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La militancia tomó la palabra en las comisiones, donde hubo diálogo con los dirigentes

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El debate transcurrió en 15 carpas gigantes, cada una coordinada por referentes de distintas extracciones y funcionarios. El «Cristina presidenta» fue un solo grito.

Por: Gimena Fuertes@gimenafuertes

Fue la tarde en la que la militancia tomó la palabra. Si bien hubo un documento inicial que sirvió de base, los más de 20 mil kirchneristas que se acercaron bajo un sol abrasivo al polideportivo de la Universidad Tecnológica Nacional vinieron a dejar un mensaje claro, que se volvió cantito y sonaba como un mantra espontáneo a cada rato: «Cristina presidenta».

Sueltos y organizados fueron llegando temprano a la peor hora de la tarde. Los esperaba una larga jornada de debate colectivo. En el predio se dispusieron 15 carpas gigantes bajo las que se cobijaron militantes de todas las edades. Al frente de cada una se sentaron en una larga mesa dirigentes de distintas extracciones, sindicales, estudiantiles, funcionarios provinciales y nacionales. El inicio de la actividad estuvo a cargo de los organizadores Andrés «Cuervo» Larroque y el intendente de Ensenada Mario Secco, uno de los coordinadores de la mesa kirchnerista que se junta cada 15 días para pelear contra la proscripción. Cerraron el encuentro otros dos varones: Máximo Kirchner y Axel Kicillof. No hubo oradoras mujeres.

Si bien se previó que hubiera debate del documento, las comisiones se convirtieron en mini asambleas de base y las propuestas de la militancia fueron acumulándose. En la comisión que encabezaban Roberto Felletti, Teresa García y Amado Boudou, un «trabajador nuclear» -así se presentó- destacaba que «con Cristina había soberanía energética». En la carpa de al lado estaban Victoria Donda y Carlos Bianco y se cantaba «Cristina presidenta».

Si bien la gente participaba sentada en las sillas dispuestas en las carpas, también circulaba por el parque, en el que aprovechaban a sacarse fotos con los dirigentes que caminaban, se encontraban y saludaban. Hubo un puesto destinado al control de la salud de los participantes: miles de botellitas de agua y voluntarios dispuestos a volcar agua fresca en las nucas de los solicitantes.

En una de las carpas estuvo Héctor Recalde escuchando cómo un dirigente sindical de base se quejaba porque en el Ministerio de Economía los empresarios acordaban precios y después no lo respetaban. En la carpa de al lado estaban Omar Plaini y Sergio Palazzo. Allí uno de los pibes tomó el micrófono y pidió que en la marcha del 24 se vaya luego a la plaza Lavalle.

Las y los militantes llevaban la remera de los canillitas, la Bancaria, el Partido Piquetero, Kolina, Frente Grande, Peronismo Militante, Descamisados, y las organizaciones que componen La Patria es el Otro, el espacio político de base territorial que organizó Andrés Cuervo Larroque.

En otra de las carpas estuvo el Procurador del Tesoro Carlos Zannini junto a Daniel Gollán. Allí también estaba la legisladora porteña Victoria Montenegro. Una dirigenta delegada en su trabajo tomó la palabra para pedir que no se lleven el litio sin dejar nada a cambio y advirtió por la soberanía de las vías navegables, pero fue interrumpida porque en la comisión de al lado, que encabezaba Leopoldo Moreau, se empezó a cantar «Cristina presidenta».

Hacia los bordes del predio estaba la carpa de Nicolás Kreplak, de musculosa negra, quien escuchaba atento a un joven que afirmaba: «Con todo respeto, no queremos un Cámpora, queremos a Perón, a Cristina».
«Soy Eva, milito en el Movimiento Mayo, no es sólo la proscripción de Cristina sino que vienen por nosotros –dijo una joven marplatense– no tenemos que dar por segura la derrota, vamos por el triunfo de Cristina». La escuchaban Oscar Parrilli, Florencia Saintout y Horacio Pietragalla.

En la mesa de al lado pidieron por la derogación de la Ley de entidades financieras de la dictadura y explicaron cómo hay que salir a invitar al vecino, al que no la votó pero sabe que en su gobierno estaba mejor. «La quisieron matar a Cristina y fuimos a la Plaza de Mayo y allá están ubicados compañeros, pero lo que tenemos que hacer es mantener la movilización a la Plaza Lavalle», reclamó una militante. La escuchaba atenta Daniel «Tano» Catalano, el único dirigente que llamó a movilizar el día en que condenaron a Cristina a seis años de cárcel e inhabilitación para ejercer cargos públicos. Junto a él estaban Florencia Carignano y Jorge Rivas. «Escuchen a Cristina, la clase magistral que dio ayer y escuchemos a los vecinos» aconsejaba otra de las oradoras. «Me alegro estemos en espacios de formación que tanto pedimos», decía Lucía, vecina de una «familia trabajadora» para quien ahora está pasando lo mismo que pasó con Perón.

«Estamos en la UTN, la universidad obrera que hizo Perón» dijo una joven y le pasó el micrófono a otra que sostuvo: «El 24 vamos a explotar la Plaza». En la comisión que encabezaban Carlos Castagneto y Vanesa Siley alguien aseguró: «Defender a Cristina es defendernos a nosotros, defender a la patria». Uno de los participantes le preguntó su edad. «16», dijo tímido. «Hay futuro», le respondió. «


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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