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El kirchnerismo presentará en el Senado un proyecto propio de ingreso universal para «erradicar la indigencia»

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La propuesta de la senadora Juliana Di Tullio tiene varios puntos en común con la que impulsa Juan Grabois y la que presentó Itai Hagman en Diputados, pero con alcance más limitado.

Mientras la ministra de Economía, Silvina Batakis, llevó a Estados Unidos la promesa de un ajuste fiscal sostenido para equilibrar las cuentas públicas y reducir la emisión, el kirchnerismo ultima detalles del proyecto de Ingreso Complementario que presentará a comienzos de agosto en el Senado, cuando se retome la actividad parlamentaria tras el receso invernal.

La propuesta en la que está trabajando la presidenta del bloque Unidad Ciudadana de la Cámara Alta, Juliana Di Tullio, tiene varios puntos en común con la iniciativa que impulsa el Frente Patria Grande de Juan Grabois, pero con un alcance más limitado ya que apunta exclusivamente al universo de personas que están por debajo de la línea de indigencia.

El proyecto de Salario Básico Universal que presentó el 10 de mayo pasado el diputado nacional del Frente de Todos y del Frente Patria Grande Itai Hagman, con el acompañamiento de un amplio abanico de sectores del oficialismo, proponía una cobertura para personas desocupadas o que estuvieran trabajando en la informalidad, con bajos ingresos.

Según estimaba el economista, alrededor de 7 millones y medio de personas estarían alcanzadas por la medida

El proyecto de Di Tulio, que está en la fase final de consultas, recibiendo las últimas puntadas, mantendría el monto de la prestación mensual propuesta por Hagman, equivalente a la canasta básica alimentaria de un adulto (en junio se ubicaba en los $15.076,75), pero abarcaría a un universo cercano a los 4.2 millones de beneficiarios, a determinar por ANSES y el Ministerio de Desarrollo Social a partir de cruces de datos socioeconómicos.

Consciente de los reparos que iba a concitar la medida por el considerable costo fiscal, Hagman ya se había adelantado proponiendo avanzar «por etapas», empezando justamente por otorgar la asignación a las personas en situación de indigencia.

Según pudo saber NA, Di Tullio tiene en carpeta algunas alternativas para financiar el costo fiscal, y gestionaría una reunión con Batakis para comentarle sus propuestas.

Juntos por el Cambio ya adelantó que no está dispuesto a acompañar ninguna iniciativa que implica un aumento de gasto y mucho menos si para financiar la medida se proponga subir la carga impositiva de determinados tributos.

El MTE de Juan Grabois junto a otras organizaciones nucleadas en la UTEP salieron a la calle la semana pasada para exigirle al Gobierno la implementación del Salario Básico Universal porque «el hambre no espera».

El líder del Frente Patria Grande fue el principal orador de un acto en el que despotricó contra el presidente Alberto Fernández y en una arenga desafiante dijo que junto a otros militantes de movimientos sociales están «dispuestos a dejar la sangre en las calles» para que se distribuya el ingreso.

Al día siguiente de los primeros anuncios económicos de Batakis, en la que hubieron guiños únicamente al mercado, la Ciudad de Buenos Aires amaneció con afiches que pedían por el Salario Básico Universal, con una leyenda que interpelaba al elenco gobernante: «¿Le negarías a alguien el derecho a comer?».

Sin embargo, los movimientos sociales más afines al oficialismo como el Movimiento Evita y Barrios de Pie se despegaron de Grabois.

En un guiño al Gobierno, el líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, dijo días atrás que «no es momento de discutir el Salario Básico Universal».

Tampoco el frente de Unidad Piquetera liderado por el izquierdista Polo Obrero de Eduardo Belliboni está de acuerdo con el Salario Básico Universal porque a su entender su implementación supondría resignarse a aceptar que un sector importante de la población no va a alcanzar plenos derechos laborales.

Creen que un Salario Universal supondría naturalizar la precariedad del trabajo y postergar la lucha contra las causas que originan la pobreza y la falta de empleo formal. Piden, en cambio, un seguro de desempleo por un monto mucho mayor al de una canasta básica alimentaria.

