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El oficialismo logró convertir en ley la prórroga por 50 años del régimen de industrias culturales

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Con 57 votos a favor, 2 en contra y 9 abstenciones, el Senado extendió las asignaciones específicas que financian instituciones de este sector como el INCAA, el Instituto Nacional de la Música, el Instituto Nacional del Teatro, la CONABIP, el ENACOM y las Bibliotecas Populares.

Con los palcos del recinto del Senado colmados de artistas, y con el ministro de Cultura, Tristán Bauer, como invitado especial, el oficialismo logró hoy convertir en ley la prórroga prórroga por 50 años de las asignaciones específicas que reciben institutos públicos vinculados a la promoción de las industrias culturales.

Con 57 votos a favor, 2 en contra y 9 abstenciones, la Cámara alta extendió los beneficios para las industrias culturales (previstos en tres incisos del artículo 4 de la Ley 27.432 de reforma tributaria del 2017) hasta el 31 de diciembre de 2072, financiamiento que hubiera perdido si la norma no se sancionaba antes del 31 de diciembre de este año.

La iniciativa, que en la Cámara de Diputados tuvo como principal impulsor a Pablo Carro (Frente de Todos), fue respaldada por el oficialismo, la UCR y cuatro senadores monobloquistas: Alberto Weretilneck (Juntos Somos Río Negro), Magdalena Solari Quintana (Frente de la Concordia de Misiones), Clara Vega (Hay Futuro Argentina) y Alejandra Vigo (Córdoba Federal).

En Juntos por el Cambio las posiciones estuvieron divididas, ya que mientras la UCR votó afirmativamente, el PRO se abstuvo, a excepción de Luis Juez y Carmen Álvarez Rivero que votaron en contra.

Los fondos surgen del gravamen a los premios de juegos de sorteo y concursos deportivos previsto en la ley 20.630 (1973), del impuesto a las entradas de cine y sobre los videogramas grabados previstos en la ley 17.741 (1968) y del Impuesto a los servicios de comunicación audiovisual previsto en la ley 26.522 (2009).

Estos fondos se utilizan para financiar las instituciones de este sector como el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, el Instituto Nacional de la Música, el Instituto Nacional del Teatro, la CONABIP, el ENACOM, las producciones del Sistema Nacional de Medios Públicos, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, el Fondo FOMECA y la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual.

La mendocina Mariana Juri (UCR) destacó la «importancia de que nuestros hacedores culturales de cada rincón de la argentina tengan los recursos suficientes para poder llevar alivio a tantos ciudadanos».

En este sentido, calificó a la cultura como «un gran generador y un gran motor de desarrollo en los pueblos», que «sirve para llevar alivio entre tanta angustia».

«Somos conscientes de no aprobar esta ley hoy puede traer el tremendo problema de que frente al vencimiento del plazo que operara a fin de año podamos quedarnos sin estos recursos, por eso hemos acordado aprobar este proyecto y mejorar y unificar muchos proyectos que van en el sentido de acortar los plazos, de encontrar una forma más equitativa y federal de poder distribuir los recursos», justificó, al hacerse eco de los planteos de otros sectores de la oposición que se negaron a acompañar porque estaban en desacuerdo con el plazo de 50 años..

Por su parte, el también radical Martín Lousteau afirmó que «la cultura tiene una importancia económica creciente» y que representa el «2,38 % del PBI y el 1,8% del total del empleo en Argentina».

A su turno, la cordobesa Carmen Álvarez Rivero (PRO) se manifestó en contra de las «asignaciones arbitrarias» que «atropellan el federalismo fiscal».

La opositora consideró que el proyecto «debilita el rol de este Senado, que debe velar tanto por cómo se asignan los fondos como por cómo se controlan los fondos, y estos fondos no tienen ningún control».

«Las asignaciones especificas serán nuevamente un zarpazo del Ejecutivo nacional sobre los fondos participables, y yo como represente de Córdoba no puedo ceder un centavo más. Cuando estas asignaciones específicas, que son partidas presupuestarias prefijadas se las quiere prorrogar por 50 años se las convierte en arbitrarias, rígidas, impuestas, que vulneran la coparticipación y por lo tanto el federalismo fiscal», argumentó.

En tanto, el puntano Adolfo Rodríguez Saá (Frente de Todos) subrayó que la iniciativa apunta a «la defensa de la cultura y de las industrias culturales», para que «puedan funcionar exitosamente y contribuyan a mejorar la cultura nacional».

«Son generadoras de fuentes de trabajo, de calidad de vida. Es unánime la decisión de apoyar la cultura que tiene que tener recursos», agregó.

La camporista Anabel Fernández Sagasti transmitió un mensaje optimista al señalar que «podemos tener diferencias respecto a la cantidad de años, pero eso es parte de la democracia y este Senado tiene consenso unánime y una necesidad de federalizar estos recursos».

«Hay que seguir trabajando el consenso de que la cultura tiene que tener un incentivo estatal, pero tenemos que considerar que el acceso a la cultura tiene que ser un derecho para los argentinos», concluyó la vicefeja del interbloque del Frente de Todos.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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