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Un andinista ruso murió tras descompensarse cuando intentaba escalar el cerro Aconcagua

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El extranjero perdió el conocimiento cuando llegó a la zona de acceso denominada Piedras Blancas, a una altura aproximada de 6.100 metros sobre el nivel del mar

Otra muerte sacude al mundo del montañismo, ya que un andinista ruso de 61 años murió durante la madrugada del domingo tras sufrir una descompensación, cuando realizaba el ascenso en el cerro Aconcagua, el punto más alto de toda América, ubicado a unos 185 kilómetros de la ciudad de Mendoza.

El hecho ocurrió tan solo unos días después de que se diera por finalizada la búsqueda del italiano Corrado “Korra” Pesce, de 41 años, que a fines de enero último quedó atrapado y herido tras una avalancha en la cara este del Cerro Torre, en la región de El Chaltén, provincia de Santa Cruz.

Según detallaron a la agencia Télam fuentes cercanas al nuevo caso, cerca de las 4 de la mañana del domingo las autoridades del Parque Provincial Aconcagua tomaron conocimiento de que una persona había sufrido una descompensación en la zona de acceso denominada Piedras Blancas, a una altura aproximada de 6.100 metros sobre el nivel del mar (msnm).

Los sitios especializados en el deporte detallan que esta es una zona de rocas de formas irregulares y muy claras, donde la senda se monta definitivamente sobre el filo norte, hasta alcanzar un pequeño paso por el cual se accede a la ladera noreste de la montaña.

Se trataba de un andinista de nacionalidad rusa identificado más tarde por la policía mendocina como Dimitri Teslenko, de 61 años, quien formaba parte de una expedición que había salido a escalar el Aconcagua diez días antes.

Al notar lo que había ocurrido, en un primer momento el resto de los integrantes del grupo le realizaron maniobras de resucitación cardio pulmonar (RCP), pero el tour líder del equipo constató que el montañista no tenía signos vitales, agrega la información policial.

Ante esta situación, el personal de la patrulla de rescate se desplazó hasta el lugar y evacuaron el cuerpo del extranjero hasta Nido de Cóndores, situado a 5.400 msnm, donde esperaron el ingreso del helicóptero que lo trasladó hasta la base Horcones, donde finalmente murió como consecuencia de un paro infarto.

“Sufrió una descompensación, el guía le realizó maniobras RCP (reanimación cardiopulmonar) y constató la ausencia de signos vitales. Personal de la Patrulla de Rescate procedió a evacuarlo hasta Nido de Cóndores, quedando a la espera del ingreso del helicóptero para el próximo traslado a Horcones”, había informado el Ministerio de Seguridad de Mendoza en un comunicado reproducido por el diario local Los Andes.

Se trata de la segunda muerte que se produce durante esta temporada en el cerro Aconcagua, ya que la primera ocurrió el 10 de enero, y se trató de Claudio Leonel Marengo, un militar retirado de 55 años que emprendió “en solitario” la aventura de hacer cumbre en el pico más alto de América, que se encuentra a 6.962 msnm, y cuyo fallecimiento se produjo a 80 metros de la cumbre.

El acceso a la cumbre del Aconcagua se habilitó el 1 de enero. Se trata de la primera en dos años, ya que la temporada pasada permaneció cerrado por las restricciones del Covid-19, ya que sólo se podía llegar a Laguna de los Horcones y al refugio de Plaza Francia.

Sin embargo, a mediados de se mismo mes, la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial de la provincia decidió cerrar de manera temporal el Parque, debido a la presencia de fuertes tormentas en Alta Montaña y la ocasional presencia de aludes que podían poner en riesgo la integridad física de los visitantes.

En la temporada anterior al inicio de la pandemia, el Aconcagua se cobró una víctima: fue el 15 de febrero de 2020, cuando una mujer, también de nacionalidad rusa, identificada como Naililya Camcmahoba (38), había sido golpeada por una roca que se desprendió. Al igual que el caso de ayer, la escaladora estaba próxima a hacer cumbre.


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En medio del ajuste del Gobierno, se hizo «La Noche de las Universidades»

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La actividad fue para conmemorar el 75º aniversario de la gratuidad universitaria implementada por Juan Domingo Perón en 1949.

Por Celeste del Bianco

Ayer, se realizó en todo el país “La Noche de las universidades”, en lo que fue la vigilia del 75º aniversario de la implementación de la gratuidad universitaria. Una medida adoptada por Juan Domingo Perón el 22 de noviembre de 1949, que democratizó el acceso a la educación superior y generó un cambio histórico. A modo de celebración hubo suelta de libros, charlas, mesas de consulta y otras actividades, que funcionaron también como una forma de visibilizar la grave crisis que atraviesa el sistema universitario con el ajuste que impuso el gobierno de Javier Milei.