En la mayoría de las organizaciones sociales y también en el kirchnerismo hace ruido la idea de un «Salario» porque interpretan que de ninguna manera una asignación equivalente a la canasta básica de un adulto, actualmente de 15.000 pesos puede considerarse sustituto de una remuneración salarial.

Es, en todo caso, un complemento de otros ingresos que necesariamente los beneficiarios deben conseguir para satisfacer sus necesidades básicas.

Según analizan, un salario, por definición, implica una relación de dependencia y obliga a una contraprestación laboral, con los correspondientes derechos plenos laborales para el trabajador.

Por eso el concepto de un «ingreso complementario» se ajusta más a la concepción del kirchnerismo sobre el mundo del trabajo.


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Cuáles son los cambios que exige la oposición para acompañar la Ley Bases y el paquete fiscal

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El debate legislativo de la semana finalizó sin dictamen. El oficialismo ya sabe que los proyectos que se aprobaron en la Cámara de Diputados sufrirán modificaciones. Los cinco puntos clave.

Por María Cafferata

Un Pacto de Mayo sin ley, una ley sin forma. La imposibilidad de dictaminar la Ley Bases no solo enterró la ilusión del acto de unidad con los gobernadores en Córdoba, sino que hundió la fantasía de que el gobierno ya había logrado cerrar un gran acuerdo con la oposición. No hay acuerdo ni borrador final: solo la certidumbre de que los proyectos que se aprobaron en Diputados no serán los mismos que se aprobarán en el Senado. Hay seis senadores opositores cuyas firmas son claves que todavía aguardan una respuesta del oficialismo sobre sus pedidos de modificaciones y, hasta que no tengan una devolución, no dictaminarán nada. La pelota, aseguran, está del lado del gobierno nacional, que tendrá que definir, este fin de semana, qué cambios acepta y cuáles se arriesga a rechazar. En el mientras tanto, nadie, ni el propio gobierno, está seguro de qué forma final tendrán las dos primeras leyes que el Congreso le aprobará a Javier Milei. 

Martín Lousteau (UCR), Pablo Blanco (UCR), Maxi Abad (UCR), Guadalupe Tagliaferri (PRO), Edgardo Kueider (Entre Ríos) y José Carambia (Santa Cruz) son los seis senadores de cuyas firmas depende que las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales puedan dictaminar la Ley Bases y el paquete fiscal para que puedan llegar al recinto. El oficialismo se equivocó al creer que el número estaba garantizado y que, en todo caso, la discusión por la letra chica se resolvería de camino al recinto. Y los senadores se lo están haciendo pagar. Para muchos, la inclusión de Victoria Villarruel en las negociaciones – hasta ahora desplazada – habilitará un diálogo más fluido con un oficialismo que, hasta ahora, estaba fragmentado. El intercambio era, por momentos, contradictorio: el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, decía una cosa y el ministro de Interior, Guillermo Francos, decía otra. 

«Que digan lo que quieran, yo no firmo nada». La frase salió de la boca de varios senadores opositores en las últimas 48 horas. Senadores que se sienten empoderados y que, ante la ausencia de ofertas concretas del gobierno – con la excepción de los fondos para la UBA (un guiño directo al radicalismo) -, van acumulando reclamos. El gobierno solo cuenta con siete senadores propios y otros cinco del PRO: está muy lejos de los 37 que necesita para el quórum, por lo que no está en condiciones de ignorar ningún pedido. El problema es que, a medida que pasa el tiempo, los pedidos son cada vez más.

RIGI

A la cabeza de los reclamos está el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que otorga beneficios fiscales exorbitantes por 30 años para todas las empresas extranjeras que inviertan más de 200 millones de dólares. El vocero más elocuente contra el RIGI ha sido Lousteau, pero no está solo: el radical arrastra consigo también las objeciones de Tagliaferri, Blanco, Abad y varias fuerzas provinciales. Una de las mayores críticas es al artículo 163, que anula cualquier normativa provincial que restrinja lo sostenido por el régimen (adhieran o no las provincias). Se reclama, a su vez, establecer un régimen especial para las industrias más chicas – ya que las inversiones por más de 200 millones están pensadas, casi exclusivamente, para la actividad minera y petrolera -, así como algún sistema de «compre argentino» que proteja a la industria local de la apertura de importaciones.

