambiar las cosas”, se entusiasma. Ahora ronda por su cabeza la idea de salir de Río Turbio para seguir dando la batalla: “Queda tanto por hacer”, defiende.

“¡Yo quiero ver a Carlita como senadora!”, apunta Keka. Ella sonríe. “¿Por qué no? Ningún señor hetero y conservador se va a ocupar de defendernos”. Lo dice en un momento difícil para las personas trans en Argentina –son unas 200.000, según el último censo– una situación de “alerta constante” frente a un Gobierno de Javier Milei que tiene como bandera el recorte de derechos. “Tenemos que humanizar este mundo que viene en retroceso constante. La revolución es que la vida de los demás también nos importe”, sentencia Carla.

El reencuentro

Keka volvió a Río Turbio en 2019 y su hermana le presentó a Carlita. Ese encuentro se convirtió en una crónica que publicó en la Revista Anfibia y fue el germen de la película que se acaba de estrenar. Parte del rodaje de Miss Carbón se realizó en España, pero tanto para la guionista como para la directora, Agustina Macri, era importante hacerlo también allí y con la participación de su gente.

“Mi ciudad es un lugar mejor hoy gracias a que hicimos esta película. Pero no lo digo por vanidad ni lo digo por mí, sino por la transformación que supuso echar luz sobre esta historia”, señala, categórica, Keka Halvorsen. “Ese mismo pueblo que despreciaba, rechazaba y agredía a Carlita, hoy la admira genuinamente. El rodaje terminó con todo ese pueblo aplaudiéndola”, cuenta mientras las lágrimas empiezan a rodar detrás de sus grandes gafas.

“Revisando su propia historia dentro de la ficción, pusieron a Carlita en otro lugar y se permitieron abrazar algo que rechazaban por ignorancia. No es que esas personas fueran malas y ahora son buenas. Es que se dieron la oportunidad de abrir la cabeza y entender”, apunta todavía emocionada.

Carlita, otra vez, sonríe. “Están todos muy contentos esperando que esta película se estrene –en Argentina esto será en septiembre– Quieren que se vea su pueblo, su trabajo, su mina”, dice consciente de ese reencuentro con los suyos, de un momento nuevo en el que no necesita buscar la oscuridad de los túneles o de la noche para sentirse segura, sino que puede brillar con luz propia ante los demás.

Ser un cuerpo disidente en esa ciudad pequeña al final de la Tierra le marcó unos lindes sofocantes a la existencia de Carlita, pero no a sus anhelos. “Me soñé minera antes que mujer”, asegura. No sabemos qué fue antes, pero sí que consiguió arrancar, a fuerza de pico y pala, tanto un sueño como el otro a las paredes del túnel. (Por Natalia Chientaroli – El Diario.es de España)


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