“En estos momentos tenemos muchas cosas para ver, plantear y discutir. Creo que 75 años son más que importantes y en un momento donde están en discusión muchas de las cosas que pasan en la universidad pública. Así que creíamos más que conveniente hacer esto y que pueda quedar para el futuro”, le dijo a Página 12 Oscar Alpa, vicepresidente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que fue el organismo que impulsó la idea de abrir las puertas a toda la comunidad hasta la medianoche. Esta conmemoración especial se da un contexto dramático para las universidades, que no saben si podrán funcionar el próximo año. Todo depende de la aprobación del Presupuesto 2025 en el Congreso, una ley que el Gobierno pareciera no querer sancionar y así seguir usando el del 2023 de manera discrecional. A esto se suma la situación de docentes y no docentes, que acumulan un 40% de pérdida del poder adquisitivo y que más del 85 % tienen sueldos por debajo de la línea de pobreza.

“La gratuidad es una bandera que hay que defender a toda costa porque nosotros somos un ejemplo como sistema en el mundo. Ojalá lleguemos a tiempo y que no terminen de destrozar todo, porque va a ser otra vez como en los 90, llegar y empezar de cero”, dijo Gabriela Vázquez, egresada de la carrera de Ciencias de la Educación que se acercó al Centro Cultural Universitario Paco Urondo, una de las sedes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en el microcentro porteño. Miraba un telar de más de cuatro metros, bordado con pequeños muñecos coloridos hechos por mujeres chilenas exiliadas en Canadá en homenaje a las y los desaparecidos durante la dictadura militar.

En esa misma sede dieron una charla las escritoras Dolores Reyes y Sol Fantin, denunciadas por una fundación de ultraderecha por el supuesto «contenido sexual explícito» que sus libros esparcen en las escuelas bonaerenses. Alrededor de cien personas participaron del encuentro. Una de ellas fue Renata Vismara, integrante de de la Red de docentes por el derecho al aborto. “Estamos acá en repudio a este intento de prohibir esta literatura que para nosotras es clave. Estos libros, muchas veces, son la puerta de entrada para que pibes y pibas puedan contar lo que les está pasando. Porque no lo conocen, porque no se dan cuenta que lo que viven es violencia o porque les habilita hablar”, contó. Vismara es la primera generación universitaria en su familia, su mamá, jefa de hogar, es empleada pública y, ahora, ella tiene un título en Ciencias de la Educación. “Estamos ante un permanente ataque hacia lo público, hacia lo colectivo. En mi caso, con la universidad fue contundente el cambio en mi vida y en la de toda mi familia”, agrega.

Imagen Verónica Bellomo

El 22 de noviembre de 1949 Perón firmó el decreto N° 29337, que suspendió el cobro de los aranceles universitarios y reconoció el derecho universal a la educación superior gratuita que democratizó el acceso y dio espacio a sectores populares, obreros y de menores recursos.“La gratuidad fue premonitoria o inauguró un modo de pensar que hasta entonces había referido a la educación universitaria solamente como un privilegio para las élites. Por eso, defender a la gratuidad como valor también es defender un proyecto universitario en sintonía con el desarrollo nacional, en sintonía con la soberanía científica y, por supuesto, con la independencia económica y la justicia social”, le dijo a Página 12 la vicedecana de la Facultad de Filosofía, Graciela Morgade, que también participó de la charla.

Los rectores y rectoras de todo el país que integran el CIN ya anticiparon que si el Presupuesto 2025 no se modifica, las universidades no podrán funcionar. Necesitan 7.1 billones de pesos para gastos de funcionamiento y salarios, pero el gobierno de La Libertad Avanza solo propone 3.8 en un presupuesto que ni siquiera se sabe si será aprobado. En ese contexto de incertidumbre es que las universidades abrieron sus puertas a la medianoche.

La calle Corrientes también se convirtió en uno de los escenarios de “La Noche de las Universidades”, alumnos y docentes hicieron una suelta de libros. Llegaron desde la sede de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) de la calle Bartolomé Mitre al 1800 hasta la peatonal y repartieron libros que consiguieron en una colecta, la idea surgió en Plaza Congreso mientras participaban del plan de lucha para conseguir un presupuesto adecuado. Juntaron alrededor de 500 y cada uno de ellos llevó una dedicatoria. “Quizás desde la parada del 98, ves a este edificio oscuro y aburrido, pero por adentro está lleno de color. Acá hay gente que imagina y crea mundos”, escribió en uno de esos libros Oscar Ojea, alumno de la Licenciatura en Artes. Firmó la dedicatoria para alguien que no conoce, pero al que quiere que le llegue su mensaje: su universidad es una cocina de arte y de creatividad maravillosa.

La decisiòn de abrir las universidades no es solo para celebrar la fecha histórica, sino también para seguir visibilizando el conflicto universitario, que ya lleva diez meses y que en el medio tuvo dos marchas masivas, tomas generalizadas, clases públicas y miles de actividades en todo el país. “Nosotros también tratamos de ir cambiando un poco las acciones porque repetirnos es hacer el juego a la estrategia de cansancio y de agotamiento, entonces como universo de arte tratar de crear y saltear los discursos de odio”, le contó a este diario Sergio Ramos, decano de Crítica de Artes. Y agregó: “Escribimos dedicatorias para que vayan esos libros con un poco de historia de la universidad. Pero también es traer al libro como instrumento de liberación, de creatividad, de imaginación, de empatía. Como cierto acto de generosidad y de convocar a otros modos de construir comunidad y de relacionarnos como sociedad”.


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