Hay otros senadores, como Kueider, que plantean cambios más de fondo, como la exigencia de encadenamientos productivos locales.

Impuesto a las Ganancias

Si hay un capítulo que no tiene posibilidades de aprobarse sin cambios es la restitución de Ganancias. Los senadores patagónicos exigen incluir un diferencial para la zona – aludiendo a que el costo de vida es mucho mayor que en el resto del país – y reclaman un incremento del piso mínimo del 22 por ciento. Es decir, que pasaría de 1,8 millones a casi 2,2 millones (que es el mínimo que el proyecto sostiene para personas casadas). 

Este punto está casi cerrado con el gobierno nacional, ya que los patagónicos amenazaron con voltearle todo el paquete fiscal si no introduce cambios. Los patagónicos están cerca de sumar unos 48 votos en contra. Es decir, los dos tercios del Senado, lo que obligaría al oficialismo a conseguir la misma mayoría en Diputados para rechazar la modificación (un número que LLA no tiene posibilidades de alcanzar). Dependen de que Unión por la Patria y un par de senadores sin tierra quieran acompañar y están confiados en que lo lograrán. 

Privatizaciones

Era un capítulo que parecía cerrado y que, en la última semana, empezó a acumular varias objeciones. Principalmente por la privatización de dos empresas públicas: Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino. Son varios los senadores del Sur que advierten que, si privatizan la línea de bandera, se caerán varias rutas no turísticas de la Patagonia, como ya sucedió en los 90′. El mismo argumento se repite para el Correo Argentino: el temor es que termine habiendo ciudades y pueblos enteros que se queden sin correo si el Estado no lo garantiza. 

Estas objeciones representan un dolor de cabeza para el oficialismo, ya que el capítulo de privatizaciones representa una de las partes centrales de la Ley Bases. En efecto, cuando el proyecto se cayó en febrero en Diputados fue porque el recinto estaba a punto de rechazar las privatizaciones (entonces eran un total de 27, ahora son once). En el oficialismo buscan evitar una «carnicería» del proyecto, pero se enfrentan a una difícil realidad numérica: si los patagónicos repiten el número de Ganancias para privatizaciones podrían terminar blindando también este capítulo frente a posibles modificaciones en Diputados. 

Blanqueo de capitales

Con el tándem Lousteau-Tagliaferri encabezando la avanzada, el gobierno reconoce que introducirá cambios en el capítulo de blanqueo (uno de los más generosos de los últimos años, ya que permite que quienes blanqueen hasta 100 mil dólares no paguen ninguna penalización). Uno de los pedidos es excluir a los hermanos de los funcionarios, así prohibir la posibilidad de que las personas puedan blanquear en nombre de otras (testaferros). Otro de los cambios será ampliar de 5 a 10 años el tiempo que tenga que haber pasado desde que una persona ocupó un cargo público para poder acogerse al beneficio.   

Moratoria previsional

Hay, además, decenas de pedidos de modificaciones que refieren a la reforma de la Ley de Hidrocarburos o la Ley de Procedimiento administrativo, así como a la reforma laboral. Uno de los temas más delicados es, sin embargo, la eliminación de la moratoria previsional. Hoy por hoy, en el Senado no está el número para aprobar este capítulo, que no solo cuenta con el rechazo de UxP o Carambia y Kueider, sino también de la cordobesa Alejandra Vigo, la rionegrina Mónica Silva y la neuquina Lucila Crexell. La gran mayoría de los senadores coinciden en que eliminar la moratoria representaría un duro golpe para las mujeres – 9 de cada 10 no cuenta con los 30 años de aportes – y nadie quiere cargar con ese costo político. Más de un senador pro Ley Bases, incluso, tiene planeado levantar e irse durante la votación para no tener que votar a favor. 


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